EL PLACER DE LA CULTURA

sábado, 30 de diciembre de 2023

El Café de San Joaquín, en Fortunata y Jacinta

El café de San Joaquín abrió a mediados del siglo XIX y cerró en 1899. Estaba situado en la esquina entre la acera septentrional de la calle de San Joaquín y la de Fuencarral, con entrada por el nº 2 de la primera y el 89 de la segunda, como podemos ver, por ejemplo, en la Guía comercial de Madrid publicada con datos del Anuario del Comercio (Bailly-Bailliere) del año 1899, pág. 318:

Era un café cantante, uno de los mencionados por Galdós en Fortunata y Jacinta. El escritor canario se extiende y recrea en la descripción de su ambiente, lo que es muy de agradecer porque no son muchas las fuentes de información sobre este local que se conocen. Galdós lo caracteriza claramente como un café de barrio, alejado entonces del centro, como queda claro cuando el narrador subraya el contraste con la situación del café del Siglo, que estaba en la céntrica calle de Carretas. En efecto, se indica que Juan Pablo, el hermano de Maxi,  trasladó en cierto momento del desarrollo de la narración su tertulia desde uno hasta otro:

En esta nueva emigración, deseando estar lo más lejos posible del Siglo, se fue a San Joaquín, en la calle de Fuencarral, y no se corrió más al Norte porque no había cafés en las latitudes altas de Madrid. Pero en esta deserción, ya no le acompañaron ni D. Basilio Andrés de la Caña, ni Montes; este porque San Joaquín estaba donde Cristo dio las tres voces, aquel porque ya se iba cargando de la pertinencia con que Rubín se burlaba de sus profecías sobre la proximidad de la Restauración. El mismo D. Evaristo Feijoo le siguió de mal humor, diciéndole con desabrimiento que no le gustaban los cafés de piano, y que el género y la sociedad no debían ser de lo mejor en aquellas alturas. Estuvieron solos algunos días. No veían por allí caras de amigos, hasta que una noche se apareció en el local una pareja conocida. Eran Feliciana y Olmedo, el estudiante de farmacia amigo de Maxi.

Detalle del Plano Parcelario de Madrid, editado por el Instituto Geográfico y Estadístico
1875 (1871-1874). Se ha señalado la ubicación del café de San Joaquín. Más al norte se puede ver el edificio del Tribunal de Cuentas, construido bajo la dirección de Francisco Jareño
Y continúa la descripción centrándose en los tipos del café, con referencias a edificios cercanos, como el Tribunal de Cuentas, el colegio de Sordomudos, que estaba ubicado donde actualmente se encuentra el instituto San Mateo, y el mercado de San Ildefonso, que ocupaba el solar de la actual plaza del mismo nombre. Se mencionan también los corruptos guindillas, los guardias municipales, que guindaban, es decir, hurtaban, robaban:

Era sin duda cosa delicada para dicha delante de testigos, y estos eran: Olmedo con Feliciana, el pianista ciego, que en los descansos solía agregarse a aquella plácida tertulia, y una señora jamona, fiel parroquiana del café de nueve a doce. La llamaban doña María de las Nieves, y era una de las figuras más notables que presenta Madrid en la variadísima serie de los tipos de café. Iba algunas veces sola, otras con una mujer de mantón borrego que parecía verdulera acomodada. Llevaba toquilla de color corinto, que se quitaba al sentarse, y al punto se le armaba en la mesa una tertulia de hombres, compuesta de los siguientes personajes: un portero del Colegio de Sordo-Mudos, un empleado del Tribunal de Cuentas, un teniente viejo, de la clase de tropa, retirado del servicio, y dos individuos que tenían puesto de carne y frutas en la plaza de San Ildefonso. En esta sociedad reinaba doña Nieves como en un salón, siendo ella la que pronunciaba las frases maliciosas y chispeantes sobre el suceso del día, y los otros los que las reían. Corríase algunas veces hacia la mesa inmediata, sobre todo a última hora, cuando sus amigos, gente que tenía que madrugar, empezaba a desertar del local. Entonces se formaba una segunda peña. Doña Nieves, bien digerido el café, tomaba chocolate, y acompañábanla Juan Pablo, Feijoo, el pianista ciego, Feliciana, Olmedo y algún otro. El mozo mismo, que había llegado a familiarizarse con aquella sociedad, se agregaba también, tomando asiento a un extremo del corro para escuchar y aplaudir. Doña Nieves era propietaria de algunos puestos del mercado y los arrendaba; por esto, así como por sus muchas relaciones, los diferentes tratos en que andaba y los anticipos que hacía a las placeras, ejercía cierto caciquismo en la plazuela. Se hacía respetar de los guindillas, protegiendo al débil contra el fuerte y a los contraventores de las Ordenanzas urbanas contra la tiranía municipal.

