Explica Pío Baroja en sus memorias que “la gente pobre de la calle me parecía de más interés y más pintoresca que los burócratas y tenderos. Quizás esta idea me hizo aficionado a recorrer los suburbios” (Pío Baroja. Desde la última vuelta del camino, t. VI: Reportajes. Biblioteca Nueva. Madrid, 1948). Esta atracción por los más desfavorecidos que sentía el escritor vasco afincado en Madrid era compartida por otros escritores y artistas de la época, como Vicente Blasco Ibáñez o Ramón María del Valle-Inclán entre los primeros, o Ricardo Baroja o Gutiérrez Solana entre los segundos. Gracias a ellos, conocemos algunos aspectos de la miserable vida de la periferia de aquella capital que entraba en el siglo XX marcada por sus grandes contrastes.
En los capítulos
centrales de La Busca, Manuel, el protagonista, realiza un significativo
viaje desde el centro de Madrid hasta los barrios periféricos del sur. En compañía
de su primo Vidal llega en ese periplo hasta los territorios en los que se
mueven las gentes de los bajos fondos, entre ellos los núcleos de infravivienda
situados en la acera meridional del paseo de las Acacias, entre este y el
arroyo de Embajadores, al sur de la vía del ferrocarril de circunvalación, ya
muy cerca del puente de Toledo.
Aquellos barrios
miserables eran conocidos como las Casas del Cabrero y las Injurias, cuya
ubicación concreta podemos conocer con precisión gracias al Plano de Madrid de Facundo
Cañada, de 1900.
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Detalle del Plano de Madrid, de Facundo Cañada. 1900 (resaltados los nombres en amarillo de las Casas del Cabrero y las Injurias |
La Casa del Cabrero estaba formada por multitud de pequeños “apartamentos” de alquiler, con pésimas condiciones pero precios asequibles para los miserables vecinos de la zona. Así lo explica Julio Vargas en su informe sobre la epidemia de cólera en Madrid de 1885:
En el centro del barranco y a la mitad del ángulo que la alcantarilla y el arroyo forman y que tiene su vértice en el Paseo de las Yeserías, hay dos casas de vecindad llamadas de Cabrero, no porque este sea el apellido del propietario. En una de estas casas, que solo tiene piso bajo, se albergan seis o siete familias; pero en la otra residen 42 vecinos, que forman una población de unos noventa habitantes. (Julio Vargas. Cólera, viaje de exploración por los arrabales de Madrid (1885). La Felguera. Madrid, 2021, págs. 78-79)
Los habitantes de estas zonas marginales, situadas al sur de la vía ferroviaria de circunvalación, y, por lo tanto, dentro del Ensanche aprobado en 1860, eran ignorados por el Ayuntamiento y por la ciudad en general. Contaminantes fábricas, terrenos sin urbanizar y suciedad componían el paisaje que rodeaba a las infraviviendas. Julio Vargas describe muy bien ese ambiente:
“Claro es que las dos piezas que por punto general constituyen las habitaciones de cada inquilino, no permiten a este hacerse la ilusión de que reside en un palacio; pero, dentro de las condiciones humildes de aquellos edificios, debemos reconocer que serían aceptables si la alcantarilla, el arroyo, los humos de las fábricas y la irradiación del calor que desarrolla el gasómetro no fuesen constantes y terribles enemigos de la salud en aquellos contornos” (Julio Vargas, pág. 79).
En el excelente informe
de César Chicote, La vivienda insalubre en Madrid, de 1914, se incluye a la
Casa del Cabrero entre las edificaciones de una planta con “un solo
retrete para todas las familias”. (César Chicote. La vivienda insalubre en Madrid, memoria presentada al excmo. sr. vizconde de Eza, alcalde presidente. Ayuntamiento de Madrid, 1914, pág. 48). Además incorpora una vista aérea de la Casa del Cabrero, con algunos edificios industriales detrás, identificables en el plano de Cañada, y el perfil del Madrid histórico al fondo.
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César Chicote, pág. 46 |
Volviendo a La Busca,
Manuel deja de lado la ironía de la que ha hecho gala en capítulos anteriores y
se muestra incluso conmovido cuando se sumerge en la pobreza de estos barrios
marginales. Se pone de manifiesto entonces el choque entre su mentalidad obrera
y el mundillo del hampa que conoce en estos barrios y con el que no se siente
familiarizado:
Llamaban así a un grupo
de casuchas bajas con el patio estrecho y largo en medio. Pululaba una nube de
chiquillos desnudos, de color de tierra, la mayoría negros... Salieron de la
Casa del Cabrero, bajaron a una hondonada, después de pasar al lado de una
valla alta y negra, y por en medio de Casa Blanca desembocaron en el paseo de
Yeserías. El río venía exhausto, formado por unos cuantos hilillos de agua
negra y de charcos encima del barro.