EL PLACER DE LA CULTURA

viernes, 10 de septiembre de 2010

Brujas y fantasmas de Madrid

UNA BRUJA DE MADRID: LA BEATA CLARA


En la fascinante Historia de los Heterodoxos españoles de Menéndez y Pelayo aparece una referencia a un oscuro personaje histórico que debió de ser muy famoso en el Madrid de finales del siglo XVIII y principios del XIX: la conocida como Beata Clara. Durante algún tiempo vivió, en la calle de Cantarranas, hoy de Lope de Vega, concretamente en el nº 6, antes de trasladarse a la calle de los Santos, esquina a la Carrera de San Francisco, según indica Pedro de Répide, generalmente bien informado. Si la casa de la calle de los Santos despareció, como toda la vía, con la apertura de la avenida de los Reyes Católicos en los años 50 del siglo pasado, la de Lope de Vega permanece aún en pie, si bien muy modificada. A continuación ofrecemos algunas fotos del edificio, situado en la manzana 230:


Consideramos de interés trasladar literalmente el párrafo referido a la Beata Clara escrito por Menéndez Pelayo, gran baluarte de la cultura oficial del periodo de la Restauración, que en la obra citada identifica la historia de España con el catolicismo y fustiga a todos aquellos que en uno u otro momento se apartaron de la ortodoxia. Concretamente el texto aparece en el Capítulo IV del Libro VI de la Historia de los Heterodoxos españoles, en el que se da “noticia de algunos «alumbrados»”, entre ellos la beata Clara, caso que Menéndez y Pelayo considera de iluminismo y que compara con otros ejemplos de la misma época en diferentes lugares de España, que acabaron también con “ruidosos procesos” inquisitoriales. En definitiva, un caso en el que se unen religiosidad popular, superstición y curanderismo:



“Aún fue mayor la notoriedad de la madrileña beata Clara, que aconsejada por su madre y su confesor, fingióse muchos años tullida, y, so color de espíritu profético y don de santidad y milagros, atrajo a su casa la flor de las señoras de la corte, que asiduamente la consultaban y se encomendaban a sus oraciones en casos de esterilidad, enfermedades, desavenencias matrimoniales y cualesquier otros graves incidentes de la vida, a todo lo cual daba ella fácil resolución en estilo grave y enfático, como de vidente o inspirada. De tal modo embaucaba a muchos con la fama de su santidad, que logró de Roma un breve de dispensación para hacer los tres votos de monja de Santa Clara, sin que la obligasen a clausura o vida común por no tolerarlo las dolencias que ella pretextaba. Púsose altar delante de su cama, y todos los días comulgaba, fingiendo (como la beata de Piedrahita en el siglo XVI y tantas otras de su ralea) mantenerse sin otro alimento que el pan eucarístico. No le bastó tan mal urdida maraña para no ser castigada con pena de reclusión por el Santo Oficio, juntamente con sus dos principales cómplices, en 1802. Ni hubo en esta milagrería otro misterio que una estafa a lo divino, en que el confesor y la madre recaudaban crecidísimas limosnas para la beata. El cebo de la ganancia hizo surgir imitadoras, como lo fue en 1803 otra beata epiléptica, María Bermejo, de quien Llorente hace mención, añadiendo que así María como sus dos cómplices, que, al parecer, lo eran en más de un sentido, el vicerrector y el capellán del Hospital General de Madrid, fueron penitenciados por el Santo Oficio”


Bartolomé Maura. Retrato de Marcelino Menéndez y Pelayo (1878). Biblioteca Nacional



1 comentario:

magda dijo...

Estuvo genial la ruta, me lo pase de miedo :-) ¡Gracias Paco!