EL PLACER DE LA CULTURA

miércoles, 27 de enero de 2016

Lo que queda del Madrid Moderno


Muy cerca de la Plaza de Toros de las Ventas, en un sector actualmente delimitado por las calles Ruiz Perelló, Cardenal Belluga, Roma, Cartagena, Francisco Navacerrada y Campanar y la avenida de los Toreros,  subsisten algunas edificaciones de una colonia residencial centenaria: El Madrid Moderno. Fue promovida en torno a 1890 por el abogado y político Mariano Santos Pinela, propietario de los terrenos, con la dirección del arquitecto Julián Marín.

Hoteles que subsisten al final de la calle Roma
 
Se comenzaron a construir más de 60 viviendas unifamiliares adosadas, que seguían el modelo ideado por el arquitecto Mariano Belmás, colaborador de Arturo Soria en la Ciudad Lineal. Pero el Ayuntamiento de Madrid detuvo las obras en 1891 porque carecían de la preceptiva licencia. Después de dos años de conflictos administrativos, un nuevo propietario adquirió la promoción y la amplió a casi 100 hotelitos. Se trata de Francisco Navacerrada, que da nombre a una de las calles de la colonia, y que la bautizó con la denominación de El Madrid Moderno.

 

Casas de la casa Francisco Navacerrada
  Mauricio Martínez Calonge firmó en 1894 el proyecto arquitectónico que dio finalización a los trabajos. Los edificios, de arquitectura sencilla pero digna, estaban destinados a personas de clases medias y se concebían como segunda residencia para días festivos y vacaciones. También se creó un espacio recreativo, llamado Parque Rusia, con un salón neoárabe erigido por Mariano Belmás y una montaña rusa. El barrio disponía de buenos equipamientos e instalaciones y poco a poco las casas fueron siendo adquiridas por una burguesía media alta, a la que en principio no estaban destinadas.
Detalle del Plano de Madrid, de Facundo Cañada (1900)
Las casas contaban con tres alturas: sótano, bajo y principal. La mayor parte tenían planta en forma de L en torno a un patio interior, pero existían otros modelos. Sus fachadas estaban retranqueadas, excepto los pintorescos miradores de madera acristalados sobre las entradas que servían de soportales.

Hotelitos de la calle Francisco Navacerrada
 
Las edificaciones de la primera fase de construcción, obra de Julián Marín, presentaban un estilo que podemos calificar de neomudéjar, con ladrillos de dos colores y decoración cerámica. Agrupadas en hileras, se remataban en las esquinas con pintorescos torreones circulares, como el que se conserva en el encuentro de las calles Castelar y Cardenal Belluga.

Hotelito de estilo “neomudéjar” en la calle Francisco Navacerrada
 

Construcción en la esquina de las calles Castelar y Cardenal Belluga
 En una promoción posterior, ya a principios del siglo XX, el arquitecto Valentín Roca, autor de numerosos edificios en el Madrid de la época, dotó a los hoteles de paneles decorativos con motivos vegetales y vistosos chapiteles coronando los capiteles, con una estética próxima al modernismo. También otros muchos importantes arquitectos de la época intervinieron en El Madrid Moderno junto a Roca e incluso posteriormente se siguieron levantando nuevas casitas adosadas, hoteles aislados e incluso edificios plurifamiliares hasta los años 30 del siglo pasado.
 

Casitas de estilo “modernista” en la calle Roma
 
Actualmente son muy pocos los edificios de la antigua colonia que siguen en pie, y algunos de ellos están a punto de ser derribados.
 

Casa en el nº 3 de la calle Francisco Navacerrada

 
Casa en el nº 30 en la calle Roma
 
Casa en el nº 14 de la calle Roma
 


 

martes, 5 de enero de 2016

Cien años de bibliotecas públicas madrileñas


Las bibliotecas públicas, abiertas a todos, han sido y siguen siendo fundamentales como agentes activos para la educación de la sociedad. Aunque su influencia sea difícilmente cuantificable, son espacios imprescindibles y nuestra vida sería muy diferente sin ellas.

Su misión histórica es la de ser mediadoras en la lectura, puentes de acceso a la cultura, la formación y el ocio inteligente del ciudadano. El 18 de noviembre de 2015 se inauguró en la Sala El Águila la exposición ‘Leyendo Madrid: 100 años de bibliotecas públicas’, con la que la Comunidad de Madrid analiza y celebra el centenario de las bibliotecas madrileñas. Sus comisarias, Marina Navarro Álvarez y Belinda Yúfera Rodríguez han realizado un excelente trabajo, como podrá comprobar quien se acerca hasta el número 3 de la calle Ramírez de Prado antes del domingo 24 de enero.

