EL PLACER DE LA CULTURA

lunes, 30 de septiembre de 2024

Una mirada artística sobre el desarraigo de las personas inmigrantes

Entre las muchas capacidades del arte se encuentra la de documentar, con su singular lenguaje, la realidad histórica. Fenómenos sociales que conocemos por nuestra vivencia cotidiana o a través de los medios de comunicación, cobran una especial relevancia cuando el arte los hace suyos. Es lo que sucede con las pinturas del proyecto “Desarraigos” de Agustín Benito Oterino (Madrid, 1965).
Agustín Benito Oterino. S/t. Óleo sobre tela, 1,5 x 1,5 m

Los óleos que constituyen este trabajo, autónomos o en forma de tríptico, nos muestran al ser humano en el paisaje de su entorno originario o en un nuevo entorno de desarraigo. También aparecen figuras aisladas, personas en su soledad primordial. Las figuras en los paisajes están construidas por pinceladas vigorosas y dinámicas, gobernadas por contornos nítidos y emergen de fondos de estructuras geométricas y colores extendidos y casi planos; sólo el agua comparte carácter con las figuras. En los retratos, los rostros o las figuras de cuerpo entero ocupan casi toda la superficie del cuadro, con fondos que no les restan un ápice de protagonismo. Y la luz es un factor expresivo determinante en todos los óleos.

Agustín Benito Oterino. Boceto. Óleo sobre tela, 40 x 30 cm

El proyecto “Desarraigos”, presentado en 2015, sigue plenamente vigente, ya que los hechos que provocaron el proceso creativo continúan de actualidad. Agustín concibió el programa pictórico a partir de un trabajo que realizó dentro de una investigación de la Facultad de Filología de la Universidad Nebrija de Madrid. Se trataba de observar y grabar una serie de intervenciones en las que un inmigrante realizaba algún tipo de gestión, dentro de su vida cotidiana, para, posteriormente, realizar una transcripción de las mismas incluyendo los elementos contextuales y paratextuales. El objetivo era elaborar un conjunto de material didáctico, con la finalidad  de utilizarlo como soporte teórico, para poner en marcha unos cursos de español.

Agustín Benito Oterino. Tríptico V

Las dificultades de las personas estudiadas, tanto lingüísticas, como laborales y económicas y su situación como inmigrantes, alejados de su entorno familiar y cultural, movieron a Agustín a emprender un proyecto artístico. La tercera acepción de la palabra “desarraigar” en el Diccionario de la RAE la define de este modo: “Separar a alguien del lugar o medio donde se ha criado, o cortar los vínculos afectivos que tiene con ellos”. Y así surgió “Desarraigo”, un trabajo que engloba, no sólo las pinturas, sino también elementos multimedia, como la voz y la escritura arropando a las primeras. Siempre con el objetivo de mover al espectador a la reflexión y a la meditación sobre la actualidad de las personas inmigrantes y poniendo el acento en su situación de desarraigo. 

Agustín Benito Oterino. S/t. Óleo sobre tela, 1,5 x 1,5 m


domingo, 18 de agosto de 2024

Esplendor tardogótico en Castilla: el tríptico de la Epifanía de la colegiata de Covarrubias

 La bella localidad burgalesa de Covarrubias, situada a orillas del Arlanza, fue pieza clave en el origen del reino de Castilla y en otras épocas posteriores. Su rico patrimonio da buena fe de ello. Entre sus edificios sobresale la colegiata de San Cosme y San Damián, construida en la segunda mitad del siglo XV sobre un edificio anterior, del que se conservan algunas partes.

Fachada de la colegiata de Covarrubias. Llama poderosamente la atención su rosetón calado. 

Entre los tesoros que se custodian en la colegiata destaca el tríptico de la Epifanía, una obra del gótico tardío que combina la talla de madera dorada y policromada en la tabla central con la pintura al óleo en las laterales. Fue restaurada en la primera década del presente siglo por la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León y su estado de conservación es excelente.

Tríptico de la Epifanía de la colegiata de Covarubias

No se ha podido poner en relación con la obra ningún documento que permita datarla con precisión o atribuirla a algún maestro concreto, lo que ha dado pie a numerosas especulaciones. Las tallas de la tabla central se han puesto en relación con otras esculturas, lo que ha permitido pensar en un gran maestro, posiblemente de origen alemán o flamenco, activo en Castilla a finales del siglo XV y principios del XVI y conocido por la historiografía como Maestro de Covarrubias. Dicho artista seguramente tuvo relación con el famoso Gil de Siloé, procedente también de la zona del Rhin. Las pinturas laterales son obra de un artista hispano-flamenco, posiblemente Diego de la Cruz.

Tabla central del tríptico

Las figuras de la tabla central, enmarcadas en una caja rectangular de 235 x 192 cm, coronada por tracerías doradas, son prácticamente de bulto redondo, aunque la composición está pensada para ser vista de manera frontal. Las seis impresionantes esculturas son casi de tamaño natural; su estilización, la expresiva solemnidad que transmiten, la variedad en los rostros, en el tratamiento de los cabellos o en los pliegues de los ropajes y el detallismo inusitado de su tratamiento son característicos de esta tabla central. Para la composición se han señalado precedentes flamencos tanto en pinturas como en grabados. La Virgen y el Niño están en el centro, con San José en segundo plano. Los magos manifiestan en sus rasgos tres edades y tres orígenes geográficos distintos, para incidir en la universalidad del mensaje salvador de Jesús; destaca el lujo de sus atuendos y de los presentes que llevan al Niño. Las figuras están delante de un fondo que recrea un muro de sillería con ventanales góticos.

Detalle de la tabla central

En las pinturas se representan con gran riqueza de color tres escenas de la vida de Cristo: la Natividad, el Bautismo, la Transfiguración. El cuarto óleo está dedicado a los santos Cosme y Damián, patronos de Covarrubias, y al donante de la obra, perteneciente a la familia García de Covarrubias. De hecho, el tríptico estuvo originalmente instalado en la capilla de los Santos Reyes Magos, que pertenecía a dicho linaje. Esta capilla es la más próxima al presbiterio del lado de la epístola y conserva los monumentos funerarios originales bajo arcosolio.

Cristo atado a la columna, en una de las puertas exteriores del tríptico

Aunque actualmente el tríptico se expone en una sala del museo de la colegiata con sus puertas abiertas, en otras épocas estaba habitualmente cerrado y sólo en días especiales se podía ver su magnífico interior. Las dos pinturas exteriores están dedicadas a la Magdalena, en grisalla, y a Cristo atado a la columna, con color, pero en la restauración de 2007-2008 pudo descubrirse que originalmente se había pintado un tema más habitual, el de la Anunciación, que luego fue transformado.



lunes, 29 de abril de 2024

Convivium, exposición sobre la dieta mediterránea en el Museo Arqueológico Nacional

La Unesco incluyó en 2013 la dieta mediterránea en su Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, en virtud de la Convención de 2003 para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial. Se trata de una rica y compleja manifestación cultural, fruto de milenios de evolución que comprende, no sólo el mero acto de comer, sino también los conocimientos y técnicas de obtención y elaboración de alimentos, las formas de transporte, almacenamiento y comercio de los productos, las prácticas tradicionales, sociales, simbólicas y rituales de compartir la comida y de comer juntos y los valores de hospitalidad, de vecindad, de amistad, de diálogo y de cohesión familiar y social.

El Museo Arqueológico Nacional ha inaugurado el 29 de abril una exposición dedicada a la dieta mediterránea que estará abierta hasta el 1 de septiembre. Su título es CONVIVIUM. Arqueología de la dieta mediterránea y se inspira en un texto de Cicerón:

Y no medía el deleite de estas comidas tanto por los placeres del cuerpo como por el encuentro y la charla con los amigos. Pues nuestros antepasados hicieron bien en llamar convivium a las reuniones de amigos para comer, porque suponía una unidad de vida, y lo hicieron mejor que los griegos, que a esto mismo llaman “bebida conjunta” o “cena conjunta”, de manera que en esta clase de reuniones parecen considerar como lo más importante lo que en realidad lo es menos.

(Cicerón, De Senectute, XIII, 45, trad. N. Fidalgo Díaz, en Ed. Triacastela)

Se podrá visitar con entrada gratuita durante el horario de apertura del Museo, el cual ha organizado visitas guiadas, que realizará Atacama, además de otras muchas actividades que se pueden consultar en la web del MAN.


domingo, 31 de marzo de 2024

La pila bautismal de Santo Domingo en la basílica de Atocha

Santo Domingo de Guzmán fundó en 1218 en terreno extramuros de Madrid el monasterio de Santo Domingo, que alcanzó un gran esplendor en los siglos siguientes, vinculado primero a la corona de Castilla y luego a los Habsburgo. Pero durante la Gloriosa Revolución el convento fue derribado y en su solar se construyeron edificios de viviendas y se amplió la cuesta de Santo Domingo. Las monjas se trasladaron al barrio de Salamanca, un periplo del centro al nuevo ensanche que realizaron numerosas comunidades religiosas en el siglo XIX. El nuevo monasterio de Santo Domingo el Real se inauguró en 1882 en la calle Claudio Coello.

A principios de este año 2024 las pocas monjas que habitaban el convento se han visto obligadas a abandonarlo después de casi 150 años para trasladarse al monasterio del mismo nombre en Segovia porque la falta de vocaciones había reducido su número en demasía. Han dejado en Madrid algunos de los tesoros patrimoniales que las religiosas habían conservado durante siglos, como la pila bautismal de Santo Domingo de Guzmán o una escultura del santo tallada en madera en el siglo XVIII por Luis Salvador Carmona. Las han depositado en la basílica de Atocha, atendida por monjes dominicos del vecino convento. Concretamente ambas, pila y escultura, se han colocado en la capilla del lado del evangelio de la iglesia, previamente acondicionada.

Capilla de Santo Domingo de Guzmán en la basílica de Nuestra Señora de Atocha

La pila es, según la tradición, en la que recibió bautismo el santo en su localidad natal de Caleruega, en la provincia de Burgos. La leyenda dice que cuando fue bautizado apareció un milagroso fulgor sobre su cabeza, motivo que forma parte de la iconografía del santo. Cuando Santo Domingo fue canonizado, el rey Alfonso X de Castilla y de León ordenó que la pila se trasladara al monasterio dominico de Caleruega, donde pasó a ser venerado como una reliquia.

Pila de Santo Domingo de Guzmán en la capilla

En 1605 el rey Felipe III ordenó su traslado a Valladolid para bautizar en ella al príncipe heredero, el futuro Felipe IV. La corte se encontraba allí desde 1601, pero cuando regresó a Madrid en 1606, la pila marchó también a la villa, concretamente al citado monasterio de Santo Domingo. Desde entonces, todos los herederos de la corona, excepto los nacidos fuera de España, así como la mayoría de infantes e infantas han recibido las aguas del bautismo en ella, previo traslado temporal al Alcázar y luego al Palacio Real de la pila. Después de recibir el sacramento, la tradición determina que los pequeños han de ser ofrecidos a la Virgen de Atocha. 

Pila bautismal de Santo Domingo de Guzmán

La pila es de piedra caliza blanca, pero está recubierta con una funda plateada con adornos dorados. Se ha colocado sobre una columna de granito del siglo XVII, que es uno de los escasísimos restos que quedan de la antigua basílica de Atocha. Seguirá a disposición de la familia real para continuar con la tradición.


miércoles, 28 de febrero de 2024

Los primeros estudios fotográficos de Madrid

La Biblioteca Regional ha encargado a Atacama un itinerario por el centro de Madrid en relación con la exposición Un retrato romántico. La carte de visite, que puede verse en su sede de la calle Ramírez de Prado hasta el 21 de abril. En el paseo los participantes podrán conocer las localizaciones de los estudios de los pioneros del retrato fotográfico, que trabajaron en la capital aproximadamente desde 1858 hasta 1865.


