Hasta hace poco más de
medio siglo, el pueblo saharaui ha sido nómada, por lo tanto, la arquitectura
era para los habitantes del desierto completamente innecesaria e incompatible
con su forma de vida. Sin embargo, en la ciudad santa de Smara se encuentra una
importante edificación, la más antigua del Sahara Occidental, debida a un
hombre realmente extraordinario. Se trata de la alcazaba erigida por iniciativa
del sheij (es decir, jeque, o guía espiritual) Ma al-Aynin, en realidad llamado
Muhammad Sid al-Mustafa, pero conocido por el sobrenombre que le puso su madre
y que puede traducirse como Agua de los Ojos.
Ma al-Aynin nació hacia 1830,
seguramente en territorio del actual Mali, y era hijo de un importante señor
tribal; sabemos que estudió en Marrakech y que realizó en 1858 la preceptiva peregrinación
a La Meca junto a uno de los hijos del sultán, Muley Abd al-Rahman, lo que demuestra
sus buenas relaciones con la corte. A su regreso al Occidente de África, poco a
poco fue ganando fama de hombre santo y sabio y el sultán de Marruecos lo
nombró su representante en el territorio del Sahara.
Cuentan que en 1898 Ma
alAynin acampó cerca de la tumba del fundador de una de las principales tribus
saharauis, la de los Arosian, llamado Sid Ahmed Larosi. Recibió importantes
donaciones que le convirtieron en rico y poderoso. Y en aquel lugar, donde
abundaba el junco, y por tanto, el agua, y con la colaboración de los sultanes
marroquíes y el trabajo de numerosos seguidores beduinos, fundó la primera
ciudad del desierto occidental, Smara, que significa precisamente “junco” en lengua
hassaniya, la variedad del árabe que hablan los saharauis.
Ma al-Aynin erigió un
edificio que era alcazaba (es decir, residencia fortificada), y también zawiya
(escuela religiosa o monasterio), en Smara, alrededor de la cual se instalaron
miles de jaimas. El edificio, que fue su morada, sigue en pie, y es el
principal ejemplo del escaso patrimonio saharaui anterior a los españoles, que
no llegaron a controlar esta ciudad situada a más de 200 km hacia el interior del territorio del Sahara Occidental
hasta los años de la II República.
En la alcazaba de Smara Ma
al-Aynin recibía en audiencia a todo el que se le acercaba y le ofrecía su
sabiduría, consejo, justicia o consuelo. Todas las tribus querían emparentar
con él, por lo que se casó con numerosas mujeres y fue padre de innumerables
hijos. Reunió una gran biblioteca, verdadero oasis de libros en el desierto,
entre los que se encontraban un buen número de obras escritas por él.
Desde Smara el sheij
congregó a numerosas tribus en torno a un proyecto de sedentarización y de resistencia
ante la presencia extranjera en la zona, fundamentalmente dirigida a Francia,
ya que España se limitaba a controlar la costa de su territorio. De este modo,
en 1910 Ma al-Aynin declaró la Guerra Santa a los colonizadores franceses, presentes
en el norte marroquí y en el sur mauritano, pero ese mismo año falleció en
Tiznit, donde está enterrado. Sólo tres años más tarde un batallón francés
ocupó y destruyó parcialmente Smara, lo que provocó las protestas de España, ya
que la ciudad se hallaba en el Sahara español.
Cincuenta años después
Julio Caro Baroja dedicó a Ma al-Ainin el estudio titulado “Un santón sahariano
y su familia”, dentro de su imprescindible obra Estudios Saharianos (1955), para lo cual el antropólogo entrevistó
a varios hijos del jeque y a otras personas que lo conocieron, visitó Smara y
estudió diversos documentos.
Letrero conmemorativo de la fundación de la mezquita de la alcazaba de Smara por Ma al-Aynin en 1898 (1316 H.) (julio de 2013) |
La alcazaba, de planta
cuadrada ligeramente irregular, con lados de unos 60 m. de longitud, mantiene
sus muros exteriores, construidos con la característica piedra oscura de Smara
y barro. En el centro se encuentra la zawiya, un edificio cupulado donde el
sheij recibía a los visitantes, enseñaba, administraba justicia y escribía.
Alrededor de él se encuentran las estancias privadas de Ma al-Aynin y de sus
cuatro esposas legales, además de otras construcciones, como un hammam (baño),
establos, viviendas para los esclavos, etc.
Extramuros se encuentra una
mezquita inacabada, que parece evocar, de forma simplificada, la austera belleza
de los oratorios almohades, rasgo no exento de connotaciones políticas. Pueden
verse algunos arcos de herradura sobre pilares, todo ello de piedra vista,
situados a la derecha del mihrab, que parece conservar el eco del legendario Ma
al-Aynin.
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