EL PLACER DE LA CULTURA

domingo, 19 de diciembre de 2021

La Navidad en Madrid de hace dos siglos, como la de hoy

Entre los cuadros costumbristas del Madrid decimonónico que Mesonero Romanos nos ha transmitido encontramos algunos que se ambientan en los días de Navidad. Uno de ellos lo publicó en diciembre de 1832 con el título de El Aguinaldo y forma parte de su famoso libro Escenas Matritenses.

Como en otras ocasiones, Mesonero utiliza el recurso del yo narrador fictivo que pasea por Madrid, en este caso, con un oficial francés. En la parte final del artículo podemos leer una irónica descripción de las calles del centro y, en especial, de la Plaza Mayor, donde en aquella época se instalaba un mercadillo navideño, si bien no de figuritas de belén, zambombas y demás productos típicos, sino de viandas. Parece que los excesos alimentarios tan característicos de estas fechas no son algo nuevo:

Y si no, véngase un par de horas por esas calles de Dios, y verá cómo todos piensan de ese modo; recorra V. esas confiterías, y observarálas preñadas de obeliscos y templetes (pruebas felices de nuestra arquitectura); verá en las diversas piezas de dulces y mazapanes la imitación de la naturaleza tan recomendada por los artistas; desengáñese V.; éstos y no otros cuadros necesitamos en nuestras galerías. ¡Estatuas, pinturas, producciones raras de los tres reinos! ¡Bravo! Asómese V. a ese balcón y veralas cruzar en todos sentidos, pero sólo del reino animal y algunas pocas del vegetal, para la colación de Noche buena: en cuanto a piedras ¡fuego! cómaselas quien las quiera. Mire V., mire, V. todos esos mozos qué cargados van, pues todo lo que llevan es producto de nuestras fábricas. Vea V.; chocolate... longanizas... confitura... turrón... ¡y luego dirán que no hay industria! Pero acabemos de una vez; venga usted conmigo, y observe lo que sea digno de observar. Y no hubo más, sino que, agarrándole del brazo, di con él en medio de la plaza Mayor.

Pasmado se hallaba el bravo oficial al considerar toda aquella provisión de víveres capaz de asegurar a la población de Pekín, y bien que acostumbrado al redoble del parche o al estampido del cañón, todavía se le hacía insoportable el espantoso clamoreo de los vendedores y vendedoras de dulces y frutas; el pestífero olor de los besugos vivitos de hoy; el zumbido de los instrumentos rústicos, zambombas y panderos, chicharras y tambores, rabeles y castañuelas; el monosílabo canto de los pavos y las escalas de las gallinas, que atados y confundidos en manojos cabeza abajo, pendían de los fuertes hombros de gallegos y asturianos; el rechinar de las carretas que entraban por el arco de Toledo henchidas de cajones, que en enormes rótulos denunciaban a la opinión pública los dichosos a quienes iban dirigidos; la no interrumpida cadena de aldeanos y aldeanas, montados en sus pollinos, que se encaminaba a las casas de sus conocidos de la corte a pasar las pascuas a mesa y mantel, en justa retribución de una alcantarilla de arrope o una cestita de bollos que traían de su lugar: el eterno gruñir de los muchachos, cuál porque un mal intencionado le había picado el rabel, cuál porque un asesino le había llevado de un embrión entrambas piernas del pastor del arcabuz, o de la charrita de Belén; y en fin, el animado canto de los ciegos que entonaban sus villancicos delante de las tiendas de beber.

 

miércoles, 1 de diciembre de 2021

Las yeserías mudéjares del alcázar de Medina de Pomar

Puede sorprender encontrarse en las muy septentrionales tierras de las Merindades de Burgos con algún notable ejemplo del arte mudéjar. Más aún si consideramos que, en la mayor parte de los casos, sólo se trata de restos muy fragmentarios, que apenas son un pálido reflejo de lo que fueron grandes conjuntos arquitectónicos y ornamentales. Se han ensayado diferentes explicaciones para tratar de entender la presencia de elementos claramente andalusíes en obras arquitectónicas de la Baja Edad Media en el norte peninsular, pero no es fácil llegar a conclusiones claras con respecto a un periodo histórico de gran complejidad.

Mapa de las Merindades editado por la Diputación de Burgos

La conquista de Toledo en 1085 por Alfonso VI contribuyó de manera decisiva a la formación del arte mudéjar por la utilización y posterior emulación de los palacios andalusíes allí existentes. La conquista del valle del Guadalquivir en el siglo XIII intensificó este proceso, de manera que permitió el nacimiento de un fenómeno artístico, que denominamos mudéjar, el cual tuvo un desarrollo propio en paralelo con el arte almohade y nazarí y con personalidad suficiente para influir a su vez en la etapa final de la arquitectura andalusí.

Los reyes castellanos del siglo XIV optaron de manera muy evidente por el arte mudéjar frente al gótico para sus palacios, sin duda porque aspiraban a emular la fastuosidad de las cortes andalusíes. El mudejarismo no se limitaba a la arquitectura y la decoración en las cortes castellanas, sino también a la forma de vida que se desarrollaba en ellas. No olvidemos que los reyes castellanos convirtieron en sus residencias los palacios musulmanes de las ciudades que conquistaban (los Alcázares de Toledo y Sevilla, por ejemplo). Pero, además, construyeron nuevos palacios que seguían la disposición y las formas decorativas de los edificios de al-Ándalus, como podemos observar en las obras de Alfonso XI en Tordesillas, de Pedro I en Astudillo y Sevilla, o de Enrique II en León, entre otros ejemplos.

Arco del desparecido palacio de Enrique II en León. Museo Arqueológico Nacional

La utilización de todos estos elementos de origen islámico potenciaba el prestigio de quienes disfrutaban de ellos y les permitía diferenciarse del común de la población, aunque nobles y eclesiásticos de las más altas jerarquías sí se permitían imitar a los reyes. Una de las grandes obras mudéjares de la nobleza castellana se oculta en el interior del poderoso volumen del alcázar de los Velasco en la villa de Medina de Pomar, que, con sus dos elevadas torres y sus altos y robustos muros, pretendía manifestar el poder de sus dueños sobre el territorio. Actualmente, después de una polémica restauración en los años 80 del pasado siglo, es la sede del Museo Histórico de las Merindades y goza de la protección que le confiere su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC), al igual que el conjunto histórico de Medina y el convento de Santa Clara que se encuentra en la misma localidad.