El recorrido comienza en Pontejos, donde recordamos a André Adolphe Eugène Disdéri (1819-1889), iniciador del formato que permitía la impresión de hasta ocho retratos en miniatura en el mismo negativo. A través del Madrid isabelino ubicamos los estudios de Charles Clifford (1820-1863), Ángel Alonso Martínez (1825-1868), Eusebio Juliá (1826-1895), Pedro Martínez de Hebert (1819-1891) y Jean Laurent (1816-1886) entre otros muchos fotógrafos.

Estudio de Laurent (y luego de Lacoste) en el nº 39 de la carrera de San Jerónimo

Los itinerarios se realizarán en las siguientes fechas:

Miércoles, 21 de febrero de 2024 de 17:00 a 19:00
Jueves, 22 de febrero de 2024 de 11:00 a 13:00
Miércoles, 13 de marzo de 2024 de 17:00 a 19:00
Jueves, 14 de marzo de 2024 de 11:00 a 13:00
Miércoles, 20 de marzo de 2024 de 17:00 a 19:00
Jueves, 21 de marzo de 2024 de 11:00 a 13:00
Miércoles, 17 de abril de 2024 de 17:00 a 19:00
Jueves, 18 de abril de 2024 de 11:00 a 13:00

Inscripción y más información en el Portal del Lector.

lunes, 29 de enero de 2024

La casa de Mariano José de Larra en Corella (Navarra)

Entre 1822 y 1823 el madrileño Mariano José de Larra vivió durante casi un año en una localidad del sur de Navarra, Corella, situada en la fértil comarca de La Ribera. Con casi 8.000 habitantes, el municipio se muestra fuerte frente a los desafíos que debe afrontar la España rural del siglo XXI. No obstante, su rico patrimonio arquitectónico nos remite a épocas pasadas en las que Corella alcanzó un gran esplendor económico y gozó de un mayor protagonismo. Sus iglesias barrocas y sus casas señoriales le otorgan monumentalidad a esta ciudad que llegó a acoger la Corte de Felipe V por unos meses en 1711 y por unos días en 1719.

Subida hacia la parroquia de Nuestra Señora del Rosario.
Fotografía de Francisco Juez. 22/10/2023

Un siglo después, un médico afrancesado que había ingresado en el ejército napoleónico y había acabado en el exilio en París, logró regresar a España como galeno del infante Francisco de Paula, Era Mariano de Larra, padre del famoso escritor casi del mismo nombre, que se instaló con su familia en Madrid en 1818 y estudió con los escolapios de la calle Hortaleza. Pero Mariano padre cesó como médico del infante a finales de 1821 o principios de 1822 y se trasladó por un breve periodo a Corella para ejercer su profesión, posiblemente hasta el verano de 1823, cuando el Trienio Liberal había concluido. 

Casa de los Arteta y parroquia de San Miguel, situadas enfrente de la casa de Larra.
 Fotografía de Francisco Juez. 22/10/2023

No sabemos mucho sobre la vida de Mariano José, educado entre París y Madrid, en el pueblo de La Ribera navarra. Llegó allí con 13 años recién cumplidos y, aunque no cursó estudios, pudo disponer de la buena biblioteca familiar para continuar con su formación. Mariano padre renunció a su puesto en Corella y ocupó la plaza de Cáceres y Mariano José pudo volver a estudiar, esta vez en el colegio Imperial de Madrid, donde se quedó a vivir.

Casa de Larra en Corella. Fotografía de Francisco Juez. 22/10/2023

Sigue en pie la casa que habitó el escritor con su familia en Corella entre las calles del Santísimo y San Juan, frente a la monumental iglesia de San Miguel. El edificio, con planta baja, principal, segunda y altillo, está señalado por una placa en la que se recuerda la estancia del gran escritor en la localidad. En la misma fachada se encuentra un escudo del siglo XVII perteneciente a los Sanz, uno de los linajes nobiliarios de Corella,

sábado, 30 de diciembre de 2023

El Café de San Joaquín, en Fortunata y Jacinta

El café de San Joaquín abrió a mediados del siglo XIX y cerró en 1899. Estaba situado en la esquina entre la acera septentrional de la calle de San Joaquín y la de Fuencarral, con entrada por el nº 2 de la primera y el 89 de la segunda, como podemos ver, por ejemplo, en la Guía comercial de Madrid publicada con datos del Anuario del Comercio (Bailly-Bailliere) del año 1899, pág. 318:

Era un café cantante, uno de los mencionados por Galdós en Fortunata y Jacinta. El escritor canario se extiende y recrea en la descripción de su ambiente, lo que es muy de agradecer porque no son muchas las fuentes de información sobre este local que se conocen. Galdós lo caracteriza claramente como un café de barrio, alejado entonces del centro, como queda claro cuando el narrador subraya el contraste con la situación del café del Siglo, que estaba en la céntrica calle de Carretas. En efecto, se indica que Juan Pablo, el hermano de Maxi,  trasladó en cierto momento del desarrollo de la narración su tertulia desde uno hasta otro:

En esta nueva emigración, deseando estar lo más lejos posible del Siglo, se fue a San Joaquín, en la calle de Fuencarral, y no se corrió más al Norte porque no había cafés en las latitudes altas de Madrid. Pero en esta deserción, ya no le acompañaron ni D. Basilio Andrés de la Caña, ni Montes; este porque San Joaquín estaba donde Cristo dio las tres voces, aquel porque ya se iba cargando de la pertinencia con que Rubín se burlaba de sus profecías sobre la proximidad de la Restauración. El mismo D. Evaristo Feijoo le siguió de mal humor, diciéndole con desabrimiento que no le gustaban los cafés de piano, y que el género y la sociedad no debían ser de lo mejor en aquellas alturas. Estuvieron solos algunos días. No veían por allí caras de amigos, hasta que una noche se apareció en el local una pareja conocida. Eran Feliciana y Olmedo, el estudiante de farmacia amigo de Maxi.

