"Ven al circuito del desierto, a la alta aérea noche de la pampa, al círculo nocturno, espacio y astro, donde la zona del Tamarugal recoge todo el silencio perdido en el tiempo". Pablo Neruda
sábado, 30 de diciembre de 2023
El Café de San Joaquín, en Fortunata y Jacinta
domingo, 26 de noviembre de 2023
Lady Hamilton y Goethe: a ver si adivinas quién soy
Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) está considerado como el principal escritor en lengua alemana de todos los tiempos y es el creador de algunos de los mitos más relevantes de la cultura occidental. Nacido en Fráncfort del Meno, realizó un memorable viaje a Italia entre 1786 y 1788, en vísperas de la Revolución Francesa. Este periplo se enmarca en un contexto histórico de auge del viaje artístico, literario y arqueológico entre los ilustrados, para cuya formación se consideraba imprescindible visitar Italia, especialmente Roma. El también alemán Johann Joachim Winckelmann (1717-1768) había puesto el foco en la Antigüedad clásica y el estudio del mundo grecorromano adquirió un lugar muy destacado en la mentalidad ilustrada.
El viaje a Italia, cuidadosamente preparado y desencadenado por una crisis personal, supuso un antes y un después en la biografía de Goethe. Implicó un verdadero renacimiento para el escritor y alumbró numerosas obras literarias. Durante todo el itinerario, el autor alemán realizó cientos de dibujos y escribió innumerables textos. A partir de apuntes de diario y extractos de cartas, publicó, tras una cuidadosa revisión, su famoso Italienische Reise (Viaje a Italia) en 1816, casi treinta años después del recorrido por el país transalpino.
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Johann Heinrich Wilhelm Tischbein. Goethe en la campiña romana. 1787 Óleo sobre lienzo, 166 x 210,3 cm Stäedel Museum, Fráncfort del Meno |
El libro no es una guía turística, ni es sólo una suma de maravillosas descripciones, es también una aguda reflexión sobre la sociedad, la naturaleza, el arte, además del relato de un viaje interior, de una transformación interna. Entre los muchos episodios de interés que aparecen en el libro queremos detenernos en el capítulo correspondiente a la estancia del escritor alemán en Nápoles, donde visitó el Palazzo Sessa (por cierto, hoy sede del Goethe Institut en la ciudad), residencia del embajador británico en la corte partenopea, sir William Hamilton, coleccionista de antigüedades, explorador del Vesubio y gran diletante:
El caballero Hamilton, que aún vive aquí como embajador de Inglaterra, ha encontrado ahora, tras una larga afición a las artes y un estudio muy profundo de la naturaleza, la cima de los placeres de la naturaleza y del arte en una bonita joven, una inglesa de unos veinte años que vive con él en su casa. Es preciosa y luce una bella figura. Hamilton le ha hecho confeccionar un vestido griego que le sienta a las mil maravillas; ella se lo pone, se desata la caballera, toma un par de chales y se entrega a tal variedad de actitudes, gestos y juegos de fisonomía, que al final uno cree en verdad estar soñando. Lo que tantos miles de artistas hubieran deseado crear, aquí se ve realizado en movimiento y con una sorprendente diversidad. En pie, de rodillas, sentada, acostada, seria, triste, burlona, provocativa, contrita, amenazadora, temerosa... Una actitud sigue a la otra. Sabe escoger y variar para cada expresión los pliegues del velo, y compone mil tocados diferentes con las mismas telas. Durante este tiempo, el maduro caballero sostiene la luz y se entrega en cuerpo y alma a este objeto. En esta mujer encuentra todas las antigüedades, todos los bellos perfiles de las monedas sicilianas, incluso el Apolo de Belvedere. Una cosa es cierta, se trata de un placer único que ya hemos disfrutado en dos veladas. Esta mañana Tischbein hace su retrato. (Traducción de Manuel Scholz Rich. Johann W Goethe, Viaje a Italia. Zeta, Barcelona, 2009).
