Quince bodegones de Clara Peeters,
pintora flamenca activa en Amberes entre 1607 y 1621, se pueden ver en el Museo
del Prado hasta el 19 de febrero de 2017. Todos ellos son muy similares entre
sí: nítidos óleos sobre tabla, con un punto de vista totalmente frontal, en los
que los objetos se acumulan sobre una mesa, cuyo borde, perfectamente paralelo
con el lateral inferior del cuadro, queda en sombra. Los diferentes elementos
representados se reproducen con precisión y realismo, pero las composiciones no
son claras.
Los objetos se muestran con gran proximidad y llenan
casi toda la superficie del cuadro, fuertemente iluminadas sobre un fondo
oscuro, pero las sombras que proyectan las cosas son muy sutiles. Peeters utiliza los recursos
habituales para transmitir sensación de profundidad y se recrea más en los
brillos y los reflejos que en la diferencia de las texturas. Muchos de los
objetos se repiten en unos cuadros y otros, con distintas disposiciones. Se
trata de recipientes cerámicos, jarras, vajillas de lujo, porcelanas chinas,
copas de metal o de cristal, saleros, velas,
monedas, jarrones, flores, conchas, quesos, frutos secos, aceitunas, vino, panes,
alcachofas, frutas, dulces, aves, pescados y mariscos, e incluso un gato.
Pero tal vez lo más interesante
pasa desapercibido al espectador apresurado. En los reflejos de algunos objetos
encontramos diminutos autorretratos de la pintora, hasta siete en dos de los
cuadros. Es posible incluso distinguir en algún caso a Peeters con los
atributos de su oficio: el pincel y la paleta. ¿Por qué se autorretrata con
tanta insistencia y a la vez de manera tan discreta esta pintora especializada
en naturalezas muertas, un género puntero a principios del siglo XVII? ¿es,
como siempre se dice, una respuesta a la necesidad de autoafirmación de las
mujeres pintoras de la época, más aún cuando practicaba un vanguardista
realismo?, ¿lo hacía para aumentar la sensación ilusionista de la pintura, o
para demostrar su destreza? Por cierto, se sabe muy poco de la biografía de
Clara, cuya figura es apenas un reflejo fantasmagórico que nos interroga desde
la claridad de su obra.
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