Detalle del Plano Parcelario de Madrid, editado por el Instituto Geográfico y Estadístico
1875 (1871-1874). Se ha señalado la ubicación del café de San Joaquín. Más al norte se puede ver el edificio del Tribunal de Cuentas, construido bajo la dirección de Francisco Jareño
Y continúa la descripción centrándose en los tipos del café, con referencias a edificios cercanos, como el Tribunal de Cuentas, el colegio de Sordomudos, que estaba ubicado donde actualmente se encuentra el instituto San Mateo, y el mercado de San Ildefonso, que ocupaba el solar de la actual plaza del mismo nombre. Se mencionan también los corruptos guindillas, los guardias municipales, que guindaban, es decir, hurtaban, robaban:

Era sin duda cosa delicada para dicha delante de testigos, y estos eran: Olmedo con Feliciana, el pianista ciego, que en los descansos solía agregarse a aquella plácida tertulia, y una señora jamona, fiel parroquiana del café de nueve a doce. La llamaban doña María de las Nieves, y era una de las figuras más notables que presenta Madrid en la variadísima serie de los tipos de café. Iba algunas veces sola, otras con una mujer de mantón borrego que parecía verdulera acomodada. Llevaba toquilla de color corinto, que se quitaba al sentarse, y al punto se le armaba en la mesa una tertulia de hombres, compuesta de los siguientes personajes: un portero del Colegio de Sordo-Mudos, un empleado del Tribunal de Cuentas, un teniente viejo, de la clase de tropa, retirado del servicio, y dos individuos que tenían puesto de carne y frutas en la plaza de San Ildefonso. En esta sociedad reinaba doña Nieves como en un salón, siendo ella la que pronunciaba las frases maliciosas y chispeantes sobre el suceso del día, y los otros los que las reían. Corríase algunas veces hacia la mesa inmediata, sobre todo a última hora, cuando sus amigos, gente que tenía que madrugar, empezaba a desertar del local. Entonces se formaba una segunda peña. Doña Nieves, bien digerido el café, tomaba chocolate, y acompañábanla Juan Pablo, Feijoo, el pianista ciego, Feliciana, Olmedo y algún otro. El mozo mismo, que había llegado a familiarizarse con aquella sociedad, se agregaba también, tomando asiento a un extremo del corro para escuchar y aplaudir. Doña Nieves era propietaria de algunos puestos del mercado y los arrendaba; por esto, así como por sus muchas relaciones, los diferentes tratos en que andaba y los anticipos que hacía a las placeras, ejercía cierto caciquismo en la plazuela. Se hacía respetar de los guindillas, protegiendo al débil contra el fuerte y a los contraventores de las Ordenanzas urbanas contra la tiranía municipal.

domingo, 26 de noviembre de 2023

Lady Hamilton y Goethe: a ver si adivinas quién soy

Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) está considerado como el principal escritor en lengua alemana de todos los tiempos y es el creador de algunos de los mitos más relevantes de la cultura occidental. Nacido en Fráncfort del Meno, realizó un memorable viaje a Italia entre 1786 y 1788, en vísperas de la Revolución Francesa. Este periplo se enmarca en un contexto histórico de auge del viaje artístico, literario y arqueológico entre los ilustrados, para cuya formación se consideraba imprescindible visitar Italia, especialmente Roma. El también alemán Johann Joachim Winckelmann (1717-1768) había puesto el foco en la Antigüedad clásica y el estudio del mundo grecorromano adquirió un lugar muy destacado en la mentalidad ilustrada.

El viaje a Italia, cuidadosamente preparado y desencadenado por una crisis personal, supuso un antes y un después en la biografía de Goethe. Implicó un verdadero renacimiento para el escritor y alumbró numerosas obras literarias. Durante todo el itinerario, el autor alemán realizó cientos de dibujos y escribió innumerables textos. A partir de apuntes de diario y extractos de cartas, publicó, tras una cuidadosa revisión, su famoso Italienische Reise (Viaje a Italia) en 1816, casi treinta años después del recorrido por el país transalpino.

Johann Heinrich Wilhelm Tischbein. Goethe en la campiña romana. 1787
Óleo sobre lienzo, 166 x 210,3 cm
Stäedel Museum, Fráncfort del Meno

El libro no es una guía turística, ni es sólo una suma de maravillosas descripciones, es también una aguda reflexión sobre la sociedad, la naturaleza, el arte, además del relato de un viaje interior, de una transformación interna. Entre los muchos episodios de interés que aparecen en el libro queremos detenernos en el capítulo correspondiente a la estancia del escritor alemán en Nápoles, donde visitó el Palazzo Sessa (por cierto, hoy sede del Goethe Institut en la ciudad), residencia del embajador británico en la corte partenopea, sir William Hamilton, coleccionista de antigüedades, explorador del Vesubio y gran diletante:  

El caballero Hamilton, que aún vive aquí como embajador de Inglaterra, ha encontrado ahora, tras una larga afición a las artes y un estudio muy profundo de la naturaleza, la cima de los placeres de la naturaleza y del arte en una bonita joven, una inglesa de unos veinte años que vive con él en su casa. Es preciosa y luce una bella figura. Hamilton le ha hecho confeccionar un vestido griego que le sienta a las mil maravillas; ella se lo pone, se desata la caballera, toma un par de chales y se entrega a tal variedad de actitudes, gestos y juegos de fisonomía, que al final uno cree en verdad estar soñando. Lo que tantos miles de artistas hubieran deseado crear, aquí se ve realizado en movimiento y con una sorprendente diversidad. En pie, de rodillas, sentada, acostada, seria, triste, burlona, provocativa, contrita, amenazadora, temerosa... Una actitud sigue a la otra. Sabe escoger y variar para cada expresión los pliegues del velo, y compone mil tocados diferentes con las mismas telas. Durante este tiempo, el maduro caballero sostiene la luz y se entrega en cuerpo y alma a este objeto. En esta mujer encuentra todas las antigüedades, todos los bellos perfiles de las monedas sicilianas, incluso el Apolo de Belvedere. Una cosa es cierta, se trata de un placer único que ya hemos disfrutado en dos veladas. Esta mañana Tischbein hace su retrato. (Traducción de Manuel Scholz Rich. Johann W Goethe, Viaje a Italia. Zeta,  Barcelona, 2009).

Angelica Kauffmann, Retrato de mujer en su aseo (Lady Hamilton), 1795
Óleo sobre lienzo, 131 x 103 cm
Museum of Fine Arts, Budapest

No sólo Johann Heinrich Wilhelm Tischbein retrató a Emma, que acabó casándose en 1791 con el embajador, sino también otros muchos artistas de la época, como Angelika Kauffmann y Louise-Élisabeth Vigée-Le Brun. En la exposición Maestras, que podemos ver en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza hasta el 4 de febrero de 2024, sendos cuadros, casi del mismo tamaño, de las citadas pintoras forman pendant. En el retrato de Kauffmann, Layd Hamilton, está en su aseo posando con un gesto inspirado en la Venus Calipigia helenística, pero está vestida y se muestra de frente. En el de Vigée-Le Brun asume la pose y la actitud de una bacante, haciendo sonar una pandereta, con su larga melena al viento y la luz del Vesubio bañando su vestido drapeado al estilo de la Grecia antigua.

Louise-Élisabeth Vigée-Le Brun. Lady Hamilton como una bacante. C. 1790-1792
Óleo sobre lienzo, 132,5 x 105,5 cm
National Museums Liverpool

Lady Hamilton fue una verdadera influencer de la época. Encargó a su modista que le confeccionara vestidos inspirados en las pinturas de los vasos griegos, los relieves romanos o las pinturas de Pompeya, así como en el atuendo de las campesinas del golfo de Nápoles. Y estos ropajes influyeron en la moda europea del momento gracias a las imágenes que se difundieron a través de las publicaciones ilustradas y de los propios cuadros. Muchos viajeros, entre ellos Goethe, disfrutaron de las llamadas attitudes, representaciones a medio camino entre el teatro, la danza y la pose pictórica, mediante las cuales Lady Hamilton remedaba a mujeres de la historia antigua o la mitología para que los invitados espectadores averiguaran de quién se trataba o a qué escena famosa se aludía. Este entretenimiento culto y algo decadente, característico de la época de la Revolución Francesa, es un precedente de las modernas performances.  


martes, 24 de octubre de 2023

Túnez en sepia y Túnez en color

Entre el 10 de octubre de 2023 y el 14 de enero de 2024 se podrá visitar en el MAN la exposición Túnez en sepia. Fotografías de la colección del Museo Arqueológico Nacional. Organizada por el Ministerio de Cultura y Deporte y por el propio Museo y comisariada por cuatro de sus conservadoras, Virginia Salve Quejido, María Alonso Lescún, Núria Benavent Bataller y Ana Cabrera Díez, la muestra es una oportunidad excelente para conocer uno de los fondos de fotografía patrimonial más interesantes que custodia el MAN. Además, el Museo ha organizado visitas guiadas a la exposición y otras actividades en relación con ella.

Se exponen ciento una fotos, acompañadas de selectas piezas arqueológicas, documentos y libros pertenecientes al propio Museo. Las fotografías formaron parte de la Exposición Histórico-Europea de Madrid de 1892-1893, con la que se inauguró el Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales, en el marco de las celebraciones del IV Centenario del Descubrimiento de América. Al finalizar la muestra, el Bey de Túnez, Ali III ibn al-Husayn (1817-1902), que había enviado las fotografías para dicha exposición, donó las mismas, por lo que pasaron a formar parte de los fondos del MAN. Se trata de copias en papel a la albúmina, obtenidas a partir de negativos de vidrio al colodión. Por motivos de conservación se exponen excelentes reproducciones del tamaño de las originales.

Acueducto romano. Planicie de Zaghouan. 1855-1892

A través de las imágenes del siglo XIX el visitante se acercará al riquísimo patrimonio tunecino formado por los monumentos púnicos, númidas, romanos, bizantinos y de los diferentes periodos de la historia del país tras la conquista musulmana. También podrá deleitarse con algunas imágenes costumbristas y con interesantes fotografías de dos grandes museos tunecinos fundados poco después que el Museo Arqueológico Nacional: los actuales Museo Nacional del Bardo y Museo Nacional de Cartago.

Entre las fotografías de la exposición, nos detenemos en una vista exterior de la histórica ciudad de al-Qayrawān, fundada en 670 por los conquistadores musulmanes y convertida en capital de la dinastía aglabí en el siglo IX. Declarada Patrimonio de la Humanidad en 1966, al-Qayrawān, aparece en la foto que nos ocupa tras su muralla, con una de sus puertas almenadas y un bellísimo skyline de alminares y cúpulas. En la segunda mitad del siglo XIX la ciudad no se había extendido más allá de sus muros, como podemos ver en la foto, cuya datación no se puede concretar.

Vista de Kairuán.1855-1892

La fotografía me ha recordado el viaje que en 1914 realizó el artista suizo Paul Klee (1879-1940) a Túnez, en compañía de August Macke y Louis Moilliet, siguiendo una llamada que habían sentido antes también otros artistas centroeuropeos. Allí fue presa de una fascinación que le ayudó a encontrar un lenguaje artístico propio que fue desarrollando en los años siguientes. La imagen de al-Qayrawān en el 14 no debía de ser muy diferente de la que vemos en sepia en la fotografía de la exposición, salvo, claro está, por el color.

