Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) está considerado como el principal escritor en lengua alemana de todos los tiempos y es el creador de algunos de los mitos más relevantes de la cultura occidental. Nacido en Fráncfort del Meno, realizó un memorable viaje a Italia entre 1786 y 1788, en vísperas de la Revolución Francesa. Este periplo se enmarca en un contexto histórico de auge del viaje
artístico, literario y arqueológico entre los ilustrados, para cuya formación se consideraba imprescindible visitar Italia, especialmente Roma. El también alemán Johann Joachim Winckelmann (1717-1768) había puesto el foco en la Antigüedad clásica y el estudio del mundo grecorromano adquirió un lugar muy destacado en la mentalidad ilustrada.
El viaje a Italia, cuidadosamente preparado y desencadenado por una crisis personal, supuso un antes y un después en la biografía de Goethe. Implicó un verdadero renacimiento para el escritor y alumbró numerosas obras literarias. Durante todo el itinerario, el autor alemán realizó cientos de dibujos y escribió innumerables textos. A partir de apuntes de diario y extractos de cartas, publicó, tras una cuidadosa revisión, su famoso Italienische Reise (Viaje a Italia) en 1816, casi treinta años después del recorrido por el país transalpino.
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Johann Heinrich Wilhelm Tischbein. Goethe en la campiña romana. 1787 Óleo sobre lienzo, 166 x 210,3 cm Stäedel Museum, Fráncfort del Meno |
El libro no es una guía turística, ni es sólo una suma de maravillosas descripciones, es también una aguda reflexión sobre la sociedad, la naturaleza, el arte, además del relato de un viaje interior, de una transformación interna. Entre los muchos episodios de interés que aparecen en el libro queremos detenernos en el capítulo correspondiente a la estancia del escritor alemán en Nápoles, donde visitó el Palazzo Sessa (por cierto, hoy sede del Goethe Institut en la ciudad), residencia del embajador británico en la corte partenopea, sir William Hamilton, coleccionista de antigüedades, explorador del Vesubio y gran diletante:
El caballero Hamilton, que aún vive aquí como embajador de Inglaterra, ha encontrado ahora, tras una larga afición a las artes y un estudio muy profundo de la naturaleza, la cima de los placeres de la naturaleza y del arte en una bonita joven, una inglesa de unos veinte años que vive con él en su casa. Es preciosa y luce una bella figura. Hamilton le ha hecho confeccionar un vestido griego que le sienta a las mil maravillas; ella se lo pone, se desata la caballera, toma un par de chales y se entrega a tal variedad de actitudes, gestos y juegos de fisonomía, que al final uno cree en verdad estar soñando. Lo que tantos miles de artistas hubieran deseado crear, aquí se ve realizado en movimiento y con una sorprendente diversidad. En pie, de rodillas, sentada, acostada, seria, triste, burlona, provocativa, contrita, amenazadora, temerosa... Una actitud sigue a la otra. Sabe escoger y variar para cada expresión los pliegues del velo, y compone mil tocados diferentes con las mismas telas. Durante este tiempo, el maduro caballero sostiene la luz y se entrega en cuerpo y alma a este objeto. En esta mujer encuentra todas las antigüedades, todos los bellos perfiles de las monedas sicilianas, incluso el Apolo de Belvedere. Una cosa es cierta, se trata de un placer único que ya hemos disfrutado en dos veladas. Esta mañana Tischbein hace su retrato. (Traducción de Manuel Scholz Rich. Johann W Goethe, Viaje a Italia. Zeta, Barcelona, 2009).
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Angelica Kauffmann, Retrato de mujer en su aseo (Lady Hamilton), 1795 Óleo sobre lienzo, 131 x 103 cm Museum of Fine Arts, Budapest |
No sólo Johann Heinrich Wilhelm Tischbein retrató a Emma, que acabó casándose en 1791 con el embajador, sino también otros muchos artistas de la época, como Angelika Kauffmann y Louise-Élisabeth Vigée-Le Brun. En la exposición Maestras, que podemos ver en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza hasta el 4 de febrero de 2024, sendos cuadros, casi del mismo tamaño, de las citadas pintoras forman pendant. En el retrato de Kauffmann, Layd Hamilton, está en su aseo posando con un gesto inspirado en la Venus Calipigia helenística, pero está vestida y se muestra de frente. En el de Vigée-Le Brun asume la pose y la actitud de una bacante, haciendo sonar una pandereta, con su larga melena al viento y la luz del Vesubio bañando su vestido drapeado al estilo de la Grecia antigua.
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Louise-Élisabeth Vigée-Le Brun. Lady Hamilton como una bacante. C. 1790-1792 Óleo sobre lienzo, 132,5 x 105,5 cm National Museums Liverpool |
Lady Hamilton fue una verdadera influencer de la época. Encargó a su modista que le confeccionara vestidos inspirados en las pinturas de los vasos griegos, los relieves romanos o las pinturas de Pompeya, así como en el atuendo de las campesinas del golfo de Nápoles. Y estos ropajes influyeron en la moda europea del momento gracias a las imágenes que se difundieron a través de las publicaciones ilustradas y de los propios cuadros. Muchos viajeros, entre ellos Goethe, disfrutaron de las llamadas attitudes, representaciones a medio camino entre el teatro, la danza y la pose pictórica, mediante las cuales Lady Hamilton remedaba a mujeres de la historia antigua o la mitología para que los invitados espectadores averiguaran de quién se trataba o a qué escena famosa se aludía. Este entretenimiento culto y algo decadente, característico de la época de la Revolución Francesa, es un precedente de las modernas performances.