EL PLACER DE LA CULTURA

jueves, 29 de agosto de 2013

Atacama en Hispan TV. El origen islámico de Madrid


El canal de televisión iraní en español Hispan TV ha emitido un reportaje sobre el origen islámico de Madrid, en el que hemos participado.

Puedes verlo en el siguiente enlace: http://www.youtube.com/watch?v=vpO6Y9XUkXU

 

viernes, 9 de agosto de 2013

Cuaderno de campo: Visita al Sáhara Occidental

3 de julio de 2013

Emprendemos viaje al Sáhara Occidental.

Destino: Aaiún

Cuando en julio de 2012 surgió la invitación de manera espontánea para visitar la misión que los religiosos oblatos mantienen en el desierto desde el año 1954 no fuimos conscientes de la realidad a la que nos enfrentábamos.

El viento, la arena y la soledad del desierto han ido conformando una situación dura tras la ocupación marroquí del año 1975 que ha dejado a los saharauis y a los misioneros en una posición difícil.

Tras llegar al aeropuerto con David (misionero oblato del barrio de Aluche)  las primeras horas en la misión se convierten en un baño de realidad. Una cena organizada por los dos oblatos que se encuentran allí, Mario y Valerio nos presentó una buena radiografía de lo que íbamos a encontrar a partir de ese momento, ya que acuden varios saharauis amigos de la comunidad, pescadores españoles desplazados, miembros de la Minurso (Misión Internacional de las Naciones Unidas para el referéndum del Sáhara Occidental) y el Depositario de los bienes de la Casa de España. Cada uno con su opinión, su versión y su religión… todos juntos.

Misioneros oblatos: Mario, David y Valerio. Detrás Paco Juez
 
 Mario y Valerio estaban dispuestos a que nos lleváramos, en las dos semanas que íbamos a permanecer allí, una visión lo más completa posible de la situación del Sáhara tras la ocupación: familias separadas, imposibilidad de viajar con libertad al extranjero, represión, una apabullante presencia militar, controles terrestres, vigilancia constante del edificio de la iglesia, la penosa situación en las cárceles y la presencia, ya mayoritaria, de colonos procedentes del norte de Marruecos con el fin de intervenir con su voto en un posible referéndum, en realidad cada vez más lejano.

Pero también los paisajes, las dunas, el calor y la hospitalidad del pueblo saharaui, sus costumbres y tradiciones, su religión. Durante los días que estuvimos pudimos vivir el ramadán, asistir a la ruptura del ayuno con varias familias y participar, como observadores, de la oración de los viernes.

Ruptura del ayuno durante el ramadán en casa de un amigo saharaui
  
Oración de los viernes. Dajla
 
Los oblatos mantienen en la actualidad dos iglesias en el antiguo territorio español: una en el Aaiún y otra en la antigua ciudad de Villa Cisneros, hoy Dajla. Recientemente han recuperado la capilla situada en el puerto del Aaiún y que atendía a los pescadores  desplazados durante la época española.

Iglesia católica del Aaiún

Iglesia del puerto del Aaiún, recientemente recuperada. 
La situación de la iglesia es complicada: no pueden predicar, no pueden canalizar ayuda humanitaria, no pueden bautizar… cualquier actividad se puede convertir en motivo de expulsión. ¿Qué hacen entonces los dos únicos misioneros católicos autorizados para estar en todo el Sáhara Occidental? pues nada menos que ser presencia cristiana y testigos del sufrimiento de un pueblo, acompañarlos y apoyarlos en su día a día, atender a todo aquel que se presente en la puerta de la iglesia, incluida la población marroquí, celebrar misa para los trabajadores de la Minurso y todos aquellos cristianos (evangélicos, luteranos, anglicanos y católicos) que por motivos de trabajo se encuentran en la región.

Iglesia católica de Dajla
La iglesia de Dajla (a 6 horas en coche desde el Aaiún) tiene a su vez una situación especial ya que la persona encargada de su custodia y mantenimiento es Mohamed Fadel Semlali, más conocido como Bu, un sahuaraui musulmán que también preside la Asociación de Discapacitados de Dajla , con la que la Iglesia colabora en la formación de parte del personal saharaui que atiende a los niños discapacitados de la zona, mayoritariamente marroquíes.

Centro de discapacitados de Dajla presidido por Bu
En definitiva un viaje que nos enseñó a rezar mientras oíamos la llamada a la oración del muecín, a compartir con los más olvidados por la comunidad internacional, a escuchar su lamento silencioso y silenciado durante casi 40 años, a estar atentos a la rabia con la que están creciendo las generaciones jóvenes y a ver una iglesia comprometida y abierta que ha sellado una alianza con el pueblo saharaui que dura ya  60 años.

 

Duna blanca. Dajla
 
Más información sobre la Prefectura Apostólica del Sáhara Aquí
Información sobre Bu Aquí

 

martes, 25 de junio de 2013

Nicanor Parra en Madrid

Hay poetas, hombres y mujeres, que saben conectar con lo más profundo del ser humano, que despiertan nuestra conciencia y arremeten contra lo establecido. Ellos son capaces de desmontar los inmensos edificios construidos por nuestra mente, que no son reales, pero que arrebatan el alma del hombre.

Cuando uno se acerca a Nicanor con un público “difícil” (como dijo la vigilante de sala de la Biblioteca Nacional de Madrid al verme entrar con un grupo grande de personas con parálisis cerebral) se da cuenta del valor inmenso de aquellos que nos recuerdan quiénes somos (no una imagen, ni una idea política, ni una religión concreta…), sino hombres y mujeres en busca de paz y respuestas no superficiales.

A primera vista parecería que Parra solo nos divierte y entretiene, y podemos verlo también así, como un irreverente compulsivo que no para de jugar con la mente, el corazón y el lenguaje del espectador. Pero si observamos con detalle y entramos en su juego, Parra nos presenta siempre algún elemento que nos hace “romper la razón” permitiéndonos así conectar con una dimensión más real de nosotros mismos, del mundo y del otro.
 
