EL PLACER DE LA CULTURA

viernes, 22 de septiembre de 2017

Lo que queda del convento de Santo Domingo de Madrid

El convento de monjas dominicas de Santo Domingo de Madrid fue fundado a principios del siglo XIII a partir de la iniciativa del propio Santo Domingo de Guzmán. Se ubicó entonces extramuros de la villa, hacia el norte, en terrenos actualmente ocupados por la cuesta y plaza que conservan el nombre del monasterio, entre la Gran Vía y la Plaza de Isabel II.
El monasterio fue protegido por los reyes de Castilla, que le otorgaron cuantiosas donaciones. Fue además elegido por las familias nobiliarias madrileñas para que sus hijas tomaron los hábitos en él. El edificio fue creciendo paulatinamente durante los siglos finales de la Edad Media hasta llegar a ocupar una superficie considerable. Además pronto surgió a su alrededor un arrabal, formado principalmente por campesinos.

Estatua orante de Pedro I de Castilla
Foto: Fernando Velasco Mora

Su momento de esplendor llegó en el siglo XV cuando fue su priora doña Constanza de Castilla, nieta de Pedro I, llamado el Cruel, que transformó el monasterio en panteón real. En efecto trasladó los restos de su abuelo, que había muerto a manos de Enrique de Trástamara, hermano del monarca castellano y usurpador de su trono, así como los de su padre, el príncipe Juan; asimismo varias infantas de Castilla fueron enterradas en Santo Domingo. Posteriormente los Austrias realizaron también donaciones importantes al convento, especialmente Felipe III y Felipe IV, lo que posibilitó la ampliación y reforma del edificio medieval.

 
 Sarcófago de doña Constanza de Castilla
Foto: Fernando Velasco Mora

 En 1869 fue demolido y su compleja y rica arquitectura se perdió, incluida su peculiar iglesia de dos naves y su bello ábside de ladrillo, de estilo mudéjar e influencia toledana. También desapareció un gran retablo del siglo XVII.
El convento conservaba una pila bautismal en la que, según la tradición, había recibido bautismo Santo Domingo. Estaba en el coro bajo de la iglesia, junto a las sepulturas reales y se salvó de la destrucción al pasar a formar parte del Real Patrimonio, ya que en ella se han bautizado infantes y príncipes, incluido el actual rey Felipe VI.

Escultura orante del obispo Alonso de Castilla, obra de Esteban Jamete y Gregorio Vigarny
Foto: José Luis Municio Bacía

Afortunadamente ya se había creado, dos años antes de la demolición, el Museo Arqueológico Nacional, y algunas de las obras de arte más destacadas del convento fueron salvadas y trasladadas a él. Actualmente se conservan en el MAN cinco obras procedentes del Convento, todas ellas de carácter funerario: la estatua orante de Pedro I de Castilla, el sarcógafo de doña Constanza de Castilla, la escultura sepulcral del obispo de Calahorra, Alonso de Castilla y un relieve de la Asunción de la Virgen y una Virgen con niño que decoraban la capilla episcopal. Se conserva también una cabeza de paje que podría haber formado parte del sepulcro de Pedro el Cruel, pero que es de factura muy diferente.

Relieve de la Asunción de la Virgen, obra de Gregorio Vigarny
Foto: José Luis Municio Bacía


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