EL PLACER DE LA CULTURA

lunes, 31 de mayo de 2021

Ciento cincuenta años del primer tranvía de Madrid


El 31 de mayo de 1871 se inauguró el primer tranvía de Madrid. Lo puso en marcha una empresa inglesa, con el impulso de William Morris, que había comprado los derechos de explotación de la línea a José Domingo Trigo, el cual había obtenido la concesión del ayuntamiento popular un año después de la Gloriosa Revolución. Fue todo un acontecimiento en la ciudad, que apenas cinco meses antes había vivido la proclamación de Amadeo I como rey de España.

Calle de Serrano. En el centro de la imagen el primer tranvía de Madrid      
Ángel Fernández de los Ríos. Guía de Madrid: manual del madrileño y del forastero,1876

Era posiblemente el tercer tranvía urbano del país, después de los de Jerez de la Frontera y Sevilla. Iniciaba su andadura tras numerosos intentos fracasados y cuando ya existía otro medio de transporte público urbano, que era el ómnibus. El nombre comercial de la empresa era el de Tramvía de Madrid y contaba con 24 vehículos de dos pisos de fabricación inglesa y 120 caballerías, ya que funcionaba con tracción animal y se desplazaba, a diferencia del ómnibus, sobre raíles, lo que permitía aumentar notablemente su velocidad y mejorar la comodidad de los viajeros.

La primera línea de la capital unía el flamante barrio de Salamanca con el corazón de la villa, la Puerta del Sol. Pocos meses después se prolongó hasta la plaza de Oriente y más tarde hasta el barrio de Pozas, de este modo el tranvía unía dos modernos barrios del ensanche, uno en el oeste y otro en el este, a través del centro.

Puerta del Sol     
Ángel Fernández de los Ríos. Guía de Madrid: manual del madrileño y del forastero,1876

La inauguración se celebró con un banquete, servido por Lhardy, en la estación, que se había construido en el extremo septentrional del barrio de Salamanca, en la esquina entre el boulevard Serrano y una nueva calle que poco antes había recibido el nombre de Maldonado. El Imparcial del 1 de junio describe con todo detalle la ceremonia, en la que distintas personalidades pronunciaron entusiastas discursos.


El Imparcial, 1/06/1871. Inicio de la crónica sobre la inauguración del tranvía

Al día siguiente de la inauguración, el 1 de junio de 1871, se puso en marcha el servicio público, iniciando, de este modo una historia que terminó exactamente 101 años después. Durante el verano de 2021 una exposición en la Biblioteca Regional de Madrid, en la que estamos trabajando, rememorará la trayectoria de un medio de transporte que desempeñó un papel clave en el desarrollo y la modernización de la ciudad.

Ministerio de Hacienda. Se observa el paso del tranvía inaugurado en 1871. 
Ángel Fernández de los Ríos. Guía de Madrid: manual del madrileño y del forastero,1876

En la primera edición de la Guía de Madrid: manual del madrileño y del forastero , de Ángel Fernández de los Ríos, publicada en 1876, se incluyen numerosas estampas de la ciudad, entre las que reproducimos algunas en las que aparece el tranvía de mulas por las calles madrileñas. También se incluye en la guía una tabla con las tarifas del nuevo medio de transporte, con distintos precios según el recorrido realizado.

Tarifa de precios del tranvía.
Ángel Fernández de los Ríos. Guía de Madrid: manual del madrileño y del forastero,1876


miércoles, 12 de mayo de 2021

La verbena de san Isidro según Emilia Pardo Bazán, en el centenario de su fallecimiento

El 12 de mayo de 1921 falleció Emilia Pardo Bazán cuando estaba a punto de cumplir 70 años. La gripe, complicada por la diabetes que padecía, le provocó la muerte en su último domicilio en Madrid, situado en el número 27 de la calle de la Princesa, no muy lejos de donde cinco años después se inauguró el monumento dedicado a la genial escritora.

Esquela publicada en La Época, diario en el que publicó algunos de su principales artículos. 12/5/1921

En 1925 el Centro Gallego de Madrid colocó también una lápida conmemorativa en el muro exterior del palacete de Pozas, edificio en el que había fallecido Emilia y que fue destruido durante la Guerra Civil. La lápida se conserva en la sede del Centro, en la calle Carretas, pero en el inmueble que se levanta actualmente en el solar de la casa de la escritora una placa municipal en forma de rombo resume en pocas palabras la intensa actividad de la gallega: “Escritora fecunda y activa intelectual, defensora de los derechos de la mujer

 Lápida conmemorativa de Emilia Pardo Bazán. Centro Gallego, Madrid

Aunque Pardo Bazán deseaba ser enterrada en su propiedad gallega de Meirás, recibió sepultura en el madrileño cementerio de San Lorenzo, de donde luego fue trasladada a la cripta de la parroquia de la Concepción, en pleno barrio de Salamanca; allí siguen descansando sus restos.

Pradera de San Isidro. C. 1900. Negativo sobre cristal, 11 x 5 cm. Museo de Historia de Madrid

Al días siguiente del entierro se celebró de la festividad del patrono de Madrid, a escasa distancia del camposanto. Por esta coincidencia y, a modo de homenaje a la escritora gallega, transcribimos uno de los inolvidables textos de Insolación (1889), tal vez su novela más madrileña, en la que, a través de la protagonista, verdadero alter ego de la autora, describe así el popular escenario festivo:

En fuerza de su novedad me hacía gracia el espectáculo. Aquella romería no tiene nada que ver con las de mi país, que suelen celebrarse en sitios frescos, sombreados por castaños o nogales, con una fuente o riachuelo cerquita y el santuario en el monte próximo... El campo de San Isidro es una serie de cerros pelados, un desierto de polvo, invadido por un tropel de gente entre la cual no se ve un solo campesino, sino soldados, mujerzuelas, chisperos, ralea apicarada y soez; y en lugar de vegetación, miles de tinglados y puestos donde se venden cachivaches que, pasado el día del Santo, no vuelven a verse en parte alguna: pitos adornados con hojas de papel de plata y rosas estupendas; vírgenes pintorreadas de esmeralda, cobalto y bermellón; medallas y escapularios igualmente rabiosos; loza y cacharros; figuritas groseras de toreros y picadores; botijos de hechuras raras; monigotes y fantoches con la cabeza de Martos, Sagasta o Castelar: ministros a dos reales; esculturas de los ratas de la Gran Vía, y al lado de la efigie del bienaventurado San Isidro, unas figuras que... ¡Válgame Dios! Hagamos como si no las viésemos.