EL PLACER DE LA CULTURA

sábado, 3 de agosto de 2019

Goethe en el cenacolo vinciano de Milán

Visitar el cenacolo del convento de Santa Maria della Grazie de Milán es una de las experiencias más emocionantes que puede disfrutar el amante del arte. Allí pintó Leonardo da Vinci entre 1495 y 1498 su inolvidable Última Cena en una pared del refectorio para que los frailes pudieran recordar durante cada comida que su vida en comunidad debía ser una proyección de la de Cristo y sus apóstoles.

En 1788 Johann Wolfgang Goethe tuvo la oportunidad de visitar el lugar durante su decisivo viaje a Italia, lo que le permitió escribir un importante artículo, publicado en 1817, del que podemos leer una excelente traducción en el libro:  J.W. Goethe. Escritos de arte. Traducción, edición y notas de Miguel Salmerón. Síntesis, Madrid, 1999, p. 265-269. El escritor alemán vio la obra de Leonardo ya muy deteriorada a causa de la poco ortodoxa técnica utilizada por el artista italiano para pintar sobre el muro.

Johann Heinrich Wilhem Tischbein. Goethe en la campiña romana. 1787 Städel Museum , Fráncfort

En el citado artículo Goethe defiende que el arte sólo llega a la perfección cuando es libre y obedece a sus propias leyes, con la Última Cena pintada por Leonardo como ejemplo. El autor nacido en Fráncfort alaba el talento del artista toscano a la hora de pintar el motivo en un espacio como el refectorio milanés: “Es difícil concebir un motivo más apropiado y noble para un refectorio que una cena de despedida a la que todo el mundo acabaría considerando santa”. Y reflexiona: “A la hora de la comida debía resultar interesante ver las mesas del prior y de Cristo en oposición mutua y, encerrados entre ambas, a los frailes comiendo. Por esta razón fue un acierto del pintor tomar como modelo las mesas de los frailes y tampoco hay duda de que el mantel con sus pliegues, las rayas de su estampado, y sus extremos abotonados procedían de la lavandería del convento. Las fuentes, los platos, los vasos y demás vajilla eran probablemente copia de los que utilizaban los frailes”. 


Más adelante, Goethe subraya la expresividad y el realismo de la escena pintada por Leonardo y señala que “el estímulo que emplea el artista para que se agite en la mesa la santa y tranquila compañía son las palabras del Maestro: “Uno de vosotros me entregará”.  Las palabras han sido proferidas y toda la compañía está desolada, pero Él tiene la cabeza inclinada y la mirada hundida, la actitud, el movimiento de los brazos, de las manos, todo parece repetir con celestial resignación las tristes palabras que el silencio mismo refuerza: “En verdad os digo que uno de vosotros me entregará”. El escritor alemán explica también la composición de la obra y la variedad de expresiones de los apóstoles, a los que analiza individualmente. En este sentido, Goethe destaca la importancia del movimiento de las manos de los personajes representados: “Éste sólo puede ser percibido por un italiano. En su nación todo el cuerpo tiene vida: todas sus partes participan en la expresión de los sentimientos, de la pasión, del pensamiento.  Por medio de diversas posiciones y movimientos de las manos el italiano da a entender frases como: “¡A mí que me importa!”, “Vamos, hombre”, “Éste es un pícaro, cuidado con él”, “Ya no vivirá mucho”, “Ahí está”, “El que oiga que me atienda”.

No hay comentarios: