EL PLACER DE LA CULTURA

martes, 17 de abril de 2018

Galdós y la Noche de San Daniel


Apenas llevaba tres años Benito Pérez Galdós en Madrid cuando estalló la conocida como Noche de San Daniel o del Matadero. Matriculado en la Universidad Central, donde cursaba estudios de Derecho, el joven Galdós fue testigo del cese del rector Juan Manuel Montalbán por orden gubernamental el 7 de abril de 1865. La causa de esta medida estaba precisamente en que Montalbán no había destituido a los catedráticos, entre ellos los futuros presidentes de la I República, Emilio Castelar y Nicolás Salmerón, que habían mostrado su oposición a la política del gobierno conservador de Narváez y defendían ardientemente su libertad de cátedra.


La casa del rector Montalbán, en el nº 3 de la calle de Santa Clara

Tres días después, en la noche del 10 de abril, algunos estudiantes tenían previsto congregarse junto a la casa del rector, curiosamente la misma en la que, veintiocho años antes se había suicidado Larra, es decir, la situada en el nº 3 de la calle de Santa Clara, para dar una serenata de apoyo a Montalbán. Pero las fuerzas de seguridad impidieron la concentración, pese a que había sido autorizada, lo que provocó la indignación de los estudiantes y otros manifestantes que se unieron. El escritor participó en los incidentes, que se extendieron por buena parte del centro de Madrid, en especial la Puerta del Sol, donde “me alcanzaron algunos linternazos de la Guardia Veterana”, según dice en sus Memorias de un desmemoriado.

La represión fue una verdadera carnicería y causó más de 10 muertos y casi 200 heridos. Este incidente fue el hecho más importante de un conjunto de actuaciones que distinguieron al gobierno de Narváez por su actitud autoritaria, intransigente y represiva, y acabaron por desacreditarlo ante la opinión pública más informada. En junio de 1865 fue relevado por O’ Donnell.


La Noche de San Daniel en la Puerta de Sol, según una ilustración publicada en un periódico francés

En el comienzo de Fortunata y Jacinta, Galdós hace participar a Juanito Santa Cruz, niño de papá y protagonista de la novela, junto a sus amigotes de la Universidad en los incidentes:

Todos ellos, a excepción de Miquis que se murió en el 64 soñando con la gloria de Schiller, metieron infernal bulla en el célebre alboroto de la noche de San Daniel. Hasta el formalito Zalamero se descompuso en aquella ruidosa ocasión, dando pitidos y chillando como un salvaje, con lo cual se ganó dos bofetadas de un guardia veterano, sin más consecuencias. Pero Villalonga y Santa Cruz lo pasaron peor, porque el primero recibió un sablazo en el hombro que le tuvo derrengado por espacio de dos meses largos, y el segundo fue cogido junto a la esquina del Teatro Real y llevado a la prevención en una cuerda de presos, compuesta de varios estudiantes decentes y algunos pilluelos de muy mal pelaje. A la sombra me lo tuvieron veinte y tantas horas, y aún durara más su cautiverio, si de él no le sacara el día 11 su papá, sujeto respetabilísimo y muy bien relacionado.

¡Ay!, el susto que se llevaron D. Baldomero Santa Cruz y Barbarita no es para contado. ¡Qué noche de angustia la del 10 al 11! Ambos creían no volver a ver a su adorado nene, en quien, por ser único, se miraban y se recreaban con inefables goces de padres chochos de cariño, aunque no eran viejos. Cuando el tal Juanito entró en su casa, pálido y hambriento, descompuesta la faz graciosa, la ropita llena de sietes y oliendo a pueblo, su mamá vacilaba entre reñirle y comérsele a besos. El insigne Santa Cruz, que se había enriquecido honradamente en el comercio de paños, figuraba con timidez en el antiguo partido progresista; mas no era socio de la revoltosa Tertulia, porque las inclinaciones antidinásticas de Olózaga y Prim le hacían muy poca gracia. Su club era el salón de un amigo y pariente, al cual iban casi todas las noches D. Manuel Cantero, D. Cirilo Álvarez y D. Joaquín Aguirre, y algunas D. Pascual Madoz. No podía ser, pues, D. Baldomero, por razón de afinidades personales, sospechoso al poder. Creo que fue Cantero quien le acompañó a Gobernación para ver a González Bravo, y éste dio al punto la orden para que fuese puesto en libertad el revolucionario, el anarquista, el descamisado Juanito.

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