domingo, 26 de noviembre de 2023

Lady Hamilton y Goethe: a ver si adivinas quién soy

Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) está considerado como el principal escritor en lengua alemana de todos los tiempos y es el creador de algunos de los mitos más relevantes de la cultura occidental. Nacido en Fráncfort del Meno, realizó un memorable viaje a Italia entre 1786 y 1788, en vísperas de la Revolución Francesa. Este periplo se enmarca en un contexto histórico de auge del viaje artístico, literario y arqueológico entre los ilustrados, para cuya formación se consideraba imprescindible visitar Italia, especialmente Roma. El también alemán Johann Joachim Winckelmann (1717-1768) había puesto el foco en la Antigüedad clásica y el estudio del mundo grecorromano adquirió un lugar muy destacado en la mentalidad ilustrada.

El viaje a Italia, cuidadosamente preparado y desencadenado por una crisis personal, supuso un antes y un después en la biografía de Goethe. Implicó un verdadero renacimiento para el escritor y alumbró numerosas obras literarias. Durante todo el itinerario, el autor alemán realizó cientos de dibujos y escribió innumerables textos. A partir de apuntes de diario y extractos de cartas, publicó, tras una cuidadosa revisión, su famoso Italienische Reise (Viaje a Italia) en 1816, casi treinta años después del recorrido por el país transalpino.

Johann Heinrich Wilhelm Tischbein. Goethe en la campiña romana. 1787
Óleo sobre lienzo, 166 x 210,3 cm
Stäedel Museum, Fráncfort del Meno

El libro no es una guía turística, ni es sólo una suma de maravillosas descripciones, es también una aguda reflexión sobre la sociedad, la naturaleza, el arte, además del relato de un viaje interior, de una transformación interna. Entre los muchos episodios de interés que aparecen en el libro queremos detenernos en el capítulo correspondiente a la estancia del escritor alemán en Nápoles, donde visitó el Palazzo Sessa (por cierto, hoy sede del Goethe Institut en la ciudad), residencia del embajador británico en la corte partenopea, sir William Hamilton, coleccionista de antigüedades, explorador del Vesubio y gran diletante:  

El caballero Hamilton, que aún vive aquí como embajador de Inglaterra, ha encontrado ahora, tras una larga afición a las artes y un estudio muy profundo de la naturaleza, la cima de los placeres de la naturaleza y del arte en una bonita joven, una inglesa de unos veinte años que vive con él en su casa. Es preciosa y luce una bella figura. Hamilton le ha hecho confeccionar un vestido griego que le sienta a las mil maravillas; ella se lo pone, se desata la caballera, toma un par de chales y se entrega a tal variedad de actitudes, gestos y juegos de fisonomía, que al final uno cree en verdad estar soñando. Lo que tantos miles de artistas hubieran deseado crear, aquí se ve realizado en movimiento y con una sorprendente diversidad. En pie, de rodillas, sentada, acostada, seria, triste, burlona, provocativa, contrita, amenazadora, temerosa... Una actitud sigue a la otra. Sabe escoger y variar para cada expresión los pliegues del velo, y compone mil tocados diferentes con las mismas telas. Durante este tiempo, el maduro caballero sostiene la luz y se entrega en cuerpo y alma a este objeto. En esta mujer encuentra todas las antigüedades, todos los bellos perfiles de las monedas sicilianas, incluso el Apolo de Belvedere. Una cosa es cierta, se trata de un placer único que ya hemos disfrutado en dos veladas. Esta mañana Tischbein hace su retrato. (Traducción de Manuel Scholz Rich. Johann W Goethe, Viaje a Italia. Zeta,  Barcelona, 2009).

