Benito Pérez Galdós dejó escrito
en su novela La de Bringas un
jugoso comentario sobre Madrid en agosto. Sin embargo, el escritor canario
solía pasar los veranos lejos de la capital, sobre todo en Santander. La novela,
publicada en 1884, revive los meses previos a la llamada Gloriosa Revolución de
septiembre de 1868 a través de la historia cotidiana del matrimonio Bringas. Cuando
el desarrollo de la trama llega al mes de agosto el narrador señala lo
siguiente:
Deslizábanse después de este día, con lentitud tediosa, los del mes de Agosto,
el mes en que Madrid no es Madrid, sino una sartén solitaria. En aquellos
tiempos no había más teatro de verano que el circo de Price, con sus
insufribles caballitos y sus clows que hacían todas las noches las mismas
gracias. El histórico Prado era el único sitio de solaz, y en su penumbra los
grupos amorosos y las tertulias pasaban el tiempo en conversaciones más o menos
aburridas, defendiéndose del calor con los abanicazos y los sorbos de agua
fresca. Los madrileños que pasan el verano en la Villa son los verdaderos
desterrados, los proscritos, y su único consuelo es decir que beben la mejor
agua del mundo.
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