El promotor del edificio, don Pedro Fernando de Velasco, había sido Justicia Mayor del rey Pedro I de Castilla, pero apoyó a su hermanastro Enrique durante la guerra que ambos sostuvieron. La victoria del segundo permitió a Fernández de Velasco, después de cambiar de bando, obtener grandes mercedes por su apoyo al nuevo rey, que le concedió los oficios de camarero mayor y de merino mayor de Castilla la Vieja. Además, recibió la villa de Briviesca y después la de Medina de Pomar.

Alcázar de Medina de Pomar

Para afirmar su poder, Pedro y su esposa María, hija del adelantado de Castilla, Diego Pérez Sarmiento, construyeron un imponente alcázar, pronto conocido como las Torres de Medina, edificio que hoy sigue dominando el paisaje de la villa, donde también mandaron construir un monasterio y un panteón funerario. Además, fundaron en Medina y Briviesca el mayorazgo principal de los Velasco, consolidaron su linaje y se situaron entre las más importantes familias nobiliarias de Castilla.

Torreón meridional del alcázar, donde se encuentra el salón de las yeserías

En la primera planta del alcázar se encontraban las salas nobles, entre ellas un salón rectangular, con una gran chimenea, y decorado con un friso de yeserías, hoy desaparecido casi por completo. En la actualidad sólo se conservan algunos restos de la ornamentación original en otro salón situado en el interior de la gran torre meridional. Se trata de un espacio de planta cuadrada de 10 metros de lado y de gran verticalidad, con una altura que se acerca a los 9 metros. Con seguridad, en origen el salón estaba cubierto por una rica armadura mudéjar, seguramente ochavada, o incluso, cupulada, como sugiere Elena Paulina Montero en su tesis doctoral dedicada al patrocinio arquitectónico de los Velasco. También contaba con ventanas en tres de sus lados para iluminar y ventilar la estancia. Y debemos imaginar los muros cubiertos con ricas telas. Este espacio serviría como escenario para recepciones y administración de justicia, así como para celebración de banquetes y solemnidades.

Salón de la torre meridional del alcázar de Medina de Pomar

Nos encontramos, por lo tanto, ante una estructura muy característica de la arquitectura andalusí, llamada qubba, es decir, un espacio centralizado cubierto por cúpula incluido en el interior de una forma cúbica, con connotaciones simbólicas relacionadas con la expresión del poder. La qubba también la utilizaron los reyes castellanos, como Alfonso XI y Pedro I en el alcázar sevillano, y, por extensión la nobleza y las altas jerarquías de la Iglesia hasta el siglo XVI. En este sentido, Elena Paulino, subraya el papel pionero del alcázar de Medina de Pomar en Castilla. Esta autora ha señalado que Pedro Fernández de Velasco, cuando estuvo al servicio de Pedro I, conoció en Sevilla el aalón de Embajadores del alcázar, reflejo de la qubba andalusí por excelencia, que es el salón de Comares de la Alhambra.

Sin duda, Pedro Fernández de Velasco quiso emplear esta estructura consciente de sus connotaciones áulicas. Y en este sentido, la decoración del salón debió de jugar un papel determinante. Actualmente sólo se ha conservado de manera parcial una preciosa banda horizontal de yeserías que recorre la parte superior de los muros del salón cuadrangular, pero tan sólo en el muro sur se mantiene casi completa. El trabajo con el yeso, material humilde, se realizaba desde la Antigüedad, pero fue durante la Edad Media, especialmente en el arte islámico, cuando se desarrolló al máximo su capacidad de dotar a los espacios interiores de un aspecto muy rico mediante el revestimiento de muros, vanos y cubiertas. Las yeserías se utilizaron más en Castilla y Andalucía que en Aragón; ya desde finales del siglo XII encontramos algunos ejemplos, pero fue a partir del siglo XIV cuando su uso se generalizó en los interiores de los palacios.

Yeserías del salón del alcázar de Medina de Pomar

El esquema decorativo de las yeserías de Medina se ordena a partir de arquillos angrelados y mixtilíneos, que se van alternando, sobre columnitas con sus basas y capiteles; los arcos mixtilíneos trasdosan arcos de medio punto, con celdillas en su interior, algunas con inscripciones árabes, y los angrelados están decorados con motivos geométricos y vegetales entre los que pueden leerse palabras en latín y letras sueltas. Por encima de los arcos encontramos motivos vegetales y geométricos y algunos incluyen textos en árabe. Sobre la clave de cada arco aparece un círculo en el que se muestran los escudos de Castilla y León y de Pedro Fernández de Velasco y su mujer María Sarmiento, señores de Medina de Pomar y Briviesca en la segunda mitad del siglo XIV, lo que sirve para fechar los trabajos, así como para atribuirlos al patrocinio de estos nobles, Los escudos también estaban en el exterior del torreón y en el arco de acceso a la escalera principal, por lo que eran elementos fundamentales en la misión de exaltar el poder de los constructores y dueños del edificio. La presencia del escudo real subraya la fidelidad de la familia al nuevo rey castellano, Enrique II, como hemos señalado, fundamental en el fortalecimiento de la familia Velasco. La decoración heráldica es un elemento que no tiene que ver con lo andalusí, por el contrario, en el arte nazarí se adoptó como una influencia de los reinos cristianos.

Por encima y por debajo de los arcos corren inscripciones en letras góticas en latín y castellano, que ya fueron estudiadas y leídas por Amador de los Ríos en 1888. Estos letreros desempeñan un papel muy similar al de las inscripciones de la Alhambra, basadas en la idea de la escritura como expresión del poder. El trilingüismo presente en las yeserías no es un caso excepcional, puesto que también lo encontramos, por ejemplo, en el propio alcázar de Sevilla.  Las inscripciones árabes se refieren al poder: al-mulk  (el poder), el lema nazarí (no hay vencedor sino Dios) y al-mulk-li-llah (el poder es de Dios). Las inscripciones latinas tienen un carácter más religioso: el inicio del credo y del padrenuestro, el miserere y la petición de ayuda a la Virgen. Las escasas inscripciones en castellano conservadas no parecen tener sentido religioso.

Detalle de las yeserías

El modelo compositivo de las yeserías recuerda mucho a las del salón de Embajadores del alcázar de Sevilla, realizadas en la década de los 60 del siglo XIV bajo el auspicio de Pedro I. Elena Paulina ha señalado que los Velasco reutilizaron conscientemente el lenguaje arquitectónico del monarca depuesto y lo re-contextualizaron, sobre todo mediante un programa epigráfico con gran peso de los mensajes cristianos, utilizados en la propaganda de la causa Trastámara que señalaba a Pedro “el Cruel” como soberano impío y favorecedor de musulmanes y judíos.

Está documentada la presencia de notables minorías musulmana y judía en Medina de Pomar durante la época en la que se construyó el alcázar e incluso miembros de ambas comunidades se integraron como oficiales en la casa de los Velasco, como ha estudiado Antonio Moreno Ollero. Sin embargo, lo más probable es que los artífices de las yeserías procedieran de otros lugares, de hecho, podemos encontrar paralelismos en ellas con obras toledanas o sevillanas. En cualquier caso, a través de su qubba, ricamente decorada, los Velasco querían exhibir su poder a través de la reinterpretación de la estética andalusí que ya habían utilizado los reyes castellanos del siglo XIV.


viernes, 29 de octubre de 2021

El “misterioso” alfiz de San Tirso en Oviedo

La consolidación de la monarquía astur durante el reinado de Alfonso II (791-842) tuvo su manifestación material más palpable en la construcción de una verdadera urbs regia, en Oviedo. Estaba formada por edificios ya existentes con anterioridad, algunos reconstruidos, y otros nuevos: el palatium de Alfonso II, la basílica de San Salvador, la iglesia-panteón dedicada a Santa María, el monasterio de San Vicente, el baptisterio dedicado a San Juan Bautista, la capilla relicario de la Cámara Santa y la iglesia de San Tirso, además de los edificios episcopales.

La torre de la catedral gótica de Oviedo, con la cabecera de la iglesia de San Tirso a la izquierda

De todo el complejo sólo quedan algunos restos, algunos integrados en la catedral gótica, en especial, la Cámara Santa. De la iglesia original de San Tirso, muy próxima a la catedral, apenas se conserva el muro exterior del testero recto, construido con el aparejo de mampostería y sillarejo en las esquinas típico de la arquitectura astur, ya que un incendio en el siglo XVI destruyó la mayor parte del edificio, que además ya había sufrido diversas restauraciones. Llama la atención la presencia en la parte alta del muro de una ventana formada por tres arquitos de medio punto peraltados, de ladrillo, sobre columnas de piedra reutilizadas, con basas y capiteles corintios, los de los laterales romanos y los centrales del siglo IX siguiendo el modelo clásico. Los arcos están enmarcados por una sencilla moldura recta, que se conoce como alfiz. Dos piedras, a modo de ménsulas, colocadas sobre las esquinas del recuadro, se utilizarían como quicios para las puertecitas de madera que cerrarían la ventana.

Cabecera de la iglesia de San Tirso. Detalle del triple vano con alfiz

Lo sorprendente es que el alfiz es un elemento característico del arte andalusí, que no esperaríamos encontrar en un edificio astur de principios del siglo IX. En al-Ándalus, el alfiz más antiguo conservado lo encontramos en la remodelación de la llamada puerta de San Esteban de la Mezquita de Córdoba, de tiempos del emir Muhammad I, fechada por su inscripción entre los años 855 y 856. Es decir, el alfiz de San Tirso sería anterior al primero conocido en la arquitectura andalusí.

Detalle de la Puerta de San Esteban de la Mezquita de Córdoba

Por esa razón el triple vano de San Tirso es todavía objeto de debate, ya que, si pensamos en una influencia islámica, tendríamos que retrasar la fecha de la obra hasta el siglo X, cuando encontramos en otros edificios asturianos, como, la iglesia de San Salvador de Valdediós, de nuevo la presencia del alfiz, en este caso con una posible relación con la llegada de mozárabes al reino astur en época de Alfonso III (866-910). Ya Schlunk hace más de setenta años propuso que la triple ventana de San Tirso podría haber sido de una restauración del siglo X sobre el muro de principios del siglo IX.

Sin embargo, si seguimos considerando que el alfiz se puede datar en el reinado de Alfonso II, deberíamos concluir que no es un elemento exclusivo del arte islámico. Así lo planteó Yarza, hace cuarenta años, de manera que el alfiz podría ser un elemento hispano anterior a la presencia islámica en la Península, con origen, aunque sea de manera marginal, en la arquitectura tardorromana y visigoda. El descubrimiento de otro alfiz en la ventana superior del testero de Santa María de Bendones, otra iglesia astur de la época de Alfonso II, parecería corroborar esta hipótesis, pero no olvidemos que el edificio, que estaba en ruinas, se reconstruyó a mediados del siglo XX mediante un trabajo que plantea algunas dudas. Los ejemplos visigodos que se han señalado como precedentes del alfiz de San Tirso no están tampoco nada claros. En cualquier caso, el triple vano de San Tirso, con su alfiz, nos traslada a un pasado evocador, al oscuro mundo de la Alta Edad Media en la Península Ibérica, oscuro por el escaso conocimiento que tenemos de él, pero deslumbrante por su belleza sencilla, rudimentaria y contundente.


jueves, 30 de septiembre de 2021

La iconografía de la Magdalena en la ermita de Santa María de la Antigua en Carabanchel


La participación de María Magdalena en la Pasión es muy relevante, ya que está presente en la Crucifixión, la Deposición y el Entierro de Cristo y, sobre todo es a quien primero se aparece Jesús después de su Resurrección, noticia que esta mujer comunicó a los otros discípulos. Seguramente la necesidad de completar su biografía llevó a fusionar su figura durante los primeros siglos de la Iglesia de Occidente con la anónima pecadora del Evangelio a la que Cristo perdonó en la casa de Simón el Fariseo y con María, la hermana de Marta y Lázaro, que derramó el frasco con perfumes en la unción de Betania. De ese modo llegó a convertirse en prototipo de arrepentimiento y santidad. Durante la Edad Media y después del Concilio de Trento el culto a la Magdalena y sus consiguientes representaciones iconográficas se extendieron por toda la Cristiandad.

La ermita de Santa María de la Antigua de Carabanchel, originalmente iglesia parroquial dedicada a la Magdalena, conserva dos magníficos ejemplos de su iconografía. El más antiguo lo tenemos en las pinturas, fechadas a principios del siglo XV, del coro alto de madera situado a los pies el tempo, recientemente descubiertas tras la restauración y limpieza de las vigas. El otro ejemplo lo encontramos en el retablo de la capilla mayor, de mediados del siglo XVII y restaurado a principios de la presente centuria.

Cabecera de la ermita de Santa María de la Antigua

En efecto, entre 2020 y 2021 los restauradores contratados por la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid han sacado a la luz unas maravillosas pinturas al temple, antes ocultas por la suciedad y los repintes, en las vigas del coro de la ermita, antigua parroquia del primitivo Carabanchel. De este coro se conserva el emparrillado de madera formado por vigas maestras (jácenas), que descansan en ménsulas, y largueros (jaldetas) que rematan en unos canecillos muy simples. No ha llegado a nuestros días ni la escalera ni la balaustrada originales. Las pinturas incluyen motivos vegetales y geométricos en ménsulas y canecillos y en los cantos de las jácenas, escudos de Castilla y de León en las tabicas situadas entre los extremos de los largueros y escenas religiosas en las vigas maestras; a estas últimas dedicaremos nuestra atención en este texto.

Jácena lateral, con el Martirio de san Sebastián en la mitad izquierda.
En las tabicas situadas entre los extremos de los largueros escudos de Castilla y de León

En la cara exterior de la jácena que une la pared de la entrada lateral de la iglesia con el pilar más cercano quedan algunos rastros de un escudo y de la representación del Martirio de san Sebastián, santo objeto de devoción en Carabanchel desde la Edad Media y protector frente a la peste, que en la época en que se realizaron las pinturas asolaba Madrid y su entorno; junto a esta, otra escena de difícil interpretación, con dos ángeles que flanquean a una figura.

Jácena central del coro, decorada con pinturas recientemente descubiertas

En la cara exterior de la viga mayor la Magdalena es la protagonista, vestida con túnica azul y con nimbo dorado, aunque las escenas se conservan sólo parcialmente. De izquierda a derecha observamos a la santa ante Cristo resucitado saliendo del sepulcro, el Noli me tangere (aparición de Cristo ante la Magdalena), un escudo, atribuido por los restauradores al arzobispo de Toledo entre 1407 y 1414,  Pedro de Luna y Albornoz, y que ha permitido fechar las pinturas, y lo que podría ser el Banquete en casa de Simón el fariseo, donde Cristo ungió a la Magdalena. Más a la derecha, apenas se distingue una escena muy perdida, tal vez con san Isidro labrando, junto a un buey. La otra viga maestra, adosada a la pared, estaba también decorada con pinturas, pero actualmente estas casi han desparecido, aunque parece vislumbrarse alguna representación de san Isidro.

Detalle de la jácena central, con la Magdalena ante el Sepulcro de Cristo y el Noli me tangere

Casi un siglo después de la realización de estas pinturas, a finales del siglo XV, la iglesia de la Magdalena perdió su parroquialidad, ya que el entorno de la iglesia se despobló. Los habitantes se trasladaron a dos nuevos núcleos, origen del Carabanchel de Abajo y Carabanchel de Arriba, y el templo quedó reducido a ermita.

Frente a las vigas del coro, en la cabecera de la iglesia, se encuentra el retablo barroco de madera dorada, restaurado en 2003. Cuenta con predela, ático y un único cuerpo, dividido en tres calles por columnas corintias: en la central se encuentra la talla que representa a santa María la Antigua, escultura posterior a la guerra civil, copia de la original medieval desaparecida en 1936; en las calles laterales se hallan sendos óleos sobre lienzo con las imágenes de san Isidro y santa María de la Cabeza.  En el ático se encuentra otro lienzo en el que aparece la imagen de santa María Magdalena. Pero las obras de mayor calidad del retablo las encontramos en la predela, que incluye tres lienzos, uno por calle: de izquierda a derecha podemos ver el Noli me tangere, San Juan Bautista en el desierto y la Cena en casa de Simón el Fariseo, es decir, dos escenas de la Magdalena que también aparecen en las pinturas de las vigas, las cuales, seguramente, eran visibles cuando se realizó el retablo, a mediados del siglo XVII. Se buscaba posiblemente una correspondencia iconográfica entre el coro y la cabecera de la iglesia.

Retablo mayor de la ermita, de mediados del siglo XVII

La pintura del retablo en la que se representa a san Juan Bautista incluye una inscripción que fecha la obra: “Juan Bautista Montero a su devoción iço dorar el retablo y pintar los Quadros de el, año 1656”. El comitente era un hidalgo vecino de Carabanchel, que, a través de este encargo demuestra su devoción hacia san Isidro, íntimamente relacionado con la propia ermita, ya que esta conserva un pozo atribuido al santo y en el mismo lugar, pero en otra iglesia más antigua y modesta, de madera, la tradición sitúa uno de los milagros del patrono de Madrid. No olvidemos además que san Isidro había sido canonizado en 1622. También se representa en el retablo al santo del comitente, san Juan y, en el ático y en la predela a la Magdalena, a modo de actualización y ampliación de las representaciones de la viga del coro situada frente al retablo. Las pinturas son de escuela madrileña y algunos lo han atribuido al taller de Francisco Ricci; siempre me ha llamado la atención que la calidad de los tres cuadritos de la predela es superior a la de las representaciones principales.




sábado, 28 de agosto de 2021

Presentación del libro “Una voz en el desierto”

En 2013 comenzó una aventura apasionante. Una visita a la misión de los oblatos me puso en contacto con la situación del Sáhara Occidental, territorio español hasta 1975. Viendo a los tres misioneros que permanecen allí, me sorprendió saber que cuando todos los españoles se marcharon solo ellos se quedaron. La Iglesia (Roma), les pidió permanecer y ellos asumieron el riesgo de hacerlo.

A lo largo de los 10 días que duró el viaje por el territorio surgió la inquietud de recoger los testimonios de los misioneros que pasaron por allí y, posteriormente, la necesidad de hablar con los saharauis, testigos principales de su vida cotidiana.

El libro recoge las entrevistas realizadas, tanto en el Sáhara como en España, entre los años 2013 y 2018, así como toda la documentación depositada en el Archivo Provincial de los Oblatos desde que se inicia la misión en el año 1954.