Angelica Kauffmann, Retrato de mujer en su aseo (Lady Hamilton), 1795
Óleo sobre lienzo, 131 x 103 cm
Museum of Fine Arts, Budapest

No sólo Johann Heinrich Wilhelm Tischbein retrató a Emma, que acabó casándose en 1791 con el embajador, sino también otros muchos artistas de la época, como Angelika Kauffmann y Louise-Élisabeth Vigée-Le Brun. En la exposición Maestras, que podemos ver en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza hasta el 4 de febrero de 2024, sendos cuadros, casi del mismo tamaño, de las citadas pintoras forman pendant. En el retrato de Kauffmann, Layd Hamilton, está en su aseo posando con un gesto inspirado en la Venus Calipigia helenística, pero está vestida y se muestra de frente. En el de Vigée-Le Brun asume la pose y la actitud de una bacante, haciendo sonar una pandereta, con su larga melena al viento y la luz del Vesubio bañando su vestido drapeado al estilo de la Grecia antigua.

Louise-Élisabeth Vigée-Le Brun. Lady Hamilton como una bacante. C. 1790-1792
Óleo sobre lienzo, 132,5 x 105,5 cm
National Museums Liverpool

Lady Hamilton fue una verdadera influencer de la época. Encargó a su modista que le confeccionara vestidos inspirados en las pinturas de los vasos griegos, los relieves romanos o las pinturas de Pompeya, así como en el atuendo de las campesinas del golfo de Nápoles. Y estos ropajes influyeron en la moda europea del momento gracias a las imágenes que se difundieron a través de las publicaciones ilustradas y de los propios cuadros. Muchos viajeros, entre ellos Goethe, disfrutaron de las llamadas attitudes, representaciones a medio camino entre el teatro, la danza y la pose pictórica, mediante las cuales Lady Hamilton remedaba a mujeres de la historia antigua o la mitología para que los invitados espectadores averiguaran de quién se trataba o a qué escena famosa se aludía. Este entretenimiento culto y algo decadente, característico de la época de la Revolución Francesa, es un precedente de las modernas performances.  


martes, 24 de octubre de 2023

Túnez en sepia y Túnez en color

Entre el 10 de octubre de 2023 y el 14 de enero de 2024 se podrá visitar en el MAN la exposición Túnez en sepia. Fotografías de la colección del Museo Arqueológico Nacional. Organizada por el Ministerio de Cultura y Deporte y por el propio Museo y comisariada por cuatro de sus conservadoras, Virginia Salve Quejido, María Alonso Lescún, Núria Benavent Bataller y Ana Cabrera Díez, la muestra es una oportunidad excelente para conocer uno de los fondos de fotografía patrimonial más interesantes que custodia el MAN. Además, el Museo ha organizado visitas guiadas a la exposición y otras actividades en relación con ella.

Se exponen ciento una fotos, acompañadas de selectas piezas arqueológicas, documentos y libros pertenecientes al propio Museo. Las fotografías formaron parte de la Exposición Histórico-Europea de Madrid de 1892-1893, con la que se inauguró el Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales, en el marco de las celebraciones del IV Centenario del Descubrimiento de América. Al finalizar la muestra, el Bey de Túnez, Ali III ibn al-Husayn (1817-1902), que había enviado las fotografías para dicha exposición, donó las mismas, por lo que pasaron a formar parte de los fondos del MAN. Se trata de copias en papel a la albúmina, obtenidas a partir de negativos de vidrio al colodión. Por motivos de conservación se exponen excelentes reproducciones del tamaño de las originales.

Acueducto romano. Planicie de Zaghouan. 1855-1892

A través de las imágenes del siglo XIX el visitante se acercará al riquísimo patrimonio tunecino formado por los monumentos púnicos, númidas, romanos, bizantinos y de los diferentes periodos de la historia del país tras la conquista musulmana. También podrá deleitarse con algunas imágenes costumbristas y con interesantes fotografías de dos grandes museos tunecinos fundados poco después que el Museo Arqueológico Nacional: los actuales Museo Nacional del Bardo y Museo Nacional de Cartago.

Entre las fotografías de la exposición, nos detenemos en una vista exterior de la histórica ciudad de al-Qayrawān, fundada en 670 por los conquistadores musulmanes y convertida en capital de la dinastía aglabí en el siglo IX. Declarada Patrimonio de la Humanidad en 1966, al-Qayrawān, aparece en la foto que nos ocupa tras su muralla, con una de sus puertas almenadas y un bellísimo skyline de alminares y cúpulas. En la segunda mitad del siglo XIX la ciudad no se había extendido más allá de sus muros, como podemos ver en la foto, cuya datación no se puede concretar.

Vista de Kairuán.1855-1892

La fotografía me ha recordado el viaje que en 1914 realizó el artista suizo Paul Klee (1879-1940) a Túnez, en compañía de August Macke y Louis Moilliet, siguiendo una llamada que habían sentido antes también otros artistas centroeuropeos. Allí fue presa de una fascinación que le ayudó a encontrar un lenguaje artístico propio que fue desarrollando en los años siguientes. La imagen de al-Qayrawān en el 14 no debía de ser muy diferente de la que vemos en sepia en la fotografía de la exposición, salvo, claro está, por el color.

Entre lo abstracto y lo figurativo, la pintura tunecina de Klee investiga la luz y el color, siempre con un estilo poético y visionario. Busca la analogía entre lo representado (la ciudad) y la representación (el cuadro), como si la propia pintura estructurara su mirada sobre el paisaje.  Trata de evitar el subjetivismo, intenta concentrarse en la relación directa entre la naturaleza y el arte, pretende encontrar en la estructura del lenguaje pictórico la estructura del mundo. La austeridad de la arquitectura de volúmenes puros que vemos en la foto, junto a la luminosidad mediterránea y al intenso color de Túnez cambiaron para siempre a Klee.

Paul Klee. Ante las puertas de Qayrawan. 1914
Acuarela sobre papel sobre cartulina, 20,7 x 31,5 cm
Zentrum Paul Klee, Berna

En una acuarela titulada Ante las puertas de Qayrawan (1914), el pintor suizo nos muestra una imagen lejana de la ciudad, como en la fotografía, con su muralla y edificios. Ordena el paisaje circundante con masas de color, más pequeñas hacia el fondo, e incluye una caravana. El cielo intensamente azul está organizado a partir de campos de color, pero muy matizados. La luz del norte de África le impulsó a interesarse fundamentalmente por el color, que a partir de entonces fue siempre el centro de sus investigaciones artísticas. Un color transparente que construye una cuadrícula imperfecta, velada, que tiende a la desmaterialización.


lunes, 11 de septiembre de 2023

Dos mosaicos del Museo Arqueológico Nacional procedentes de la colección del marqués de Salamanca

En 1874 el Museo Arqueológico Nacional llegó a un acuerdo con José de Salamanca y Mayol (1811-1883) para adquirir su extraordinaria colección de antigüedades tras unas largas negociaciones. Reunida fundamentalmente en Italia, estaba compuesta por objetos en su mayor parte de la antigüedad clásica, pero los problemas económicos del marqués a partir de 1865 le obligaron a venderla. Afortunadamente, desde 1867 existía el Museo Arqueológico Nacional y, pese a las dificultades, pudo adquirir el conjunto arqueológico reunido por Salamanca e impedir su dispersión, destino que sí sufrió la colección pictórica del marqués.

