EL PLACER DE LA CULTURA

domingo, 26 de marzo de 2023

Centenario de la Revista de Occidente

Este año celebramos el centenario de la creación de la mítica Revista de Occidente, cuyo primer número salió a la calle en julio de 1923 por 3,50 ptas. Fundada y dirigida por el filósofo José Ortega y Gasset, es una de las publicaciones periódicas españolas más importantes de la época contemporánea.

El primer número, con portada ilustrada por el artista uruguayo Rafael Barradas, incluía artículos de Pío Baroja, el propio Ortega (con un ensayo sobre la poeta francesa Anna de Noailles), el filósofo y sociólogo alemán Georg Simmel, el arqueólogo Adolf Schulten (por supuesto, con un texto sobre Tartessos), Fernando Vela, secretario de redacción de la revista, y Corpus Varga.

Primer número de la Revista de Occidente

Ortega explica en este primer número la línea editorial de la Revista:

Los propósitos de la Revista de Occidente son bastante sencillos. Existe en España e Hispano-América un número crecido de personas que se complacen en una gozosa y serena contemplación de las ideas y del arte. Asimismo, les interesa recibir de cuando en cuando noticias claras y meditadas de lo que se siente, se hace y se padece en el mundo: ni el relato inerte de los hechos, ni la interpretación superficial y apasionada que el periódico les ofrece, concuerdan con su deseo. Esta curiosidad, que va lo mismo al pensamiento o la poesía que al acontecimiento público y al secreto rumbo de las naciones, es bajo su aspecto de dispersión e indisciplina, la más natural, la más orgánica. Es la curiosidad ni exclusivamente estética ni especialmente científica o política. Es la vital curiosidad que el individuo de nervios alerta siente por el vasto germinar de la vida en torno y es el deseo de vivir cara a cara con la honda realidad contemporánea.

La Biblioteca Nacional dedica a esta publicación la exposición Revista de Occidente o la modernidad española, que se podrá visitar hasta el 4 de junio. Y la Biblioteca Regional de Madrid ha organizado dos itinerarios guiados dedicados al Madrid de Ortega y Gasset, que realizará Atacama. Más información en el Portal del Lector.

miércoles, 1 de marzo de 2023

La Casa del Cabrero, un ejemplo de vivienda marginal madrileña en torno a 1900

Explica Pío Baroja en sus memorias que “la gente pobre de la calle me parecía de más interés y más pintoresca que los burócratas y tenderos. Quizás esta idea me hizo aficionado a recorrer los suburbios” (Pío Baroja. Desde la última vuelta del camino, t. VI: Reportajes. Biblioteca Nueva. Madrid, 1948). Esta atracción por los más desfavorecidos que sentía el escritor vasco afincado en Madrid era compartida por otros escritores y artistas de la época, como Vicente Blasco Ibáñez o Ramón María del Valle-Inclán entre los primeros, o Ricardo Baroja o Gutiérrez Solana entre los segundos. Gracias a ellos, conocemos algunos aspectos de la miserable vida de la periferia de aquella capital que entraba en el siglo XX marcada por sus grandes contrastes.

En los capítulos centrales de La Busca, Manuel, el protagonista, realiza un significativo viaje desde el centro de Madrid hasta los barrios periféricos del sur. En compañía de su primo Vidal llega en ese periplo hasta los territorios en los que se mueven las gentes de los bajos fondos, entre ellos los núcleos de infravivienda situados en la acera meridional del paseo de las Acacias, entre este y el arroyo de Embajadores, al sur de la vía del ferrocarril de circunvalación, ya muy cerca del puente de Toledo.

Aquellos barrios miserables eran conocidos como las Casas del Cabrero y las Injurias, cuya ubicación concreta podemos conocer con precisión gracias al Plano de Madrid de Facundo Cañada, de 1900.

Detalle del Plano de Madrid, de Facundo Cañada. 1900 (resaltados los nombres en amarillo de las Casas del Cabrero y las Injurias

La Casa del Cabrero estaba formada por multitud de pequeños “apartamentos” de alquiler, con pésimas condiciones pero precios asequibles para los miserables vecinos de la zona. Así lo explica Julio Vargas en su informe sobre la epidemia de cólera en Madrid de 1885:

En el centro del barranco y a la mitad del ángulo que la alcantarilla y el arroyo forman y que tiene su vértice en el Paseo de las Yeserías, hay dos casas de vecindad llamadas de Cabrero, no porque este sea el apellido del propietario. En una de estas casas, que solo tiene piso bajo, se albergan seis o siete familias; pero en la otra residen 42 vecinos, que forman una población de unos noventa habitantes. (Julio Vargas. Cólera, viaje de exploración por los arrabales de Madrid (1885). La Felguera. Madrid, 2021, págs. 78-79)

Los habitantes de estas zonas marginales, situadas al sur de la vía ferroviaria de circunvalación, y, por lo tanto, dentro del Ensanche aprobado en 1860, eran ignorados por el Ayuntamiento y por la ciudad en general. Contaminantes fábricas, terrenos sin urbanizar y suciedad componían el paisaje que rodeaba a las infraviviendas. Julio Vargas describe muy bien ese ambiente:

Claro es que las dos piezas que por punto general constituyen las habitaciones de cada inquilino, no permiten a este hacerse la ilusión de que reside en un palacio; pero, dentro de las condiciones humildes de aquellos edificios, debemos reconocer que serían aceptables si la alcantarilla, el arroyo, los humos de las fábricas y la irradiación del calor que desarrolla el gasómetro no fuesen constantes y terribles enemigos de la salud en aquellos contornos” (Julio Vargas, pág. 79).

En el excelente informe de César Chicote, La vivienda insalubre en Madrid, de 1914, se incluye a la Casa del Cabrero entre las edificaciones de una planta con “un solo retrete para todas las familias”. (César Chicote. La vivienda insalubre en Madrid, memoria presentada al excmo. sr. vizconde de Eza, alcalde presidente. Ayuntamiento de Madrid, 1914, pág. 48). Además incorpora una vista aérea de la Casa del Cabrero, con algunos edificios industriales detrás, identificables en el plano de Cañada, y el perfil del Madrid histórico al fondo.

César Chicote, pág. 46

Volviendo a La Busca, Manuel deja de lado la ironía de la que ha hecho gala en capítulos anteriores y se muestra incluso conmovido cuando se sumerge en la pobreza de estos barrios marginales. Se pone de manifiesto entonces el choque entre su mentalidad obrera y el mundillo del hampa que conoce en estos barrios y con el que no se siente familiarizado:

Llamaban así a un grupo de casuchas bajas con el patio estrecho y largo en medio. Pululaba una nube de chiquillos desnudos, de color de tierra, la mayoría negros... Salieron de la Casa del Cabrero, bajaron a una hondonada, después de pasar al lado de una valla alta y negra, y por en medio de Casa Blanca desembocaron en el paseo de Yeserías. El río venía exhausto, formado por unos cuantos hilillos de agua negra y de charcos encima del barro.