Foto de Beatriz García Traba. Temuco, 1994.
 A punto de pedirle a Nicanor un autógrafo

Conocí a Parra hace 19 años, en Temuco, en un encuentro de escritores mapuches y no mapuches. Entonces era un joven de apenas 80 años que seguía aguijoneando conciencias. Grato es ver, tanto tiempo después, que el mismo joven sigue en pie y recibiendo un reconocimiento constante a su obra (lo último el Cervantes, nada menos) y me le imagino riendo y recitando desde su casa ante el serio y circunspecto público propio de estos actos:

Veo que están bostezando:
No importa
Bienaventurados los que tienen sueño
Porque no tardarán en quedarse dormidos

Reproduzco a continuación uno de sus poemas más brillantes y profundos, escrito en relación a un personaje chileno de la primera mitad del siglo XX, el afamado Cristo de Elqui:

XLII

La presencia del Espíritu Santo

se percibe con toda nitidez

en la mirada de un niño inocente

en un capullo que está por abrir

en un pájaro que se balancea sobre una rama
 

dificulto que alguien pueda poner en duda

la presencia del Espíritu Santo

en un pan recién sacado del horno

en un vaso de agua cristalina

en una ola que se estrella contra una roca


¡ciego de nacimiento tendría que ser!
 

hasta un ateo tiembla de emoción

ante una sementera que se inclina

bajo el peso de las espigas maduras

ante un bello caballo de carrera

ante un volkswagen último modelo


lo difícil es saber detectarlo

donde parecería que no está

en los lugares menos prestigiosos

en las actividades inferiores

en los momentos más desesperados


ahí falla el común de los mortales
 

quién podría decir que lo percibe

en los achaques de la ancianidad

en los afeites de las prostitutas

en las pupilas de los moribundos?


y sin embargo también está ahí

pues lo permea todo como el sodio

¡que lo digan los Padres de la Iglesia!


Arrodillémonos una vez más

en homenaje al Espíritu Santo

sin cuyo visto bueno nada nace ni crece

como tampoco muere en este mundo.

(Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui, 1979)

 

 

 

 

jueves, 20 de junio de 2013

21 de junio de 1813: la Batalla de Vitoria


Posiblemente José Bonaparte tomó demasiado tarde la decisión de replegarse hacia el norte de la Península. Con Wellington pisándole los talones, decidió jugarse el futuro del reino en una sola batalla, sin esperar a unirse con el ejército de Suchet que estaba en Valencia y sin buscar otro escenario más propicio.

El 19 de junio de 1813 llegó a Vitoria, con un ejército de unos 60.000 hombres y más de 10.000 civiles entre miembros de la administración josefina y familias de afrancesados. El ejército aliado, con Arthur Wellesley, duque de Wellington, al frente, estaba formado por unos 78.000 componentes, entre británicos, españoles, portugueses y alemanes.

Los historiadores militares han señalado los muchos errores cometidos por José I, por ejemplo, el defectuoso despliegue del ejército imperial, el desinterés por conocer la posición de su enemigo y la falta de preparación del campo de batalla, ya que, no voló los puentes que le separaban de las tropas de Wellington.

La batalla que comenzó en la mañana del lunes 21 de junio y que terminó hacia las ocho de la tarde, supuso una derrota sin paliativos para el ejército imperial y significó el final del reinado de José Bonaparte en España. Casi 13.000 personas murieron en la parte occidental de la Llanada alavesa, donde se libró la batalla en tres escenarios diferentes. El propio hermano de Napoleón estuvo a punto de caer prisionero y sólo lo evitó huyendo a caballo y abandonando su valioso cargamento. Sólo siete días después de la batalla, el 28 de junio José I cruzó el Bidasoa y abandonó España para siempre.
 Ludwig van Beethoven.
Wellingtons-Sieg oder Die Schlacht bey Vittoria : [1816]. Biblioteca Nacional de España

 El eco de la batalla fue enorme en toda Europa e incluso Ludwig van Beethoveen compuso una Sinfonía para celebrar la victoria contra las tropas napoléonicas. Austria, Rusia, Suecia y Prusia rompieron las negociaciones con el Emperador tras recibir las noticias de Vitoria y se organizaron de nuevo para acabar derrotando a Napoleón en Leipzig entre el 16 y el 19 de octubre de 1813.

viernes, 31 de mayo de 2013

El infante Don Luis de Borbón y la duquesa de Osuna, protectores de Boccherini


Luigi Boccherini acudió a España en 1768 desde París, al parecer siguiendo los pasos de la cantante Clementina Pelliccia, con la que se casó al año siguiente. Por entonces numerosos músicos italianos desarrollaban su trabajo en Madrid, donde eran muy bien considerados. Muchos de ellos estaban al servicio de la Corte, por lo que Boccherini dirigió sus pasos hacia ella, pero no encontró todo el apoyo que necesitaba para desarrollar su talento.
 
Sin embargo, el miembro díscolo de la familia de Carlos III, su hermano el infante don Luis de Borbón, contrató a Luigi Boccherini en 1770 como violoncelisa de cámara y más tarde como compositor de música. Hombre ilustrado y amante de la música, don Luis introdujo a Boccherini en su orquesta, junto a los también italianos Manfredi y Landini y el español Font.
 
 
Boccherini residió, por tanto, en el palacio del infante en Boadilla del Monte hasta 1776, en compañía de su mujer Clementina. Allí compuso numerosas obras, como sus Seis quintetos, Op. 11, el último de los cuales, llamado L’uccelliera, es decir, la pajarera, estaba inspirado en los sonidos de los pájaros que habitaban en el Monte que rodea al palacio y en la Faisanera del mismo. El infante debía de estar encantado con el músico de Lucca, al que subió el sueldo en 1772, de los 14.000 reales de vellón iniciales a 18.000.

Palacio del Infante. Foto de Beatriz García

En 1776 don Luis contrajo matrimonio morganático, para evitar poner en peligro la sucesión dinástica del hijo de Carlos III, el futuro Carlos IV. Boccherini compuso para la boda con María Teresa de Vallabriga una Serenata en Re Mayor, que fue interpretada en la capilla del palacio de los duques de Fernandina en Olías del Rey. Este matrimonio desigual obligó a la mujer del infante (y a los hijos que tuviera) a permanecer a más de 18 leguas de Madrid, por lo que toda la familia acabó trasladándose en 1778 a Arenas de San Pedro. Allí Boccherini siguió escribiendo e interpretando para el infante, hasta el fallecimiento de este en 1785, año en el que también murió Clementina.
 