La Vitrina CERO del museo, espacio destinado a mostrar piezas y temas singulares, que complementan y enriquecen la exposición permanente del MAN, está dedicada, hasta el 8 de octubre, a la colección arqueológica del marqués de Salamanca. En este enlace se puede saber más sobre esta instalación.

Vitrina CERO. José de Salamanca y Mayol, marqués de Salamanca (1811-1883)
Museo Arqueológico Nacional, Madrid

Con motivo de esta pequeña exposición, ATACAMA ha preparado una serie de visitas guiadas organizadas por el museo en las que se analiza la propia Vitrina CERO, así como algunas de las obras expuestas en las salsa de la Hispania romana y de Grecia; asimismo los participantes podrán conocer, ya fuera del Museo, algunos edificios que forman parte de la primera etapa constructiva del marqués en el barrio que acabó llevando su nombre, Para poder participar en estas visitas es necesario inscribirse a través de la web del Museo.

Entre las obras incluidas en el recorrido por el museo se encuentran dos mosaicos romanos procedentes del yacimiento arqueológico de Los Mercados, situado en Durantón (Segovia), como demostró la profesora Mª Rosario Lucas Pellicer. Estas dos obras, junto con otros tres mosaicos fueron arrancados durante una excavación promovida en 1795 por Manuel Godoy y bajo la dirección del gran arquitecto Juan de Villanueva. Los cinco mosaicos se trasladaron e instalaron en al Real Sitio de Aranjuez, concretamente al jardín del Príncipe, hecho que pone de manifiesto la pasión por la antigüedad clásica que se sentía en la corte en aquella época. Allí se colocaron en el interior de la casa del Ermitaño, construcción pintoresca típica de un jardín dieciochesco a la inglesa, hoy desparecida. Ambas piezas fueron restauradas, como ha estudiado el profesor Joaquín Barrio Martín.

Fernando Brambilla. Vista de la casa del Ermitaño en el jardín del Príncipe de Aranjuez. 1832

El marqués de Salamanca compró más de medio siglo después dos de los mosaicos y los trasladó a su Finca de Vista Alegre, por lo que formaron parte de las alrededor de 1.500 piezas de su colección que el Museo Arqueológico Nacional adquirió. Gracias a ello se conservan y podemos disfrutarlos en la exposición permanente, puesto que los otros tres desaparecieron.

Uno de ellos, el mosaico de Medusa, fechado en el siglo III de nuestra era, se encuentra en la sección dedicada a la casa aristocrática romana y concretamente en la parte en la que se refiere al atrium. Una sencilla decoración geométrica enmarca el gorgoneion o máscara de la gorgona Medusa, que protegía a los propietarios de la casa del yacimiento segoviano.

Mosaico romano con cabeza de Medusa. S. III. Caliza
Museo Arqueológico Nacional, Madrid

En el otro se representa al Genio del Año, divinidad doméstica que protege el ciclo de las estaciones y favorece las cosechas, y se fecha a finales del siglo II. Se encuentra en la espectacular sala dedicada a la vida rural en la Hispania romana y representa un busto masculino con un cuerno de la abundancia, mediante el uso de una gran variedad de colores.

Mosaico romano con Genio del Año. Fines del s. II. Caliza y mármol
Museo Arqueológico Nacional, Madrid


domingo, 13 de agosto de 2023

La atalaya andalusí de Torrelodones

Al pie de la sierra de Guadarrama, sobre un promontorio granítico a casi 900 m de altitud, muy cerca del kilómetro 29 de la autovía del Noroeste, se alza una atalaya andalusí de casi 11 m. de altura. Hace un siglo, cuando la construcción estaba en estado ruinoso, se realizó una reconstrucción en la que se abrieron las ventanas y se coronó con almenas, dándole su aspecto actual.

