El convento de monjas dominicas
de Santo Domingo de Madrid fue fundado a principios del siglo XIII a partir de
la iniciativa del propio Santo Domingo de Guzmán. Se ubicó entonces extramuros
de la villa, hacia el norte, en terrenos actualmente ocupados por la cuesta y
plaza que conservan el nombre del monasterio, entre la Gran Vía y la Plaza de
Isabel II.
El monasterio fue protegido por
los reyes de Castilla, que le otorgaron cuantiosas donaciones. Fue además
elegido por las familias nobiliarias madrileñas para que sus hijas tomaron los
hábitos en él. El edificio fue creciendo paulatinamente durante los siglos
finales de la Edad Media hasta llegar a ocupar una superficie considerable.
Además pronto surgió a su alrededor un arrabal, formado principalmente por
campesinos.
Estatua orante de Pedro I de Castilla
Foto: Fernando Velasco Mora
Su momento de esplendor llegó en
el siglo XV cuando fue su priora doña Constanza de Castilla, nieta de Pedro I,
llamado el Cruel, que transformó el monasterio en panteón real. En efecto
trasladó los restos de su abuelo, que había muerto a manos de Enrique de
Trástamara, hermano del monarca castellano y usurpador de su trono, así como
los de su padre, el príncipe Juan; asimismo varias infantas de Castilla fueron
enterradas en Santo Domingo. Posteriormente los Austrias realizaron también
donaciones importantes al convento, especialmente Felipe III y Felipe IV, lo
que posibilitó la ampliación y reforma del edificio medieval.
Sarcófago de doña Constanza de Castilla
Foto: Fernando Velasco Mora
El convento conservaba una pila
bautismal en la que, según la tradición, había recibido bautismo Santo Domingo.
Estaba en el coro bajo de la iglesia, junto a las sepulturas reales y se salvó
de la destrucción al pasar a formar parte del Real Patrimonio, ya que en ella
se han bautizado infantes y príncipes, incluido el actual rey Felipe VI.
Escultura orante del obispo Alonso de Castilla, obra de Esteban Jamete y Gregorio Vigarny
Foto: José Luis Municio Bacía
Afortunadamente ya se había
creado, dos años antes de la demolición, el Museo Arqueológico Nacional, y
algunas de las obras de arte más destacadas del convento fueron salvadas y
trasladadas a él. Actualmente se conservan en el MAN cinco obras procedentes del
Convento, todas ellas de carácter funerario: la estatua orante de Pedro I de
Castilla, el sarcógafo de doña Constanza de Castilla, la escultura sepulcral
del obispo de Calahorra, Alonso de Castilla y un relieve de la Asunción de la Virgen y una Virgen con niño que decoraban la capilla episcopal. Se conserva también una cabeza de
paje que podría haber formado parte del sepulcro de Pedro el Cruel, pero que es
de factura muy diferente.
Relieve de la Asunción de la Virgen, obra de Gregorio Vigarny
Foto: José Luis Municio Bacía
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