Un soplo de aire fresco en la cara, que mitiga, al menos, el incendio que nos consume. La exposición del Museo Thyssen, Impresionismo y Aire libre: de Corot a Van Gogh hace disfrutar al visitante de una experiencia deliciosa. Sobre un fondo gris más de cien obras, tres cuartas partes de ellas nunca antes vistas en España, llenan de color la sala de exposiciones. Juan Ángel López Manzanares, comisario de la muestra, subraya que tendemos a identificar la pintura al aire libre con el Impresionismo, pero que, como demuestra la exposición, esta práctica se inició mucho antes.
La pintura al aire libre, llena de dificultades para el pintor, como ilustra un cuadrito de Jules Coigniet que podemos ver en la exposición, comenzó a finales del siglo XVIII. Frente a los idealizados paisajes clásicos elaborados en el estudio, los jóvenes paisajistas de finales del siglo XVIII comenzaron a ejercitarse a través de pinturas al aire libre, principalmente durante sus estancias en Italia, con el afán de obtener mayor veracidad en sus obras. Y a lo largo del siglo XIX se fue haciendo menos clara la diferenciación entre obras pintadas en el exterior y composiciones de estudio, hasta que con los impresionistas los paisajes al aire libre alcanzaron el estatus de obra definitiva.
Hay dos características comunes a todas las obras de la exposición: todos los cuadros son óleos, sobre lienzo o sobre papel, técnica que se vincula habitualmente al cuadro acabado; y todos son paisajes, con mínima presencia humana, a veces testimonial, lo que no impide que sean paisajes humanizados por la mirada del pintor, siempre presente. En este sentido Juan Ángel ha concebido la exposición como un homenaje al barón Hans Heinrich Thyssen, el hombre que cambió la orientación de la colección familiar, centrada hasta entonces en el retrato, y que dio un mayor protagonismo al paisaje.
Claude Monet. Les Pirámides de Port-Coton. 1886. Arp Museum Bahnhof Rolandseck |
La muestra se estructura en apartados temáticos según el listado de motivos para la pintura al aire libre propuesta por Valenciennes, considerado como el padre de este tipo de pintura. Dentro de cada sala, podemos observar ejemplos de diferentes aproximaciones a los mismos motivos, desde diferentes escuelas y distintas cronologías. En la exposición, por ejemplo, podemos comprobar el contraste entre el pintoresquismo detallista de Von Rohden y el sintetismo y la sencillez de Corot en la representación de las ruinas romanas. También disfrutamos comparando el acercamiento científico y preciso de los pintores norteamericanos de la Escuela del Hudson a las rocas y el carácter constructivo de los cuadros de Cézanne realizados en el rocoso bosque de Fontainebleu. El naturalismo de las montañas de Carlos de Haes contrasta con el subjetivismo y la expresividad de los Alpes en las obras de Hodler. La precisión de Michallon en la representación de los árboles poco tiene que ver con la subjetiva y llameante visión de Van Gogh. El agua, en movimiento incesante en la obra de Turner, parece solidificarse en los cuadros de Courbet. Las nubes veristas de Constable poco tienen que ver con las más abstractas y subjetivas de Nolde. La exposición también nos permite, por ejemplo, comparar la pincelada impresionista de colores yuxtapuestos de las marinas de Monet con las amplias pinceladas de las pintadas por Sorolla.
Joaquín Sorolla. Mar y rocas de San Esteban, Asturias. 1903. Museo Sorolla, Madrid |
En definitiva, Impresionismo y Aire libre ilustra una práctica artística difícil, pero que abrió nuevas posibilidades a la representación del paisaje y que favoreció grandes transformaciones en la pintura del siglo XIX.
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