 

Las bibliotecas han evolucionado al ritmo de la sociedad a lo largo de estos cien años que ahora se cumplen desde la inauguración de la primera en el distrito de Chamberí, la cual sigue abierta para los lectores, hoy con el nombre de Ruiz Egea. De los 3.000 ejemplares con que contaban las bibliotecas en su origen hemos pasado a los casi dos millones de documentos en la actualidad.En esta evolución se ha transitado desde la titularidad pública a la autonómica. Las bibliotecas han superado dificultades enormes y situaciones muy difíciles. Sus colecciones se han ido haciendo más complejas, con formatos más variados, y se han hecho más accesibles.

Las bibliotecas han ido evolucionando con sus usuarios, se han adaptado a los cambios sociales y culturales, pero también han sido motor de transformaciones fundamentales. Un ejemplo lo encontramos en el protagonismo de las mujeres en el ámbito bibliotecario, como María Moliner o Elena Amat. También se destaca en la muestra el esfuerzo realizado por las bibliotecas por atraer al público infantil y juvenil y por su ingente tarea de fomentar la lectura.

Primer Bibliobús, 1953. Fotografía de Santos Yubero.
Archivo Regional  de la Comunidad de Madrid
En la muestra podemos ver fotografías que van del blanco y negro al color y de la precariedad a la abundancia, pero que siempre tienen como protagonistas a gente que lee. Vemos a los libros y a los lectores en las bibliotecas, en la calle, en bibliobuses o en espacios singulares, como el Palacio de Cristal del Retiro. Vemos actividades de fomento de la lectura, educativas y culturales muy diversas.

También podemos observar en la muestra abundante material documental y audiovisual. Destacan los libros y revistas, que ilustran las lecturas más destacadas de cada época, y los variados objetos que dan testimonio del trabajo de los bibliotecarios y de su capacidad para adaptarse a las necesidades del usuario.

Sala infantil de una Biblioteca Pública, años 60
 
La exposición se ordena cronológicamente y se divide en cinco periodos:

1915-1930 Años locos, tiempos de avance

1$930-1945 Años revueltos, tiempos de cambio

1945-1965 años difíciles, tiempos de desarrollo

1965-1985 Años de progreso, tiempos de transición

1985-2015 Años de modernidad, tiempos tecnológicos.

Se puede visitar, de forma gratuita, en Centro Cultural El Águila (C/ Ramírez de Prado,3. Madrid) hasta el domingo 24 de enero, de lunes a viernes de 11:00 a 19:00 y sábados, domingos y festivos de 11:00 a 15:00. Y en el Portal del Lector se puede descargar el catálogo.

 

lunes, 30 de noviembre de 2015

Los albores de la protección del patrimonio andalusí


En la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid se puede visitar hasta el 8 de diciembre la exposición “El legado de al-Ándalus”. Antonio Almagro Gorbea es el comisario de esta muestra, que da a conocer un conjunto de dibujos verdaderamente extraordinarios que pertenecen al patrimonio de la Academia. Son el resultado de dos importantes proyectos impulsados por la institución, en los siglos XVIII y XIX respectivamente, que podemos considerar como iniciadores de la valoración artística de los principales monumentos andalusíes y que son una muestra del ambiente ilustrado que reinaba en la casa de la calle de Alcalá.


 Sánchez Sarabia. Capitel nazarí

 
El primero de los proyectos es el de las “Antigüedades Árabes de España”.  Poco después de su nacimiento, los que sucedió en 1752, la Real Academia se movilizó para evitar la desaparición de las pinturas de la Alhambra y procuró que un artista granadino, Diego Sánchez Sarabia, las copiara. A raíz de este hecho, la Academia amplió su interés por el conjunto nazarí y desarrolló un gran trabajo de documentación arquitectónica, decorativa e histórica, con especial atención a la epigrafía árabe. Era la primera vez que se abordaba el estudio de un conjunto patrimonial con el objetivo de documentarlo ante el peligro de su destrucción. Y era el inicio de los estudios árabes e islámicos en Europa. Además esta exposición nos permite constatar que, pese a lo que muchas veces se piensa, el interés por el pasado andalusí no comenzó con los viajeros románticos extranjeros del siglo XIX. La Academia editó dos volúmenes de estampas de las Antigüedades Árabes de España, publicados en 1787 y 1804, respectivamente, que, por cierto, muchos de aquellos trotamundos decimonónicos conocieron antes de llegar a nuestro país.

La Academia en un principio contó con artistas granadinos, pero en una segunda fase, para solventar algunas deficiencias, convocó al ilustre arquitecto e ingeniero José de Hermosilla, y a dos estudiantes aventajados, Juan de Villanueva y Juan Pedro Arnal, que estaban completando su formación. Los tres se encuentran entre las figuras más brillantes de la arquitectura española de la época. En la exposición podemos ver los planos de la Alhambra dibujados por ellos, que pueden considerarse los primeros estudios arquitectónicos del monumento.

