EL PLACER DE LA CULTURA

miércoles, 13 de noviembre de 2013

De un italiano que salió del Retiro por los aires


El 12 de agosto de 1792, el Parterre del Retiro, cuando era aún parte de los jardines reales del Palacio del mismo nombre, fue el escenario de un gran acontecimiento. El capitán Vincenzo Lunardi se elevó a bordo de un globo aerostático y sobrevoló Madrid ante el asombro de los testigos.

Nacido en Lucca en 1759, Lunardi fue uno de los primeros y más valientes exploradores del cielo, no en vano era conocido como “El temerario“. Fue embajador de Nápoles en Londres, y allí realizó en 1784 su primera expedición aeronáutica en globo, sólo un año después de que los hermanos Montgolfier iniciaran los vuelos aéreos. Tras el éxito de su bautismo del aire, Lunardi realizó otras experiencias similares, tanto en la Gran Bretaña como en el continente europeo. Fueron numerosas las demostraciones que llevó a cabo, especialmente ante los soberanos de cada reino.

Nesmith (dib.) y Burke (grab). Retrato de Vicente Lunardi. Antes de 1815.
Museo de Historia de Madrid
Lunardi, con el permiso del rey Carlos IV, organizó la primera exhibición pública y oficial en nuestro país, aunque otros aeronautas ya habían volado antes que él por los cielos españoles. Tuvo lugar el 12 de agosto de 1792 entre las 5 y las 6 de la tarde, según el Diario de Madrid del día correspondiente, en el Parterre del Retiro, donde todo se preparó con gran cuidado, como podemos ver en una estampa que se conserva en la Biblioteca Nacional. En ella aparece con el número 1 el Casón, lugar desde donde el príncipe Fernando habría de ver el espectáculo; con el número 2 se señalan las ballas (sic) detrás de las cuales se situaría el público que permanecería de pie y con el 3 las sillas para los espectadores sentados.


Anónimo. Vista del parage del Jardin del Buen Retiro donde se ha de elebar el globo aerostático en que ha de bolar dn. Vicente Lunardi el dia 12 de agosto de 1792. Biblioteca Nacional de España
 
La representación del Palacio del Buen Retiro en este grabado es muy esquemática y destaca la presencia de las torres con sus chapiteles coronados de cruces y veletas. Muy esbozada está también la imagen del jardín del Parterre, pero podemos reconocer su estructura simétrica, su avenida central y sus dos estanques; observamos también la presencia de seis esculturas sobre sus respectivos pedestales, que adornaban el jardín antes del desastre que supuso para el Retiro la ocupación napoleónica y la Guerra de la Independencia. Diversos e indefinidos árboles aluden a la vegetación de los jardines reales y varios de los personajes que aparecen en la escena se protegen con sombrillas del sol del agosto madrileño.

El espacio destinado al globo de Lunardi era el centro del Parterre, como podemos ver en la citada estampa. El Diario de Madrid del 11 de agosto nos ofrece una completa descripción del artefacto, que se elevaba mediante gas:

Es de forma perfectamente esférica, y, tiene 31 pies de diámetro, está compuesto de cachos de tafetán carmesí, y pagizo. Alrededor de la boca inferior, hay 4 troneras, con sus cristales, que sirven para registrar toda la cavida de dicho globo, y aunque ahora tiene un cristal en la boca, este se ha de quitar el dia del experimento, en que después de lleno el globo, del gas suficiente, se ha de cerrar esta boca de otra manera. En la parte superior tiene una balbula con su resorte, afianzada á un redondel de cuero para su mayor firmeza. Cuelga por la parte interior una cuerda atada á la balbula que sale por el cuello, ó boca inferior opuesta, que, sirve para que el aeronauta abra y cierre esta balbula, según halle necesario expulsar gás, é introducir ayre atmoférico, con cuya operación baxa el globo, ó se gradúan los descensos en proporción dé la levidad que pierde y del peso que adquiere. Cubre á este globo una red de cordones de seda, hecha á puno de peluca, los quales van aumentando de numero desde la cúspide de arriba hasta la mitad, o su equador, en donde se numeran setenta y dos mallas. Vuelven estas á recogerse en 16 cordones rectos que rematan atados en un aro de hierro vestido con un farfalá de tafetán largo, y rapacejos de oro , en donde están atados seis cordones de seda mas gruesos, de que cuelga la galería que ha de ocupar el viajante aéreo. Esta galería, está hecha de caña, de Indias guarnecida de tafetán carmesí, tafetán blanco, galon, y rapacejos de oro. Lleva dos banderas una con las Armas Reales de España, y, la otra con las Armas de la Imperial Coronada Villa de Madrid, cuyos blasones se verán tremolados en los ayres, si la fortuna asiste á las buenas intenciones de Lunardi. Asimismo lleva dos ancoras para afianzar el globo al tiempo de su descenso, y evitar el vayben que le causen los ayres, aun después de haber llegado á tierra. Lleva igualmente una bocina para hablar si se ofreciere desde el ayre, y pedir auxilio si lo necesitase. Lleva su termómetro y barómetro para observar las distintas alturas á que se eleve, y estado de la atmosfera, como asimismo botellas llenas de agua, para vaciadas arriba, recoger el ayre atmosferico superior, y asimismo una brújula arreglada, todo con el objeto de hacer despues experimentos fisicos y chimicos, y procurar que este vuelo aéreo subministre en quanto sea posible á la ciencia física nuevos hechos, o rectifique los conocidos á beneficio de la instrucción pública. También encierra 50 libras de lastre en talegos de arena”.

