EL PLACER DE LA CULTURA

lunes, 9 de diciembre de 2013

La fachada de la iglesia del Convento de la Encarnación de Boadilla del Monte

El convento carmelita de religiosas descalzas de la Encarnación del Hijo de Dios de la Villa de Boadilla fue fundado en 1674 por Juan González Uzqueta Valdés y María de Vera Varco y Gasca, señores de Boadilla del Monte. Se trata de un complejo arquitectónico que ha sido restaurado a finales del siglo pasado por José Ramón Duralde. Preside el conjunto la iglesia barroca, que actualmente forma parte de la parroquia de San Cristóbal, ya que la comunidad carmelita se encuentra ahora en un edificio próximo, más moderno, y el antiguo convento se ha reconvertido en hotel.

La fachada de la iglesia presenta una disposición típicamente barroca y con interesantes consecuencias urbanísticas, ya que se encuentra retrasada con respecto a la línea de calle y conforma, junto con la reconstruida Casa de Capellanes y el Convento, una plaza rectangular. De esta manera se conforma un espacio en forma de lonja a la entrada del convento, lugar de encuentro social y escenario para ceremonias religiosas, y proporciona una mejor visualización a la portada.
 

 

La bella fachada responde a las características propias de la arquitectura conventual madrileña y más concretamente a la que distingue a los edificios de las comunidades carmelitas femeninas. Entre estos rasgos definitorios podemos destacar su rigor geométrico de raíz escurialense que transmite la armonía y el orden de la vida monacal, su sobriedad en consonancia con el ideal de pobreza defendido por Santa Teresa y su verticalidad, que la singulariza dentro del edificio. Son elementos que aparecen por primera vez apuntados en la iglesia del convento de San José de Ávila y perfeccionados en la de la Encarnación de Madrid.


 


La fachada es de ladrillo visto, a excepción del zócalo, la puerta y la hornacina abierta sobre esta, que son de granito, y los escudos y el relieve, de piedra carbonatada. Los paramentos de ladrillo están animados por un rico y sutil juego de planos, entre los que destacan las pilastras lisas de orden gigante que enmarcan toda la fachada y que están coronadas por bolas, y las molduras que organizan en rectángulos toda la composición. La presencia del frontón triangular en lo alto es muy característica de la arquitectura conventual, y de la carmelitana en particular; está presidido por un óculo y cuenta con una cruz en su cúspide y la molduración es más profunda que en el resto de la fachada.

El núcleo de granito, con la puerta de entrada y la hornacina superior, destaca sobre el resto de la fachada, no sólo por su material, sino también por su mayor relieve y su decoración más profusa, con más movimiento y abundancia de remates piramidales y esféricos, que, sin embargo, no alteran la sobriedad del conjunto. La ventana superior, que ilumina el coro, completa el cuerpo central de la fachada, jerárquicamente superior a los laterales, como corresponde a su función de entrada única, frente a los accesos triples, más propios de la arquitectura conventual masculina. La puerta de la iglesia está equidistante entre el acceso al convento, a su derecha, y la entrada al cuarto de los fundadores, que tenían sus propias habitaciones junto a la iglesia, conectadas con la tribuna del templo que se abre al altar mayor.


 

La hornacina central cobija un relieve que representa la Encarnación, misterio al que se dedica el convento. En él podemos observar a la Virgen arrodillada en oración en el momento en el que se gira hacia el arcángel San Gabriel, que está de pie; en lo alto, Dios Padre envía al Espíritu Santo sobre María. La fachada de la iglesia del convento de Boadilla, como todas las carmelitanas, es fiel a las premisas del Concilio de Trento, en el que se subrayó la importancia de la presencia de las imágenes de devoción en el exterior del templo.

 


Los escudos de Juan González de Uzqueta y María de Vera, dispuestos de manera que forman un triángulo invertido con el relieve de la Encarnación, subrayan el carácter piadoso y al mismo tiempo ostentador del poder de los fundadores.