 Juan de Villanueva. Sección de Comares en la Alhambra

El segundo proyecto puede considerarse como una continuación del primero. Se trata de la edición de los Monumentos Arquitectónicos de España entre 1856 y 1882, con un objetivo más amplio, pero con un gran protagonismo también de los vestigios andalusíes. La exposición nos presenta los dibujos originales que se utilizaron en esta obra magna, fundamentales tanto por su valor documental como por su mérito estético. Sus autores fueron arquitectos formados en la Escuela de Arquitectura de Madrid, que recogen en sus obras la belleza de las antigüedades de al-Andalus.

Ricardo Arredondo. Cúpula del mihrab de la Mezquita de Córdoba

 

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Los cipreses de los pantanos del Parque del Retiro

En 1887 se celebró en el hoy llamado Palacio de Velázquez del Retiro la Exposición de las Islas Filipinas, apenas once años antes de la independencia del archipiélago del Pacífico. Con motivo de la muestra se construyó el Palacio de Cristal como invernadero para exhibir plantas procedentes de la colonia, así como una ría artificial, ya desparecida, y el lago que sigue embelleciendo junto con el edificio de hierro y cristal ese sector del Retiro conocido como el Campo Grande.

 
En las proximidades del estanque se construyeron cabañas, algunas incluso entre los árboles, habitadas por indígenas filipinos durante todo el tiempo en que estuvo abierta la exposición. Navegaban en piraguas por el lago y la ría, donde nadaban los caimanes, traídos también al parecer de las islas.
 
 

De aquella exhibición, que tuvo un gran éxito, nos queda sólo el Palacio de Cristal, que, pese a ser un edificio provisional para albergar la muestra de botánica, permanece en pie casi 130 años después, y el estanque, de forma irregular y contornos sinuosos. En él se encuentran varios cipreses de los pantanos, con sus raíces y la parte inferior del tronco sumergidas en el agua, pero fueron plantados en época posterior a la exposición de 1887, ya en el siglo XX. Se trata de ejemplares de taxodiumdistichum, conocidos como cipreses de los pantanos. En otoño el intenso color rojo ladrillo de estos bellos árboles, junto con el amarillo de los castaños de indias que rodean el estanque, su peculiar ubicación acuática, y el fondo arquitectónico y ligero del Palacio confieren al lugar una inigualable belleza.

 
El ciprés de los pantanos es un árbol de hoja caduca, de tronco grueso de corteza rojiza, ramas horizontales, copa irregular y hojas suaves y planas, dispuestas en hileras y procede del sudeste de los Estados Unidos. Pertenece a la familia de las taxodiáceas, por lo que es pariente del famoso ahuehete del Parterre, situado en el mismo parque del Retiro.

 

martes, 3 de noviembre de 2015

Ventura Rodríguez según Goya


El Nationalmuseum de Estocolmo guarda entre sus tesoros pictóricos un retrato de Ventura Rodríguez, realizado por Goya en 1784. Se trata de un óleo sobre lienzo de 107 x 81 cm que representa al arquitecto nacido en Ciempozuelos de medio cuerpo, con unos planos en su mano izquierda y ante un fondo oscuro del que se recorta una columna. Su atuendo es elegante, con una casaca y un chaleco verdes y una camisa blanca con chorreras y puños de encaje. Lleva peluca blanca, de acuerdo con la moda de la época. En su gesto podemos advertir un sereno orgullo y una indudable satisfacción como arquitecto, uno de los más relevantes de su tiempo.

El retratado tenía entonces 67 años, 29 más que el pintor. Posiblemente Ventura Rodríguez, que fallecería una año después, había puesto a Goya en contacto con el infante don Luis de Borbón.

Francisco de Goya. Retrato de Ventura Rodríguez. 1784.
Nationalmuseum de Estocolmo
El proyecto que el arquitecto señala con su dedo se puede identificar perfectamente, ya que Goya ha puesto su empeño en que así sea. Se trata del diseño de Ventura Rodríguez para la  Capilla de la Virgen dentro de la Basílica del Pilar de Zaragoza, sin duda una de las obras más complejas a las que se tuvo que enfrentar y de la que se sintió muy orgulloso. Como ha señalado Isadora Rose-de Viejo en un interesante artículo, Goya recibió el encargo de realizar este cuadro de parte de María Teresa de Vallabriga, la esposa del Infante don Luis. Rodríguez era entonces su arquitecto en Arenas de San Pedro. Pero el plano que aparece en el retrato no tiene nada que ver con los trabajos que Rodríguez estaba realizando para don Luis, sino que se trata de una obra terminada casi veinte años antes en Zaragoza. Es precisamente esto lo que une a la mecenas y al pintor, ambos aragoneses, y también al arquitecto, que realizó en la capital zaragozana una de sus obras más relevantes.

 

jueves, 24 de septiembre de 2015

Atacama en la XII Semana de la Arquitectura

Un año más, Atacama vuelve a participar en la Semana de la Arquitectura de Madrid, organizada por la Fundación Arquitectura COAM y el Ayuntamiento de la ciudad y con la participación de las Bibliotecas Públicas de Madrid. Para ellas Atacama ha preparado ocho itinerarios guiados que se realizarán entre los días 1 y 11 de octubre de 2015. A través de estos paseos los usuarios de las bibliotecas podrán profundizar en el conocimiento de la arquitectura y el urbanismo de la ciudad de una forma amena y didáctica.

