El Museo del Prado presenta a través de la exposición La infancia descubierta (hasta el 15 de
octubre de 2017) una obra adquirida el año pasado y apenas conocida
anteriormente. Se trata de un óleo sobre lienzo de Antonio María de Esquivel,
fechado en 1855, es decir dos años antes del fallecimiento del pintor que
inmortalizó a las principales figuras de la intelectualidad española de su
época en una reunión ficticia en su estudio.
Es un doble retrato infantil que atrae por su belleza y calidad
pictórica y por el singular atuendo de los protagonistas. Los niños son Raimundo
Roberto y Fernando José, hijos de la infanta Josefa Fernanda de Borbón y
sobrinos del rey consorte Francisco de Asís. Descalzos y vestidos tan sólo con
pieles, provoca una sonrisa comprobar que los pequeños salvajes están limpios,
aseados y bien peinados. Se podría decir que los niños parecen haberse
disfrazado de pastorcillos de la Arcadia. La composición piramidal, que
completa un perro, casi tan cuidado como los infantes, es de un clasicismo que
contrasta con el contexto selvático. Las figuras, fuertemente iluminadas
delante de un brumoso bosque, destacan por su carácter escultórico.
El cuadro trata de ilustrar los ideales del
liberalismo en relación con la educación libre y rousseauniana, que defendía el
padre de los niños, el escritor nacido en Cuba José Güell. El más pequeño,
Fernando José libera a unos pajarillos encerrados en una jaula, acción
simbólica que subraya el texto que podemos leer en el collar del perro:
Libertad.
Rousseau pensaba que la educación era el medio para que los seres
humanos asumieran su papel de ciudadanos libres, soberanos y conscientes de sus
derechos y deberes en una nueva sociedad. Pero el sistema educativo de su época
era incapaz de realizar esta misión, por lo que propuso una renovación
pedagógica desde la Ilustración, fundamentalmente a través de su obra Emilio (1762). La corrupción que conlleva
la vida en sociedad lleva al ginebrino proponer el estado de naturaleza como punto
de partida para la educación. Rousseau consideraba que el niño era un ser
diferente esencialmente al adulto y estaba convencido de que la formación tenía
que partir desde esta premisa y considerar las capacidades y los intereses del
niño en cada una de sus etapas de desarrollo. El niño no debe adquirir
conocimientos a través de los libros, sino mediante la observación y la experimentación,
utilizando sus sentidos de manera natural, mediante el juego, estimulando el deseo de
aprender.
José Güell y Renté, nacido en La Habana en 1818, de padre catalán
y madre cubana, fue un hombre de indudable carácter liberal y conocedor de los
postulados de Rousseau. Doctor en Derecho Civil por la Universidad de
Barcelona, tuvo que vencer obstáculos casi insuperables para casarse en secreto
con doña Pepita, la hermana del rey consorte de Isabel II, a la que había
conocido casualmente. Tras haber sido desterrado en Francia, participó en la
Revolución de 1854, y fue elegido diputado en las Cortes Constituyentes.
Participó en otros acontecimientos políticos en España y escribió en los
principales periódicos, hasta que regresó a su Cuba natal, donde luchó contra
la esclavitud y para mejorar la Universidad de La Habana.
En la exposición, puede leerse un texto revelador junto al cuadro,
un poema escrito en la misma fecha en que se pintó el óleo, dedicado por Güell
a su hijo Raimundo, que efectivamente armoniza con la obra pictórica de
Esquivel y que nos permite comprenderla mejor:
No te importe vivir en la
pobreza.
Si puedes aspirar al aire
puro.
Y ver la luz del sol y la
grandeza
De la noche que llena el
cielo oscuro
[…] Y no adornes tu frente
con laureles.
Ni que la luz del sol
nunca te vea,
Ridículo, vestido de
oropeles
Ni del poder llevando la
librea.
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