Este mes de junio, aprovechando la visita de Chicho Rois, superior de la misión, se ha realizado la presentación del libro en Madrid, Valladolid y Málaga.  



Más información en:

“Nosotros OMI”: https://nosotrosomi.blogspot.com/2021/07/presentacion-del-libro-una-voz-en-el.html

OMI World: https://www.omiworld.org/es/2021/03/30/una-voz-en-el-desierto-la-mision-de-los-oblatos-en-el-sahara/


Enlace de la presentación en la parroquia de San Leandro, Aluche (Madrid):

https://www.youtube.com/watch?v=MtILXz6l9pc


Los libros se pueden pedir al Archivo Provincial de los Oblatos en Pozuelo (Madrid) : archivoprovincialomi@gmail.com

 

Beatriz García Traba


jueves, 1 de julio de 2021

La portada de la iglesia de Santa Cruz

En el comienzo de la calle de Atocha, en las proximidades de la Plaza Mayor, una torre llama nuestra atención por su elevada altura, por el intenso color rojo de sus ladrillos y por su peculiar estilo, de resonancias mudéjares e italianas a un tiempo. Se trata del campanario de la parroquia de Santa Cruz, inaugurada en 1902, muy cerca de la ubicación del templo original derribado durante el Sexenio Progresista. Francisco de Cubas dirigió la construcción de un interior neogótico al que se accede por una portada del mismo estilo, decorada con un relieve dedicado a la Exaltación de la Santa Cruz, obra del entonces joven escultor Aniceto Marinas. El proyecto del artista segoviano se impuso en concurso a los de Juan Vancell y Cipriano Folgueras y se convirtió en una de sus primeras obras en Madrid. 

Portada de la parroquia de Santa Cruz. Foto: Martín Juez

En el número de julio/agosto de 2021 de la revista Madrid Histórico publicamos un artículo dedicado al relieve de Aniceto Marinas que recoge las investigaciones realizadas en el Archivo Diocesano de Madrid. Animamos a todos los seguidores de este blog a su lectura.


lunes, 31 de mayo de 2021

Ciento cincuenta años del primer tranvía de Madrid


El 31 de mayo de 1871 se inauguró el primer tranvía de Madrid. Lo puso en marcha una empresa inglesa, con el impulso de William Morris, que había comprado los derechos de explotación de la línea a José Domingo Trigo, el cual había obtenido la concesión del ayuntamiento popular un año después de la Gloriosa Revolución. Fue todo un acontecimiento en la ciudad, que apenas cinco meses antes había vivido la proclamación de Amadeo I como rey de España.

Calle de Serrano. En el centro de la imagen el primer tranvía de Madrid      
Ángel Fernández de los Ríos. Guía de Madrid: manual del madrileño y del forastero,1876

Era posiblemente el tercer tranvía urbano del país, después de los de Jerez de la Frontera y Sevilla. Iniciaba su andadura tras numerosos intentos fracasados y cuando ya existía otro medio de transporte público urbano, que era el ómnibus. El nombre comercial de la empresa era el de Tramvía de Madrid y contaba con 24 vehículos de dos pisos de fabricación inglesa y 120 caballerías, ya que funcionaba con tracción animal y se desplazaba, a diferencia del ómnibus, sobre raíles, lo que permitía aumentar notablemente su velocidad y mejorar la comodidad de los viajeros.

La primera línea de la capital unía el flamante barrio de Salamanca con el corazón de la villa, la Puerta del Sol. Pocos meses después se prolongó hasta la plaza de Oriente y más tarde hasta el barrio de Pozas, de este modo el tranvía unía dos modernos barrios del ensanche, uno en el oeste y otro en el este, a través del centro.

Puerta del Sol     
Ángel Fernández de los Ríos. Guía de Madrid: manual del madrileño y del forastero,1876

La inauguración se celebró con un banquete, servido por Lhardy, en la estación, que se había construido en el extremo septentrional del barrio de Salamanca, en la esquina entre el boulevard Serrano y una nueva calle que poco antes había recibido el nombre de Maldonado. El Imparcial del 1 de junio describe con todo detalle la ceremonia, en la que distintas personalidades pronunciaron entusiastas discursos.


El Imparcial, 1/06/1871. Inicio de la crónica sobre la inauguración del tranvía

Al día siguiente de la inauguración, el 1 de junio de 1871, se puso en marcha el servicio público, iniciando, de este modo una historia que terminó exactamente 101 años después. Durante el verano de 2021 una exposición en la Biblioteca Regional de Madrid, en la que estamos trabajando, rememorará la trayectoria de un medio de transporte que desempeñó un papel clave en el desarrollo y la modernización de la ciudad.

Ministerio de Hacienda. Se observa el paso del tranvía inaugurado en 1871. 
Ángel Fernández de los Ríos. Guía de Madrid: manual del madrileño y del forastero,1876

En la primera edición de la Guía de Madrid: manual del madrileño y del forastero , de Ángel Fernández de los Ríos, publicada en 1876, se incluyen numerosas estampas de la ciudad, entre las que reproducimos algunas en las que aparece el tranvía de mulas por las calles madrileñas. También se incluye en la guía una tabla con las tarifas del nuevo medio de transporte, con distintos precios según el recorrido realizado.

Tarifa de precios del tranvía.
Ángel Fernández de los Ríos. Guía de Madrid: manual del madrileño y del forastero,1876


miércoles, 12 de mayo de 2021

La verbena de san Isidro según Emilia Pardo Bazán, en el centenario de su fallecimiento

El 12 de mayo de 1921 falleció Emilia Pardo Bazán cuando estaba a punto de cumplir 70 años. La gripe, complicada por la diabetes que padecía, le provocó la muerte en su último domicilio en Madrid, situado en el número 27 de la calle de la Princesa, no muy lejos de donde cinco años después se inauguró el monumento dedicado a la genial escritora.

Esquela publicada en La Época, diario en el que publicó algunos de su principales artículos. 12/5/1921

En 1925 el Centro Gallego de Madrid colocó también una lápida conmemorativa en el muro exterior del palacete de Pozas, edificio en el que había fallecido Emilia y que fue destruido durante la Guerra Civil. La lápida se conserva en la sede del Centro, en la calle Carretas, pero en el inmueble que se levanta actualmente en el solar de la casa de la escritora una placa municipal en forma de rombo resume en pocas palabras la intensa actividad de la gallega: “Escritora fecunda y activa intelectual, defensora de los derechos de la mujer

 Lápida conmemorativa de Emilia Pardo Bazán. Centro Gallego, Madrid

Aunque Pardo Bazán deseaba ser enterrada en su propiedad gallega de Meirás, recibió sepultura en el madrileño cementerio de San Lorenzo, de donde luego fue trasladada a la cripta de la parroquia de la Concepción, en pleno barrio de Salamanca; allí siguen descansando sus restos.

Pradera de San Isidro. C. 1900. Negativo sobre cristal, 11 x 5 cm. Museo de Historia de Madrid

Al días siguiente del entierro se celebró de la festividad del patrono de Madrid, a escasa distancia del camposanto. Por esta coincidencia y, a modo de homenaje a la escritora gallega, transcribimos uno de los inolvidables textos de Insolación (1889), tal vez su novela más madrileña, en la que, a través de la protagonista, verdadero alter ego de la autora, describe así el popular escenario festivo:

En fuerza de su novedad me hacía gracia el espectáculo. Aquella romería no tiene nada que ver con las de mi país, que suelen celebrarse en sitios frescos, sombreados por castaños o nogales, con una fuente o riachuelo cerquita y el santuario en el monte próximo... El campo de San Isidro es una serie de cerros pelados, un desierto de polvo, invadido por un tropel de gente entre la cual no se ve un solo campesino, sino soldados, mujerzuelas, chisperos, ralea apicarada y soez; y en lugar de vegetación, miles de tinglados y puestos donde se venden cachivaches que, pasado el día del Santo, no vuelven a verse en parte alguna: pitos adornados con hojas de papel de plata y rosas estupendas; vírgenes pintorreadas de esmeralda, cobalto y bermellón; medallas y escapularios igualmente rabiosos; loza y cacharros; figuritas groseras de toreros y picadores; botijos de hechuras raras; monigotes y fantoches con la cabeza de Martos, Sagasta o Castelar: ministros a dos reales; esculturas de los ratas de la Gran Vía, y al lado de la efigie del bienaventurado San Isidro, unas figuras que... ¡Válgame Dios! Hagamos como si no las viésemos. 


domingo, 4 de abril de 2021

Barrio de Salamanca, nueva publicación de Temporae

Nos alegra anunciar la publicación, en realidad reedición, del libro Barrio de Salamanca, de Francisco Juez, editado por Temporae. Es una versión corregida y actualizada del publicado en 2015 por Flashback Ediciones. Ya está a la venta en La Librería, C/ Mayor 80, y pronto se podrá adquirir en las demás librerías de Madrid.

Foto: Eduardo de Madrid

Existe un patrimonio tangible y otro intangible. A través de las fotografías que se reúnen en este libro pretendemos recoger ambos, y de este modo, dar testimonio de la historia de un sector del ensanche oriental de Madrid conocido como el barrio de Salamanca. Los acontecimientos más importantes y las pequeñas historias de la vida cotidiana, los grandes protagonistas y las personas anónimas están presentes en sus páginas. A través de las imágenes, procedentes de archivos institucionales y personales, es posible recorrer las calles del barrio y visitar sus edificios, los que permanecen en pide y los que han desaparecido, observar sus monumentos, rememorar los pequeños sucesos sociales o evocar la vida de los comercios. De este modo, una parte de la memoria colectiva del barrio de Salamanca queda depositada en esta publicación.



sábado, 27 de febrero de 2021

La librería de Fernando Fe

De los libreros de actualidades, el que más negocio hace es Fernando Fe; a su casa acude en busca de libros la mayoría de las gentes que los compran, y es acaso el que más comercio tiene con las provincias.

Así se refería Rubén Darío a la principal librería de Madrid a finales del siglo XIX. Podemos leer este comentario en su libro, publicado en 1901, España contemporánea, que recopila las crónicas escritas por el nicaragüense para el diario La Nación de Buenos Aires y constituye un documento extraordinario sobre el ambiente cultural y la realidad social de la España del “desastre del 98”.

Recibo a nombre de Rubén Darío de la Librería Fernando Fe. 1 marzo 1909
Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla

Fernando Fe, como otros libreros de la época, era también editor y en su sello publicaron autores de gran relevancia, como Pardo Bazán, Clarín, Valera, Rosalía de Castro, Palacio Valdés, Baroja, Unamuno, Blasco Ibáñez o Juan Ramón Jiménez, entre otros. La librería y la editorial tuvieron gran actividad en el último cuarto del siglo XX y en los primeros años del XX. Su origen se encuentra en el establecimiento que abrió el editor y librero francés Casimiro Monier en el número 2 de la carrera de San Jerónimo en la tercera década del siglo XIX. A mediados de dicha centuria, Alfonso Durán relevó a Monier al frente del local y luego le sucedió Fernando Fe, que mantuvo la librería en el mismo lugar hasta que en 1907 se trasladó, muy cerca, al número 15 de la Puerta del Sol, prácticamente en el comienzo de la calle de Alcalá.

Ubicación de las dos direcciones de la librería de Fernando Fe en el Plano de Madrid de Ibáñez de Ibero (1874)

Fe llegó a ser la mayor distribuidora de España y abrió diez librerías subsidiarias por todo el país. Asimismo, comercializó libros en la América hispana de su propia editorial y de otras.  No obstante, Darío destaca la pobreza de las librerías de Madrid, sin excluir a la de Fe, en relación con las publicaciones extranjeras más avanzadas:

Las librerías de Madrid son de una indigencia tal, sobre todo en lo referente al movimiento extranjero, que a este respecto Fe, que es el principal, o Murillo, o cualquier otro, están bajo el más modesto de nuestros libreros.

La librería de Fernando Fe señalada con una flecha roja
en una tarjeta postal publicada por Librería de A. Sánchez, c. 1905
fototipia color; 92 x 148 mm.
Biblioteca Nacional de España

Destaca también el escritor nicaragüense las tertulias que tenían lugar en la librería, algo que era común en las tiendas de libros del Madrid de la época:

En Madrid todavía existe lo que se podría llamar tertulia de librería. En casa de Fe, al caer la tarde podéis encontrar a Manuel Palacio; a Núñez de Arce, con su inseparable amigo Vicente Colorado; al señor Estelrich, italianista de nota; y a otras figuras, grandes, medianas y chicas del pensamiento español.

