EL PLACER DE LA CULTURA

lunes, 14 de marzo de 2011

La cocina en su tinta

Hay exposiciones que sorprenden por su escasez de contenido y la desidia en su organización. Es el caso de la muestra recién clausurada en la Biblioteca Nacional de Madrid comisariada por Isabel Moyano, Carmen Simón y Ferrán Adrià.

No es ya sólo el pésimo diseño de los expositores: especie de cubos de cerámica que hacen muy difícil la visión a personas con movilidad reducida, si no también la pírrica información que acompaña a las piezas. Es necesario hacer en todo momento un ejercicio de imaginación más allá de lo razonable intentando dilucidar el porqué de algunos de los materiales expuestos.

Sorprende, que ante las quejas realizadas por las “vitrinas”, responsables de la Biblioteca –en los tiempos que corren- te digan que “los expositores están medidos para que una persona con discapacidad se “eleve” un poco y pueda verlo”, sorprende, que en instituciones públicas del calibre de la Nacional nadie piense en que la adaptabilidad nos beneficia a todos y sorprende que con dinero público se prime el diseño frente a la accesibilidad.

Indigna el desconocimiento sobre discapacidad proponiendo que “se eleven” para ver las piezas colocadas al fondo del expositor, cuando deberían saber que hay discapacidades relacionadas con la parálisis cerebral que no permiten más que un ligero movimiento de cabeza ¡ya quisieran ellos poder “elevarse” un poco en la silla! y fastidian –por decirlo suavemente- los comentarios sobre la conveniencia o no de que un grupo grande de personas con movilidad reducida quieran visitar a la vez la exposición ¡¡es que no está pensada para un grupo tan grande!! –me dijeron- ¿por qué hay gente que sigue pensando que los discapacitados no tienen el mismo derecho que los demás a ir en masa a los sitios que les apetezcan?. Menos mal que los vigilantes de sala –como casi siempre en estos casos- demuestran más humanidad y sentido común que los responsables técnicos de la BN.

Lamentablemente al tratarse de un organismo público y por tanto de funcionarios, seguro que no rodarán cabezas por el derroche del dinero ajeno en una exposición donde lo último que importa es la accesibilidad y la difusión del rico legado patrimonial de nuestro país.

En cualquier caso, la muestra era una magnífica ocasión para hacer un recorrido por la historia de la humanidad a través de sus hábitos culinarios, para comprender las dificultades con las que se ha encontrado el hombre a lo largo de su historia para conservar y distribuir los alimentos y para ver hasta qué punto la religión influye en lo que comemos y en lo que somos. Estaba expuesto un magnífico documento de 1491 permitiendo comer huevos y leche en Cuaresma y los libros del Sent Soví y el Libre del Coch eran igualmente joyas dignas de verse con recetarios completísimos sobre distintos platos de la cocina catalana de los siglos XIV y XV.

La alimentación no es sólo placer, es salud y a lo largo de los siglos se aprecia la preocupación por el control de las enfermedades mediante el consumo de los alimentos apropiados (control del escorbuto, la gota…) igualmente es interesante resaltar las discusiones bizantinas que se originaron por el consumo del café o del chocolate o la influencia que el Descubrimiento de América tuvo en la variación de la dieta de los europeos con la introducción del tomate, la patata, el pimiento, el pavo… y cómo muchos de los nuevos alimentos asombraron a los descubridores del nuevo mundo. Destacamos el siguiente comentario realizado por Diego de Landa en su libro “Relación de las cosas de Yucatán”:

“Las iguanas y largartos se guarecen en el agua y en la tierra, por lo cual las comen los españoles en tiempos de ayuno y la hallan muy singular comida y sana. Hay de éstas tantas, que ayudan a todos por la cuaresma”.

Ésto nos lleva también a la reflexión sobre los aspectos culturales de la comida, lo que es “bueno para comer”, como diría Marvin Harris, en función de su utilidad en la obtención de las proteínas necesarias para la supervivencia y cómo los distintos pueblos ven “comestibles” unos alimentos y otros no, haciendo apetecibles a la vista y el paladar sabores que a otros pueblos rechazan.

Es interesante también observar como muchos “inventos” relacionados con la alimentación se han desarrollado en función de las necesidades de los ejércitos en tiempos de guerra: como el encargo que Napoleón hizo a su cocinero para encontrar un método de conservación que permitiera el transporte a gran escala de alimentos que ayudasen a sus tropas en la conquista de Europa. El cocinero cumplió con el encargo inventado las conservas en su modo más rudimentario: cociendo y envasando al vacío las verduras en botellas de champán.

Rituales relacionados con la agricultura para pedir la fecundidad de la tierra, férreas prescripciones religiosas en múltiples religiones en relación a la carne (cristianismo, islam, judaísmo, budismo, hinduismo), rituales mortuorios donde a los difuntos había que proveerles de comida en su tránsito hacia el más allá… multitud de costumbres y fiestas relacionadas con la alimentación que hoy en día van perdiendo poco a poco su significado para dar paso –en Occidente- a un modo de entender la comida como algo hedonista desprovisto de su función original de permitir la supervivencia en condiciones óptimas: evitando el hambre, la obesidad , la superabundancia y fomentando en muchas épocas la distribución equitativa de alimentos entre sus miembros.

Comer es un placer, efectivamente, pero para TODOS.

(Visita realizada por Atacama con la Asociación Adamar)


La cocina. Homenaje a Santa Teresa. Marina Abramovic

No hay comentarios: