Apenas llevaba tres años Benito Pérez Galdós en
Madrid cuando estalló la conocida como Noche de San Daniel o del Matadero.
Matriculado en la Universidad Central, donde cursaba estudios de Derecho, el
joven Galdós fue testigo del cese del rector Juan Manuel Montalbán por orden
gubernamental el 7 de abril de 1865. La causa de esta medida estaba
precisamente en que Montalbán no había destituido a los catedráticos, entre
ellos los futuros presidentes de la I República, Emilio Castelar y Nicolás
Salmerón, que habían mostrado su oposición a la política del gobierno
conservador de Narváez y defendían ardientemente su libertad de cátedra.
La casa del rector Montalbán, en el nº 3 de la calle de Santa Clara
Tres días después, en la noche del 10 de abril,
algunos estudiantes tenían previsto congregarse junto a la casa del rector, curiosamente
la misma en la que, veintiocho años antes se había suicidado Larra, es decir,
la situada en el nº 3 de la calle de Santa Clara, para dar una serenata de
apoyo a Montalbán. Pero las fuerzas de seguridad impidieron la concentración,
pese a que había sido autorizada, lo que provocó la indignación de los
estudiantes y otros manifestantes que se unieron. El escritor participó en los
incidentes, que se extendieron por buena parte del centro de Madrid, en
especial la Puerta del Sol, donde “me
alcanzaron algunos linternazos de la Guardia Veterana”, según dice en sus Memorias
de un desmemoriado.
La represión fue una verdadera carnicería y causó
más de 10 muertos y casi 200 heridos. Este incidente fue el hecho más
importante de un conjunto de actuaciones que distinguieron al gobierno de
Narváez por su actitud autoritaria, intransigente y represiva, y acabaron por
desacreditarlo ante la opinión pública más informada. En junio de 1865 fue
relevado por O’ Donnell.
La Noche de San Daniel en la Puerta de Sol, según una ilustración publicada en un periódico francés
En el comienzo de Fortunata y Jacinta, Galdós
hace participar a Juanito Santa Cruz, niño de papá y protagonista de la novela,
junto a sus amigotes de la Universidad en los incidentes:
Todos ellos, a excepción de Miquis que se murió en el 64
soñando con la gloria de Schiller, metieron infernal bulla en el célebre
alboroto de la noche de San Daniel. Hasta el formalito Zalamero se descompuso
en aquella ruidosa ocasión, dando pitidos y chillando como un salvaje, con lo
cual se ganó dos bofetadas de un guardia veterano, sin más consecuencias. Pero
Villalonga y Santa Cruz lo pasaron peor, porque el primero recibió un sablazo
en el hombro que le tuvo derrengado por espacio de dos meses largos, y el
segundo fue cogido junto a la esquina del Teatro Real y llevado a la prevención
en una cuerda de presos, compuesta de varios estudiantes decentes y algunos
pilluelos de muy mal pelaje. A la sombra me lo tuvieron veinte y tantas horas,
y aún durara más su cautiverio, si de él no le sacara el día 11 su papá, sujeto
respetabilísimo y muy bien relacionado.
¡Ay!, el susto que se llevaron D.
Baldomero Santa Cruz y Barbarita no es para contado. ¡Qué noche de angustia la
del 10 al 11! Ambos creían no volver a ver a su adorado nene, en quien, por ser
único, se miraban y se recreaban con inefables goces de padres chochos de
cariño, aunque no eran viejos. Cuando el tal Juanito entró en su casa, pálido y
hambriento, descompuesta la faz graciosa, la ropita llena de sietes y oliendo a
pueblo, su mamá vacilaba entre reñirle y comérsele a besos. El insigne Santa
Cruz, que se había enriquecido honradamente en el comercio de paños, figuraba
con timidez en el antiguo partido progresista; mas no era socio de la
revoltosa Tertulia,
porque las inclinaciones antidinásticas de Olózaga y Prim le hacían muy poca
gracia. Su club era el salón de un amigo y pariente, al cual iban casi todas
las noches D. Manuel Cantero, D. Cirilo Álvarez y D. Joaquín Aguirre, y algunas
D. Pascual Madoz. No podía ser, pues, D. Baldomero, por razón de afinidades
personales, sospechoso al poder. Creo que fue Cantero quien le acompañó a
Gobernación para ver a González Bravo, y éste dio al punto la orden para que
fuese puesto en libertad el revolucionario, el anarquista, el descamisado
Juanito.
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