Entre lo abstracto y lo figurativo, la pintura tunecina de Klee investiga la luz y el color, siempre con un estilo poético y visionario. Busca la analogía entre lo representado (la ciudad) y la representación (el cuadro), como si la propia pintura estructurara su mirada sobre el paisaje.  Trata de evitar el subjetivismo, intenta concentrarse en la relación directa entre la naturaleza y el arte, pretende encontrar en la estructura del lenguaje pictórico la estructura del mundo. La austeridad de la arquitectura de volúmenes puros que vemos en la foto, junto a la luminosidad mediterránea y al intenso color de Túnez cambiaron para siempre a Klee.

Paul Klee. Ante las puertas de Qayrawan. 1914
Acuarela sobre papel sobre cartulina, 20,7 x 31,5 cm
Zentrum Paul Klee, Berna

En una acuarela titulada Ante las puertas de Qayrawan (1914), el pintor suizo nos muestra una imagen lejana de la ciudad, como en la fotografía, con su muralla y edificios. Ordena el paisaje circundante con masas de color, más pequeñas hacia el fondo, e incluye una caravana. El cielo intensamente azul está organizado a partir de campos de color, pero muy matizados. La luz del norte de África le impulsó a interesarse fundamentalmente por el color, que a partir de entonces fue siempre el centro de sus investigaciones artísticas. Un color transparente que construye una cuadrícula imperfecta, velada, que tiende a la desmaterialización.


lunes, 11 de septiembre de 2023

Dos mosaicos del Museo Arqueológico Nacional procedentes de la colección del marqués de Salamanca

En 1874 el Museo Arqueológico Nacional llegó a un acuerdo con José de Salamanca y Mayol (1811-1883) para adquirir su extraordinaria colección de antigüedades tras unas largas negociaciones. Reunida fundamentalmente en Italia, estaba compuesta por objetos en su mayor parte de la antigüedad clásica, pero los problemas económicos del marqués a partir de 1865 le obligaron a venderla. Afortunadamente, desde 1867 existía el Museo Arqueológico Nacional y, pese a las dificultades, pudo adquirir el conjunto arqueológico reunido por Salamanca e impedir su dispersión, destino que sí sufrió la colección pictórica del marqués.

La Vitrina CERO del museo, espacio destinado a mostrar piezas y temas singulares, que complementan y enriquecen la exposición permanente del MAN, está dedicada, hasta el 8 de octubre, a la colección arqueológica del marqués de Salamanca. En este enlace se puede saber más sobre esta instalación.

Vitrina CERO. José de Salamanca y Mayol, marqués de Salamanca (1811-1883)
Museo Arqueológico Nacional, Madrid

Con motivo de esta pequeña exposición, ATACAMA ha preparado una serie de visitas guiadas organizadas por el museo en las que se analiza la propia Vitrina CERO, así como algunas de las obras expuestas en las salsa de la Hispania romana y de Grecia; asimismo los participantes podrán conocer, ya fuera del Museo, algunos edificios que forman parte de la primera etapa constructiva del marqués en el barrio que acabó llevando su nombre, Para poder participar en estas visitas es necesario inscribirse a través de la web del Museo.

Entre las obras incluidas en el recorrido por el museo se encuentran dos mosaicos romanos procedentes del yacimiento arqueológico de Los Mercados, situado en Durantón (Segovia), como demostró la profesora Mª Rosario Lucas Pellicer. Estas dos obras, junto con otros tres mosaicos fueron arrancados durante una excavación promovida en 1795 por Manuel Godoy y bajo la dirección del gran arquitecto Juan de Villanueva. Los cinco mosaicos se trasladaron e instalaron en al Real Sitio de Aranjuez, concretamente al jardín del Príncipe, hecho que pone de manifiesto la pasión por la antigüedad clásica que se sentía en la corte en aquella época. Allí se colocaron en el interior de la casa del Ermitaño, construcción pintoresca típica de un jardín dieciochesco a la inglesa, hoy desparecida. Ambas piezas fueron restauradas, como ha estudiado el profesor Joaquín Barrio Martín.

Fernando Brambilla. Vista de la casa del Ermitaño en el jardín del Príncipe de Aranjuez. 1832

El marqués de Salamanca compró más de medio siglo después dos de los mosaicos y los trasladó a su Finca de Vista Alegre, por lo que formaron parte de las alrededor de 1.500 piezas de su colección que el Museo Arqueológico Nacional adquirió. Gracias a ello se conservan y podemos disfrutarlos en la exposición permanente, puesto que los otros tres desaparecieron.

Uno de ellos, el mosaico de Medusa, fechado en el siglo III de nuestra era, se encuentra en la sección dedicada a la casa aristocrática romana y concretamente en la parte en la que se refiere al atrium. Una sencilla decoración geométrica enmarca el gorgoneion o máscara de la gorgona Medusa, que protegía a los propietarios de la casa del yacimiento segoviano.

Mosaico romano con cabeza de Medusa. S. III. Caliza
Museo Arqueológico Nacional, Madrid

En el otro se representa al Genio del Año, divinidad doméstica que protege el ciclo de las estaciones y favorece las cosechas, y se fecha a finales del siglo II. Se encuentra en la espectacular sala dedicada a la vida rural en la Hispania romana y representa un busto masculino con un cuerno de la abundancia, mediante el uso de una gran variedad de colores.

Mosaico romano con Genio del Año. Fines del s. II. Caliza y mármol
Museo Arqueológico Nacional, Madrid


domingo, 13 de agosto de 2023

La atalaya andalusí de Torrelodones

Al pie de la sierra de Guadarrama, sobre un promontorio granítico a casi 900 m de altitud, muy cerca del kilómetro 29 de la autovía del Noroeste, se alza una atalaya andalusí de casi 11 m. de altura. Hace un siglo, cuando la construcción estaba en estado ruinoso, se realizó una reconstrucción en la que se abrieron las ventanas y se coronó con almenas, dándole su aspecto actual.