Se encuentra en el término municipal de Torrelodones, a poca distancia del pueblo, en la Comunidad de Madrid. De hecho, podemos considerar que la atalaya fue la razón del origen de la localidad actual, ya que, a sus pies, a finales de la Edad Media, se abrió, al parecer, una venta en el camino, que fue el germen de un pequeño núcleo que en el siglo XVI acabó configurándose como villa. No en vano, la atalaya sigue siendo emblema y símbolo de Torrelodones.

Los arqueólogos Pablo Schnell y Miguel Ángel Bru han encontrado restos de cerámica andalusí, de cocina y de transporte, en los alrededores, lo que confirmaría su datación entre el siglo IX y XI. La atalaya de Torrelodones formaba parte del sistema defensivo de la Marca Media andalusí en época omeya. Junto con otra conocida como la Torrecilla, de la que quedan muy pocos restos y ubicada en un recinto militar, y otras desaparecidas, ejercía la vigilancia del camino hacia la sierra de Guadarrama, por donde hoy se despliega la citada autovía A-6. Seguramente este era el camino que llevaba hasta el Balat Humayd, o puerto de Tablada, que conducía hasta la Meseta Norte.

Con señales de humo o con espejos, los soldados enviaban mensajes de alerta desde una torre a otra, formando redes de comunicación entre las ciudades. Schnell y Bru plantean incluso que la atalaya de Torrelodones no sólo controlaba en época andalusí el camino hacia la sierra, sino también valles como el del Jarama e incluso que podría tener conexión visual con Mayrit. Pero también las atalayas servían para articular el territorio y dominar visualmente a los habitantes de la zona y a los caminantes, por lo que transmitían una eficaz imagen del poder omeya.

Se trata de una torre de planta circular, junto a la que se construyó en época posterior al periodo andalusí un anexo de forma rectangular, tal vez de finales de la Edad Media. La atalaya, cimentada sobre la roca, presenta fábrica de sillarejo irregular de granito. La puerta está elevada y el interior es macizo hasta la altura del acceso y desde ahí hacia arriba está hueca. Originalmente contaba sencillos pisos de madera que permitían subir hasta la parte superior para ejercer la vigilancia. Fue declarada Monumento Histórico-Artístico en 1983.


domingo, 4 de junio de 2023

¿Con qué autoridad me arrebatas el alma?: Beatriz García Traba presenta su libro de poesía

En el exterior ruido, caos, el inhóspito paisaje urbano de la plaza de Jacinto Benavente, tarde de tormenta. Dentro de la librería San Pablo resuena el silencio y palpita la poesía, calidez y emoción.

Foto: Román Navarro

El 30 de mayo Beatriz García Traba ha presentado su primer libro de poesía, ¿Con qué autoridad me arrebatas el alma?, publicado por la editorial Cicely. Acompañada por el prologuista, Nano Crespo, y por Irene Nicolás, directora del sello Flores en el balcón, y ante un público que abarrotaba la librería, Beatriz ha leído algunos de sus “salmitos” y ha ofrecido algunas claves para que el lector se sumerja en su poesía.

Foto: Eduardo Escudero

El impetuoso título da paso a siete capítulos que reúnen versos que brotan desde el silencio y la intimidad, pero que se proyectan hacia lo comunitario y alumbran una suerte de misticismo social. El libro está a la venta online en la editorial Cicely y en las mejores librerías.


Foto: Eduardo Escudero

Beatriz ha firmado ejemplares de su obra en la Feria del Libro de Madrid, en Literal Fira d'idees i llibres radicals de Barcelona y en la Feria del Libro de Fuenlabrada.

