EL PLACER DE LA CULTURA

viernes, 1 de junio de 2018

Todo el horror de Auschwitz en un dibujo

El 27 de enero de 1945 los soviéticos entraron en Auschwitz y liberaron a unos 7.000 internos que los guardias de las SS habían abandonado 10 días antes, cuando huyeron ante la inminente llegada del  Ejército Rojo. Los nazis se habían llevado a más de 60.000 prisioneros del campo de trabajo y  exterminio, los que se encontraban en un estado menos calamitoso, y a los que habían obligado a caminar hacia el interior de Alemania en lo que se conoce como “la marcha de la muerte”. Los soviéticos hallaron en el campo a los supervivientes más famélicos, incapaces de andar. 

En la sobrecogedora exposición Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos, que se puede visitar en el Centro de Exposiciones Arte Canal hasta el 17 de junio, el arte tiene una presencia pequeña pero fundamental. Objetos, impresionantes por su poder evocador, y fotografías, implacables por su carácter documental, son los protagonistas. Pero unos cuantos dibujos, entre ellos, los del superviviente David Olére, impactan por la capacidad expresiva de este lenguaje artístico.

Uno de los dibujos más impresionantes reproducidos en la muestra es el de Zinovii Tolkatchev (1903-1977), artista judío que formó parte de las fuerzas soviéticas que liberaron Auschwitz. Nacido en Bielorrusia, Tolkatchev había estudiado arte en Kiev y desde finales de los años 20 pudo desarrollar una importante carrera, con destacados capítulos como una exposición sobre la muerte de Lenin o la ilustración de numerosos libros.  Entre 1941 y 1945 sirvió como artista oficial del Ejército Rojo y cuando llegó a Auschwitz ya había sido testigo, en el verano de 1944, de la liberación del campo de exterminio de Majdanek. Las terribles escenas que pudo contemplar en ambos lugares le inspiraron obras tan impactantes como la que se reproduce en la exposición del Centro del Canal.


Los dibujos de Tolkatchev son fruto de un impulso documental y, de hecho, fueron expuestos incluso antes de terminar la Guerra, en el contexto de la investigación de los crímenes nazis. En el caso del dibujo que nos ocupa es especialmente espeluznante el hecho de que el soporte sea un papel con membrete oficial del campo. Tal vez el artista había agotado su papel de dibujo y la urgencia de documentar el horror le impulsó a emplear un soporte como los que habían servido para transmitir las más terribles órdenes y en el que puede leerse: Kommandantur Konzentrationslager Auschwitz. El texto se convierte así en una parte fundamental de la obra.
En el dibujo podemos ver a una persona, sin duda un superviviente, con la cabeza cubierta por un velo, tal vez por ello se trate de una mujer, y las manos cubriendo su rostro. Los artistas han explotado a lo largo de la historia la enorme capacidad expresiva del rostro humano y de los innumerables gestos y muecas que es capaz de realizar. Pero en este caso Tolkatchev oculta la cara de la persona retratada, lo que parece una contradicción, y logra así transmitir una expresión de dolor universal. Cubrir el propio rostro implica no querer mirar y a la vez impedir ser visto, es decir expresa un rechazo a la realidad, que, parodójicamente tiene más fuerza visual que cualquier gesto facial. La ausencia de rasgos personales confiere a la figura una potencia universal, de manera que la mujer representa no a una persona concreta sino a todos los supervivientes de Auschwitz y a todos las víctimas del horror en general.

La proximidad de la figura, que ocupa buena parte del papel, en primerísimo plano, pero que deja ver a la derecha un somero paisaje del campo de exterminio, le confiere una conmovedora monumentalidad. La línea es el elemento definitorio del dibujo, pero en este caso ha sido sustituida por los vigorosos trazos, firmes y rápidos que delimitan la figura, las manos, los dedos y los pliegues del manto y que dotan a la imagen de una gran intensidad dramática. El sombreado, el otro componente del dibujo, tiene un papel secundario en este caso, pero se aplica con seguridad y con una riqueza y variedad de intensidad muy expresivas. La reserva, es decir, la superficie no cubierta por el lápiz, tiene un gran protagonismo, sobre todo en el caso de las manos, en contraste con los oscuros trazos de los contornos.

Todas estas características determinan que el dibujo no exprese la felicidad por la liberación, sino la constatación del infierno hallado por los soldados soviéticos. Las palabras de Primo Levi, escritor italiano superviviente de Auschwitz, que acompañan en el catálogo de la exposición al dibujo de Tolkatchev, nos ofrecen la mirada de las víctimas de los nazis sobre los testigos soviéticos de la liberación y nos ayudan a comprender la génesis de la obra:

Cuando [los soldados soviéticos] llegaron a la alambrada no nos saludaron ni sonrieron. Parecían oprimidos, más que por la compasión, por una cohibición desconcertada que les sellaba los labios y les clavaba los ojos a aquella escena fúnebre. Era la misma vergüenza (…) que siente el hombre justo ante los crímenes cometidos por otros, el remordimiento que producen la existencia misma de estos crímenes y el que hayan sido introducidos de manera irrevocable en el mundo de las cosas que existen.

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