 
Las dos pérdidas supusieron un gran golpe para Boccherini, que al año siguiente entró al servicio de la duquesa de Osuna, protectora de compositores e intérpretes musicales y mujer de mentalidad ilustrada, comparable en cierto modo a don Luis. Varios de los protegidos por el infante, como Goya, siguieron el mismo camino que el músico italiano y se incorporaron al círculo de María Josefa Pimentel, condesa-duquesa de Benavente y duquesa consorte de Osuna, entre otros muchos títulos. Boccherini fue nombrado director de orquesta y pasó a formar parte del círculo ilustrado de El Capricho, donde Boccherini alcanzó la cúspide de su éxito. Para la duquesa compuso, por ejemplo, sus Seis quintetos, Op 36 y La Clementina, con libreto de Ramón de la Cruz.

martes, 16 de abril de 2013

La historia de amor de Lope de Vega y Marta Nevares


Hay historias de amor que merecen ser contadas con el transcurrir de los siglos, este es el caso del amor surgido entre Lope de Vega y Marta Nevares.
Tras enviudar 2 veces y tener múltiples amantes, Lope de Vega conoce en una tertulia literaria a Marta Nevares, una joven de 25 años casada desde los 16 con un hombre mayor. Lope tiene para entonces 64 años y ya es sacerdote, lo que no supone un impedimento para que la relación se inicie y provoque la vergüenza de la hija monja de Lope, Marcela de San Féliz que profesa en el convento trinitario de la calle Cantarranas y la ira del marido de Marta, que intenta asesinar al poeta.
La diferencia de edad entre los amantes despertó también la hilaridad de algunos de sus coetáneos, como es el caso de Góngora, que escribió: 

Dicho me ha por una carta

que es tu cómica persona

sobre los manteles mona

y entre las sábanas Marta:

agudeza tiene harta

lo que me advierten después,

que tu nombre del revés,

siendo Lope de la haz,

en haz del mundo y en paz

pelo desta Marta es
 
Marta intentó anular su matrimonio y finalmente se le concedió, el marido apeló la decisión pero murió inesperadamente, lo que provocó el júbilo de Lope y la aparición de una obra titulada La viuda valenciana

 El amor que Lope profesaba a Marta se advierte muy bien en el siguiente soneto:

 
Canta Amarilis, y su voz levanta

mi alma desde el orbe de la luna

a las inteligencias, que ninguna

la suya imita con dulzura tanta.

 
De su número luego me trasplanta

a la unidad, que por sí misma es una,

y cual si fuera de su coro alguna,

alaba su grandeza cuanto canta.


Apártame del mundo tal distancia,

que el pensamiento en su Hacedor termina,

mano, destreza, voz y consonancia.
 

Y es argumento que su voz divina

algo tiene de angélica sustancia,

pues a contemplación tan alta inclina.  

 

Sin embargo la historia de amor se torció al enfermar gravemente Marta, primero quedó ciega y luego enloqueció. Lope la cuidó amorosamente hasta el final de sus días. Nos ha quedado un “testamento” literario lleno de ternura y fuerza:

 
¡Ay soledades tristes

de mi querida prenda

donde se escuchan solas
las ondas y las fieras!
………

O, ¿pediré llorando

la noche de su ausencia…
……

Ya es muerta, decid a todos,

ya cubre poca tierra

la divina Amarilis,

honor y gloria vuestra;

aquellas cuyos ojos

verdes, de amor centellas,

músicos celestiales,

Orfeos de almas eran,

cuyas hermosas niñas

tenían, como reinas, doseles de su frente

con armas de sus cejas. 

 

 
 

 

sábado, 30 de marzo de 2013

La Semana Santa en Madrid


La Semana Santa madrileña tiene un sabor agridulce al encontrarse tan unida a la convulsa historia capitalina.
Hay noticias de procesiones desde principios del siglo XVI aunque su momento de esplendor se centra hacia 1561 cuando Madrid se convierte en la sede definitiva de la Corte. El Concilio de Trento es también un aldabonazo importante ya que se recomendaron vivamente las manifestaciones públicas de la fe, tanto para “lavar” la imagen de España frente al resto de Europa por su pasado musulmán como para enfrentar de una manera viva el desafío protestante.
Imagen de la Esperanza Macarena. Real Colegiata de San Isidro
Madrid 2013

Hay procesiones ligadas a la Corte y otras íntimamente unidas a los gremios. El día grande era el viernes y el alboroto que se organizaba era tal que obligó en 1805 a publicar una ordenanza que regulara el número de las que debían procesionar, así como el orden en el desfile, la ropa adecuada, la necesidad de que salieran militares que mantuvieran el orden, la música que debía tocarse… todo ello nos indica el gran seguimiento por parte del pueblo de Madrid. La II República (que circunscribió las manifestaciones religiosas a los templos) y la Guerra supusieron un corte importante, y no se retoma la tradición hasta los años 40 (Cofradía de la Esperanza Macarena y el Cristo del Gran Poder y la procesión del Silencio) a la vez que otras de gran tradición se disuelven. Los años 90 suponen una explosión en el número de cofradías surgiendo algunas nueves (como la del Cristo de los Estudiantes y el Cristo de los Gitanos) y retomando otras de gran antigüedad, como la del Cristo de los Alabarderos.  
Cofradía del Silencio. Iglesia del Santísimo Cristo de la Fe.
Madrid 2013 
 
Encontramos en Madrid procesiones cuyas imágenes están unidas a la leyenda, como la del Cristo de los Alabarderos y el Cristo de Medinaceli;  procesiones con historias de destrucción y lucha, como la de María Santísima de los Siete Dolores y procesiones que reflejan de manera clara y manifiesta el espíritu de ayuda y solidaridad de los cofrades, como la del Cristo de los Gitanos. Las de mayor tradición en Madrid y que nunca dejaron de contar con la devoción del público a pesar de todas las vicisitudes son el Cristo de Jesús el Pobre (con cofradía desde el siglo XVIII) y el Cristo de Medinaceli (desde 1710).
 
El Divino Cautivo. Parroquia de Santa Cruz.
Madrid 2013
En relación a la Virgen de los Siete Dolores  haremos tan sólo un pequeño apunte para comprender mejor las lágrimas y el dolor que se aprecia en las imágenes que procesionan estos días por las calles de nuestra ciudad.
Santa Catalina de Siena nos ha dejado una “clasificación” de la importancia y el valor de las lágrimas. Podemos distinguir 4 tipos:
- Lágrimas malas que engendran muerte. Son las que proceden del pecado y la rabia, del odio y la envidia
- Lágrimas de los que, lejos del pecado, empiezan a querer servir a Dios, pero privados de los consuelos visibles, lloran por verse con tanta incapacidad y tribulaciones
- Lágrimas de los que aman con perfección a Dios y al prójimo, doliéndose de las ofensas que se le hacen a Dios y compadeciéndose del daño del prójimo, en completo olvido de si mismos.
- Lágrimas de dulzura, derramadas con gran suavidad por la unión íntima del alma con Dios. Son lágrimas de puro amor que derraman los santos en las más altas cumbres de la perfección cristiana.
Estas últimas son las que podemos observar en la cara de la Virgen. Además hay otro elemento que nos remite directamente al dolor de María y que se halla anclado en los textos del Nuevo Testamento, me refiero a la significación de los siete puñales que atraviesan el corazón de la Virgen y que simbolizan los siete dolores que anuncian la tragedia: La profecía de Simeón; la huida a Egipto; La pérdida del niño en Jerusalén; El encuentro con Jesús camino del calvario; La muerte en la cruz; El descendimiento y por último La sepultura de Jesús.
Los siete puñales que podemos observar en la imagen de la Virgen de la Iglesia de Santa Cruz de Madrid (Calle Atocha, 6) fue lo único que se salvó de la cofradía después de los bombardeos de la Guerra Civil y llevan inscritos el nombre de los Alguaciles de la Casa y Corte, cuyos miembros se ocuparon de la imagen desde 1590.

