EL PLACER DE LA CULTURA

martes, 19 de octubre de 2010

Tridentes barrocos madrileños

Entre las reformas urbanas de la periferia madrileña impulsadas por los Borbones en el siglo XVIII destaca el trazado de un perímetro verde de paseos arbolados en torno a Madrid, obras iniciadas en el reinado de Fernando VI y continuadas en el de Carlos III. Se trata de un conjunto de paseos periféricos que se extendían por el norte desde la puerta de San Bernardo a la de Recoletos, obra de Francisco Nangle, o por el sur, en dirección del Manzanares, con trazado en tridente, realizados por el capitán del ejército José Salcedo. Carlos III continuó con la remodelación y arbolado de los caminos de la periferia y de las calles en abanico con magníficas perspectivas en dirección al Manzanares.

Son paseos en tridente, que buscan potenciar las perspectivas e incorporan el paisaje, dentro aún de un espíritu barroco. Se trata de anchos paseos que discurren en línea recta flanqueados por hileras de árboles. Los del sur bajaban desde las puertas de la cerca hacia el río en pendiente y sobre taludes que salvaban el accidentado terreno.

Desde la Puerta de Atocha los paseos que arrancan en dirección al Manzanares son los actuales de las Delicias, Santa María de la Cabeza y Ronda de Atocha. Otros forman un rombo entre la Puerta y el Puente de Toledo.

El modelo para estos trazados en tridente los encontramos en Roma, donde se desarrolló esta tipología viaria en las remodelaciones de la época de Sixto IV a partir de la Piazza del Popolo. Pero también podemos encontrar tridentes en Versalles, donde tres grandes avenidas parten de la plaza de armas del Palacio y atraviesan el pueblo, o en Aranjuez, con las calles de la Reina, del Príncipe y de las Infantas, que confluyen junto al Palacio Real.

André le Nôtre aplicó este diseño a la jardinería en Versalles, modelo que fue imitado en los jardines europeos del siglo XVIII, incluidos los españoles, como los de Aranjuez, donde tres avenidas arboladas parten del Palacio Real en dirección al oeste.

Pero en el caso madrileño, el tridente no es un elemento ordenador de la trama urbana, como en Roma, ni estructurador del jardín, como en Versalles, sino que se extiende a través de una zona periférica, entre la ciudad y el Manzanares. La originalidad del trazado madrileño radica en que el tridente organiza un espacio rural periurbano y está destinado al paseo y la perspectiva en un ámbito de recreo y esparcimiento públicos. El plano de Tomás López de 1785 nos ofrece una magnífica imagen de esta importante intervención periurbana.


Detalle del Plano Geométrico de Madrid (1785), de Tomás López de Madrid

Detalle de La nuova topografia di Roma (1748), de Comasco de Giambattista Nolli

Plan général de la Ville et du Château de Versailles (1660), de André le Nôtre


Palacio, jardines y nueva población de Aranjuez (1750), de Santiago Bonavia





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