Foto: Cicely

Foto: Cicely

sábado, 20 de mayo de 2023

La arqueología de Gran Canaria en el Museo Arqueológico Nacional

Entre el 30 de mayo y el 3 de septiembre la apasionante historia de la isla de Gran Canaria estará a tan sólo unos pasos de la calle Serrano de Madrid. En efecto, desembarca este verano en el Museo Arqueológico Nacional una exposición organizada por el Ministerio de Cultura y Deporte, el propio MAN, el Cabildo de Gran Canaria y el Museo Canario de Las Palmas, al que pertenecen la inmensa mayoría de las piezas arqueológicas que conforman la muestra.


Historias de una isla. Arqueología de Gran Canaria reúne un conjunto de piezas que permiten reconstruir la evolución social de la isla desde su poblamiento a principios de nuestra era hasta la actualidad. María del Carmen Cruz del Mercadal, del Museo Canario, es la comisaria de esta exposición. Y el Museo Arqueológico Nacional ha confiado a Atacama Servicios Culturales la organización de las visitas guiadas gratuitas a la muestra. Más información en la web del Museo.


domingo, 26 de marzo de 2023

Centenario de la Revista de Occidente

Este año celebramos el centenario de la creación de la mítica Revista de Occidente, cuyo primer número salió a la calle en julio de 1923 por 3,50 ptas. Fundada y dirigida por el filósofo José Ortega y Gasset, es una de las publicaciones periódicas españolas más importantes de la época contemporánea.

El primer número, con portada ilustrada por el artista uruguayo Rafael Barradas, incluía artículos de Pío Baroja, el propio Ortega (con un ensayo sobre la poeta francesa Anna de Noailles), el filósofo y sociólogo alemán Georg Simmel, el arqueólogo Adolf Schulten (por supuesto, con un texto sobre Tartessos), Fernando Vela, secretario de redacción de la revista, y Corpus Varga.

Primer número de la Revista de Occidente

Ortega explica en este primer número la línea editorial de la Revista:

Los propósitos de la Revista de Occidente son bastante sencillos. Existe en España e Hispano-América un número crecido de personas que se complacen en una gozosa y serena contemplación de las ideas y del arte. Asimismo, les interesa recibir de cuando en cuando noticias claras y meditadas de lo que se siente, se hace y se padece en el mundo: ni el relato inerte de los hechos, ni la interpretación superficial y apasionada que el periódico les ofrece, concuerdan con su deseo. Esta curiosidad, que va lo mismo al pensamiento o la poesía que al acontecimiento público y al secreto rumbo de las naciones, es bajo su aspecto de dispersión e indisciplina, la más natural, la más orgánica. Es la curiosidad ni exclusivamente estética ni especialmente científica o política. Es la vital curiosidad que el individuo de nervios alerta siente por el vasto germinar de la vida en torno y es el deseo de vivir cara a cara con la honda realidad contemporánea.

La Biblioteca Nacional dedica a esta publicación la exposición Revista de Occidente o la modernidad española, que se podrá visitar hasta el 4 de junio. Y la Biblioteca Regional de Madrid ha organizado dos itinerarios guiados dedicados al Madrid de Ortega y Gasset, que realizará Atacama. Más información en el Portal del Lector.

miércoles, 1 de marzo de 2023

La Casa del Cabrero, un ejemplo de vivienda marginal madrileña en torno a 1900

Explica Pío Baroja en sus memorias que “la gente pobre de la calle me parecía de más interés y más pintoresca que los burócratas y tenderos. Quizás esta idea me hizo aficionado a recorrer los suburbios” (Pío Baroja. Desde la última vuelta del camino, t. VI: Reportajes. Biblioteca Nueva. Madrid, 1948). Esta atracción por los más desfavorecidos que sentía el escritor vasco afincado en Madrid era compartida por otros escritores y artistas de la época, como Vicente Blasco Ibáñez o Ramón María del Valle-Inclán entre los primeros, o Ricardo Baroja o Gutiérrez Solana entre los segundos. Gracias a ellos, conocemos algunos aspectos de la miserable vida de la periferia de aquella capital que entraba en el siglo XX marcada por sus grandes contrastes.