miércoles, 13 de marzo de 2013

17 de marzo de 1813. José Bonaparte abandona Madrid

La Gazeta de Madrid de 18 de marzo de 1813 informó escuetamente de la salida de José Bonaparte de la villa: “El REI nuestro señor salió ayer de esta corte a recorrer las líneas de los exércitos”. No era la primera vez que se veía obligado a dejar la sede de la corte, pero sí sería la definitiva: lo había hecho el 1 de agosto de 1808, como consecuencia de la victoria del bando patriota de Bailén, cuando sólo llevaba 11 días en la ciudad; repuesto en el Palacio Real merced a la decisiva intervención de su hermano el Emperador, volvió a huir de Madrid el 11 de agosto de 1812, esta vez como consecuencia de la derrota napoleónica en Los Arapiles. Sin embargo, en el comienzo de la primavera de 1813 José Bonaparte dijo adiós a Madrid de manera definitiva e inició una marcha hacia el norte que le llevó primero a Valladolid y luego a la derrota irreversible de Vitoria, el 21 de junio del mismo año. Entonces dejó de ser, de facto, rey de España, aunque no abdicó hasta el 7 de enero de 1814, ya en tierras francesas.
La situación militar en la Península, en claro retroceso para los ejércitos napoleónicos, fue determinante para la salida de José I de Madrid. El emperador animó a su hermano mayor a abandonar Madrid y a trasladar su cuartel a Valladolid, para recuperar el control del norte peninsular. José Bonaparte se resistió a dejar Madrid porque sabía que su marcha de la corte supondría el ocaso de su reinado. Pero las esperanzas que tenía puestas en la ciudad se habían ya desvanecido hacía tiempo. Madrid había mostrado claramente su preferencia por el bando patriota cuando había sido conquistada por Wellington y los guerrilleros en el verano de 1812. La posterior recuperación de la ciudad por parte de José Bonaparte fue sólo un espejismo. La consecuente persecución, si bien no demasiado feroz, contra aquellos que habían colaborado con el bando patriota, había provocado incluso un aumento de su impopularidad, como diríamos hoy, entre los madrileños.

Josep Bernat Flaugier. Retrato de José Bonaparte.
Museu Nacional d'Art de Catalunya, Barcelona, c. 1809

José salío de Madrid el 17 de marzo de 1813 y seguramente sabía que no volvería jamás a pisar aquella ciudad. Dejaba atrás el fracasado intento de haber construido un nuevo reino de España. El rey “intruso” no se iba con las manos vacías: llevaba documentos oficiales, cartas privadas, un orinal de plata y entre otros objetos de valor, más de 200 óleos enrollados, dibujos y grabados, que Wellington incautó en la batalla de Vitoria. Fernando VII, entre generoso, irresponsable e ignorante, regaló la mayor parte al ilustre general inglés y hoy forman parte de la colección de la Apsley House londinense: son 83 obras, entre ellas la Última Cena, de Juan de Flandes (y que perteneció a Isabel la Católica), El aguador de Sevilla, de Velázquez o La oración en el Huerto, de Correggio.

Correggio. La oración en el Huerto. Apsley House, Londres. 1525

Con José Bonaparte se marcharon la corte y la administración josefinas, todo el servicio palatino, los altos funcionarios y algunos religiosos secularizados. De esta manera se acababa con la ficción de un poder soberano que en realidad no existía, como le confesó el rey al embajador Laforest en una carta de febrero de aquel año. También marcharon con el rey “intruso” numerosos madrileños afrancesados; Estala o Moratín se fueron poco después que el rey; Meléndez Valdés fue de los últimos en abandonar Madrid, entre los postreros convoyes de afrancesados que continuaron saliendo, con familias enteras, hasta finales de mayo, cuando se completó la evacuación de Madrid.

El rey decidió mantener algunas fuerzas de ocupación en la ciudad, con el general Hugo al frente. También ordenó que al día siguiente de su marcha, se organizara una novillada en la Plaza Mayor, con entrada gratuita y culminada con fuegos artificiales. Asimismo se celebró la onomástica del rey ausente el 19 de marzo, como indica la Gazeta de Madrid (núm. 79, de 20/03/1813, pág. 316) y el Diario de Madrid (19/3/1813, págs. 1-3), con nuevas novilladas, bailes, salvas de cañonazos, fuegos artificiales e iluminación extraordinaria en la ciudad. Ni medidas populistas como estas, que practicó durante todo su reinado, ni su gran proyecto reformista para España, improvisado pero entusiasta, habían servido al rey para conquistar el corazón de los madrileños, ni de los españoles en general.

Benito Pérez Galdós, en sus Episodios Nacionales, imaginó la salida del rey sin poder evitar la comparación con las lágrimas de Boabdil al dejar Granada:

Cuando el coche, pasado el arco de San Vicente, torció a la derecha en dirección a la Puerta de Hierro, Su Majestad, que hablaba con el general Jourdan, dejó a este con la palabra en suspenso, y se asomó por la portezuela para contemplar el real palacio que quedaba detrás, sentado en los bordes de la villa, con un pie arriba y otro abajo, destacando su enorme cuerpo blanco sobre las rampas de ladrillo que le sirven de trono y sobre la verdura de los árboles que le sirven de alfombra. José Bonaparte dirigió al edificio una mirada en la cual difícilmente podrían conocerse los sentimientos de su corazón. Aquel abandonado albergue que veía Su Majestad tras sí, ¿era una mansión risueña, de la cual no podía alejarse sin pena, o por el contrario, cueva horrorosa en cuyo recinto no había sino cautiverio y tristeza? ¿Era grata al intruso la idea del regreso, o se complacía su ánimo con el pensamiento de perder de vista para siempre la enorme casa blanca y las rojas murallas y el jardín rastrero entre cuyo follaje levanta el abollado sombrerete de su techo, la ermita de la Virgen del Puerto?...

