EL PLACER DE LA CULTURA

miércoles, 31 de diciembre de 2014

La Noche de Reyes en Madrid en el siglo XIX

Hay costumbres navideñas que nos han llegado después de irse transmitiendo de generación en generación, pero otras muchas se han sumido en el olvido. Es el caso de la celebración de la Noche de Reyes que se realizaba en Madrid a mediados del siglo XIX y que Pascual Madoz nos transmite a través de su indispensable Diccionario geografico-estadistico-historico de España y sus posesiones de ultramar, publicado entre 1846 y 1850:

Invocando la frase de esperar á los reyes, se ve en la noche de la víspera de esta festividad una multitud de personas con hachones de viento, cencerros y otros objetos propios para hacer ruido, recorrer las calles con gritería y algazara, llevando como héroe paciente de la fiesta algun incauto cargado con una escalera y espuerta, á quien hacen creer, que los reyes magos, que llegan aquella noche á adorar al Niño Dios, vienen repartiendo monedas de oro y plata en abundancia. Llegados á un estremo de la pobl., y hecha la pantomima de subirse en la escalera para ver si se les descubre con el auxilio de los hachones encendidos, sale de entre la turba una voz que asegura vienen los reyes por la puerta opuesta dé la pobl., y á ella se encaminan después, y luego á otra y otras, hasta que rendidos de cansancio suelen ir á parar á alguna taberna donde concluye la fiesta mas ó menos entrada la noche. Aquí repetiriamos lo que anteriormente hemos manifestado con respecto al entierro de la sardina, porque parece ageno de un pueblo culto y de los adelantos del siglo ver reproducidas escenas, propias solo de los tiempos del oscurantismo. (t. X, p. 107)
 José Castelaro y Perera. La noche de Reyes en la Puerta del Sol. 1839. Museo de Historia, Madrid
 Además existen algunos testimonios gráficos de esta costumbre, como sendos cuadros de José Castelaro y Eugenio Lucas Velázquez, que parecen ilustrar el texto de Madoz. El primero, pintor decimonónico autor de cuadros de historia, costumbristas y religiosos, nos muestra a un dinámico grupo en la Puerta del Sol, con el personaje que porta la escalera como eje de la composición. A la derecha se ve la Real Casa de Correos y a la izquierda la Iglesia del Buen Suceso, con su reloj iluminado para la festividad, en una Puerta del Sol anterior a la reforma de mediados de siglo. 
 
Eugenio Lucas Velázquez. La hoguera de la noche de San Juan. C. 1850. Museo Cerralbo, Madrid
El cuadro de Eugenio Lucas Velázquez, de factura más empastada y suelta, como es propio de este pintor romántico y costumbrista, es muy posiblemente también, pese al título atribuido, una escena de la Noche de Reyes madrileña, que sucede tal vez bajo uno de los arcos de acceso a la Plaza Mayor. Las figuras se disponen en círculo en torno al personaje subido a la escalera, que es el foco del luz del cuadro, en torno al cual todo se diluye en la oscuridad.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

El pequeño infante cardenal y su extraña familia

La renovación política que supuso el ascenso al trono hispánico del primer Borbón, Felipe V, llevó aparejada una renovación pictórica en la Corte y una transformación de la iconografía oficial, en la que los pintores franceses tuvieron un papel muy destacado. Uno de los más importantes fue sin duda Louis Michel van Loo, prestigioso artista, profesor de la Academia de París y reclamado por Felipe V como retratista oficial.
Van Loo pintó a los diferentes miembros de la familia real, pero su obra más destacada es el retrato de grupo que realizó en 1743 y que se encuentra en el Museo del Prado. El pintor francés situó a los diferentes personajes en un escenario grandioso y teatral, con resonancias del gran Veronés y detalles tan venecianos como el de los músicos de la tribuna. La grandilocuente composición, las calidades materiales de las telas, los detalles de los atuendos, están al servicio de la exhibición del poder de la monarquía, pero la situación de los personajes, sus poses y sus miradas, responden también a un estudio psicológico.
Louis Michel Van Loo. La familia de Felipe V. 1743.Museo Nacional del Prado, Madrid
Los personajes están dispuestos en tres grupos. A la izquierda aparecen la infanta María Ana Victoria, que llegaría a ser reina de Portugal y los príncipes de Asturias, es decir Bárbara de Braganza y el futuro Fernando VI. En el centro aparece el rey Felipe V, la reina Isabel de Farnesio y el hijo menor de ambos, el infante y cardenal don Luis; también están don Felipe, segundo hijo de los reyes y duque de Parma, y su esposa Luisa Isabel de Borbón, hija de Luis XV de Francias; en el suelo las infantas María Luisa, hija de los duques de Parma, y María Isabel, hija de los reyes de Nápoles, juegan con un perro. Finalmente, a la derecha del cuadro se encuentran el rey de Nápoles, es decir el futuro Carlos III de España, y su esposa la reina María Amalia de Sajonia; además están María Antonia Fernanda, hija de Felipe V y futura reina de Cerdeña, y María Teresa de Francia, delfina de Francia.

Si nos fijamos en el grupo central, destaca la presencia dominante de la reina Isabel de Farnesio, que apoya su brazo en un cojín que sostiene la corona, símbolo muy evidente de su poder. Junto a ellos se encuentra el infante don Luis, semiescondido detrás de su madre, lo que demuestra un sometimiento a ella, mirando al frente y extendiendo la mano elegantemente, detalle que contribuye a crear profundidad. Va vestido de rojo y lleva la banda azul de la Orden del Saint-Esprit, como los demás varones que aparecen en el retrato colectivo.
Louis Michel Van Loo. La familia de Felipe V (detalle). 1743.Museo Nacional del Prado, Madrid
Cuando Van Loo realizó el retrato familiar, el infante don Luis tenía 16 años y era desde los 8 arzobispo de Toledo, desde los 10 cardenal y desde los 14 arzobispo de Sevilla. Van Loo ya había realizado un retrato al infante-cardenal poco después de su nombramiento.
Louis Michel Van Loo. El infante-cardenal Luis Antonio de Borbón y Farnesio. C 1737.Museo Nacional del Prado, Madrid
 La atrevida y decida acción de su madre condujo a don Luis a esta fulgurante carrera eclesiástica, ya que se encontraba en el quinto puesto en la línea de sucesión al trono. Era, por tanto, cuando se pintó el cuadro, un joven muy rico y poderoso, pues sus cargos le proporcionaban grandes beneficios y privilegios, aunque no estaba entre sus planes el sacerdocio, lo que finalmente le haría renunciar a sus cargos religiosos y quebrar así los planes de su madre. Todavía en 1843 no se podía adivinar el enfrentamiento entre los hermanos Carlos y Luis, muy separados en el cuadro de Van Loo.