En efecto, la fama de Fernando Fe se debe no sólo a su trabajo editorial y librero, sino también a su tertulia literaria, gran foro de ideas y opiniones sobre el sector del libro en la época. Por ellas pasaron políticos, como Pi i Margall, Castelar, Cánovas, Silvela y Canalejas, así como escritores, entre ellos Campoamor, Sellés, Valera, Tamayo y Baus, Galdós, Pardo Bazán y Dicenta además de los citados por Darío.


Ofrece también Rubén Darío una descripción de la librería, cuando se encontraba todavía en la carrera de San Jerónimo, que concluye con una negativa conclusión sobre la demanda de libros en la época y la consiguiente pobreza del sector editorial:

La casa de Fe es estrechísima y Fe no se atreve a mudar de local, quizá poseído del temor de que otra más elegante y espaciosa no se advirtiese tan concurrida. Además de dos pequeños mostradores en que se exponen obras castellanas, uno que otro libro de América, a la izquierda, libros extranjeros, a la derecha, hay, junto al escritorio del jefe de la casa-rincón estrechísimo– una mesita en que se presentan las últimas novedades españolas. A esa mesita se acercan y tocan los asiduos del establecimiento; unos cortan las páginas y leen las obras de corta extensión, de pie; concluyen, y dejan el ejemplar. En toda España hay poca afición a comprar libros; quizá sea por esto que las librerías son de una pobreza desoladora.

La Compañía Iberoamericana de Publicaciones (CIAP), primera gran empresa editorial española compró la Librería de Fernando Fé en 1929. Recomendamos el siguiente artículo para ampliar información sobre la librería de Fernando Fe: Fuster, Francisco (2015). «Semblanza de Fernando Fe y Gómez (1845- 1914)». En Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.


viernes, 29 de enero de 2021

Una excursión a las Ventas con Emilia Pardo Bazán

En 1889 Pardo Bazán publicó Insolación, novela realista ambientada en Madrid. Relata la historia amorosa de una viuda con un hombre más joven, un tema atrevido para su época y por el que tuvo que recibir algunas duras críticas, por ejemplo, de Clarín o Pereda. Desde una perspectiva feminista, el libro cuestionaba los valores morales de la época y criticaba la hipocresía social en relación con la sexualidad femenina.

Algunos han querido ver en la trama de la novela un reflejo de la fugaz relación amorosa entre doña Emilia y José Lázaro Galdiano, diez años más joven que la escritora y al que está dedicado el libro. Se conocieron en el verano de 1888 durante la Exposición Internacional de Barcelona y, tras un breve idilio, mantuvieron durante toda su vida una gran amistad y una intensa colaboración intelectual que se manifestó sobre todo en La España Moderna, la revista editada por Lázaro, a la que apoyó Pardo con entusiasmo y en la que publicó numerosos e importantes artículos.

En cualquier caso, Francisca de Asís Andrade, la protagonista de Insolación, tiene en común con Emilia la determinación de querer vivir con la misma libertad que los hombres, también en el terreno sexual, superando los prejuicios sociales.

Insolación se desarrolla en Madrid y ofrece al lector maravillosas estampas de la ciudad en las postrimerías del siglo XIX. Al final de estas líneas, transcribimos un fragmento en el que Asís, la joven marquesa viuda protagonista de la novela, se dirige con Diego Pacheco en un simón desde el centro de la ciudad hacia la periferia de las Ventas del Espíritu Santo. Para llegar allí a través de la calle de Alcalá recorrieron un barrio de Salamanca con muchos solares sin construir todavía, como podemos ver en el Plano de Benito Martínez y José Méndez de 1886, y al que la narradora califica de arrabal. Hace mención, no muy favorable, a la estatua ecuestre del general Espartero y al edificio de las Escuelas Aguirre, ambos inaugurados tres años antes de la publicación de la novela.

Benito Martínez y José Méndez. Plano de Madrid, 1886. Biblioteca Regional de Madrid. Detalle

Más de una década llevaba ya en pie la plaza de toros de Goya, a la que también se menciona, además de la fábrica de galletas de Casa Martinho, inaugurada en 1883 en la calle de Alcalá, entre Alcántara y Montesa, en la acera de los impares. Todo ello se puede observar en el Plano de Facundo Cañada de 1900.

Facundo Cañada. Plano de Madrid. 1900. Detalle

También se cita el famoso merendero de la Alegría, así como el fielato, ubicado en la plaza de la Alegría, hoy Manuel Becerra, y la conocida venta del Espíritu Santo. El entorno de la que era entonces puerta de entrada a Madrid desde el este no puede ser más desolador en el relato de Pardo Bazán, transitado por variados medios de transporte y por un cortejo fúnebre camino del Cementerio del Este, del que ya se había construido la parte más antigua en 1889. El relato termina junto al puente de Ventas, que cruzaba entonces sobre el arroyo del Abroñigal, sector poblado a finales del siglo XIX de merenderos, uno de los cuales se describe con intenso pintoresquismo.

Dejamos ya al lector que disfrute con el texto de Insolación:

Asís miró el camino en que entraban. Dejándose atrás las frondosidades del Retiro y las construcciones coquetonas de Recoletos, el coche se metía, lento y remolón, por una comarca la más escuálida, seca y triste que puede imaginarse, a no ser que la comparemos al cerro de San Isidro. Era tal la diferencia entre la zona del Retiro y aquel arrabal de Madrid, y se advertía tan de golpe, que mejor que transición parecía sorpresa escenográfica. Cual mastín que guarda las puertas del limbo, allí estaba la estatua de Espartero, tan mezquina como el mismo personaje, y la torre mudéjar de una escuela parecía sostener con ella competencia de mal gusto. Luego, en primer término, escombros y solares marcados con empalizadas; y allá en el horizonte, parodia de algún grandioso y feroz anfiteatro romano, la plaza de toros. En aquel rincón semidesierto -a dos pasos del corazón de la vida elegante- se habían refugiado edificios heterogéneos, bien como en ciertas habitaciones de las casas se arrinconan juntas la silla inservible, la maquina de limpiar cuchillos y las colgaduras para el día de Corpus: así, después del circo taurino y la escuela, venía una fábrica de galletas y bizcochos, y luego un barracón con este rótulo: Acreditado merendero de la Alegría.

