La Biblioteca Regional de Madrid
ha programado, como actividad paralela a la representación de la ópera La
Bohème en el Teatro Real, dos itinerarios dedicados a la bohemia madrileña.
La Biblioteca nos ha confiado su concepción y desarrollo, que llevaremos a cabo
los días 11
y 12
de enero.
La bohemia de Madrid engloba a
algunos escritores ligados al modernismo o al decadentismo posromántico de las
últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, noctámbulos empedernidos,
rebeldes, contraculturales y, con frecuencia, sumidos en la miseria. En un
itinerario por el centro de la ciudad reviviremos el ambiente de aquel “Madrid
absurdo, brillante y hambriento”, como escribió Valle Inclán.
Portada de la primera edición de Iluminaciones en la sombra |
Uno de los escritores que rememoraremos será Alejandro Sawa, más conocido por ser el inspirador del personaje de Max Estrella de Luces de Bohemia que como autor de novelas y otros escritos. Entre sus obras más interesantes se encuentra Iluminaciones en la sombra, un libro heterogéneo en forma de diario, publicado de manera póstuma en 1910 con prólogo de Rubén Darío. Nórdica Libros lo reeditó en 2009, año del centenario del fallecimiento de Sawa, con presentación de Andrés Trapiello.
Uno de los fragmentos de Iluminaciones
que se sitúa en las calles de Madrid (también están muy presentes Londres y,
sobre todo, París) es muy revelador de la sensibilidad social de Sawa, que aborda
un asunto también de actualidad en nuestros tiempos:
Va ya para un mes que, al
pasar por la calle de la Manzana, un amontonamiento confuso de muebles y de
trapos, hacinados en mitad del arroyo por manos trémulas que trataron, sin
duda, de contener un desastre, me hicieron repentina y vagamente pensar en el
rayo, en la inundación, en el vendaval, en cualquiera de los gestos sañudos con
que las fuerzas flagelan al hombre desde el pálido alborear de las edades; sólo
que, percatado, al fin, de la realidad, vi que aquello, aquel catafalco de
miseria, no era, por ejemplo, lo que se había podido salvar de un incendio ó de
un temblor de tierra, sino los restos de un desahucio, lo que quedaba de un
hogar ido á pique por insanas codicias de los hombres y reprensibles crueldades
de la Ley…
El texto termina con una melancólica
reflexión sobre los objetos y su capacidad evocadora.
…Los muebles hablan, y
mientras más viejos, mejor; Ios muebles tienen alma, saben historias, dicen
decires, conocen cronologías íntimas del pasado, colaboran en nuestras empresas
de amores y de odios, forman parte de la familia, han sido clementes para la
debilidad del anciano y del niño, han amorosamente auxiliado al guerreador en
sus amargos trances de fatiga, viven, que por eso mueren también, y completan
magníficamente nuestra fisonomía. Una cama no sólo es un armazón de hierros ó
madera, sino un altar también. ¡Y cuántas veces un trono! Ese viejo sofá, lo
que un grupo de palmeras en el desierto á la hora plúmbea del sesteo; ese
cuadro de la Virgen, un eterno refugio para el duelo; el retrato del hijo, una
promesa viva de inmortalidad, y esos libros amontonados, con su aspecto inerte
de cosas que fueron, cosas que son, cosas que son perennemente, verbos
imperiales, substantivos que son de carne y hueso, lujosos adjetivos, adverbios
ágiles como articulaciones, vocablos enhiestos y altivos como luchadores
dispuestos á la pelea...
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