La Real Academia de Bellas Artes
de San Fernando expone 203 dibujos, la mayoría inéditos, realizados por el
viajero, escritor y, claro está, dibujante Richard Ford (1796-1858). Sin
embargo esta última faceta del romántico británico que viajó por España entre
1830 y 1833 es menos conocida que su fascinante Manual para viajeros por
España y lectores en casa, verdadero clásico de la literatura de viajes del
siglo XIX. Aquí radica el gran interés de esta muestra, que expone
ilustraciones que pertenecen a los descendientes de Ford y, por tanto, desconocidos
en su mayoría.
Se trata de dibujos a lápiz y tinta,
junto a algunas acuarelas, que han sido seleccionadas por el comisario de la
muestra, Francisco Javier Rodríguez Barberán, entre los más de 500 que forman
la íntegra colección que Ford se llevó de regreso a su país y que su familia ha conservado hasta hoy. Entre ellos
hay también algunos dibujos de Harriet, la esposa de Ford, que le acompañó en
su periplo hispano. Y se pueden ver asimismo un retrato de Ford, realizado por
el pintor orientalista John Frederick Lewis, y un conocido triple retrato del
viajero, obra de José Domínguez Bécquer, padre del poeta Gustavo Adolfo. Se
expone también el pasaporte que obtuvo Ford del conde de España, por entonces
el Capitán General de Cataluña y alguno de los álbumes que encargó el viajero
londinense para guardar sus dibujos.
José Domínguez Bécquer. Triple retrato de Richard Ford como “majo serio” en la Feria de Mairena, 1832
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Ford nos revela a través de sus
dibujos y acuarelas, desde su óptica particular, cómo era aquella España de los
últimos años de la Década Ominosa del reinado de Fernando VII. Podemos ver un país
con los campos de batalla de la Guerra de la Independencia aún humeantes, pese
al tiempo transcurrido, con edificios arruinados por las tropas napoleónicas,
todavía sin reparar. Es un país agreste, detenido, como sus ruinas de un pasado
glorioso, un país apaciblemente oriental, inmovilista. No se atisban si quiera
en estas obras de Ford los profundos cambios que iban a transformar España en
los cuarenta años siguientes.
Richard Ford. Acueducto de los Milagros en Mérida, 1831 |
En el inicio de la exposición
puede leerse un texto extraído de su Manual que es muy significativo de la
visión romántica de Ford sobre España: “Los
(viajeros) que aspiran a lo romántico, lo poético, lo sentimental, lo
artístico, lo antiguo, lo clásico, en una palabra a cualquier tema sublime y bello,
encontrarán en el actual y el antiguo estado de España material suficiente si
vagan con lápiz y cuaderno en ristre por este curioso país, que oscila entre
Europa y África, entre la civilización y la barbarie”.
Richard Ford. Nicho en la entrada del Salón de los Embajadores en la Alhambra de Granada (Escena orientalista), s/d (1831-1833)
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En la muestra podemos ver apuntes
del natural, muy libres, propios de un dibujante aficionado pero hábil, que
trata de trasladar al papel su mirada objetiva aunque no inocente. En este
sentido se detiene en paisajes sublimes, como Montserrat, el Tajo de Ronda o
Gibraltar, pero también en vistas generales de ciudades, detalles de su
periferia, los monumentos del pasado romano, andalusí o medieval, las calles y
las plazas, la vida cotidiana o los personajes. Algunas vistas repetidas por la
fotografía posteriormente hasta la extenuación aparecen ya apuntadas en Ford,
como la del mirador de San Nicolás de Granada. Un detalle didáctico y muy
moderno lo apreciamos en algunas panorámicas de ciudades en las que escribe el
nombre de los principales monumentos junto a su dibujo.
La exposición está organizada en
torno a los itinerarios de Ford por España. Comienza por Granada y Sevilla,
ciudades en las que vivió de manera más permanente, y donde realizó una buena
parte de sus dibujos y acuarelas, con especial atención a los monumentos
andalusíes. A continuación la muestra recoge las imágenes de los viajes
realizados por Levante, desde Almería hasta Barcelona, la Ruta de la Plata y el
centro de la Península (Madrid, Toledo, Salamanca, Segovia y Guadalajara). De
este modo, Richard Ford sentó las bases de las rutas, con
sus hitos monumentales y pintorescos, de lo que hoy llamamos “turismo cultural”
en España.
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