La exposición dedicada a Mariano
Fortuny, que permanecerá abierta en el Museo del Prado hasta el 18 de marzo, nos
ha permitido comprobar que han envejecido mejor sus acuarelas, dibujos o grabados
que sus óleos preciosistas. Pero también que su coleccionismo apasionado le
impulsó a reunir obras magníficas como el conocido como “azulejo Fortuny”, aparecido
en una casa del Albaicín en 1871 y adquirido por el pintor. Actualmente pertenece al Instituto Valencia de Don Juan y, por lo tanto,
no es accesible al público, de manera que la muestra del Prado es una magnífica
ocasión (ya ha habido otras, afortunadamente) de disfrutar de esta pieza realmente
excepcional.
Es un azulejo nazarí, el último periodo de la historia de al-Andalus, de dimensiones
extraordinarias, 108 x 63 cm., tamaño que supone una enorme dificultad técnica. Fue
realizado durante el reinado de Yusuf III (1408-1417) con la técnica del reflejo
metálico, con tres cochuras, las dos primeras para fijar la forma y decoración
y la última para dar el dorado mediante fuego oxidante, aplicando una solución
de cobre y mercurio. Debió de decorar alguna sala de la
Alhambra, seguramente en posición vertical, como hoy se expone.
Pertenece al grupo de los azulejos nazaríes decorados exclusivamente en dorado, frente a otros que también incluyen azul, en
ambos casos sobre fondo blanco. Se organiza, a modo de un tapiz, con un reborde
rectangular y decoración organizada simétricamente. En el recuadro aparece una
inscripción árabe en letra cursiva repetida seis veces, como si fuera una jaculatoria, enmarcada por una cartela
geométrica con decoración de lazos curvos que rodean motivos vegetales y el
escudo nazarí. El texto, que está en reserva, sobre fondo dorado, dice:
Gloria a nuestro señor el sultán Abi-l-Hayyay al-Nasir li-din Allah
[es
decir, Yusuf III]
La decoración del espacio
interior se organiza con una simetría en la composición general pero no en los
detalles. Presenta escudos nazaríes en el eje central, que están rodeados de grandes
palmetas que rematan en forma de cabeza de dragón y aves estilizadas. En el
fondo encontramos motivos vegetales de menor tamaño pero muy profusos que recuerdan, lo mismo que los remates en cabeza de dragón, al arte gótico, y que serán característicos
de la cerámica de Manises posterior. Aunque no debemos buscar una interpretación literal de esta decoración, se refiere sin duda a la exaltación del soberano y su dinastía y a la prosperidad y abundancia pretendida bajo su reinado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario