EL PLACER DE LA CULTURA

martes, 10 de septiembre de 2019

Un siglo de la llegada de Lorca a la Residencia de Estudiantes


El granadino Federico García Lorca fue uno de los muchos madrileños de adopción que formaron parte de los círculos intelectuales de la capital durante los años 20 y 30 del pasado siglo. Llegó a Madrid en 1919, con 21 años, aunque ya había realizado previamente un par de viajes de estudios a la ciudad. Se instaló en la mítica Residencia de Estudiantes, donde residió hasta 1926. En Madrid estudió, escribió, publicó y amó. Después de dejar la Residencia vivió en distintos domicilios, aunque pasó largas temporadas fuera de Madrid, ciudad que abandonó definitivamente el 13 de julio de 1936, apenas un mes antes de ser asesinado.

En las primeras cartas que escribió a su familia desde Madrid se mostraba contento y aseguraba que la capital iba muy bien con su carácter. Indudablemente Madrid fue fundamental para su evolución humana y artística. Lorca encontró a orillas del Manzanares la libertad, el ambiente y las relaciones que necesitaba para desarrollarse como persona y como escritor e intelectual.

Algunos de sus contertulios granadinos de “El Rinconcillo” se habían trasladado ya a la capital antes que él y, en marzo de 1919 uno de ellos, José Mora Guarnido, escribía a Federico desde Madrid: “Debías venir aquí; dile a tu padre en mi nombre que te haría, mandándote aquí, más favor que con haberte traído al mundo”. Pero no fue fácil convencer a su padre de que le permitiera trasladarse a Madrid para continuar con sus estudios desde la Residencia de Estudiantes. Sólo lo consiguió gracias a la intervención de Fernando de los Ríos, catedrático de la Universidad de Granada y futuro dirigente socialista y ministro de la II República. En la primavera de ese año Federico llegó a Madrid con cartas de recomendación de don Fernando para Juan Ramón Jiménez y para Alberto Jiménez Fraud, director de la Residencia de Estudiantes. Y aunque no había plaza, le admitieron a partir del 1 de octubre, después de pasar el verano en Granada.


Federico en el jardín de las adelfas de la Residencia de Estudiantes de Madrid en 1919

Así recordaba mucho después, en 1957, Jiménez Fraud, la llegada de Federico: “… veo, sin embargo, claramente, la entrada en mi despacho de aquel joven moreno, de frente despejada, ojos soñadores y sonriente expresión, que venía a Madrid a solicitar su entrada en la Residencia. No recuerdo qué dificultades tendríamos ahora para conceder una nueva plaza, pero al ver al nuevo aspirante le consideré en el acto como miembro de nuestra Casa, que tanto se preciaba de saber seleccionar a sus colegiales. Siguió una larga conversación, que él y yo prolongamos con gusto. El resultado de la entrevista fueron los diez años de estancia de Federico en la Residencia: de 1918 a 1928”.

Muy pronto Lorca se sintió aceptado por sus compañeros y comprobó la cantidad de oportunidades y de relaciones personales que le ofrecía la Residencia y la ciudad. Allí inició su amistad con Luis Buñuel (pese a sus grandes diferencias de personalidad y talante), Pepin Bello y José Moreno Villa, entre otros, y se reencontró con Emilio Prados. Nada más llegar a Madrid fue recibido muy cariñosamente por Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí; el poeta llevó a Federico al Teatro Eslava, donde Lorca acabaría más tarde estrenando su primera obra, con un sonado fracaso, El Maleficio de la mariposa. Eduardo Marquina le acompañó al Teatro Lara para asistir al estreno de la obra de Benavente La honra de los hombres. En diciembre de aquel 1919 acudió al Apolo a escuchar al compositor y guitarrista granadino Ángel Barrios, miembro de la tertulia de El Rinconcillo. Federico escribió a sus padres para contarles el éxito de su amigo.

Tras aquellos excitantes primeros meses en la capital de España fue a pasar las Navidades con su familia a Granada, pero a principios de 1920 regresó a la Residencia de Estudiantes de Madrid.

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