Puede sorprender encontrarse en las
muy septentrionales tierras de las Merindades de Burgos con algún notable ejemplo
del arte mudéjar. Más aún si consideramos que, en la mayor parte de los casos,
sólo se trata de restos muy fragmentarios, que apenas son un pálido reflejo de
lo que fueron grandes conjuntos arquitectónicos y ornamentales. Se han ensayado
diferentes explicaciones para tratar de entender la presencia de elementos
claramente andalusíes en obras arquitectónicas de la Baja Edad Media en el norte
peninsular, pero no es fácil llegar a conclusiones claras con respecto a un
periodo histórico de gran complejidad.
Mapa de las Merindades editado por la Diputación de Burgos |
La conquista de Toledo en 1085
por Alfonso VI contribuyó de manera decisiva a la formación del arte mudéjar
por la utilización y posterior emulación de los palacios andalusíes allí
existentes. La conquista del valle del Guadalquivir en el siglo XIII
intensificó este proceso, de manera que permitió el nacimiento de un fenómeno
artístico, que denominamos mudéjar, el cual tuvo un desarrollo propio en paralelo con el arte almohade y
nazarí y con personalidad suficiente para influir a su vez en la etapa final de
la arquitectura andalusí.
Los reyes castellanos del siglo
XIV optaron de manera muy evidente por el arte mudéjar frente al gótico para
sus palacios, sin duda porque aspiraban a emular la fastuosidad de las cortes
andalusíes. El mudejarismo no se limitaba a la arquitectura y la decoración en
las cortes castellanas, sino también a la forma de vida que se desarrollaba en
ellas. No olvidemos que los reyes castellanos convirtieron en sus residencias
los palacios musulmanes de las ciudades que conquistaban (los Alcázares de
Toledo y Sevilla, por ejemplo). Pero, además, construyeron nuevos palacios que
seguían la disposición y las formas decorativas de los edificios de al-Ándalus,
como podemos observar en las obras de Alfonso XI en Tordesillas, de Pedro I en
Astudillo y Sevilla, o de Enrique II en León, entre otros ejemplos.
Arco del desparecido palacio de Enrique II en León. Museo Arqueológico Nacional |
La utilización de todos estos
elementos de origen islámico potenciaba el prestigio de quienes disfrutaban de
ellos y les permitía diferenciarse del común de la población, aunque nobles y
eclesiásticos de las más altas jerarquías sí se permitían imitar a los reyes. Una de las grandes obras mudéjares
de la nobleza castellana se oculta en el interior del poderoso volumen del alcázar
de los Velasco en la villa de Medina de Pomar, que, con sus dos elevadas torres
y sus altos y robustos muros, pretendía manifestar el poder de sus dueños sobre
el territorio. Actualmente, después de una polémica restauración en los años 80
del pasado siglo, es la sede del Museo Histórico de las Merindades y goza de la
protección que le confiere su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC), al
igual que el conjunto histórico de Medina y el convento de Santa Clara que se encuentra
en la misma localidad.
El promotor del edificio, don Pedro Fernando de Velasco, había sido Justicia Mayor del rey Pedro I de Castilla, pero apoyó a
su hermanastro Enrique durante la guerra que ambos sostuvieron. La victoria del
segundo permitió a Fernández de Velasco, después de cambiar de bando, obtener
grandes mercedes por su apoyo al nuevo rey, que le concedió los oficios de
camarero mayor y de merino mayor de Castilla la Vieja. Además, recibió la villa
de Briviesca y después la de Medina de Pomar.
Alcázar de Medina de Pomar |
Para afirmar su poder, Pedro y su
esposa María, hija del adelantado de Castilla, Diego Pérez Sarmiento, construyeron
un imponente alcázar, pronto conocido como las Torres de Medina, edificio que hoy
sigue dominando el paisaje de la villa, donde también mandaron construir un
monasterio y un panteón funerario. Además, fundaron en Medina y Briviesca el mayorazgo
principal de los Velasco, consolidaron su linaje y se situaron entre las más
importantes familias nobiliarias de Castilla.
Torreón meridional del alcázar, donde se encuentra el salón de las yeserías |
En la primera planta del alcázar se
encontraban las salas nobles, entre ellas un salón rectangular, con una gran
chimenea, y decorado con un friso de yeserías, hoy desaparecido casi por
completo. En la actualidad sólo se conservan algunos restos de la ornamentación
original en otro salón situado en el interior de la gran torre meridional. Se
trata de un espacio de planta cuadrada de 10 metros de lado y de gran verticalidad,
con una altura que se acerca a los 9 metros. Con seguridad, en origen el salón
estaba cubierto por una rica armadura mudéjar, seguramente ochavada, o incluso,
cupulada, como sugiere Elena Paulina Montero en su tesis doctoral dedicada al
patrocinio arquitectónico de los Velasco. También contaba con ventanas en tres
de sus lados para iluminar y ventilar la estancia. Y debemos imaginar los muros
cubiertos con ricas telas. Este espacio serviría como escenario para
recepciones y administración de justicia, así como para celebración de banquetes
y solemnidades.