Se encuentra en el término municipal de Torrelodones, a poca distancia del pueblo, en la Comunidad de Madrid. De hecho, podemos considerar que la atalaya fue la razón del origen de la localidad actual, ya que, a sus pies, a finales de la Edad Media, se abrió, al parecer, una venta en el camino, que fue el germen de un pequeño núcleo que en el siglo XVI acabó configurándose como villa. No en vano, la atalaya sigue siendo emblema y símbolo de Torrelodones.

Los arqueólogos Pablo Schnell y Miguel Ángel Bru han encontrado restos de cerámica andalusí, de cocina y de transporte, en los alrededores, lo que confirmaría su datación entre el siglo IX y XI. La atalaya de Torrelodones formaba parte del sistema defensivo de la Marca Media andalusí en época omeya. Junto con otra conocida como la Torrecilla, de la que quedan muy pocos restos y ubicada en un recinto militar, y otras desaparecidas, ejercía la vigilancia del camino hacia la sierra de Guadarrama, por donde hoy se despliega la citada autovía A-6. Seguramente este era el camino que llevaba hasta el Balat Humayd, o puerto de Tablada, que conducía hasta la Meseta Norte.

Con señales de humo o con espejos, los soldados enviaban mensajes de alerta desde una torre a otra, formando redes de comunicación entre las ciudades. Schnell y Bru plantean incluso que la atalaya de Torrelodones no sólo controlaba en época andalusí el camino hacia la sierra, sino también valles como el del Jarama e incluso que podría tener conexión visual con Mayrit. Pero también las atalayas servían para articular el territorio y dominar visualmente a los habitantes de la zona y a los caminantes, por lo que transmitían una eficaz imagen del poder omeya.

Se trata de una torre de planta circular, junto a la que se construyó en época posterior al periodo andalusí un anexo de forma rectangular, tal vez de finales de la Edad Media. La atalaya, cimentada sobre la roca, presenta fábrica de sillarejo irregular de granito. La puerta está elevada y el interior es macizo hasta la altura del acceso y desde ahí hacia arriba está hueca. Originalmente contaba sencillos pisos de madera que permitían subir hasta la parte superior para ejercer la vigilancia. Fue declarada Monumento Histórico-Artístico en 1983.


domingo, 4 de junio de 2023

¿Con qué autoridad me arrebatas el alma?: Beatriz García Traba presenta su libro de poesía

En el exterior ruido, caos, el inhóspito paisaje urbano de la plaza de Jacinto Benavente, tarde de tormenta. Dentro de la librería San Pablo resuena el silencio y palpita la poesía, calidez y emoción.

Foto: Román Navarro

El 30 de mayo Beatriz García Traba ha presentado su primer libro de poesía, ¿Con qué autoridad me arrebatas el alma?, publicado por la editorial Cicely. Acompañada por el prologuista, Nano Crespo, y por Irene Nicolás, directora del sello Flores en el balcón, y ante un público que abarrotaba la librería, Beatriz ha leído algunos de sus “salmitos” y ha ofrecido algunas claves para que el lector se sumerja en su poesía.

Foto: Eduardo Escudero

El impetuoso título da paso a siete capítulos que reúnen versos que brotan desde el silencio y la intimidad, pero que se proyectan hacia lo comunitario y alumbran una suerte de misticismo social. El libro está a la venta online en la editorial Cicely y en las mejores librerías.


Foto: Eduardo Escudero

Beatriz ha firmado ejemplares de su obra en la Feria del Libro de Madrid, en Literal Fira d'idees i llibres radicals de Barcelona y en la Feria del Libro de Fuenlabrada.

Foto: Cicely

Foto: Cicely

sábado, 20 de mayo de 2023

La arqueología de Gran Canaria en el Museo Arqueológico Nacional

Entre el 30 de mayo y el 3 de septiembre la apasionante historia de la isla de Gran Canaria estará a tan sólo unos pasos de la calle Serrano de Madrid. En efecto, desembarca este verano en el Museo Arqueológico Nacional una exposición organizada por el Ministerio de Cultura y Deporte, el propio MAN, el Cabildo de Gran Canaria y el Museo Canario de Las Palmas, al que pertenecen la inmensa mayoría de las piezas arqueológicas que conforman la muestra.


Historias de una isla. Arqueología de Gran Canaria reúne un conjunto de piezas que permiten reconstruir la evolución social de la isla desde su poblamiento a principios de nuestra era hasta la actualidad. María del Carmen Cruz del Mercadal, del Museo Canario, es la comisaria de esta exposición. Y el Museo Arqueológico Nacional ha confiado a Atacama Servicios Culturales la organización de las visitas guiadas gratuitas a la muestra. Más información en la web del Museo.


domingo, 26 de marzo de 2023

Centenario de la Revista de Occidente

Este año celebramos el centenario de la creación de la mítica Revista de Occidente, cuyo primer número salió a la calle en julio de 1923 por 3,50 ptas. Fundada y dirigida por el filósofo José Ortega y Gasset, es una de las publicaciones periódicas españolas más importantes de la época contemporánea.

El primer número, con portada ilustrada por el artista uruguayo Rafael Barradas, incluía artículos de Pío Baroja, el propio Ortega (con un ensayo sobre la poeta francesa Anna de Noailles), el filósofo y sociólogo alemán Georg Simmel, el arqueólogo Adolf Schulten (por supuesto, con un texto sobre Tartessos), Fernando Vela, secretario de redacción de la revista, y Corpus Varga.