Estos son los itinerarios que vamos a realizar:

Biblioteca Pública Antonio Mingote (Latina)
Itinerario: Los puentes del Manzanares
Día: jueves 1 de octubre
Horario: 18:30 h

Biblioteca Pública María Moliner (Villaverde)
Itinerario: El Modernismo en Madrid
Día: viernes 2 de octubre
Horario: 18:30 h.

Biblioteca Pública Vallecas (Puente de Vallecas)
Itinerario: El Panteón de Hombres Ilustres
Día: sábado 3 de octubre
Horario: 11:30 h.

Biblioteca Pública Luis Rosales (Carabanchel)
Itinerario: Arquitectura histórica de los Carabancheles
Día: domingo 4 de octubre
Horario: 11:30 h.

Biblioteca Pública Central (Chamberí)
Itinerario: La Residencia de Estudiantes y los Altos del Hipódromo
Día: lunes 5 de octubre
Horario: 18:30 h.

Biblioteca Pública Acuña (Moncloa-Aravaca)
Itinerario: El Madrid de José Bonaparte
Día: martes 6 de octubre
Horario: 18:30 h.

Biblioteca Pública Moratalaz (Moratalaz)
Itinerario: Nuevos y viejos mercados de Madrid
Día: sábado 10 de octubre
Horario: 11:30 h.

Biblioteca Pública Manuel Alvar (Salamanca)
Itinerario: Vestigios del Madrid islámico
Día: domingo 11 de octubre
Horario: 11:30 h.


Para más información: Portal del Lector

viernes, 31 de julio de 2015

Se presenta el libro: Barrio de Salamanca

El pasado día 10 de junio de 2015 se presentó en el salón de actos del Colegio de Nuestra Señora del Pilar el libro Barrio de Salamanca, de Francisco Juez, editado por Flashback Ediciones. Francisco Vázquez, director del Colegio del Pilar, Eduardo Salas, director del Museo de Historia de Madrid, y María Santoyo, especialista en Historia de la Fotografía y gestora de Archivos Ragel, acompañaron al autor y al editor, Nano de Gabriel.
 

De izquierda a derecha, María Santoyo, Eduardo Salas, Francisco Vázquez, Francisco Juez y Nano de Gabriel.
Foto: Mario Ramos
En un sencillo acto se dio a conocer este libro que recorre el periplo vital de uno de los barrios con más personalidad del Ensanche madrileño, desde sus orígenes hace más de 150 años hasta la actualidad. Casi 250 fotografías y otras ilustraciones, organizadas en diez capítulos temáticos, ilustran en blanco y negro el desarrollo histórico del barrio, sus características urbanas, su paisaje humano y sus edificios principales, muchos de ellos ya derribados, desde los domésticos a los religiosos, pasando por los educativos o asistenciales. Muestran asimismo la evolución de sus medios de transporte, sus museos y monumentos públicos, sus comercios y establecimientos hosteleros, sus espectáculos y otras actividades de ocio. 
 

El autor del libro: Paco Juez.
Foto: Mario Ramos
Cada uno de los capítulos cuenta con su correspondiente introducción textual, que aborda los diferentes temas desde una perspectiva histórica. Dichos textos acompañan a unas imágenes que permiten al lector contemplar los rostros de algunas de las personas más conocidas de la historia del barrio, junto a los de hombres, mujeres y niños anónimos. Asimismo el lector podrá descubrir edificios desaparecidos, como las dos plazas de toros, la de la Puerta de Alcalá y la de Goya, o como los grandes palacios situados entre la Castellana y Serrano, entre ellos el de Anglada o La Huerta, o la más modesta Quinta de Brugera. También tendrá la posibilidad de conocer otras edificaciones que hoy ya son sólo un recuerdo, como el parque de atracciones conocido como Campos Elíseos, o como las grandes fundaciones piadosas del convento de Santo Domingo o el de la Concepción Jerónima, el colegio de las Mercedes, el hospital de San Luis de los Franceses o el Asilo del Sagrado Corazón, entre otros muchos. El lector también podrá “pasear” por los desaparecidos bulevares, subirse al tranvía o al autobús de dos pisos, recorrer los mercados callejeros, las vaquerías y descubrir las colonias de casas de la zona oriental del barrio, aún en pie, y ser testigo de sucesos, atentados, voladuras de edificios y otros acontecimientos.
 
