EL PLACER DE LA CULTURA

martes, 4 de octubre de 2016

San Francisco de Asís y Caravaggio

Hoy, 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, es un buen momento para recordar uno de los cuadros más impresionantes de Caravaggio, del que hemos podido disfrutar en la recientemente clausurada exposición dedicada por el Museo Thyssen al maestro milanés y a su influencia sobre los pintores centroeuropeos. A buen seguro la impactante imagen de San Francisco en meditación, obra fechada en 1606 y conservada en el Museo Civico “Ala Ponzone” de Cremona, es una de las que habrá quedado grabadas en la retina y en el corazón de los visitantes.


Este óleo sobre lienzo, pintado por Caravaggio cuando tenía alrededor de 35 años, fue uno de las últimas obras que realizó antes de huir de Roma después de haber matado al también pintor Ranuccio Tomassoni. Este oscuro incidente puso fin a su fulgurante etapa romana en la que había alcanzado un enorme éxito. Y es que, aunque había frecuentado los ambientes más selectos de la espléndida Roma de la época, también pululaba por los bajos fondos y frecuentemente se veía envuelto en peleas y problemas con la justicia. El fallecimiento de Tomassoni a manos de Caravaggio le obligó a huir de la ciudad eterna, a la que ya nunca habría de regresar, porque la muerte le sorprendió cuatro años después, justo cuando estaba a punto de volver a Roma.
En dicho contexto histórico, este San Francisco podría incluir una referencia autobiográfica, en el sentido de que puede interpretarse como una petición de perdón por parte del pintor, ya que sabía que este cuadro se iba a exponer en Roma, como señala el comisario de la exposición del Thyssen, Gert Jan van der Sman en el catálogo. Así, el pintor se identificaría con el santo y su expresión aludiría al arrepentimiento de Caravaggio dirigido a las autoridades romanas.


La iconografía, típicamente contrarreformista, es la del santo penitente en un paisaje agreste, pero Caravaggio extrema la intensidad de la meditación de Francesco, especialmente a través de la torsión de su cabeza y el forzado gesto del cuerpo y de la presencia del crucifijo, en extraordinario escorzo, separando las páginas del libro sagrado. La impactante factura de las pinceladas, anchas, sueltas, muy modernas, y la teatral utilización de la luz, enfatizan la energía penitente del personaje. Al parecer, se representa concretamente un pasaje de la vida de San Francisco en el que, tras abrir el Evangelio tres veces casualmente por el relato de la Pasión, meditó sobre su participación en el martirio de Cristo, lo que se considera un precedente de la aparición de los estigmas.

No hay comentarios: