Hoy, 4 de octubre, día de San
Francisco de Asís, es un buen momento para recordar uno de los cuadros más
impresionantes de Caravaggio, del que hemos podido disfrutar en la
recientemente clausurada exposición dedicada por el Museo Thyssen al maestro
milanés y a su influencia sobre los pintores centroeuropeos. A buen seguro la
impactante imagen de San Francisco en
meditación, obra fechada en 1606 y conservada en el Museo Civico “Ala
Ponzone” de Cremona, es una de las que habrá quedado grabadas en la retina y en
el corazón de los visitantes.
Este óleo sobre lienzo, pintado
por Caravaggio cuando tenía alrededor de 35 años, fue uno de las últimas obras
que realizó antes de huir de Roma después de haber matado al también pintor
Ranuccio Tomassoni. Este oscuro incidente puso fin a su fulgurante etapa romana
en la que había alcanzado un enorme éxito. Y es que, aunque había frecuentado
los ambientes más selectos de la espléndida Roma de la época, también pululaba
por los bajos fondos y frecuentemente se veía envuelto en peleas y problemas
con la justicia. El fallecimiento de Tomassoni a manos de Caravaggio le obligó
a huir de la ciudad eterna, a la que ya nunca habría de regresar, porque la muerte
le sorprendió cuatro años después, justo cuando estaba a punto de volver a
Roma.
En dicho contexto histórico, este
San Francisco podría incluir una referencia autobiográfica, en el sentido de que
puede interpretarse como una petición de perdón por parte del pintor, ya que
sabía que este cuadro se iba a exponer en Roma, como señala el comisario de la
exposición del Thyssen, Gert Jan van der Sman en el catálogo. Así, el pintor se
identificaría con el santo y su expresión aludiría al arrepentimiento de
Caravaggio dirigido a las autoridades romanas.
La iconografía, típicamente
contrarreformista, es la del santo penitente en un paisaje agreste, pero
Caravaggio extrema la intensidad de la meditación de Francesco, especialmente a
través de la torsión de su cabeza y el forzado gesto del cuerpo y de la
presencia del crucifijo, en extraordinario escorzo, separando las páginas del
libro sagrado. La impactante factura de las pinceladas, anchas, sueltas, muy
modernas, y la teatral utilización de la luz, enfatizan la energía penitente
del personaje. Al parecer, se representa concretamente un pasaje de la vida de
San Francisco en el que, tras abrir el Evangelio tres veces casualmente por el
relato de la Pasión, meditó sobre su participación en el martirio de Cristo, lo
que se considera un precedente de la aparición de los estigmas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario