EL PLACER DE LA CULTURA

martes, 27 de noviembre de 2018

El cuadro favorito de Manet en el Museo del Prado


Actualmente el Museo del Prado recibe cada año entre dos y tres millones de visitas y no es fácil calcular cuántas personas han disfrutado de sus salas en los doscientos años que está a punto de cumplir. Uno de los más ilustres visitantes del pasado fue Edouard Manet (1832-1883), el genial pintor francés precursor de la pintura moderna. Y es que ya en el siglo XIX el Prado era un referente y una fuente de inspiración para los artistas.

 

Libro de Visitas del Prado 1864-1870. Biblioteca del Museo del Prado. Sign. L76
Portada y detalle de la página correspondiente al 1 de septiembre de 1865

En efecto, Manet disfrutó del Museo en septiembre de 1865 (el día 1 firmó en el Libro de Visitantes: Edouard Manet, Francia, artista, París), una época en la que la influencia de la pintura española es claramente perceptible en su obra. Esta fascinación por el arte de nuestro país había comenzado en 1859, cuando comenzó a copiar los cuadros del Museo del Louvre atribuidos entonces a Velázquez. Manejó también reproducciones de lienzos españoles en grabados, así como la obra gráfica de Goya. Pero antes de viajar a Madrid, su conocimiento real de la pintura hispana era muy limitado.

Por eso su estancia en España, de unas dos semanas, fue fundamental en un periodo en el que pintó inspirado por los temas propios de la pintura española, pero también interesado por los recursos técnicos y formales de los artistas de nuestro país. Además del Prado visitó la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y Toledo. El Greco, Goya y, sobre todo, Velázquez fueron los pintores que más atrajeron a Manet; en este sentido, el pintor francés coincide con algunos otros de los artistas más avanzados de la época en su interés por el autor de Las Meninas, que influyó notablemente en la pintura naturalista del siglo XIX.

Diego Velázquez. Pablo de Valladolid. C 1635
Óleo sobre lienzo. Museo Nacional del Prado, Madrid

De Velázquez, Manet tomó modelos y motivos para las obras que pintó en los años 60, incluso antes de visitar el Prado, y consideró al pintor sevillano un referente como pintor realista, y por tanto moderno, así como por el prestigio social que consiguió en su tiempo. En las cartas que escribió a Henri Fantin-Latour, Zacharie Astruc y Charles Baudelaire podemos comprobar la especial fascinación que sintió por el retrato de Pablo de Valladolid, impresionado por la capacidad de Velázquez para hacer desaparecer el fondo y conseguir rodear al bufón de aire. En la web del Museo del Prado podemos encontrar más información sobre esta obra asombrosa del pintor sevillano que tanto admiró Manet y a la que dedicó estas palabras en una carta a Fantin Latour: "Es el más sorprendente pedazo de pintura que jamás se haya hecho... El fondo desaparece: ¡Lo que rodea al hombre, totalmente vestido de negro y vivo, es el aire!

Quizás donde la influencia del retrato de Pablo de Valladolid se aprecia con más claridad es en el óleo titulado El actor trágico: Philippe Rouvière en el papel de Hamlet, pintado en 1866, donde Manet repite el modelo del retrato individual de cuerpo entero sobre un fondo casi inexistente en el que se puede percibir ese aire que, como decía Manet, envuelve al retratado. La austeridad de medios empleada por Velázquez, que utilizó una gama muy limitada de colores aunque de matizaciones infinitas, la absoluta desnudez del escenario, en el que no se distingue el suelo de la vertical, la soledad del retratado y la indeterminación del espacio, apenas sugerido por la postura de los pies (idéntica en ambos cuadros) y por la tenue sombra proyectada, y el modelado sin dibujo, utilizando sólo gradaciones de color, son componentes decididamente modernos que sin duda interesaron a Manet y que encontramos en su retrato de Philippe Rouvière.

Edouard Manet. El actor trágico: Philippe Rouvière en el papel de Hamlet. 1866
Óleo sobre lienzo. National Gallery of Art, Washington

Son muchas las obras de aquellos años 60 en las que la huella de Velázquez está muy presente, incluso en El pífano, también de 1866, trabajo con el que Manet consiguio un realismo moderno y en el que, con una pincelada más empastada y simplificada y un colorido también reducido pero más vivo, obtuvo la misma impresión de esencialidad que en la obra de Velázquez. Este cuadro de Manet, rechazado por el Salón de París de 1866, recibió sin embargo el apoyo entusiasta de Émile Zola en varios artículos.

Edouard Manet. El pífano. 1866
Óleo sobre lienzo. Musée d’Orsay, París

Doscientos años después de su apertura y cuando han pasado más de ciento cincuenta desde la visita de Manet, el Museo del Prado sigue siendo una indispensable universidad para los artistas y una inagotable fuente de placer y conocimiento para los que somos simples espectadores.


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