Estas navidades recibí una comunicación inesperada que me puso en contacto directo con una parte de mi pasado, precisamente el que da nombre a nuestra empresa de servicios culturales y de la que parte la idea motora que impulsa nuestras vidas. Reproduzco a continuación la entrada que Horacio Larraín ha escrito en su blog de Eco-antropología: enlace
Una visita inesperada
Acaeció en un día cálido de Marzo del año 1994, en la ciudad de Iquique, Norte de Chile. Golpea a la puerta de nuestra casa de Pasaje Dolores 3272 una extraña y sorprendente figura. Calzando zapatos de terreno, descomunal mochila al hombro y sombrero alón aparecía un ser femenino pequeño, de ojos vivaces y rostro redondo preguntando por el
Dr. Larrain. ¿Vive aquí el Dr. Larrain?, interrogó con
un rápido e inescapable dejo español,
esbozando una de esas sonrisas
que conquistan a primera vista. Era una menuda joven antropóloga de 25 años, recién llegada de Madrid, con su rutilante título bajo el brazo, que pretendía ir a conocer de cerca el modo de vida y el pensamiento político de
los aymaras chilenos. Llamábase la niña - porque eso parecía: solo
una niña- Beatriz García Traba, y venía especialmente recomendada por el arqueólogo
chileno Patricio Núñez Henríquez, del Instituto de Investigaciones
Antropológicas de la Universidad de
Antofagasta.
Un acogedor hogar aymara en Cariquima
¿Cómo negarse a
recibirla en casa con tal recomendación?
Venía agotada y sudorosa, casi oculta
debajo de su gigantesca y descomunal mochila. No he podido nunca olvidar
esa escena hasta hoy. Marta, mi esposa, la
ayudó a trepar la pequeña escalinata
y a los pocos minutos, ella "se
sentía en casa", mejor dicho, nosotros
nos sentíamos "en casa" con ella, como un miembro más de nuestra pequeña familia. Un
par de semanas disfrutamos de su gratísima compañía, mientras preparaba su
ingreso al territorio de la etnia aymara,
concretamente en Cariquima y Chijo, junto a la frontera con Bolivia donde la
esperaba el hogar de don Antonio y la señora
Elena. Se había propuesto estudiar en su Universidad, la Universidad
Complutense de Madrid, como tema de su tesis doctoral, un tópico difícil y complejo: el proceso de
desarrollo político del mundo aymara chileno y su dirigencia en el contexto de un régimen político dictatorial: en la época del
gobierno militar regido entonces por el
general Augusto Pinochet Ugarte. Tema
candente, complicado y riesgoso, en época de
férrea dictadura militar.
Experiencias vivas en
el mundo aymara campesino.
Como antropólogo cultural, pensé que las tierras de pastoreo
y el hogar de mi ex compañero de curso de Lengua aymara en Arica (dirigido por don Manuel Mamani), don
Antonio Moscoso, que vivía en el pueblo fronterizo de Cariquima y en la estancia de pastoreo de Chijo serían el lugar ideal para que la joven
española se hiciera lugareña, e "hiciera sus primeras armas" en la
etnografía local aymara. Así se hizo. Y muy pronto veríamos a nuestra
frágil y simpática Beatriz, vestida a la usanza aymara, "pasteando" el
ganado, trasquilando ovejas y recogiendo
leña de tola en los faldeos cordilleranos de Chijo (Fotos Figuras 1 a 3). A don
Antonio y su mujer acompañaban su hijo,
el adolescente Daniel Moscoso y su hermana Elena. Ésta última era de la
misma edad que Beatriz, y pronto se
hicieron buenas amigas.
En la estancia ganadera de Chijo.
Así, en la intimidad
cordillerana de Chijo, en el hogar de los Moscoso Mamani, vivió Beatriz varias
semanas, como una hija más, empapándose
del modo de vida, cultura y cosmovisión de esta típica y ejemplar familia
aymara tarapaqueña. Las fotos que aquí presentamos, tomadas en
aquellos años por la propia Beatriz y enviadas expresamente por su autora para ambientar este capítulo del Blog, nos ofrecen una cuenta gráfica, palpitante de emoción y recuerdos, de su breve aclimatación a la vida
del pastor andino.
Viviendo en terreno
la "observación participante".