Napoleón el Chico, después del triste mirar, recostose taciturno en el fondo del coche, mas no oyeron sus cortesanos ningún suspiro como el que en parecido caso regaló a la historia Boabdil el de Granada. Reanudose la conversación entre José y el mariscal Jourdan. Madrid y su palacio y su polvo y su claro cielo y su aire sutil no fueron ya para el hermano de Bonaparte más que un recuerdo. Benito Pérez Galdós. Episodios Nacionales. Segunda Serie; 11: El equipaje del Rey José. Madrid, Imprenta y Litografía de La Guirnalda, 1875, p. 14-15


martes, 26 de febrero de 2013

Impresionismo y Aire libre


Un soplo de aire fresco en la cara, que mitiga, al menos, el incendio que nos consume. La exposición del Museo Thyssen, Impresionismo y Aire libre: de Corot a Van Gogh hace disfrutar al visitante de una experiencia deliciosa. Sobre un fondo gris más de cien obras, tres cuartas partes de ellas nunca antes vistas en España, llenan de color la sala de exposiciones. Juan Ángel López Manzanares, comisario de la muestra, subraya que tendemos a identificar la pintura al aire libre con el Impresionismo, pero que, como demuestra la exposición, esta práctica se inició mucho antes.

La pintura al aire libre, llena de dificultades para el pintor, como ilustra un cuadrito de Jules Coigniet que podemos ver en la exposición, comenzó a finales del siglo XVIII. Frente a los idealizados paisajes clásicos elaborados en el estudio, los jóvenes paisajistas de finales del siglo XVIII comenzaron a ejercitarse a través de pinturas al aire libre, principalmente durante sus estancias en Italia, con el afán de obtener mayor veracidad en sus obras. Y a lo largo del siglo XIX se fue haciendo menos clara la diferenciación entre obras pintadas en el exterior y composiciones de estudio, hasta que con los impresionistas los paisajes al aire libre alcanzaron el estatus de obra definitiva.

Hay dos características comunes a todas las obras de la exposición: todos los cuadros son óleos, sobre lienzo o sobre papel, técnica que se vincula habitualmente al cuadro acabado; y todos son paisajes, con mínima presencia humana, a veces testimonial, lo que no impide que sean paisajes humanizados por la mirada del pintor, siempre presente. En este sentido Juan Ángel ha concebido la exposición como un homenaje al barón Hans Heinrich Thyssen, el hombre que cambió la orientación de la colección familiar, centrada hasta entonces en el retrato, y que dio un mayor protagonismo al paisaje.

Claude Monet. Les Pirámides de Port-Coton. 1886. Arp Museum Bahnhof Rolandseck

La muestra se estructura en apartados temáticos según el listado de motivos para la pintura al aire libre propuesta por Valenciennes, considerado como el padre de este tipo de pintura. Dentro de cada sala, podemos observar ejemplos de diferentes aproximaciones a los mismos motivos, desde diferentes escuelas y distintas cronologías. En la exposición, por ejemplo, podemos comprobar el contraste entre el pintoresquismo detallista de Von Rohden y el sintetismo y la sencillez de Corot en la representación de las ruinas romanas. También disfrutamos comparando el acercamiento científico y preciso de los pintores norteamericanos de la Escuela del Hudson a las rocas y el carácter constructivo de los cuadros de Cézanne realizados en el rocoso bosque de Fontainebleu. El naturalismo de las montañas de Carlos de Haes contrasta con el subjetivismo y la expresividad de los Alpes en las obras de Hodler. La precisión de Michallon en la representación de los árboles poco tiene que ver con la subjetiva y llameante visión de Van Gogh. El agua, en movimiento incesante en la obra de Turner, parece solidificarse en los cuadros de Courbet. Las nubes veristas de Constable poco tienen que ver con las más abstractas y subjetivas de Nolde. La exposición también nos permite, por ejemplo, comparar la pincelada impresionista de colores yuxtapuestos de las marinas de Monet con las amplias pinceladas de las pintadas por Sorolla.

Joaquín Sorolla. Mar y rocas de San Esteban, Asturias. 1903. Museo Sorolla, Madrid

En definitiva, Impresionismo y Aire libre ilustra una práctica artística difícil, pero que abrió nuevas posibilidades a la representación del paisaje y que favoreció grandes transformaciones en la pintura del siglo XIX.


sábado, 2 de febrero de 2013

La inauguración del mercado de la Paz


Hasta el último cuarto del siglo XIX no se construyeron los primeros mercados cubiertos de la ciudad, lo que permitió mejorar las condiciones higiénicas de los productos, la salubridad de las vías públicas y el tránsito por la calles. En 1875 Alfonso XII inauguró las primeras instalaciones modernas dedicadas tanto a la venta al por mayor como al comercio minorista; se trata de los mercados, hoy desaparecidos, de la plaza de la Cebada, dedicado a frutas y hortalizas, y de la plaza de los de Mostenses, para caza, pesca y ganadería. Un año más tarde se inauguró el de Chamberí y en 1879 el de la Paz, en el Barrio de Salamanca. Todos ellos eran modernos edificios con estructura de hierro y cerramiento de cristal. Sin embargo, en muchos barrios de Madrid continuaron los mercados callejeros hasta bien entrado el siglo XX.

El Mercado de la Paz fue inaugurado el 4 de octubre de 1879, promovido por los empresarios y banqueros catalanes Manuel y Jaime Girona y Agrafel. El mercado nació para satisfacer la necesidad de abastecimiento del barrio, cuya historia había comenzado  apenas 20 años antes. El diario El Imparcial de 5 de octubre de 1879 subrayaba la ausencia de instalaciones mercantiles en el barrio de Salamanca: “Tiempo hacía que el vecindario de aquella parte de Madrid expresaba los deseos de que se construyera tan necesaria é importante obra”.  

El arquitecto encargado de la construcción en hierro del mercado fue Antonio Ruiz de Salces, que por entonces dirigía también las obras del Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales, el cual iniciaba su etapa final tras un proceso demasiado dilatado en el tiempo. El citado diario El Imparcial resaltaba que el edificio, un rectángulo de 70 x 20 m., conciliaba “la comodidad de los vendedores y del público, así como la facilidad de circulación con una construcción sin pretensiones de suntuosa, pero sí con las de perfectamente adecuada á los servicios que en todo mercado deben existir”. Contaba entonces con 120 puestos, casi todos ya alquilados antes de la apertura del mercado, distribuidos en 4 manzanas centrales y 4 laterales, con un amplio espacio central para la circulación. El Imparcial destacaba también la buena ventilación y la adecuada iluminación y aludía a un desaparecido reloj de torre que coronaba el edificio.

La inauguración, según el citado diario, se caracterizó por la “mucha y muy distinguida concurrencia, que fue obsequiada con un espléndido buffet”. Entre los asistentes se cita al alcalde marqués de Torneros, al presidente de la diputación conde de la Romera y al general Serrano y su esposa. Los fuegos artificiales y la música de artillería dieron, ya por la noche, fin a la celebración.

El Mercado de la Paz fue profundamente remodelado en los años cuarenta del siglo XX y en los años ochenta se recuperó la estructura de hierro y se modernizaron las instalaciones. Pero, a pesar de los cambios, podemos considerarlo el mercado más antiguo de los que permanecen en pie en Madrid.

Foto: Francisco Juez

viernes, 25 de enero de 2013

El pasado atacameño de una antropóloga

Estas navidades recibí una comunicación inesperada que me puso en contacto directo con una parte de mi pasado, precisamente el que da nombre a nuestra empresa de servicios culturales y de la que parte la idea motora que impulsa nuestras vidas. Reproduzco a continuación la entrada que Horacio Larraín ha escrito en su blog de Eco-antropología: enlace


Una visita inesperada

Acaeció en un día cálido de Marzo del año 1994,  en la ciudad de Iquique, Norte de Chile.  Golpea a la puerta de nuestra casa  de Pasaje Dolores 3272 una extraña  y sorprendente figura.  Calzando zapatos de terreno, descomunal  mochila al hombro y  sombrero alón aparecía  un ser femenino pequeño, de ojos  vivaces y rostro redondo preguntando por el Dr. Larrain. ¿Vive aquí  el Dr. Larrain?,  interrogó con  un rápido e inescapable  dejo  español,  esbozando  una de esas sonrisas que conquistan a primera vista. Era una menuda joven antropóloga de 25 años,   recién llegada de Madrid,  con su rutilante título bajo el brazo,  que pretendía ir a conocer de cerca el  modo de vida y el pensamiento político de los  aymaras chilenos.  Llamábase la niña - porque eso parecía: solo una niña- Beatriz García Traba, y venía especialmente recomendada por el  arqueólogo   chileno Patricio Núñez Henríquez, del Instituto de Investigaciones Antropológicas  de la Universidad de Antofagasta.

Un acogedor hogar aymara en Cariquima 

 ¿Cómo negarse a recibirla en casa con tal recomendación?  Venía agotada y sudorosa, casi oculta  debajo de su gigantesca y descomunal mochila. No he podido nunca olvidar esa escena hasta hoy. Marta, mi esposa,  la ayudó a trepar la pequeña escalinata  y  a los pocos minutos, ella "se sentía en casa", mejor dicho, nosotros  nos sentíamos "en casa" con ella, como  un miembro más de nuestra pequeña familia. Un par de semanas disfrutamos de su gratísima compañía, mientras preparaba su ingreso al territorio de la  etnia aymara, concretamente en Cariquima y Chijo, junto a la frontera con Bolivia donde la esperaba el hogar de don Antonio y la señora  Elena. Se había propuesto estudiar en su Universidad, la Universidad Complutense de Madrid, como tema de su tesis doctoral,  un tópico difícil y complejo: el proceso de desarrollo político del mundo aymara chileno y su dirigencia  en el contexto de un régimen  político dictatorial: en la época del gobierno militar regido entonces por el  general Augusto Pinochet  Ugarte. Tema candente, complicado y riesgoso, en época de  férrea dictadura militar.


Experiencias  vivas en el mundo aymara campesino.

Como antropólogo cultural, pensé que las tierras de pastoreo y el hogar de mi ex compañero de curso de Lengua aymara  en Arica (dirigido por don Manuel Mamani), don Antonio Moscoso,  que vivía en  el pueblo fronterizo de Cariquima y  en la estancia de pastoreo de Chijo  serían el lugar ideal para que la joven española  se hiciera lugareña,  e "hiciera sus primeras armas" en la etnografía  local aymara.  Así se hizo. Y muy pronto veríamos a nuestra frágil y simpática Beatriz, vestida a la usanza aymara, "pasteando" el ganado,  trasquilando ovejas y recogiendo leña de tola en los faldeos cordilleranos de Chijo (Fotos Figuras 1 a 3). A don Antonio y su mujer acompañaban   su hijo, el  adolescente  Daniel Moscoso y su hermana  Elena. Ésta última   era de la  misma edad que Beatriz, y pronto se  hicieron buenas amigas.


En la estancia ganadera de Chijo.

Así,  en la intimidad cordillerana de Chijo, en el hogar de los Moscoso Mamani, vivió Beatriz varias semanas, como una hija más,  empapándose del modo de vida, cultura y cosmovisión de esta típica y ejemplar familia aymara  tarapaqueña.  Las fotos que aquí presentamos, tomadas en aquellos años por la propia Beatriz y enviadas expresamente por su autora  para ambientar este capítulo del  Blog, nos ofrecen  una cuenta gráfica, palpitante  de emoción y recuerdos,  de su breve aclimatación  a la vida  del pastor andino.


Viviendo  en terreno la "observación participante".

 Los antropólogos culturales  -a  diferencia de nuestros amigos los sociólogos-  usamos como método básico y fundamental de aproximación a nuestra realidad de estudio, de la "observación participante", método simple pero riquísimo que consiste en empaparse del modo de vida del grupo humano que queremos estudiar, siguiendo lo más exactamente posible  la rutina diaria de una familia en su propio ambiente y tomando nota cuidadosa  de su habitat,  su geografía y ecología concreta,  sus vivencias  religiosas, al ritmo lento y cansino de la horas del día dese el temprano amanecer, en su  incesante ir y venir del ganado entre la aguada, el corral, el bofedal  y los pastizales de altura. Al antropólogo en lo posible nada debe escapársele, todo lo debe tratar de señalar y describir para lograr de este modo  penetrar en las claves  más recónditas  de su cultura. Un acompañamiento cercano que ojalá  pueda  extenderse a un año completo,  con todas estaciones  y cambios de clima. Sólo así resulta posible entender y por ende, respetar el modo de vida aymara, sus tradiciones y su historia multisecular.


De  este inolvidable período de su vida, Beatriz  nos ha anotado hoy, de su puño y letra:

"Nunca pensé que en diciembre de 2012 el pasado llamaría a mi puerta a través de las nuevas tecnologías. La misiva del Facebook decía así: "Hola, Beatriz, soy Daniel hijo de Antonio Moscoso y Elena Mamami: no sé si me recuerdas, me acabo de recibir de antropólogo en la Universidad".  Automáticamente  mi mente voló casi veinte años atrás recordando a un chiquillo de ojos despiertos y sonrisa fácil con el que compartí unas semanas en Cariquima junto con sus  padres y su hermana Elena. Su Padre, Don Antonio, era una persona excepcional, con un interés  por la historia y la antropología, realmente llamativo.  Imagino lo orgulloso que estará de su hijo.
Su madre procuró en todo momento que me sintiese como en casa y aún recuerdo las cenas de "pescaditos", con granos de maíz,  y la quínoa con [carne] de llama. Como se puede ver en una de las fotos ,compartí con ellos unos días  en su pequeña cabaña de pastoreo; allí me dejaron participar en sus actividades y doña Elena hiló parte de la lana recién esquilada y me la regaló. Ya en España, mi tía me la tejió y aún hoy  sigo utilizando esa bufanda tan especial.  Al tener [yo]  la misma edad que su hermana Elena, la estancia  con ellos fue realmente acogedora, y las conversaciones muy enriquecedoras para una joven antropóloga que  quería saber realmente cómo se vivía en el altiplano chileno.
Hay cosas que no se pagan, como el cariño que me dieron esos días,  ni el que tantos años después, ese niño, ya mayor, se haya puesto en contacto conmigo para saludarme  y,  además, con la agradable noticia de que como antropólogo, podrá ayudar a su pueblo y seguir defendiendo sus derechos continuando así la estela de algunos de sus familiares,  férreos luchadores de lo s derechos del pueblo aymara".

(Hasta aquí el texto enviado  en estos días por Beatriz desde Madrid, como complemento a este capítulo).

Beatriz García con Daniel Moscoso. Año 1994. Chijo

Beatriz García con Antonio Moscoso esquilando llamas. 1994. Chijo, altiplano chileno

La metamorfosis de un pastor altiplánico.

Pasaron raudos los años. La Universidad Bolivariana  decide abrir la carrera de Antropología y Arqueología en Iquique. Se inicia el año escolar del año 2003 con  un grupo de quince estudiantes de la Carrera. Entre sus profesores estaban el Dr. Mario Rivera,  el Dr. Juan Van Kessel,  el Dr. Horacio Larrain  y los profesores  Olaff Olmos,  Patricio Arriaza  y  Orlando Acosta, entre otros varios. 

Nuevos alumnos, expectantes,  pisan las flamantes aulas universitarias de la recién inaugurada  Sede de Iquique de la Universidad Bolivariana. Entre ellos,   hay un espigado joven aymara, silencioso y retraído,  de nariz aguileña y de rostro curtido por el sol  y los vientos impetuosos de la puna: Daniel Moscoso Mamani. Se ha hecho  realidad, en unos pocos años,  una casi increíble metamorfosis: el pastor de antaño, de chullo y ojotas, ahora se ha convertido en un serio estudiante de Antropología. Fueron años duros de estudio para el joven Daniel, acostumbrado a esquilar ovejas y llamas o cazar guanacos, pero  poco adicto a manejar el lápiz  y el cuaderno de notas. Entre sus compañeros, casi todos tarapaqueños, están Vïctor Bugueño  hijo y nieto de empleados y obreros salitreros, Cristian Riffo Torres,  hijo de un obrero del Mineral de cobre de Chiuicamata, María José Capetillo, joven originaria de Mamiña, de probable y muy antiguo ancestro quechua, Luis Pérez Reyes que nació en una isla  del lejano Golfo de Reloncaví   (Isla Maillen) y otros más, casi todos ellos de origen obrero, pampino o agricultor. Sin duda, es un destacable mérito  y motivo de orgullo de la Universidad Bolivariana  el haber abierto sus puertas en Iquique a  hijos de sencillos trabajadores que por vez primera  se insertaban, entre nerviosos y  expectantes,  en un ambiente académico de alta exigencia.   

Y llegó el gran día: la graduación académica.

Nunca podré yo olvidar las palabras con que el papá de Daniel, don Antonio Moscoso, mi antiguo compañero de un Curso de lengua aymara en Arica en 1985,  nos pidiera, casi en son de súplica,  en  aquel Marzo del 2003, que "hiciéramos todo lo posible porque su hijo llegara al final de su carrera".  Y en esta graduación  del año 2012, Daniel alcanzó la meta tan deseada: ser un Antropólogo para ayudar y defender a su gente y a su pueblo.

Horacio Larraín y Daniel Moscoso. 2012. Iquique, Chile


jueves, 17 de enero de 2013

El despertar de la inteligencia espiritual

Atacama incia una serie de talleres sobre inteligencia espiritual con el objetivo de  mostrar de una manera accesible el camino para llegar a despertar una de nuestras potencialidades más olvidadas hoy en día.

Cada vez somos más conscientes de la necesidad de despertar el principio vital interior a través de la experiencia, sin embargo aprender a mirar lo que subyace en todo es un reto difícil de emprender.

En estos cursos abordaremos el despertar de la inteligencia espiritual desde diversos ámbitos. Primero nos centraremos en las herramientas que la antropología pone a nuestra disposición para ayudarnos a tomar distancia de nuestra propia cultura y de nosotros mismos abriéndonos al conocimiento de realidades nuevas siempre cambiantes que nos hacen preguntarnos qué hay más allá de las manifestaciones culturales concretas. Para lograr esta “distancia cultural” recurriremos al cómic y conoceremos las reglas básicas del trabajo de campo antropológico.

En una segunda sesión analizaremos los recursos que nos proporcionan los cuentos para adentrarnos en el lenguaje simbólico y el análisis de diversos mitos nos revelará su función como un vehículo del conocimiento humano. Ambos nos acercarán a la patria común de la humanidad: el alma.

Por último aprenderemos a escuchar el silencio y disfrutaremos de su capacidad para abrirnos a la palabra mediante una serie de ejercicios que nos ayudarán a tomar conciencia de quiénes somos

Las sesiones llevan como título:  

La observación participante

El lenguaje simbólico

Escuchar el silencio  


Petroglifos de la quebrada de Ariquilda. Norte de Chile. Foto: Beatriz García, 2009


domingo, 13 de enero de 2013

El retrato de María Teresa Vallabriga a caballo, de Goya

Una carta de 2 de julio de 1784 que Goya remitió a su amigo Martín Zapater comenzaba así:

Queridito Martín: Estoy flaco y no trabajo mucho, aun no he acabado el retrato á caballo de la Señora del Ynfante pero le falta poco.