Hauser y Menet. Calle de Alcalá y Escuelas Aguirre. 1902. Tarjeta postal
Museo de Historia de Madrid

Las lontananzas, una desolación. El fielato parecía viva imagen del estorbo y la importunidad. A su puerta estaba detenido un borrico cargado de liebres y conejos, y un tío de gorra peluda buscaba en su cinto los cuartos de la alcabala. Más adelante, en un descampado amarillento, jugaban a la barra varios de esos salvajes que rodean a la Corte lo mismo que los galos a Roma sitiada. Y seguían los edificios fantásticos: un castillo de la Edad Media hecho, al parecer, de cartón y cercado de tapias por donde las francesillas sacaban sus brazos floridos; un parador, tan desmantelado como teológico (dedicado al Espíritu Santo nada menos); un merendero que se honraba con la divisa tanto monta, y por último, una franja rojiza, inflamada bajo la reverberación del sol: los hornos de ladrillo. En los términos más remotos que la vista podía alcanzar, erguía el Guadarrama sus picos coronados de eternas nieves.

Lo que sorprendió gratamente a Asís fue la ausencia total de carruajes de lujo en la carretera. Tenía razón Pacheco, por lo visto. Sólo encontraron un domador que arrastraban dos preciosas tarbesas; ten carromato tirado por innumerable serie de mulas; el tranvía, que cruzó muy bullanguero y jacarandoso, con sus bancos atestados de gentes; otro simón con tapadillo, de retorno, y un asistente, caballero en el alazán de su amo. ¡Ah! Un entierro de angelito, una caja blanca y azul que tambaleándose sobre el ridículo catafalco del carro se dirigía hacia la sacramental sin acompañamiento alguno, inundado de luz solar, como deben de ir los querubines camino del Empíreo…

J. Lacoste. Madrid. Las Ventas del Espíritu Santo. 1910. Archivo Regional de Madrid

Llegaron al puente, y detúvose el simón ante el pintoresco racimo de merenderos, hotelitos y jardines que constituye la parte nueva de las Ventas.

-¿Qué sitio prefieres? ¿Nos apeamos aquí? -preguntó Pacheco.

-Aquí... Ese merendero... Tiene trazas de alegre y limpio -indicó la dama, señalando a uno cuya entrada por el puente era una escalera de palo pintada de verde rabioso…

Sobre el frontis del establecimiento podía leerse este rótulo, en letras descomunales imitando las de imprenta, y sin gazapos ortográficos: -Fonda de la Confianza. -Vinos y comidas. -Aseo y equidad.- El aspecto era original y curioso. Si no cabía llamar a aquello los jardines aéreos de Babilonia, cuando menos tenían que ser los merenderos colgantes. ¡Ingenioso sistema para aprovechar terreno! Abajo una serie de jardines, mejor dicho, de plantaciones entecas y marchitas, víctimas de la aridez del suburbio matritense; y encima, sostenidos en armadijos de postes, las salas de baile, los corredores, las alcobas con pasillos rodeados de una especie de barandas, que comunicaban entre sí las viviendas. Todo ello -justo es añadirlo para evitar el descrédito de esta Citerea suspendida- muy enjabelgado, alegre, clarito, flamante, como ropa blanca recién lavada y tendida a secar al sol, como nido de jilguero colgado en rama de arbusto.


viernes, 8 de enero de 2021

Comenzamos el año de Emilia Pardo Bazán

Al acercarse a Madrid y atravesar los páramos que lo rodean, al subir por la cuesta de Areneros, al ver las calles estrechas, torcidas, mal empedradas, el desanimado comercio, al oír el canturrear de los ciegos y el pregón de la lotería, pensó encontrarse en uno de esos prehistóricos poblachones de Castilla, fosilizados desde el tiempo de los moros... ¡Madrid! Ese era Madrid... esa era España... ¡la España santa de sus ensueños de adolescente!

Estas son las palabras que transmiten las sensaciones experimentadas por don Gabriel, uno de los protagonistas de La madre Naturaleza, cuando regresó a España tras un periplo europeo por Francia, Alemania e Inglaterra. En la excelente edición de la novela realizada por Cátedra (1999 y 2004), Ignacio Javier López señala que a través de este texto Emilia seguramente expresaba, por mediación de su personaje, sentimientos propios tras sus primeros viajes a Francia a finales de la década de 1870. La cuesta de Areneros, antecedente de la calle del marques de Urquijo, era el lugar por el que ascendía a Madrid doña Emilia tras desembarcar, procedente de Francia, en la estación del Norte, como hace el personaje de la novela, don Gabriel.

Detalle del Plano Parcelario de Madrid, editado por el Instituto Geográfico y Estadístico
1875 (1871-1874)

Una vez terminado el centenario de Pérez Galdós, se inicia el de Pardo Bazán. La escritora coruñesa falleció en su domicilio de la calle Princesa de Madrid el 12 de mayo de 1921 después de una intensa vida. Así que tenemos por delante todo un año para celebrar el centenario de doña Emilia, para leer, o releer, sus novelas, sobre todo Los Pazos de Ulloa y la citada La madre Naturaleza, sus cuentos, sus ensayos y sus artículos. Y también para recordar y analizar su fructífera biografía.

Atacama va a participar en algunas de las primeras celebraciones pardobacianas del año, concretamente en un ciclo de tres itinerarios on-line sobre Emilia Pardo Bazán en Madrid, organizado por la Biblioteca Regional. Gallega de nacimiento y de condición, vivió buena parte de su intensa vida en la villa y corte, ciudad en la que desarrolló la mayor parte de su trayectoria literaria. En Madrid se instaló con su familia, disfrutó del éxito y el reconocimiento, se integró en sus redes sociales e intelectuales, se relacionó con sus instituciones culturales y falleció hace ahora un siglo. Además algunos de sus textos, como el que inicia esta entrada, se refieren a Madrid.

En los tres itinerarios virtuales recorreremos los principales escenarios de la ciudad relacionados con la condesa de Pardo Bazán. Visitaremos los lugares en los que vivió, las instituciones con las que se relacionó, los ambientes que frecuentó, así como los monumentos y recuerdos conmemorativos dedicados a la escritora que se encuentran en Madrid. Asimismo, leeremos algunos de sus textos que tienen como escenario las calles y los edificios de la ciudad.

Más información sobre los itinerarios en el Portal del Lector.