EL PLACER DE LA CULTURA

lunes, 29 de enero de 2018

El azulejo Fortuny en el Prado


La exposición dedicada a Mariano Fortuny, que permanecerá abierta en el Museo del Prado hasta el 18 de marzo, nos ha permitido comprobar que han envejecido mejor sus acuarelas, dibujos o grabados que sus óleos preciosistas. Pero también que su coleccionismo apasionado le impulsó a reunir obras magníficas como el conocido como “azulejo Fortuny”, aparecido en una casa del Albaicín en 1871 y adquirido por el pintor. Actualmente pertenece al Instituto Valencia de Don Juan y, por lo tanto, no es accesible al público, de manera que la muestra del Prado es una magnífica ocasión (ya ha habido otras, afortunadamente) de disfrutar de esta pieza realmente excepcional.


Es un azulejo nazarí, el último periodo de la historia de al-Andalus, de dimensiones extraordinarias, 108 x 63 cm., tamaño que supone una enorme dificultad técnica. Fue realizado durante el reinado de Yusuf III (1408-1417) con la técnica del reflejo metálico, con tres cochuras, las dos primeras para fijar la forma y decoración y la última para dar el dorado mediante fuego oxidante, aplicando una solución de cobre y mercurio. Debió de decorar alguna sala de la Alhambra, seguramente en posición vertical, como hoy se expone.
Pertenece al grupo de los azulejos nazaríes decorados exclusivamente en dorado, frente a otros que también incluyen azul, en ambos casos sobre fondo blanco. Se organiza, a modo de un tapiz, con un reborde rectangular y decoración organizada simétricamente. En el recuadro aparece una inscripción árabe en letra cursiva repetida seis veces, como si fuera una jaculatoria, enmarcada por una cartela geométrica con decoración de lazos curvos que rodean motivos vegetales y el escudo nazarí. El texto, que está en reserva, sobre fondo dorado, dice:

Gloria a nuestro señor el sultán Abi-l-Hayyay al-Nasir li-din Allah
[es decir, Yusuf III]

La decoración del espacio interior se organiza con una simetría en la composición general pero no en los detalles. Presenta escudos nazaríes en el eje central, que están rodeados de grandes palmetas que rematan en forma de cabeza de dragón y aves estilizadas. En el fondo encontramos motivos vegetales de menor tamaño pero muy profusos que recuerdan, lo mismo que los remates en cabeza de dragón, al arte gótico, y que serán característicos de la cerámica de Manises posterior. Aunque no debemos buscar una interpretación literal de esta decoración, se refiere sin duda a la exaltación del soberano y su dinastía y a la prosperidad y abundancia pretendida bajo su reinado.


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