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Angelica Kauffmann, Retrato de mujer en su aseo (Lady Hamilton), 1795 Óleo sobre lienzo, 131 x 103 cm Museum of Fine Arts, Budapest |
No sólo Johann Heinrich Wilhelm Tischbein retrató a Emma, que acabó casándose en 1791 con el embajador, sino también otros muchos artistas de la época, como Angelika Kauffmann y Louise-Élisabeth Vigée-Le Brun. En la exposición Maestras, que podemos ver en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza hasta el 4 de febrero de 2024, sendos cuadros, casi del mismo tamaño, de las citadas pintoras forman pendant. En el retrato de Kauffmann, Layd Hamilton, está en su aseo posando con un gesto inspirado en la Venus Calipigia helenística, pero está vestida y se muestra de frente. En el de Vigée-Le Brun asume la pose y la actitud de una bacante, haciendo sonar una pandereta, con su larga melena al viento y la luz del Vesubio bañando su vestido drapeado al estilo de la Grecia antigua.
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Louise-Élisabeth Vigée-Le Brun. Lady Hamilton como una bacante. C. 1790-1792 Óleo sobre lienzo, 132,5 x 105,5 cm National Museums Liverpool |
Lady Hamilton fue una verdadera influencer de la época. Encargó a su modista que le confeccionara vestidos inspirados en las pinturas de los vasos griegos, los relieves romanos o las pinturas de Pompeya, así como en el atuendo de las campesinas del golfo de Nápoles. Y estos ropajes influyeron en la moda europea del momento gracias a las imágenes que se difundieron a través de las publicaciones ilustradas y de los propios cuadros. Muchos viajeros, entre ellos Goethe, disfrutaron de las llamadas attitudes, representaciones a medio camino entre el teatro, la danza y la pose pictórica, mediante las cuales Lady Hamilton remedaba a mujeres de la historia antigua o la mitología para que los invitados espectadores averiguaran de quién se trataba o a qué escena famosa se aludía. Este entretenimiento culto y algo decadente, característico de la época de la Revolución Francesa, es un precedente de las modernas performances.
martes, 24 de octubre de 2023
Túnez en sepia y Túnez en color
Entre el 10 de octubre de 2023 y el 14
de enero de 2024 se podrá visitar en el MAN la exposición Túnez en sepia. Fotografías de la colección del Museo Arqueológico Nacional. Organizada por
el Ministerio de Cultura y Deporte y por el propio Museo y comisariada por
cuatro de sus conservadoras, Virginia Salve Quejido, María Alonso Lescún, Núria
Benavent Bataller y Ana Cabrera Díez, la muestra es una oportunidad excelente
para conocer uno de los fondos de fotografía patrimonial más interesantes que
custodia el MAN. Además, el Museo ha organizado visitas guiadas a la exposición
y otras actividades en relación con ella.
Se exponen ciento una fotos, acompañadas de selectas piezas arqueológicas, documentos y libros pertenecientes al propio Museo. Las fotografías formaron parte de la Exposición Histórico-Europea de Madrid de 1892-1893, con la que se inauguró el Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales, en el marco de las celebraciones del IV Centenario del Descubrimiento de América. Al finalizar la muestra, el Bey de Túnez, Ali III ibn al-Husayn (1817-1902), que había enviado las fotografías para dicha exposición, donó las mismas, por lo que pasaron a formar parte de los fondos del MAN. Se trata de copias en papel a la albúmina, obtenidas a partir de negativos de vidrio al colodión. Por motivos de conservación se exponen excelentes reproducciones del tamaño de las originales.
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Acueducto romano. Planicie de Zaghouan. 1855-1892 |
A través de las imágenes del siglo XIX el visitante se acercará al riquísimo patrimonio tunecino formado por los monumentos púnicos, númidas, romanos, bizantinos y de los diferentes periodos de la historia del país tras la conquista musulmana. También podrá deleitarse con algunas imágenes costumbristas y con interesantes fotografías de dos grandes museos tunecinos fundados poco después que el Museo Arqueológico Nacional: los actuales Museo Nacional del Bardo y Museo Nacional de Cartago.
Entre las fotografías de la
exposición, nos detenemos en una vista exterior de la histórica ciudad de al-Qayrawān,
fundada en 670 por los conquistadores musulmanes y convertida en capital de la
dinastía aglabí en el siglo IX. Declarada Patrimonio de la Humanidad en 1966, al-Qayrawān,
aparece en la foto que nos ocupa tras su muralla, con una de sus puertas almenadas
y un bellísimo skyline de alminares y cúpulas. En la segunda mitad del siglo
XIX la ciudad no se había extendido más allá de sus muros, como podemos ver en
la foto, cuya datación no se puede concretar.
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Vista de Kairuán.1855-1892 |
La fotografía me ha recordado el
viaje que en 1914 realizó el artista suizo Paul Klee (1879-1940) a Túnez, en
compañía de August Macke y Louis Moilliet, siguiendo una llamada que habían sentido
antes también otros artistas centroeuropeos. Allí fue presa de una fascinación
que le ayudó a encontrar un lenguaje artístico propio que fue desarrollando en
los años siguientes. La imagen de al-Qayrawān en el 14 no debía de
ser muy diferente de la que vemos en sepia en la fotografía de la exposición,
salvo, claro está, por el color.
Entre lo abstracto y lo figurativo,
la pintura tunecina de Klee investiga la luz y el color, siempre con un estilo
poético y visionario. Busca la analogía entre lo representado (la ciudad) y la representación
(el cuadro), como si la propia pintura estructurara su mirada sobre el
paisaje. Trata de evitar el
subjetivismo, intenta concentrarse en la relación directa entre la naturaleza y
el arte, pretende encontrar en la estructura del lenguaje pictórico la
estructura del mundo. La austeridad de la arquitectura de volúmenes puros que vemos
en la foto, junto a la luminosidad mediterránea y al intenso color de Túnez
cambiaron para siempre a Klee.
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Paul
Klee. Ante las
puertas de Qayrawan. 1914 Acuarela sobre papel sobre cartulina, 20,7 x 31,5 cm Zentrum Paul Klee, Berna |
En una acuarela titulada Ante las puertas de Qayrawan (1914), el pintor suizo nos muestra una imagen lejana de la ciudad, como en la fotografía, con su muralla y edificios. Ordena el paisaje circundante con masas de color, más pequeñas hacia el fondo, e incluye una caravana. El cielo intensamente azul está organizado a partir de campos de color, pero muy matizados. La luz del norte de África le impulsó a interesarse fundamentalmente por el color, que a partir de entonces fue siempre el centro de sus investigaciones artísticas. Un color transparente que construye una cuadrícula imperfecta, velada, que tiende a la desmaterialización.
lunes, 11 de septiembre de 2023
Dos mosaicos del Museo Arqueológico Nacional procedentes de la colección del marqués de Salamanca
En 1874 el Museo Arqueológico Nacional llegó a un acuerdo con José de Salamanca y Mayol (1811-1883) para adquirir su extraordinaria colección de antigüedades tras unas largas negociaciones. Reunida fundamentalmente en Italia, estaba compuesta por objetos en su mayor parte de la antigüedad clásica, pero los problemas económicos del marqués a partir de 1865 le obligaron a venderla. Afortunadamente, desde 1867 existía el Museo Arqueológico Nacional y, pese a las dificultades, pudo adquirir el conjunto arqueológico reunido por Salamanca e impedir su dispersión, destino que sí sufrió la colección pictórica del marqués.
La Vitrina CERO del museo, espacio destinado a mostrar piezas y temas singulares, que complementan y enriquecen la exposición permanente del MAN, está dedicada, hasta el 8 de octubre, a la colección arqueológica del marqués de Salamanca. En este enlace se puede saber más sobre esta instalación.
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Vitrina CERO. José de Salamanca y Mayol, marqués de Salamanca (1811-1883) Museo Arqueológico Nacional, Madrid |
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Fernando Brambilla. Vista de la casa del Ermitaño en el jardín del Príncipe de Aranjuez. 1832 |
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Mosaico romano con cabeza de Medusa. S. III. Caliza Museo Arqueológico Nacional, Madrid |
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Mosaico romano con Genio del Año. Fines del s. II. Caliza y mármol Museo Arqueológico Nacional, Madrid |
domingo, 13 de agosto de 2023
La atalaya andalusí de Torrelodones
Al pie de la sierra de Guadarrama, sobre un promontorio granítico a casi 900 m de altitud, muy cerca del kilómetro 29 de la autovía del Noroeste, se alza una atalaya andalusí de casi 11 m. de altura. Hace un siglo, cuando la construcción estaba en estado ruinoso, se realizó una reconstrucción en la que se abrieron las ventanas y se coronó con almenas, dándole su aspecto actual.
Se encuentra en el término municipal de Torrelodones, a poca distancia
del pueblo, en la Comunidad de Madrid. De hecho, podemos considerar que la
atalaya fue la razón del origen de la localidad
actual, ya que, a sus pies, a finales de la Edad Media, se abrió, al parecer,
una venta en el camino, que fue el germen de un pequeño núcleo que en el siglo
XVI acabó configurándose como villa. No en vano, la atalaya sigue siendo
emblema y símbolo de Torrelodones.
Los
arqueólogos Pablo Schnell y Miguel Ángel Bru han encontrado restos de cerámica
andalusí, de cocina y de transporte, en los alrededores, lo que confirmaría su
datación entre el siglo IX y XI. La atalaya de Torrelodones formaba parte del
sistema defensivo de la Marca Media andalusí en época omeya. Junto con otra
conocida como la Torrecilla, de la que quedan muy pocos restos y ubicada en un
recinto militar, y otras desaparecidas, ejercía la vigilancia del camino hacia
la sierra de Guadarrama, por donde hoy se despliega la citada autovía A-6. Seguramente este
era el camino que llevaba hasta el Balat
Humayd, o puerto de Tablada, que conducía hasta la Meseta Norte.
Con señales de humo o con espejos, los soldados enviaban
mensajes de alerta desde una torre a otra, formando redes de comunicación entre
las ciudades. Schnell y Bru plantean incluso que la
atalaya de Torrelodones no sólo controlaba en época andalusí el camino hacia la sierra, sino
también valles como el del Jarama e incluso que podría tener conexión visual con
Mayrit. Pero también las atalayas servían para articular el territorio y dominar visualmente a los habitantes de la
zona y a los caminantes, por lo que transmitían una eficaz imagen del poder
omeya.
Se
trata de una torre de planta circular, junto a la que se construyó en época
posterior al periodo andalusí un anexo de forma rectangular, tal vez de finales
de la Edad Media. La atalaya, cimentada sobre la roca, presenta fábrica de
sillarejo irregular de granito. La puerta está elevada y el interior es macizo
hasta la altura del acceso y desde ahí hacia arriba está hueca. Originalmente contaba
sencillos pisos de madera que permitían subir hasta la parte superior para
ejercer la vigilancia. Fue declarada Monumento Histórico-Artístico en 1983.
domingo, 4 de junio de 2023
¿Con qué autoridad me arrebatas el alma?: Beatriz García Traba presenta su libro de poesía
En el exterior ruido, caos, el inhóspito paisaje urbano de la plaza de Jacinto Benavente, tarde de tormenta. Dentro de la librería San Pablo resuena el silencio y palpita la poesía, calidez y emoción.
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Foto: Román Navarro |
El 30 de mayo Beatriz García
Traba ha presentado su primer libro de poesía, ¿Con qué autoridad me
arrebatas el alma?, publicado por la editorial Cicely. Acompañada por el
prologuista, Nano Crespo, y por Irene Nicolás, directora del sello Flores en
el balcón, y ante un público que abarrotaba la librería, Beatriz ha leído
algunos de sus “salmitos” y ha ofrecido algunas claves para que el lector se
sumerja en su poesía.
