Martín Merino y Gómez es uno de
los dos curas históricos del siglo XIX español que llevan el mismo primer
apellido, por lo que no debe confundirse con el burgalés Jerónimo, guerrillero absolutista
contra el francés. Martín era riojano, natural de Arnedo, ingresó muy joven en
un convento franciscano que abandonó para hacerse también guerrillero en la
lucha contra Napoleón, aunque se exilió precisamente a Francia a causa del
absolutismo de Fernando VII, puesto que era liberal. Durante la guerra se
ordenó sacerdote y más tarde se secularizó. Estuvo presente en la jornada del 7
de julio de 1822 en la Plaza Mayor defendiendo a la Pepa frente a las tropas
del rey. Más tarde sufrió prisión por sus ideas liberales y tras salir de la
cárcel volvió a Francia. Después de la muerte de Fernando VII regresó a España
y se asentó en Madrid, donde ejerció como sacerdote en San Sebastián y San
Millán y donde frecuentaba cafés en los que los liberales más exaltados conspiraban,
como el Lorenzini. Poco a poco se fue fraguando en su mente la idea de atentar
contra el moderado Narváez y contra la reina Isabel II.
El 2 de febrero de 1852, cuando
tenía Merino tenía ya 63 años, escondió un puñal entre sus ropas talares y se
fue hacia el Palacio. La Gaceta de Madrid publicada el día siguiente relata así
lo sucedido: “A la una y cuarto de esta
mañana al salir S. M. la Reina nuestra Señora de la Real Capilla, y al paso por
la galería derecha, ha recibido una herida que, después de haber rozado en el
antebrazo derecho, se encuentra en la parte media anterior y superior del
hipocondrio del mismo lado, la cual tiene de siete el ocho líneas en su
diámetro trasversal”.
Merino, tras lograr introducirse
en Palacio, se había acercado a la reina, en ademán de entregarle algún memorial
o petición o un presente, y sin embargo lo que acabó haciendo fue clavarle el
puñal que ocultaba. La reina cayó herida,
pero los alabarderos de la Guardia Real evitaron el asesinato y Merino, sin
oponer resistencia, fue detenido. Tras declarar haber actuado solo, fue
condenado a la pena de muerte en el garrote vil, que se ejecutó sólo cinco días
después del atentado, tras la degradación de los derechos sacerdotales del
condenado, en el Campo de Guardias, situado extramuros al norte de Madrid, y su
cadáver fue quemado. La reina se recuperó de sus heridas y su reinado se
prolongó 14 años más. La investigación sobre el atentado concluyó que Merino
había procedido en solitario.
Estampa
cromolitográfica del Museo Nacional del Romanticismo (nº inv. CE3809)
que representa el
Regicidio del cura Merino. Finales del s. XIX
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