De este
inolvidable período de su vida, Beatriz nos ha anotado hoy, de su puño y
letra:
"Nunca pensé
que en diciembre de 2012 el pasado llamaría a mi puerta a través de las nuevas
tecnologías. La misiva del Facebook decía así: "Hola, Beatriz, soy Daniel
hijo de Antonio Moscoso y Elena Mamami: no sé si me recuerdas, me acabo de
recibir de antropólogo en la Universidad". Automáticamente mi mente voló
casi veinte años atrás recordando a un chiquillo de ojos despiertos y sonrisa
fácil con el que compartí unas semanas en Cariquima junto con sus padres y su
hermana Elena. Su Padre, Don Antonio, era una persona excepcional, con un
interés por la historia y la antropología, realmente llamativo. Imagino lo
orgulloso que estará de su hijo.
Su madre
procuró en todo momento que me sintiese como en casa y aún recuerdo las cenas de
"pescaditos", con granos de maíz, y la quínoa con [carne] de llama. Como se
puede ver en una de las fotos ,compartí con ellos unos días en su pequeña
cabaña de pastoreo; allí me dejaron participar en sus actividades y doña Elena
hiló parte de la lana recién esquilada y me la regaló. Ya en España, mi tía me
la tejió y aún hoy sigo utilizando esa bufanda tan especial. Al tener [yo] la
misma edad que su hermana Elena, la estancia con ellos fue realmente acogedora,
y las conversaciones muy enriquecedoras para una joven antropóloga que quería
saber realmente cómo se vivía en el altiplano chileno.
Hay cosas que
no se pagan, como el cariño que me dieron esos días, ni el que tantos años
después, ese niño, ya mayor, se haya puesto en contacto conmigo para saludarme
y, además, con la agradable noticia de que como antropólogo, podrá ayudar a su
pueblo y seguir defendiendo sus derechos continuando así la estela de algunos de
sus familiares, férreos luchadores de lo s derechos del pueblo
aymara".
(Hasta aquí el texto
enviado en estos días por Beatriz desde Madrid, como complemento a este
capítulo).
Beatriz García con Daniel Moscoso. Año 1994. Chijo |
Beatriz García con Antonio Moscoso esquilando llamas. 1994. Chijo, altiplano chileno |
La metamorfosis de
un pastor altiplánico.
Pasaron raudos los
años. La Universidad Bolivariana decide abrir la carrera de Antropología y
Arqueología en Iquique. Se inicia el año escolar del año 2003 con un grupo de
quince estudiantes de la Carrera. Entre sus profesores estaban el Dr. Mario
Rivera, el Dr. Juan Van Kessel, el Dr. Horacio Larrain y los profesores
Olaff Olmos, Patricio Arriaza y Orlando Acosta, entre otros varios.
Nuevos alumnos,
expectantes, pisan las flamantes aulas universitarias de la recién inaugurada
Sede de Iquique de la Universidad Bolivariana. Entre ellos, hay un espigado
joven aymara, silencioso y retraído, de nariz aguileña y de rostro curtido por
el sol y los vientos impetuosos de la puna: Daniel Moscoso Mamani. Se ha
hecho realidad, en unos pocos años, una casi increíble metamorfosis: el pastor
de antaño, de chullo y ojotas, ahora se ha convertido en un serio
estudiante de Antropología. Fueron años duros de estudio para el joven Daniel,
acostumbrado a esquilar ovejas y llamas o cazar guanacos, pero poco adicto a
manejar el lápiz y el cuaderno de notas. Entre sus compañeros, casi todos
tarapaqueños, están Vïctor Bugueño hijo y nieto de empleados y obreros
salitreros, Cristian Riffo Torres, hijo de un obrero del Mineral de cobre de
Chiuicamata, María José Capetillo, joven originaria de Mamiña, de probable y muy
antiguo ancestro quechua, Luis Pérez Reyes que nació en una isla del lejano
Golfo de Reloncaví (Isla Maillen) y otros más, casi todos ellos de origen
obrero, pampino o agricultor. Sin duda, es un destacable mérito y motivo de
orgullo de la Universidad Bolivariana el haber abierto sus puertas en Iquique a
hijos de sencillos trabajadores que por vez primera se insertaban, entre
nerviosos y expectantes, en un ambiente académico de alta exigencia.
Y llegó el gran
día: la graduación académica.
Nunca podré yo
olvidar las palabras con que el papá de Daniel, don Antonio Moscoso, mi antiguo
compañero de un Curso de lengua aymara en Arica en 1985, nos pidiera, casi en
son de súplica, en aquel Marzo del 2003, que "hiciéramos todo lo posible
porque su hijo llegara al final de su carrera". Y en esta graduación del
año 2012, Daniel alcanzó la meta tan deseada: ser un Antropólogo para ayudar y
defender a su gente y a su pueblo.
Horacio Larraín y Daniel Moscoso. 2012. Iquique, Chile |
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