Primer número de la Revista de Occidente

Ortega explica en este primer número la línea editorial de la Revista:

Los propósitos de la Revista de Occidente son bastante sencillos. Existe en España e Hispano-América un número crecido de personas que se complacen en una gozosa y serena contemplación de las ideas y del arte. Asimismo, les interesa recibir de cuando en cuando noticias claras y meditadas de lo que se siente, se hace y se padece en el mundo: ni el relato inerte de los hechos, ni la interpretación superficial y apasionada que el periódico les ofrece, concuerdan con su deseo. Esta curiosidad, que va lo mismo al pensamiento o la poesía que al acontecimiento público y al secreto rumbo de las naciones, es bajo su aspecto de dispersión e indisciplina, la más natural, la más orgánica. Es la curiosidad ni exclusivamente estética ni especialmente científica o política. Es la vital curiosidad que el individuo de nervios alerta siente por el vasto germinar de la vida en torno y es el deseo de vivir cara a cara con la honda realidad contemporánea.

La Biblioteca Nacional dedica a esta publicación la exposición Revista de Occidente o la modernidad española, que se podrá visitar hasta el 4 de junio. Y la Biblioteca Regional de Madrid ha organizado dos itinerarios guiados dedicados al Madrid de Ortega y Gasset, que realizará Atacama. Más información en el Portal del Lector.

miércoles, 1 de marzo de 2023

La Casa del Cabrero, un ejemplo de vivienda marginal madrileña en torno a 1900

Explica Pío Baroja en sus memorias que “la gente pobre de la calle me parecía de más interés y más pintoresca que los burócratas y tenderos. Quizás esta idea me hizo aficionado a recorrer los suburbios” (Pío Baroja. Desde la última vuelta del camino, t. VI: Reportajes. Biblioteca Nueva. Madrid, 1948). Esta atracción por los más desfavorecidos que sentía el escritor vasco afincado en Madrid era compartida por otros escritores y artistas de la época, como Vicente Blasco Ibáñez o Ramón María del Valle-Inclán entre los primeros, o Ricardo Baroja o Gutiérrez Solana entre los segundos. Gracias a ellos, conocemos algunos aspectos de la miserable vida de la periferia de aquella capital que entraba en el siglo XX marcada por sus grandes contrastes.

En los capítulos centrales de La Busca, Manuel, el protagonista, realiza un significativo viaje desde el centro de Madrid hasta los barrios periféricos del sur. En compañía de su primo Vidal llega en ese periplo hasta los territorios en los que se mueven las gentes de los bajos fondos, entre ellos los núcleos de infravivienda situados en la acera meridional del paseo de las Acacias, entre este y el arroyo de Embajadores, al sur de la vía del ferrocarril de circunvalación, ya muy cerca del puente de Toledo.

Aquellos barrios miserables eran conocidos como las Casas del Cabrero y las Injurias, cuya ubicación concreta podemos conocer con precisión gracias al Plano de Madrid de Facundo Cañada, de 1900.

Detalle del Plano de Madrid, de Facundo Cañada. 1900 (resaltados los nombres en amarillo de las Casas del Cabrero y las Injurias

La Casa del Cabrero estaba formada por multitud de pequeños “apartamentos” de alquiler, con pésimas condiciones pero precios asequibles para los miserables vecinos de la zona. Así lo explica Julio Vargas en su informe sobre la epidemia de cólera en Madrid de 1885:

En el centro del barranco y a la mitad del ángulo que la alcantarilla y el arroyo forman y que tiene su vértice en el Paseo de las Yeserías, hay dos casas de vecindad llamadas de Cabrero, no porque este sea el apellido del propietario. En una de estas casas, que solo tiene piso bajo, se albergan seis o siete familias; pero en la otra residen 42 vecinos, que forman una población de unos noventa habitantes. (Julio Vargas. Cólera, viaje de exploración por los arrabales de Madrid (1885). La Felguera. Madrid, 2021, págs. 78-79)

Los habitantes de estas zonas marginales, situadas al sur de la vía ferroviaria de circunvalación, y, por lo tanto, dentro del Ensanche aprobado en 1860, eran ignorados por el Ayuntamiento y por la ciudad en general. Contaminantes fábricas, terrenos sin urbanizar y suciedad componían el paisaje que rodeaba a las infraviviendas. Julio Vargas describe muy bien ese ambiente:

Claro es que las dos piezas que por punto general constituyen las habitaciones de cada inquilino, no permiten a este hacerse la ilusión de que reside en un palacio; pero, dentro de las condiciones humildes de aquellos edificios, debemos reconocer que serían aceptables si la alcantarilla, el arroyo, los humos de las fábricas y la irradiación del calor que desarrolla el gasómetro no fuesen constantes y terribles enemigos de la salud en aquellos contornos” (Julio Vargas, pág. 79).

En el excelente informe de César Chicote, La vivienda insalubre en Madrid, de 1914, se incluye a la Casa del Cabrero entre las edificaciones de una planta con “un solo retrete para todas las familias”. (César Chicote. La vivienda insalubre en Madrid, memoria presentada al excmo. sr. vizconde de Eza, alcalde presidente. Ayuntamiento de Madrid, 1914, pág. 48). Además incorpora una vista aérea de la Casa del Cabrero, con algunos edificios industriales detrás, identificables en el plano de Cañada, y el perfil del Madrid histórico al fondo.

César Chicote, pág. 46

Volviendo a La Busca, Manuel deja de lado la ironía de la que ha hecho gala en capítulos anteriores y se muestra incluso conmovido cuando se sumerge en la pobreza de estos barrios marginales. Se pone de manifiesto entonces el choque entre su mentalidad obrera y el mundillo del hampa que conoce en estos barrios y con el que no se siente familiarizado:

Llamaban así a un grupo de casuchas bajas con el patio estrecho y largo en medio. Pululaba una nube de chiquillos desnudos, de color de tierra, la mayoría negros... Salieron de la Casa del Cabrero, bajaron a una hondonada, después de pasar al lado de una valla alta y negra, y por en medio de Casa Blanca desembocaron en el paseo de Yeserías. El río venía exhausto, formado por unos cuantos hilillos de agua negra y de charcos encima del barro.