EL PLACER DE LA CULTURA

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jueves, 20 de septiembre de 2012

Teresa Cabarrús, una carabanchelera en la revolución francesa

Teresa Cabarrús, hija de Antonia Galabert y Francisco Cabarrús, nació en Carabanchel Alto el 31 de julio de 1773. Fue bautizada en la parroquia de San Pedro, apenas seis años antes de que Manuel Martín Rodríguez y Ventura Rodríguez construyeran la nueva torre, que aún permanece en pie. Del resto del templo, cuyo origen se remonta al siglo XV, nada queda y un anodino edificio religioso moderno sustituye al original. Un cartón para tapiz, obra de Ramón Bayeu, nos ofrece una imagen muy interesante de la iglesia, precisamente de la época en la que Teresa vivió en Carabanchel, puesto que está fechada en 1777. El cartón ilustra una corrida de toros en la plaza del pueblo ante la iglesia de San Pedro, que aparece al fondo a la derecha.



Reinaba entonces Carlos III y Francisco Cabarrús, su padre, aún no era el gran hombre de estado en que luego se convirtió. Cabarrús era francés de origen, nacido en Bayona y emigrado a nuestro país, donde se naturalizó español años después. Se casó en 1771 con Antonia, hija de un comerciante francés instalado en Zaragoza para el que trabajaba. Un año después de la boda, el suegro de Cabarrús envió al matrimonio junto a su hermano, dueño de una fábrica de jabón en Carabanchel Bajo. Cabarrús y su esposa se instalaron en la localidad y Francisco se convirtió en director de la fábrica. Al año siguiente nació Teresa, en una finca a la que llamaban Château Saint Pierre, cuya ubicación precisa se desconoce, pero que al parecer se encontraba aproximadamente donde hoy se levanta el hospital de la Fundación Instituto San José, muy cerca del Aeródromo de Cuatro Vientos y del límite con Leganés.

Más adelante, un primo de Francisco Cabarrús fue introduciendo a éste en negocios más importantes y pronto se convirtió en representante de comercios franceses en Madrid. Inició entonces una carrera que le llevó a relacionarse con los hombres más importantes de la época, a ingresar en la Sociedad Económica Matritense y a proponer la creación del Banco de San Carlos, del que fue director, lo que propició que Carlos IV le otorgara el título de conde en 1789. Creó importantes compañías comerciales, desarrolló grandes proyectos y expuso sus ideas ilustradas en un buen número de interesantes textos. Falleció en 1810, cuando era ministro de Hacienda de José Bonaparte.

Mucho tiempo antes, Francisco Cabarrús había decidido enviar a Teresa y a sus dos hijos varones a su país natal para que completaran allí su educación. Con sólo 15 años, en 1788, se casó con el joven aristócrata Jean Jacques Devin de Fontanay, que la introdujo en los salones aristocráticos, en los que se hizo muy conocida por su personalidad, su inteligencia y su belleza. Además en aquellos frenéticos tiempos se vinculó a los círculos revolucionarios moderados.

En 1792 se divorciaron Jean Jacques y Teresa, que decidió entonces seguramente poner rumbo a España para huir de la Revolución, que había entrado en su periodo más radical. De camino a su país natal, fue encarcelada en Burdeos, donde Jean-Lambert Tallien, político jacobino enviado desde París para establecer el Terror en provincias, le salvó la vida; en efecto, Tallien estaba haciendo trabajar a la guillotina en Burdeos a buen ritmo cuando se enamoró de la carabanchelera Teresa, a la que tal vez conocía desde antes. A la relación que iniciaron ambos y a la influencia de la Cabarrús se suele atribuir el descenso en el número de ejecuciones en Burdeos.

Tal vez por este motivo, Tallien fue entonces víctima de las purgas internas impulsadas por Robespierre. Teresa fue encarcelada en París y condenada a muerte, aunque la pena no llegó a ejecutarse. El 9 de termidor del año II (27 de julio de 1794) Saint-Just fue interrumpido en el Comité de Salvación Pública por Tallien, que acusó a Robespierre de ejercer una tiranía. Estalló entonces la conspiración que acabó con el periodo del Terror y dio paso a la Convención Termidoriana. Tallien y Cabarrús se casaron ese mismo año y Teresa empezó a ser conocida como Notre-Dame de Thermidor, ya que a su influencia se atribuyó la decisiva evolución política de Tallien, desde el Terror hasta la Reacción Termidoriana. Al año siguiente, Tallien fue elegido Presidente de la Convención, aunque su poder pronto decayó con el inicio del Directorio a finales de 1795.

Durante su matrimonio y después de su divorcio en 1802 se le conocen sucesivas relaciones con destacados militares, políticos y banqueros de la Francia revolucionaria y napoleónica, lo que provocó su expulsión de los salones imperiales, ya que su conducta se consideraba escandalosa. En 1805 se casó por tercera vez con François Joseph de Riquet de Caraman, conde de Caraman, y más adelante príncipe de Chimay. De esa época es el delicado retrato que se conserva en el Museo Carnavalet de Historia de París, obra de Françoise Gérard; Teresa aparece representada de cuerpo entero, ataviada a la moda neoclásica francesa del Directorio, con tocado de flores.



 
Después de disfrutar del periodo tal vez más tranquilo en su vida, en el que, sin embargo no dejó de ser una verdadera estrella de los salones parisinos, Teresa Cabarrús falleció en 1835 en el Château des Princes de Chimay, en Bélgica.



jueves, 30 de junio de 2011

La rivalidad Bayeu-Goya

Goya fue uno de los elegidos para decorar las capillas de la basílica de San Francisco el Grande de Madrid, que se convirtió en escenario de la competencia entre los mejores pintores españoles de la época. En 1781, el rey Carlos III encargó al pintor aragonés uno de los cuadros de altar para la iglesia, dedicado a San Bernardino de Siena predicando en presencia del rey Alfonso V de Aragón, que fue pintado entre 1782 y 1783. A través de algunas de las cartas enviadas por Goya a su amigo Martín Zapater podemos darnos cuenta de que el pintor estaba convencido de la superioridad de su cuadro de San Bernardino sobre el de Francisco Bayeu; el prestigioso cuñado de Goya, al que se le adjudicó la pintura del altar mayor, pintó una Visión de San Francisco en la Porciúncula, que, sin embargo, no gustó a la familia real.


En una carta fechada en Madrid a 11 de enero de 1783, Goya le transmite a Zapater una curiosa anécdota en la que el Príncipe de Asturias y futuro Carlos IV critica con dureza el cuadro de Bayeu. Sin duda Goya se recrea contando a su amigo este fracaso de su cuñado, con la polémica sobre los frescos de El Pilar de Zaragoza, que enfrentó a los dos pintores, en la memoria:

Lo que sucedió a Bayeu fué lo siguiente: Abiendo presentado su cuadro en palacio y aber dicho el Rey “bueno, bueno, bueno” como acostumbra; despues lo bio el Príncipe y Ynfantes, los que digeron, nada ay a fabor de dicho Bayeu, sino en contra pues es publico que a estos Señores nada a gustado. Llegó a Palacio Don Juan de Villanueba, su Arquitecto y le preguntó el Principe, “qué te parece de ese cuadro”, respondio: “Señor, bien”; “eres un bestia” le dijo el Príncipe, “que no tiene ese cuadro claro obscuro ni efecto ninguno y muy menudo, ni ningun mérito. Dile a Bayeu que es un bestia”.
Eso me lo han contado 6 o 7 profesores y dos amigos de Villanueba que el se los a contado, aunque el echo fue delante de algunos Señores que no se ha podido ocultar.

(Francisco de Goya. Cartas a Martín Zapater. Edición de Mercedes Águeda y Xavier de Salas. Ediciones Turner. Madrid, 1982, carta 37)