Firma de ejemplares al término del acto
Foto: Eduardo Escudero
 El libro incluye imágenes de fotógrafos tan destacados como Diego González Ragel, Cristóbal Portillo, Martín Santos Yubero, o Gabriel Carvajal. Se trata de fotografías pertenecientes a fondos públicos y privados, como el Archivo Regional de Madrid, el Museo de Historia de Madrid, la Fundación Juan March y el Colegio Nuestra Señora del Pliar entre otros. Algunos fondos son tan desconocidos como el Ripollés o el José Lope de Lope, ambos de la Biblioteca Regional de Madrid. Junto a estas obras de autores consagrados se incluyen fotografías de colecciones familiares y personales, por tanto inéditas, que aportan frescura y espontaneidad. Pero Barrio de Salamanca cuenta también con otro tipo de ilustraciones, dibujos, estampas, diseños arquitectónicos, carteles taurinos, anuncios publicitarios, recortes de prensa y otros formatos, que, junto con las fotografías completan un mosaico de la historia de este singular barrio del ensanche madrileño.
Durante la presentación del libro se proyectó un video con algunas de las imágenes que lo ilustran: Vídeo
 

viernes, 19 de junio de 2015

Veo, veo ¿qué ves?


Durante el mes de junio hemos realizado varias actividades con colegios por la ciudad de Madrid.
Siempre es emocionante abrir los ojos de los niños, enseñarles a leer en los monumentos y las calles de su ciudad, hacerles comprender que lo que estudian en los libros es historia viva que se puede incluso tocar y respirar. Sus caras de asombro al conocer el origen islámico de la ciudad, al descubrir los restos de la antigua iglesia de san Juan Bautista, al ver la casa de  Lope de Vega, o el lugar exacto donde vivieron Cervantes, Calderón o Góngora les acerca de una manera muy directa a la arqueología, la historia y la literatura.


La historia es una disciplina complicada de entender, la obsesión por seguir presentándola como una acumulación de datos cronológicos les aleja del conocimiento de su propia identidad y dificulta el acercamiento al método científico. Cuando se les pregunta ¿cómo se hace la historia chicos? las respuestas son de lo más variopinto ¡pues por internet! ¿y quién escribe los datos, de dónde se obtiene la información?... silencio total…

 
En los talleres realizados este mes les hemos enseñado a educar la mirada, a buscar las placas de los monumentos, a jugar a las diferencias entre el plano del Teixeira de 1656 y la actual Plaza Mayor, pero sobre todo a disfrutar de una ciudad que casi siempre nos envuelve con sus ruidos y prisas ocultando una belleza que nos habla de cómo somos y cómo sentimos.
 

martes, 12 de mayo de 2015

La romería de San Isidro según Galdós


En La Desheredada Benito Pérez Galdós nos ofrece una imagen muy completa de la romería de San Isidro en la segunda mitad del siglo XIX. La novela fue publicada en 1881, pero la acción se sitúa en la década de los años 70, entre el Sexenio Revolucionario y la Restauración Borbónica. Pueden establecerse evidentes diferencias, pero también coincidencias con la fiesta actual, si leemos el siguiente fragmento, que sitúa a Isidora Rufete, protagonista de la novela, en la romería:

Entre su doncella y la peinadora la vistieron de chula rica. Aquella mañanita de San Isidro, mientras duró el atavío chulesco, todo era regocijo en la casa, todo risas y alegrías. Don José andaba a gatas sirviendo de caballo a Riquín, ya vestido desde el amanecer de Dios, y Mariano cantaba en la cocina rasgueando una guitarra. El vestirse de mujer de pueblo, lejos de ofender el orgullo de Isidora, encajaba bien dentro de él, porque era en verdad cosa bonita y graciosa que una gran dama tuviera el antojo de disfrazarse para presenciar más a su gusto las fiestas y divertimientos del pueblo. En varias novelas de malos y de buenos autores había visto Isidora caprichos semejantes, y también en una célebre zarzuela y en una ópera. Si esto pensaba cuando la doncella y peinadora la estaban vistiendo, luego que se vio totalmente ataviada y pudo contemplarse entera en el gran espejo del armario de luna, quedó prendada de sí misma, se miró absorta y se embebeció mirándose, ¡tan atrozmente guapa estaba! El peinado era una obra maestra, gran sinfonía de cabellos, y sus hermosos ojos brillaban al amparo de la frente rameada de sortijillas, como los polluelos del sol anidados en una nube. No le faltaba nada, ni el mantón de Manila, ni el pañuelo de seda en la cabeza, empingorotado como una graciosa mitra, ni el vestido negro de gran cola y alto por delante para mostrar un calzado maravilloso, ni los ricos anillos, entre los cuales descollaba la indispensable haba de mar. En medio de Madrid surgía, como un esfuerzo de la Naturaleza que a muchos parecería aberración del arte de la forma, la Venus flamenca. Don José estaba medio lelo, y si fuera poeta no dejara de cantar en sáficos la novísima encarnación de la huéspeda de Gnido y Pafos.

"Costumbres populares de Madrid. La romería de San Isidro del Campo". Dibujo de Daniel Perea, publicado en La Ilustración Española y Americana, 15/5/1875, página 8.
 