En la jornada anterior al espectáculo el Diario de Madrid exhortaba al comedimiento, moderación y atención del público, en atención a la presencia del príncipe y al regio escenario, aunque aseguraba que sería “lo más divertida que sea posible”. Además anunciaba que “para que los no inteligentes tengan alguna noción de un experimento nunca visto en los siglos anteriores, se les dará una sucinta idea de la máquina inventada hasta ahora para volar, y de la razón por qué se sostiene en el ayre atmosférico”.

Finalmente el día 12 de agosto, el futuro Fernando VII presidió el multitudinario espectáculo, en el que los asistentes, entre ellos varias personas de la familia real, pudieron comprobar cómo el globo de Lunardi se elevaba unos 300 metros. Según el Diario de Madrid de 14 de agosto “fue inumeráble y muy lucido el concurso de ambos sexos, y todas clases”. Tres bandas de música de la guarnición de infantería del Buen Retiro animaron la función con “alegres marchas y sonatas”, según el Diario, que aseguraba que en el momento del despegue comenzó a sonar una pieza del compositor inglés Samuel Wesley concebida expresamente, “compitiendo la armonia de la música, con la novedad de un espectaculo tan apreciable”. Después de volar durante unos minutos, ante el asombro del público, que permaneció mudo, según el Diario del 14 de agosto, el aparato aterrizó cerca del pueblo de Daganzo de Arriba, a 5 leguas de Madrid, “habiéndose apeado con suma felicidad”. Tras tomar tierra Lunardi compartió con los lugareños vino y bizcochos, según el Diario del día 15, que continuaba el relato del asombroso suceso: “en el lugar del Fresno vieron las gentes el globo y pensando que seria alguna cosa del otro mundo, hechaban á huir amedrentadas, y las mugeres llorando á lagrima tendida se iban corriendo á sus casas, y un guarda de viñas echó mano á la escopeta y le iba a tirar un balazo , y no lo hizo porque el mismo susto se lo estorvó”.

Son varios los testimonios gráficos de aquel vuelo, como el de una estampa que se conserva en el Museo de Historia de Madrid que ilustra de manera ingenua el interés que despertó entre los madrileños la hazaña de Lunardi.


Vista del Globo Areostático que se hechó la tarde, 12 de Agostº de 1792 en el Jardin del Buen Retiro: el qual por la elevacion que tomó, se perdió de vista, y cayó en Daganzo á 5 leguas de Madrid. Museo de Historia de Madrid
 
Pese a que la experiencia del Retiro no fue demasiado exitosa, un año después, los propios reyes, Carlos IV y María Luisa de Parma, junto al todopoderoso Godoy, pudieron disfrutar también de un viaje aerostático de Lunardi, que se elevó al cielo madrileño junto al Palacio Real con el objetivo de recaudar fondos para los Reales Hospitales; en este caso el viaje duró dos horas y concluyó en las proximidades de Pozuelo. Aún realizó Lunardi otros dos viajes más desde Madrid, que terminaron también a pocos kilómetros de la corte.

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