En 1629 se publicó el famoso libro de Jerónimo de la Quintana titulado "A la muy antigua, noble y coronada Villa de Madrid". Historia de su antigüedad y grandeza. El autor, notario del Santo Oficio de la Inquisición y rector del Hospital de la Latina, había recibido el encargo municipal de escribir una historia de la ciudad que permitiera a esta recuperar su prestigio, sensiblemente menoscabado a principios del siglo XVII por la marcha de la Corte a Valladolid.
Quintana no dudó en recrear el más esclarecido origen para aquel Madrid que acogía al rey católico, embarcado en la hercúlea tarea de evangelizar el Nuevo Mundo y luchar contra protestantes y musulmanes en el Viejo. La Corte del Imperio Hispánico no podía permitirse una estirpe medieval y menos aún islámica, por lo que Quintana remontó su nacimiento mítico a tiempos de griegos y romanos, la más noble cuna imaginable en tiempos del culto Felipe IV.
Para don Jerónimo, el primer recinto madrileño (el de Muhammad I) pertenecía a la Mantua griega y el segundo (el de la muralla cristiana del siglo XII) correspondía a Maiorito, una ampliación romana, seguramente de tiempos de Augusto. Para Quintana, Maiorito es un nombre latino del que procede Madrid, nombre que “no es arábigo” pese a la opinión de algunos autores que el mismo autor cita, y “con el tiempo vino a corromperse, y a llamarse Maierito”, luego Magerit y luego Madrid.
Quintana afirma que “nuestra Mantua fue fundación de los griegos”, como demuestra “el haberse hallado encima de una de las puertas de esta villa, una sierpe, o dragón grande esculpido en una piedra berroqueña, que era divisa de los griegos, y así la dejaron por armas en nuestra Mantua, como fundación suya”. Se refiere a la puerta Cerrada, cuya memoria se conserva en el callejero madrileño, obra romana para Quintana, pero sobre la que supuestamente se había colocado el relieve de una de las puertas de la ciudad griega.
Quintana asegura que el fundador de Madrid es Ocno Bianor, príncipe griego citado en la Eneida de Virgilio y en otras obras clásicas. Se trata de un personaje secundario, hijo de la mítica maga Mantho, como explica don Jerónimo: "Ocno Bianor, hijo de Tiberio o Tiberino, Rey de la Toscana y de los latinos, y de la hada Mantho, que floreció en Tebas y como adivina, la llevó Teseo cuando hizo guerra a Creonte; mas como Teseo fue despojado del reino de Atenas, ella se lanzó al mar, y fue a parar a las costas de Italia, la recogió el Rey Tiberino y tuvo en ella al Príncipe Ocno Bianor, a quien Virgilio, en su Eneida, llama capitán de guerra, el cual nació después de la muerte desgraciada de su padre, en la guerra que hizo a Glauco Cretense, y estando la victoria de su parte, cayó en el rio Albula y se ahogó en él, tomando por ese suceso el nombre de Tíber de allí en adelante el río. Naciendo pues huérfano nuestro príncipe, y desheredado, porque en el reino de los Latinos había sucedido su hermano Agripa Silvio, y el de Toscana había usurpado la tiranía de Mecencio, inclinóse con la edad a las armas, y creciendo en ella el ánimo juvenil, y juntamente la codicia de valer, que es la pólvora que hace de ordinario levantar la llama del deseo de ver tierras extrañas, pasó a estas de España y reconociendo este sitio, su abundancia y fertilidad, el favorable clima, la benignidad del cielo, y la fortaleza del puesto, parecióle a propósito para hacer en él una buena población”…”fundando en él a nuestra Mantua Carpetana”. Después volvió a Italia, siempre según el imaginativo Quintana, y fundó la Mantua transalpina en recuerdo de la española.
Sobre la fecha de fundación aclara que fue “por los años de la creación del mundo de 4320, y a 2078 después del diluvio universal y 150 antes de la primera Olimpiada, y antes del nacimiento de Cristo Señor Nuestro 879” y facilita numerosos y documentados argumentos para ratificar esta versíón.
El nombre de Mantua se lo dio a la actual Madrid Ocno Bianor “derivándole del de su madre Mantho la Fatídica”, según Quintana, que añade después que para diferenciar la Mantua italiana de la Mantua madrileña, se añadió a esta el nombre de Carpentana, "... que se deriva de Carpento, que en latín significa el carro, y difieren en que unos dan por causa estar asentada en tierra llana y espaciosa, acomodada para el uso de los carros... y otros derivan este apellido de las siete estrellas que en campo azul tienen en su escudo, que dicen significan las siete que en el cielo hacen la constelación que en castellano llamamos el Carro".
Quintana no fue el primero, ni tampoco el último, de los autores clásicos madrileños en recoger esta fábula con ínfulas de mito. En 1656, veintisiete años después de la publicación de Quintana, Pedro Texeira ilustró su magnífica Topographia de la Villa bajo el título de Manuta Carpetanorum
No hay comentarios:
Publicar un comentario