Salieron gozosos, acomodándose en una carretela que alquiló Isidora..., y a vivir. Llegaron a la pradera. Isidora sentía un regocijo febril y salvaje. Todo le llamaba la atención, todo era un motivo de grata sorpresa, de asombro y de risa. Su alma revoloteaba en el espacio libre de la alegría, cual mariposa acabada de nacer. Almorzaron en un ventorrillo. Nunca había comido Isidora cosas tan ricas. ¡Cuánto rieron viendo cómo se atracaba Mariano! Don José compró dos pitos, uno para Riquín y otro para él, y ambos estuvieron pita que te pitarás todo el santo día. Si hubieran dejado a Isidora hacer su gusto, habría comprado lo menos dos docenas de botijos, uno de cada forma. Pero no compró más que cuatro. De todas las fruslerías hizo acopio, y los bolsillos de la pandilla llenáronse de avellanas, piñones, garbanzos torrados, pastelillos y cuanto Dios y la tía Javiera criaron. Nunca como entonces le saltó el dinero en el bolsillo y le escoció en las manos, pidiéndole, por extraño modo, que lo gastase. Lo gastaba a manos llenas, y si hubiera llevado mil duros, los habría liquidado también. A los pobres sin número les daba lo que salía en la mano. A todos los cojos, estropeados, seres contrahechos y lastimosos, les arrojaba una moneda. Por último, se le antojó también pitar, y compró el más largo, el más floreado y sonoro de los pitos posibles. Mariano y la doncella también pitaron.

Visitó la ermita y el cementerio, y por último, no queriendo acabar el día sin experimentar todas las emociones que ofrecía la pradera, visitó una por una las innobles instalaciones donde se encierran fenómenos para asombro de los paletos; vio la mujer con barbas, la giganta, la enana, el cordero con seis patas, las serpientes, os ratas tigres provenientes do Japao, y otras mil rarezas y prodigios. Por dondequiera que pasaba, recibía una ovación. Preguntaban todos quién era, y oía una algarabía infinita de requiebros, flores, atrevimientos y galanterías, desde la más fina a la más grosera. Cuando se retiró estaba embriagada de todo menos de vino, porque apenas lo probara, embriagada de luz, de ruido, de placer, de sorpresa, de polvo, de gentío, de pitazos, de coches, de ayes de mendigos, de pregones, de blasfemias, de vanidad, de agua del Santo.

miércoles, 29 de abril de 2015

El desaparecido Palacio de Anglada en Madrid


En la manzana situada entre Ortega y Gasset, Serrano, Marqués de Villamagna y la Castellana, donde hoy se encuentra el hotel Villamagna y un edificio de grandes almacenes, estuvo el lujoso palacio de Anglada, rodeado de jardines. Construido a finales de los años 70 del siglo XIX por Emilio Rodríguez Ayuso, fue uno de los mejores edificios privados del Madrid de la época. En el Plano de Madrid de Emilio Valverde (1898) podemos ver perfectamente su ubicación (la finca está señalada en rojo).


Enclavado en un terreno de más de 14.000 metros cuadrados, el edificio tenía 1.500, con 6.100 de espacio habitable entre las plantas de sótano, bajo, principal y segundo. La planta baja tenía un gran zaguán y un amplio patio central acristalado, además de numerosas estancias. La planta principal incluía salones para recepciones y habitaciones privadas. Rodríguez utilizó un sistema de distribución de espacios por crujías, muy utilizado en aquellos tiempos.
Palacio de don Juan Anglada en la Fuente Castellana.
El Globo (21/07/1880)

El eclecticismo propio de la época era la nota dominante en el palacio de Anglada. Su fachada en piedra y ladrillo visto, era de estilo neorrenacentista con elementos neoegipcios; destacaba su cuerpo central saliente con triple arco en los dos pisos. En el interior había salas griegas, romanas, góticas o renacentistas y una reproducción del Patio de los Leones de la Alhambra. Esta obra neonazarí se llevó a cabo con gran minuciosidad, merced al vaciado realizado por el conservador del monumento granadino Rafael Contreras, lo que ocasionó un gasto económico enorme para la época.

Exposición de arte en el palacio de Anglada.
La Ilustración Española y Americana (08/01/1895)
 
 Tras la ruina de Anglada, el palacio pasó al Banco Hipotecario, periodo en el que se celebraron exposiciones de arte en su interior. Más tarde pasó a ser propiedad de los marqueses de Larios. En 1962 despareció el palacio y el jardín del duque de Anglada, dentro de las radicales modificaciones del entorno de la Castellana realizadas en los años del desarrollismo.
 
En el Retiro, concretamente en la entrada situada en la esquina de O’Donnell y Menéndez Pelayo, nos queda la puerta de hierro de su jardín, reutilizada a modo de testimonio del palacio derribado. Fue sustituido por el Hotel Villamagna y el conjunto Sears, hoy perteneciente a El Corte Inglés. 
 
