EL PLACER DE LA CULTURA

lunes, 27 de agosto de 2018

La Magdalena lectora de Salamanca

Uno de los edificios más interesantes de la monumental Salamanca es el monasterio de San Esteban, tanto desde el punto de vista histórico, como por su arquitectura y por el arte que atesora. Comenzada su construcción en 1524 como convento dominico sobre las ruinas de otro más antiguo, contó con arquitectos como Juan de Álava, Juan de Rivero, Rodrigo Gil de Hontañón y Fray Martín de Santiago. Las obras del imponente complejo se prolongaron durante casi un siglo.

 Vista exterior del convento de San Esteban de Salamanca, con la espectacular fachada de su iglesia

Fray Domingo de Soto, prior del convento, confesor de Carlos V y destacado teólogo, impulsó la construcción en el monasterio de la conocida como Escalera de Soto, que comunica el claustro bajo con el alto. El gran arquitecto Rodrigo Gil de Hontañón diseñó a mediados del siglo XVI esta audaz construcción volada de caja abierta, carente de soportes, ya que se apoya exclusivamente sobre los muros. Cuenta con cuatro tramos, tres de ellos colgantes sobre arcos rebajados Los tres tramos suspendidos de la escalera están decorados con casetones floreados. Cubre el espacio una bóveda de crucería que arranca de ménsulas colocadas en las esquinas de los muros, decorados con medallones.


Detalles de la Escalera de Soto del convento de San Esteban

La bellísima escalera presenta un relieve en piedra policromada, en su último tramo, sorprendente por su calidad, ubicación y características. Se trata de una representación de María Magdalena recostada, cuyo cuerpo se alarga extraordinariamente para adaptarse a su singular marco arquitectónico. La Magdalena sujeta un libro abierto con su mano izquierda y apoya el mentón sobre el brazo derecho, que reposa sobre una calavera, símbolo de la fugacidad de la vida humana. Su actitud se refiere a la meditación en relación con la lectura sagrada y, como es habitual en la iconografía occidental de la santa, la figura presenta una sensualidad y un atractivo físico que se refieren a su supuesto pasado como prostituta, perdonada por Jesús. No falta tampoco el tarro de ungüentos con el que ungió a éste en Betania. Sin embargo, es muy posible que en la María Magdalena de la tradición iconográfica se reúnan tres personajes bíblicos diferentes: la pecadora anónima que unge los pies de Jesús, María, la hermana de Lázaro, que también derrama perfume sobre Cristo y le seca los pies con sus cabellos, y la Magdalena discípula de Jesús.

Relieve de la Magdalena en la Escalera de Soto

En cualquier caso debe subrayarse el protagonismo de la Magdalena en un lugar tan destacado como la monumental escalera, que pone en contacto la planta baja del claustro con el piso alto, que a su vez abre el edificio hacia el cielo. No en vano, María Magdalena está presente a los pies de la Cruz en el Calvario y en el Santo Entierro y es a quien se aparece por primera vez Cristo Resucitado. Es posible que en el programa iconográfico de la escalera se quiera aludir también con el relieve de la Magdalena lectora y meditativa, más que penitente, al camino hacia la biblioteca, que originalmente se encontraba en el piso alto del monasterio. También los medallones con profetas y evangelistas en la parte superior de la caja de la escalera y la mano de Dios en la balaustrada del tercer tramo parecen buscar un paralelismo entre un ascenso espiritual y la subida por la escalera, coronada por la Magdalena lectora.

miércoles, 22 de agosto de 2018

El arte rupestre del Sahara Occidental en la Vitrina Cero del Museo Arqueológico Nacional

Hasta el 30 de septiembre se puede ver en el Museo Arqueológico Nacional una selección de sus colecciones procedentes del antiguo Sáhara español en la llamada Vitrina Cero. Se trata de un espacio situado en la entrada del museo en el que de manera rotativa se muestran piezas y temas singulares, que complementan y enriquecen la exposición permanente. Y en este verano podemos ver en ella objetos reunidos cuando el citado territorio se encontraba bajo la administración española. La mayoría proceden de la colección del profesor Julio Martínez Santa-Olalla, que dirigió expediciones en Saguía el Hamra (as-Sāqīya al-Hamrā´), el territorio septentrional del Sáhara Occidental en los años 40 del siglo pasado. El Estado Español adquirió a sus herederos en 1975 dichas piezas, que se conservan en el Museo Arqueológico.


Se trata de seis losas grabadas con técnicas como el piqueteado, la abrasión y la incisión que presentan motivos zoomorfos, como leones, elefantes o antílopes en las etapas más antiguas y bóvidos en tiempos más recientes, que se relacionan con la ganadería. Todas están fechadas entre el final del Paleolítico y la Baja Antigüedad, pero la mayoría se limitan al Neolítico y son un testimonio de un pasado mucho más húmedo que el momento actual. Desde el punto de vista formal, cabe señalar que los ejemplos más remotos tienen un marcado carácter naturalista, pero progresivamente se fue imponiendo un estilo más esquemático.



miércoles, 8 de agosto de 2018

Los desterrados de agosto


Benito Pérez Galdós dejó escrito en su novela La de Bringas un jugoso comentario sobre Madrid en agosto. Sin embargo, el escritor canario solía pasar los veranos lejos de la capital, sobre todo en Santander. La novela, publicada en 1884, revive los meses previos a la llamada Gloriosa Revolución de septiembre de 1868 a través de la historia cotidiana del matrimonio Bringas. Cuando el desarrollo de la trama llega al mes de agosto el narrador señala lo siguiente:

Deslizábanse después de este día, con lentitud tediosa, los del mes de Agosto, el mes en que Madrid no es Madrid, sino una sartén solitaria. En aquellos tiempos no había más teatro de verano que el circo de Price, con sus insufribles caballitos y sus clows que hacían todas las noches las mismas gracias. El histórico Prado era el único sitio de solaz, y en su penumbra los grupos amorosos y las tertulias pasaban el tiempo en conversaciones más o menos aburridas, defendiéndose del calor con los abanicazos y los sorbos de agua fresca. Los madrileños que pasan el verano en la Villa son los verdaderos desterrados, los proscritos, y su único consuelo es decir que beben la mejor agua del mundo.