Salón de la torre meridional del alcázar de Medina de Pomar |
Nos encontramos, por lo tanto,
ante una estructura muy característica de la arquitectura andalusí, llamada qubba,
es decir, un espacio centralizado cubierto por cúpula incluido en el interior
de una forma cúbica, con connotaciones simbólicas relacionadas con la expresión
del poder. La qubba también la utilizaron los reyes castellanos, como Alfonso
XI y Pedro I en el alcázar sevillano, y, por extensión la nobleza y las altas
jerarquías de la Iglesia hasta el siglo XVI. En este sentido, Elena Paulino, subraya
el papel pionero del alcázar de Medina de Pomar en Castilla. Esta autora ha
señalado que Pedro Fernández de Velasco, cuando estuvo al servicio de Pedro I, conoció en
Sevilla el aalón de Embajadores del alcázar, reflejo de la qubba andalusí
por excelencia, que es el salón de Comares de la Alhambra.
Sin duda, Pedro Fernández de Velasco quiso
emplear esta estructura consciente de sus connotaciones áulicas. Y en este
sentido, la decoración del salón debió de jugar un papel determinante. Actualmente
sólo se ha conservado de manera parcial una preciosa banda horizontal de
yeserías que recorre la parte superior de los muros del salón cuadrangular, pero
tan sólo en el muro sur se mantiene casi completa. El trabajo con el yeso, material
humilde, se realizaba desde la Antigüedad, pero fue durante la Edad Media,
especialmente en el arte islámico, cuando se desarrolló al máximo su capacidad
de dotar a los espacios interiores de un aspecto muy rico mediante el
revestimiento de muros, vanos y cubiertas. Las yeserías se utilizaron más en
Castilla y Andalucía que en Aragón; ya desde finales del siglo XII encontramos
algunos ejemplos, pero fue a partir del siglo XIV cuando su uso se generalizó
en los interiores de los palacios.
Yeserías del salón del alcázar de Medina de Pomar |
El esquema decorativo de las
yeserías de Medina se ordena a partir de arquillos angrelados y mixtilíneos, que se van
alternando, sobre columnitas con sus basas y capiteles; los arcos mixtilíneos trasdosan
arcos de medio punto, con celdillas en su interior, algunas con inscripciones
árabes, y los angrelados están decorados con motivos geométricos y vegetales entre
los que pueden leerse palabras en latín y letras sueltas. Por encima de los arcos
encontramos motivos vegetales y geométricos y algunos incluyen textos en árabe.
Sobre la clave de cada arco aparece un círculo en el que se muestran los
escudos de Castilla y León y de Pedro Fernández de Velasco y su mujer María Sarmiento,
señores de Medina de Pomar y Briviesca en la segunda mitad del siglo XIV, lo
que sirve para fechar los trabajos, así como para atribuirlos al patrocinio de
estos nobles, Los escudos también estaban en el exterior del torreón y en el
arco de acceso a la escalera principal, por lo que eran elementos fundamentales
en la misión de exaltar el poder de los constructores y dueños del edificio. La
presencia del escudo real subraya la fidelidad de la familia al nuevo rey
castellano, Enrique II, como hemos señalado, fundamental en el fortalecimiento
de la familia Velasco. La decoración heráldica es un elemento que no tiene que
ver con lo andalusí, por el contrario, en el arte nazarí se adoptó como una
influencia de los reinos cristianos.
Por encima y por debajo de los arcos
corren inscripciones en letras góticas en latín y castellano, que ya fueron
estudiadas y leídas por Amador de los Ríos en 1888. Estos letreros desempeñan un
papel muy similar al de las inscripciones de la Alhambra, basadas en la idea de
la escritura como expresión del poder. El trilingüismo presente en las yeserías
no es un caso excepcional, puesto que también lo encontramos, por ejemplo, en
el propio alcázar de Sevilla. Las
inscripciones árabes se refieren al poder: al-mulk (el poder), el lema nazarí (no hay vencedor sino
Dios) y al-mulk-li-llah (el poder es de Dios). Las inscripciones latinas tienen
un carácter más religioso: el inicio del credo y del padrenuestro, el miserere
y la petición de ayuda a la Virgen. Las escasas inscripciones en castellano
conservadas no parecen tener sentido religioso.
Detalle de las yeserías |
El modelo compositivo de las
yeserías recuerda mucho a las del salón de Embajadores del alcázar de Sevilla, realizadas
en la década de los 60 del siglo XIV bajo el auspicio de Pedro I. Elena Paulina
ha señalado que los Velasco reutilizaron conscientemente el lenguaje arquitectónico
del monarca depuesto y lo re-contextualizaron, sobre todo mediante un programa epigráfico
con gran peso de los mensajes cristianos, utilizados en la propaganda de la causa
Trastámara que señalaba a Pedro “el Cruel” como soberano impío y favorecedor de
musulmanes y judíos.
Está documentada la presencia de notables minorías musulmana y judía en Medina de Pomar durante la época en la que se construyó el alcázar e incluso miembros de ambas comunidades se integraron como oficiales en la casa de los Velasco, como ha estudiado Antonio Moreno Ollero. Sin embargo, lo más probable es que los artífices de las yeserías procedieran de otros lugares, de hecho, podemos encontrar paralelismos en ellas con obras toledanas o sevillanas. En cualquier caso, a través de su qubba, ricamente decorada, los Velasco querían exhibir su poder a través de la reinterpretación de la estética andalusí que ya habían utilizado los reyes castellanos del siglo XIV.
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