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Foto: Eduardo Escudero |
El impetuoso título da paso a
siete capítulos que reúnen versos que brotan desde el silencio y la intimidad,
pero que se proyectan hacia lo comunitario y alumbran una suerte de misticismo
social. El libro está a la venta online en la editorial Cicely y en las mejores librerías.
sábado, 20 de mayo de 2023
La arqueología de Gran Canaria en el Museo Arqueológico Nacional
Entre el 30 de mayo y el 3 de septiembre la apasionante historia de la isla de Gran Canaria estará a tan sólo unos pasos de la calle Serrano de Madrid. En efecto, desembarca este verano en el Museo Arqueológico Nacional una exposición organizada por el Ministerio de Cultura y Deporte, el propio MAN, el Cabildo de Gran Canaria y el Museo Canario de Las Palmas, al que pertenecen la inmensa mayoría de las piezas arqueológicas que conforman la muestra.
domingo, 26 de marzo de 2023
Centenario de la Revista de Occidente
Este año celebramos el centenario de la creación de la mítica Revista de Occidente, cuyo primer número salió a la calle en julio de 1923 por 3,50 ptas. Fundada y dirigida por el filósofo José Ortega y Gasset, es una de las publicaciones periódicas españolas más importantes de la época contemporánea.
El primer número, con portada ilustrada por el artista uruguayo Rafael Barradas, incluía artículos de Pío Baroja, el propio Ortega (con un ensayo sobre la poeta francesa Anna de Noailles), el filósofo y sociólogo alemán Georg Simmel, el arqueólogo Adolf Schulten (por supuesto, con un texto sobre Tartessos), Fernando Vela, secretario de redacción de la revista, y Corpus Varga.
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Primer número de la Revista de Occidente |
Ortega explica en este primer número la línea editorial de la Revista:
Los propósitos de la Revista de Occidente son bastante
sencillos. Existe en España e Hispano-América un número crecido de personas que
se complacen en una gozosa y serena contemplación de las ideas y del arte.
Asimismo, les interesa recibir de cuando en cuando noticias claras y meditadas
de lo que se siente, se hace y se padece en el mundo: ni el relato inerte de
los hechos, ni la interpretación superficial y apasionada que el periódico les
ofrece, concuerdan con su deseo. Esta curiosidad, que va lo mismo al
pensamiento o la poesía que al acontecimiento público y al secreto rumbo de las
naciones, es bajo su aspecto de dispersión e indisciplina, la más natural, la
más orgánica. Es la curiosidad ni exclusivamente estética ni especialmente científica
o política. Es la vital curiosidad que el individuo de nervios alerta siente
por el vasto germinar de la vida en torno y es el deseo de vivir cara a cara
con la honda realidad contemporánea.
La Biblioteca Nacional dedica a esta publicación la exposición Revista de Occidente o la modernidad española, que se podrá visitar hasta el 4 de junio. Y la Biblioteca Regional de Madrid ha organizado dos itinerarios guiados dedicados al Madrid de Ortega y Gasset, que realizará Atacama. Más información en el Portal del Lector.
miércoles, 1 de marzo de 2023
La Casa del Cabrero, un ejemplo de vivienda marginal madrileña en torno a 1900
Explica Pío Baroja en sus memorias que “la gente pobre de la calle me parecía de más interés y más pintoresca que los burócratas y tenderos. Quizás esta idea me hizo aficionado a recorrer los suburbios” (Pío Baroja. Desde la última vuelta del camino, t. VI: Reportajes. Biblioteca Nueva. Madrid, 1948). Esta atracción por los más desfavorecidos que sentía el escritor vasco afincado en Madrid era compartida por otros escritores y artistas de la época, como Vicente Blasco Ibáñez o Ramón María del Valle-Inclán entre los primeros, o Ricardo Baroja o Gutiérrez Solana entre los segundos. Gracias a ellos, conocemos algunos aspectos de la miserable vida de la periferia de aquella capital que entraba en el siglo XX marcada por sus grandes contrastes.
En los capítulos centrales de La Busca, Manuel, el protagonista, realiza un significativo viaje desde el centro de Madrid hasta los barrios periféricos del sur. En compañía de su primo Vidal llega en ese periplo hasta los territorios en los que se mueven las gentes de los bajos fondos, entre ellos los núcleos de infravivienda situados en la acera meridional del paseo de las Acacias, entre este y el arroyo de Embajadores, al sur de la vía del ferrocarril de circunvalación, ya muy cerca del puente de Toledo.
Aquellos barrios
miserables eran conocidos como las Casas del Cabrero y las Injurias, cuya
ubicación concreta podemos conocer con precisión gracias al Plano de Madrid de Facundo
Cañada, de 1900.
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Detalle del Plano de Madrid, de Facundo Cañada. 1900 (resaltados los nombres en amarillo de las Casas del Cabrero y las Injurias |
La Casa del Cabrero estaba formada por multitud de pequeños “apartamentos” de alquiler, con pésimas condiciones pero precios asequibles para los miserables vecinos de la zona. Así lo explica Julio Vargas en su informe sobre la epidemia de cólera en Madrid de 1885:
En el centro del barranco y a la mitad del ángulo que la alcantarilla y el arroyo forman y que tiene su vértice en el Paseo de las Yeserías, hay dos casas de vecindad llamadas de Cabrero, no porque este sea el apellido del propietario. En una de estas casas, que solo tiene piso bajo, se albergan seis o siete familias; pero en la otra residen 42 vecinos, que forman una población de unos noventa habitantes. (Julio Vargas. Cólera, viaje de exploración por los arrabales de Madrid (1885). La Felguera. Madrid, 2021, págs. 78-79)
Los habitantes de estas zonas marginales, situadas al sur de la vía ferroviaria de circunvalación, y, por lo tanto, dentro del Ensanche aprobado en 1860, eran ignorados por el Ayuntamiento y por la ciudad en general. Contaminantes fábricas, terrenos sin urbanizar y suciedad componían el paisaje que rodeaba a las infraviviendas. Julio Vargas describe muy bien ese ambiente:
“Claro es que las dos piezas que por punto general constituyen las habitaciones de cada inquilino, no permiten a este hacerse la ilusión de que reside en un palacio; pero, dentro de las condiciones humildes de aquellos edificios, debemos reconocer que serían aceptables si la alcantarilla, el arroyo, los humos de las fábricas y la irradiación del calor que desarrolla el gasómetro no fuesen constantes y terribles enemigos de la salud en aquellos contornos” (Julio Vargas, pág. 79).
En el excelente informe de César Chicote, La vivienda insalubre en Madrid, de 1914, se incluye a la Casa del Cabrero entre las edificaciones de una planta con “un solo retrete para todas las familias”. (César Chicote. La vivienda insalubre en Madrid, memoria presentada al excmo. sr. vizconde de Eza, alcalde presidente. Ayuntamiento de Madrid, 1914, pág. 48). Además incorpora una vista aérea de la Casa del Cabrero, con algunos edificios industriales detrás, identificables en el plano de Cañada, y el perfil del Madrid histórico al fondo.
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César Chicote, pág. 46 |
Volviendo a La Busca,
Manuel deja de lado la ironía de la que ha hecho gala en capítulos anteriores y
se muestra incluso conmovido cuando se sumerge en la pobreza de estos barrios
marginales. Se pone de manifiesto entonces el choque entre su mentalidad obrera
y el mundillo del hampa que conoce en estos barrios y con el que no se siente
familiarizado:
Llamaban así a un grupo de casuchas bajas con el patio estrecho y largo en medio. Pululaba una nube de chiquillos desnudos, de color de tierra, la mayoría negros... Salieron de la Casa del Cabrero, bajaron a una hondonada, después de pasar al lado de una valla alta y negra, y por en medio de Casa Blanca desembocaron en el paseo de Yeserías. El río venía exhausto, formado por unos cuantos hilillos de agua negra y de charcos encima del barro.