El tejo (taxus baccata) es
un árbol singular, de extraña belleza y origen muy primitivo. Su tronco es
grueso, de madera dura y corteza delgada. La copa suele presentar forma
piramidal o cónica, pero con desarrollo desigual y muchas de sus ramas se
extienden en horizontal. Sus hojas aciculares son perennes, dispuestas en dos
hileras, de color verde oscuro, y sus frutos son de un rojo intenso.
Foto de Martín Juez García: instagram.com/axoloty.cr2
Es un árbol muy longevo, de gran
valor ecológico y cultural. Su madera resistente, apreciada para fabricar
herramientas y armas, sus propiedades medicinales y la toxicidad que representa
para el ganado han ido a lo largo de los siglos provocando su desaparición
paulatina. No obstante, en España el tejo se encuentra en casi todas las
cadenas montañosas peninsulares y de Mallorca, pero especialmente se localiza
en la mitad septentrional. Raramente forma bosques en los que sea el árbol
dominante, aunque en el norte peninsular sí se hallan algunas tejeras; casi siempre
se ubica en formaciones donde prevalecen otras especies, como hayas, robles,
abetos o pinos.
Foto de Martín Juez García: instagram.com/axoloty.cr2
Su longevidad y su imagen
poderosa han atraído a los seres humanos desde tiempos inmemoriales. El tejo es
protagonista de leyendas y relatos míticos y se le ha asignado frecuentemente
un carácter emblemático o identitario. Pese a ser un árbol tóxico, o
precisamente por ello, ha sido considerado una especie sagrada en muchas
culturas y ha tenido estrecha relación con la realeza. Muchos tejos, en España
y en otros lugares del mundo, han sido testigos de actos políticos, reuniones
de vecinos, acuerdos, celebraciones y juegos. Junto a ellos se han construido
dólmenes y más tarde ermitas o iglesias.
Foto de Martín Juez García: instagram.com/axoloty.cr2
En la Comunidad de Madrid los
tejos están protegidos por el Decreto 22/1985 y una docena de ellos se
encuentran entre los árboles singulares señalados en el Decreto 18/1992. Los
podemos hallar generalmente aislados en los barrancos más umbríos de
Somosierra, Montejo, Miraflores, la Pedriza, Canencia, el valle de la Fuenfría
y el del Lozoya. En este último se localiza el más antiguo de los tejos
madrileños y, tal vez el más viejo de todos los árboles de la sierra de
Guadarrama, concretamente junto al arroyo de Barondillo, que también recibe los
nombres de Valhondillo o Vahondillo. Está situado en el término municipal de
Rascafría, pero lejos del núcleo urbano, en un lugar recóndito.
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Se trata de un verdadero
monumento vegetal, ubicado en un bosque de pinos silvestres, algunos acebos y
robles y un buen número de tejos. Se encuentra a más de 1600 m. sobre el nivel
del mar y se le calcula una edad aproximada de entre 1.500 y 1.800 años. El perímetro
de su tronco, deslavazado y retorcido, oscila entre los 9 y 10 metros, de
manera que es uno de los más gruesos de la Península Ibérica y con su irregular
copa alcanza los 8 metros de altura. Ojalá permanezca en pie muchos más años,
arraigado con fuerza en el valle, este gran ejemplo del patrimonio natural de
Madrid.
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