 
  
 

viernes, 27 de marzo de 2015

Se Inauguran los jardines del Palacio de Boadilla del Monte


Atacama ha participado los días 21 y 22 de marzo de 2015 en la apertura al público de los recién  restaurados jardines del palacio del Infante Don Luis de Borbón en Boadilla del Monte.
Vista aérea realizada desde un dron
 La inauguración se ha completado con espectáculos pirotécnicos, conciertos al aire libre y con un programa especial de visitas al interior del palacio dentro del programa “abierto por obras” que estamos realizamos desde octubre de 2014.
  
El proyecto de recuperación del parterre tardobarroco ha sido realizado por la prestigiosa paisajista italiana Lucía Serredi que ha centrado su intervención en la primera terraza del jardín. Si bien no se sabe con certeza la autoría del jardín, los estudios realizados por el historiador José Luis Souto demuestran que tras la época del Infante no hay en Boadilla un jardinero especializado capaz de trazar un jardín de la magnitud y armonía que contemplamos hoy. Es por tanto razonable pensar que fuera el mismo Ventura Rodríguez el autor del mismo.
 
Foto realizada por Francisco Juez
 A la hora de acometer los trabajos de restauración ha sido necesario realizar un exhaustivo trabajo de investigación. En unas recientes declaraciones recogidas en el Boletín de la Asociación de Amigos del Palacio de Boadilla del Monte la paisajista italiana hace mención a diversos elementos arquitectónicos que se han conservado hasta el día de hoy: la estructura fuerte de las terrazas, las escaleras y barandillas, así como la cimentación de los dos patinillos o “giardini segreti”.
En cuanto al trazado del parterre ha sido posible recuperar gran parte de los elementos originales, como por ejemplo las figuras romboidales de boj o los rosales de las barandillas laterales.
 
Jardines secretos. foto realizada por Francisco Juez
 También contamos con documentación importante, como el plano del Instituto Geográfico Nacional de 1868 y el plano realizado en 1929 por Winthuysen donde, sin embargo, se aprecia un error en el diseño del parterre, que en este caso es simétrico. Unas fotografías del mismo año del Ministerio del Aire, CECAF, nos muestran el trazado asimétrico que le caracteriza. De nuevo las fotos aéreas de  1961 dan cuenta de la misma asimetría pero con ciertos cambios debidos a los destrozos sufridos durante la  guerra civil.
Foto realizada por Beatriz García Traba
 
 En la restauración se han plantado 10.000 árboles de boj, tilos de Holanda, cipreses de la Toscana, lilos, moreras, perales, 3.000 plantas tapizantes, enredaderas y sóforas. El total de las obras ha ascendido a 1.700.000 euros, financiados con fondos FEDER de la Unión Europea y del propio Ayuntamiento.
Más información en:

miércoles, 28 de enero de 2015

España según Richard Ford

La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando expone 203 dibujos, la mayoría inéditos, realizados por el viajero, escritor y, claro está, dibujante Richard Ford (1796-1858). Sin embargo esta última faceta del romántico británico que viajó por España entre 1830 y 1833 es menos conocida que su fascinante Manual para viajeros por España y lectores en casa, verdadero clásico de la literatura de viajes del siglo XIX. Aquí radica el gran interés de esta muestra, que expone ilustraciones que pertenecen a los descendientes de Ford y, por tanto, desconocidos en su mayoría.

Se trata de dibujos a lápiz y tinta, junto a algunas acuarelas, que han sido seleccionadas por el comisario de la muestra, Francisco Javier Rodríguez Barberán, entre los más de 500 que forman la íntegra colección que Ford se llevó de regreso a su país y que su  familia ha conservado hasta hoy. Entre ellos hay también algunos dibujos de Harriet, la esposa de Ford, que le acompañó en su periplo hispano. Y se pueden ver asimismo un retrato de Ford, realizado por el pintor orientalista John Frederick Lewis, y un conocido triple retrato del viajero, obra de José Domínguez Bécquer, padre del poeta Gustavo Adolfo. Se expone también el pasaporte que obtuvo Ford del conde de España, por entonces el Capitán General de Cataluña y alguno de los álbumes que encargó el viajero londinense para guardar sus dibujos.

José Domínguez Bécquer. Triple retrato de Richard Ford como “majo serio” en la Feria de Mairena, 1832

Ford nos revela a través de sus dibujos y acuarelas, desde su óptica particular, cómo era aquella España de los últimos años de la Década Ominosa del reinado de Fernando VII. Podemos ver un país con los campos de batalla de la Guerra de la Independencia aún humeantes, pese al tiempo transcurrido, con edificios arruinados por las tropas napoleónicas, todavía sin reparar. Es un país agreste, detenido, como sus ruinas de un pasado glorioso, un país apaciblemente oriental, inmovilista. No se atisban si quiera en estas obras de Ford los profundos cambios que iban a transformar España en los cuarenta años siguientes.
 