(Francisco de Goya. Cartas a Martín Zapater. Edición de Mercedes Águeda y Xavier de Salas. Ediciones Turner. Madrid, 1982, carta 55)

Francisco de Goya. Carta a Martín Zapater de 2 de julio de 1784. Museo del Prado

La señora a la que se refiere Goya es María Teresa de Villabriga, la joven esposa del infante don Luis de Borbón. Aragonesa, como el pintor, tenía 17 años cuando contrajo matrimonio morganático con el hermano menor de Carlos III, de 49 años. Tuvieron tres hijos, María Teresa, que se convirtió en condesa de Chinchón, Luis María, que sería cardenal de Sevilla y arzobispo de Toledo, y María Luisa, futura duquesa de San Fernando.

El palacio del Infante don Luis de Borbón en Arenas de San Pedro (www.turismoavila.com)

Desgraciadamente el retrato del que habla Goya no se conoce. Sin embargo, ha podido verse en Madrid, en la exposición del Palacio Real, Goya y el Infante Don Luis: el exilio y el reino (30 octubre 2012 – 24 febrero 2013) un maravilloso borrón de este retrato que se encuentra en la florentina Galleria degli Ufizzi, pintado seguramente un año antes que el cuadro, en 1873. En este año Goya realizó su primer viaje a Arenas de San Pedro, donde residía la familia del infante exiliada de la Corte, seguramente tras la mediación de Ventura Rodríguez. El boceto es un lienzo sobre tabla, de unos 80 x 60 cm.

Francisco de Goya. María Teresa de Vallabriga a caballo. 1783.  Galleria degli Uffizi

Se trata de un retrato ecuestre que evoca indudablemente obras velazqueñas. La infanta aparece de perfil, con un traje de montar azul y un vistoso tocado con plumas, y se recorta sobre el fondo de la sierra de Gredos. Incluso la elegancia en la manera con la que María Teresa sujeta las riendas recuerda a los retratos ecuestres de Velázquez, que, no lo olvidemos, Goya había grabado apenas seis años antes. El uso del color es muy neoclásico y el contraste entre el intenso azul del traje de la infanta, el suave dorado del caballo y los grises y verdes del atmosférico paisaje es delicioso. La pincelada es, sin embargo, muy suelta, y deja atrás las convenciones clasicistas.

Francisco de Goya. Retrato ecuestre de Isabel de Borbón. 1778. Museo del Prado

También en la exposición se ha podido ver otro magnífico retrato de María Teresa, que se conserva en el Museo del Prado, boceto para el fascinante gran lienzo de La Familia del Infante don Luis conservado en la Fundación Magnani-Rocca de Corte de Mamiano (Parma, Italia), gran estrella de la exposición del Palacio Real. Asimismo se ha expuesto otro retrato de la infanta que se guarda en la colección del mexicano Pérez Simón, verdaderamente maravilloso. En la muestra del Palacio se han podido ver también buena parte de los retratos que Goya realizó a los demás miembros de la familia en Arenas.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Los mercadillos navideños de Madrid

Al menos desde mediados del siglo XVIII Madrid cuenta con un mercadillo navideño o, mejor dicho, dos. Si en la Plaza Mayor se podían comprar los alimentos más característicos de las Navidades, entre ellos los dulces, los pavos y los pollos, en las cercanas plazas de Provincia y Santa Cruz, “las plazas siamesas”, como las denominaba Ramón Gómez de la Serna, podían adquirirse objetos tan navideños como las figuritas del belén y los instrumentos musicales típicos de estas fechas.

Seguramente el testimonio literario más antiguo que se refiere a estos mercadillos es el del sainete de Ramón de la Cruz titulado El hambriento de Navidad, de 1763. Estos son algunos de los gritos que se oían en la Plaza Mayor, al menos en su versión sainetera:

¡Jalea!

¡Perada!

¡Chorizo!

¡Turrón!

Granadas, naranjas,

merluza, salmón,

besugo, aceitunas,

tortas y acitrón.


En medio de la plaza todo era gritar:


¡Lombarda!


¡Escarola!

¡Pavos!

¡Mazapán!

Gallinas, capones,

perdices, zorzal,

cascajo, camuesas

y mil cosas más.

Mucho después, el periodista y cronista Pedro de Répide se refería así al mercado navideño de la Plaza Mayor en los años 20 del siglo pasado, cuando ya se incorporaron algunos productos no gastronómicos: “Un aspecto singularísimo de la Plaza Mayor es la feria de Navidad, aspecto que ya tiene tradición, pues hay un sainete de don Ramón de la Cruz, que así la describe. Es un mercado pintoresco que parece dispuesto por y para Gargantúa, en los días que se celebra la Pascua del Nacimiento de Cristo. Las manadas de pavos ocupan la calzada, donde se apretuja la gente ante los puestos y tenderetes; donde, junto a los sacos de cascajo, esplenden su tesoro de color las naranjas de Levante y de Andalucía, los plátanos de Canarias y las frutas americanas. Alicantinos y jijonencos instalan sus turrones, sus jaleas y sus guirlaches, sabrosa perpetuación de la confitería morisca. Y en otros mostradores se ostenta la fábrica del estruendo, con los panderos y los tambores, lo rabeles y las zambonas, que atruenan las calles y las casas” (Las calles de Madrid, Ed. La Librería, Madrid, 1995).

Sobre Santa Cruz escribe el propio Répide: “Esta plaza, una de las tradicionales de Madrid, conserva todos los años por Navidad su pintoresco aspecto de mercado de figurillas de barro, para componer los «Nacimientos», y de panderos, tambores, rabeles y zambombas con que dar ruidoso acompañamiento al cántico de los villancicos” (Íbid.)


También en la Plaza de Provincia, Alfonso Sánchez Portela captó la instantánea de una de las vendedoras de pavos que conducían a los animales vivos por las calles de un Madrid con menos tránsito de vehículos y con el palacio de Santa Cruz, actual sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, como telón de fondo. Corrían las Navidades de 1925.

Fue después de la Guerra Civil, cuando los puestos se concentraron en la Plaza Mayor, hasta que en 2008 el Ayuntamiento decidió volver a dividir en dos el mercadillo: los artículos de broma se venden en las plazas de Santa Cruz y Provincia y las figuritas de belén y las panderetas en la Plaza Mayor.