En los capítulos centrales de La Busca, Manuel, el protagonista, realiza un significativo viaje desde el centro de Madrid hasta los barrios periféricos del sur. En compañía de su primo Vidal llega en ese periplo hasta los territorios en los que se mueven las gentes de los bajos fondos, entre ellos los núcleos de infravivienda situados en la acera meridional del paseo de las Acacias, entre este y el arroyo de Embajadores, al sur de la vía del ferrocarril de circunvalación, ya muy cerca del puente de Toledo.

Aquellos barrios miserables eran conocidos como las Casas del Cabrero y las Injurias, cuya ubicación concreta podemos conocer con precisión gracias al Plano de Madrid de Facundo Cañada, de 1900.

Detalle del Plano de Madrid, de Facundo Cañada. 1900 (resaltados los nombres en amarillo de las Casas del Cabrero y las Injurias

La Casa del Cabrero estaba formada por multitud de pequeños “apartamentos” de alquiler, con pésimas condiciones pero precios asequibles para los miserables vecinos de la zona. Así lo explica Julio Vargas en su informe sobre la epidemia de cólera en Madrid de 1885:

En el centro del barranco y a la mitad del ángulo que la alcantarilla y el arroyo forman y que tiene su vértice en el Paseo de las Yeserías, hay dos casas de vecindad llamadas de Cabrero, no porque este sea el apellido del propietario. En una de estas casas, que solo tiene piso bajo, se albergan seis o siete familias; pero en la otra residen 42 vecinos, que forman una población de unos noventa habitantes. (Julio Vargas. Cólera, viaje de exploración por los arrabales de Madrid (1885). La Felguera. Madrid, 2021, págs. 78-79)

Los habitantes de estas zonas marginales, situadas al sur de la vía ferroviaria de circunvalación, y, por lo tanto, dentro del Ensanche aprobado en 1860, eran ignorados por el Ayuntamiento y por la ciudad en general. Contaminantes fábricas, terrenos sin urbanizar y suciedad componían el paisaje que rodeaba a las infraviviendas. Julio Vargas describe muy bien ese ambiente:

Claro es que las dos piezas que por punto general constituyen las habitaciones de cada inquilino, no permiten a este hacerse la ilusión de que reside en un palacio; pero, dentro de las condiciones humildes de aquellos edificios, debemos reconocer que serían aceptables si la alcantarilla, el arroyo, los humos de las fábricas y la irradiación del calor que desarrolla el gasómetro no fuesen constantes y terribles enemigos de la salud en aquellos contornos” (Julio Vargas, pág. 79).

En el excelente informe de César Chicote, La vivienda insalubre en Madrid, de 1914, se incluye a la Casa del Cabrero entre las edificaciones de una planta con “un solo retrete para todas las familias”. (César Chicote. La vivienda insalubre en Madrid, memoria presentada al excmo. sr. vizconde de Eza, alcalde presidente. Ayuntamiento de Madrid, 1914, pág. 48). Además incorpora una vista aérea de la Casa del Cabrero, con algunos edificios industriales detrás, identificables en el plano de Cañada, y el perfil del Madrid histórico al fondo.

César Chicote, pág. 46

Volviendo a La Busca, Manuel deja de lado la ironía de la que ha hecho gala en capítulos anteriores y se muestra incluso conmovido cuando se sumerge en la pobreza de estos barrios marginales. Se pone de manifiesto entonces el choque entre su mentalidad obrera y el mundillo del hampa que conoce en estos barrios y con el que no se siente familiarizado:

Llamaban así a un grupo de casuchas bajas con el patio estrecho y largo en medio. Pululaba una nube de chiquillos desnudos, de color de tierra, la mayoría negros... Salieron de la Casa del Cabrero, bajaron a una hondonada, después de pasar al lado de una valla alta y negra, y por en medio de Casa Blanca desembocaron en el paseo de Yeserías. El río venía exhausto, formado por unos cuantos hilillos de agua negra y de charcos encima del barro.