Richard Ford. Acueducto de los Milagros en Mérida, 1831

En el inicio de la exposición puede leerse un texto extraído de su Manual que es muy significativo de la visión romántica de Ford sobre España: “Los (viajeros) que aspiran a lo romántico, lo poético, lo sentimental, lo artístico, lo antiguo, lo clásico, en una palabra a cualquier tema sublime y bello, encontrarán en el actual y el antiguo estado de España material suficiente si vagan con lápiz y cuaderno en ristre por este curioso país, que oscila entre Europa y África, entre la civilización y la barbarie”.

 

Richard Ford. Nicho en la entrada del Salón de los Embajadores en la Alhambra de Granada (Escena orientalista), s/d (1831-1833)
En la muestra podemos ver apuntes del natural, muy libres, propios de un dibujante aficionado pero hábil, que trata de trasladar al papel su mirada objetiva aunque no inocente. En este sentido se detiene en paisajes sublimes, como Montserrat, el Tajo de Ronda o Gibraltar, pero también en vistas generales de ciudades, detalles de su periferia, los monumentos del pasado romano, andalusí o medieval, las calles y las plazas, la vida cotidiana o los personajes. Algunas vistas repetidas por la fotografía posteriormente hasta la extenuación aparecen ya apuntadas en Ford, como la del mirador de San Nicolás de Granada. Un detalle didáctico y muy moderno lo apreciamos en algunas panorámicas de ciudades en las que escribe el nombre de los principales monumentos junto a su dibujo.

La exposición está organizada en torno a los itinerarios de Ford por España. Comienza por Granada y Sevilla, ciudades en las que vivió de manera más permanente, y donde realizó una buena parte de sus dibujos y acuarelas, con especial atención a los monumentos andalusíes. A continuación la muestra recoge las imágenes de los viajes realizados por Levante, desde Almería hasta Barcelona, la Ruta de la Plata y el centro de la Península (Madrid, Toledo, Salamanca, Segovia y Guadalajara). De este modo, Richard Ford sentó las bases de las rutas, con sus hitos monumentales y pintorescos, de lo que hoy llamamos “turismo cultural” en España. 

miércoles, 31 de diciembre de 2014

La Noche de Reyes en Madrid en el siglo XIX

Hay costumbres navideñas que nos han llegado después de irse transmitiendo de generación en generación, pero otras muchas se han sumido en el olvido. Es el caso de la celebración de la Noche de Reyes que se realizaba en Madrid a mediados del siglo XIX y que Pascual Madoz nos transmite a través de su indispensable Diccionario geografico-estadistico-historico de España y sus posesiones de ultramar, publicado entre 1846 y 1850:

Invocando la frase de esperar á los reyes, se ve en la noche de la víspera de esta festividad una multitud de personas con hachones de viento, cencerros y otros objetos propios para hacer ruido, recorrer las calles con gritería y algazara, llevando como héroe paciente de la fiesta algun incauto cargado con una escalera y espuerta, á quien hacen creer, que los reyes magos, que llegan aquella noche á adorar al Niño Dios, vienen repartiendo monedas de oro y plata en abundancia. Llegados á un estremo de la pobl., y hecha la pantomima de subirse en la escalera para ver si se les descubre con el auxilio de los hachones encendidos, sale de entre la turba una voz que asegura vienen los reyes por la puerta opuesta dé la pobl., y á ella se encaminan después, y luego á otra y otras, hasta que rendidos de cansancio suelen ir á parar á alguna taberna donde concluye la fiesta mas ó menos entrada la noche. Aquí repetiriamos lo que anteriormente hemos manifestado con respecto al entierro de la sardina, porque parece ageno de un pueblo culto y de los adelantos del siglo ver reproducidas escenas, propias solo de los tiempos del oscurantismo. (t. X, p. 107)
 José Castelaro y Perera. La noche de Reyes en la Puerta del Sol. 1839. Museo de Historia, Madrid
 Además existen algunos testimonios gráficos de esta costumbre, como sendos cuadros de José Castelaro y Eugenio Lucas Velázquez, que parecen ilustrar el texto de Madoz. El primero, pintor decimonónico autor de cuadros de historia, costumbristas y religiosos, nos muestra a un dinámico grupo en la Puerta del Sol, con el personaje que porta la escalera como eje de la composición. A la derecha se ve la Real Casa de Correos y a la izquierda la Iglesia del Buen Suceso, con su reloj iluminado para la festividad, en una Puerta del Sol anterior a la reforma de mediados de siglo. 
 
Eugenio Lucas Velázquez. La hoguera de la noche de San Juan. C. 1850. Museo Cerralbo, Madrid
El cuadro de Eugenio Lucas Velázquez, de factura más empastada y suelta, como es propio de este pintor romántico y costumbrista, es muy posiblemente también, pese al título atribuido, una escena de la Noche de Reyes madrileña, que sucede tal vez bajo uno de los arcos de acceso a la Plaza Mayor. Las figuras se disponen en círculo en torno al personaje subido a la escalera, que es el foco del luz del cuadro, en torno al cual todo se diluye en la oscuridad.