La Semana Santa madrileña tiene
un sabor agridulce al encontrarse tan unida a la convulsa historia capitalina.
Hay noticias de procesiones desde
principios del siglo XVI aunque su momento de esplendor se centra hacia 1561
cuando Madrid se convierte en la sede definitiva de la Corte. El Concilio de
Trento es también un aldabonazo importante ya que se recomendaron vivamente las
manifestaciones públicas de la fe, tanto para “lavar” la imagen de España
frente al resto de Europa por su pasado musulmán como para enfrentar de una
manera viva el desafío protestante.
Imagen de la Esperanza Macarena. Real Colegiata de San Isidro Madrid 2013 |
Hay procesiones ligadas a la
Corte y otras íntimamente unidas a los gremios. El día grande era el viernes y
el alboroto que se organizaba era tal que obligó en 1805 a publicar una
ordenanza que regulara el número de las que debían procesionar, así como el
orden en el desfile, la ropa adecuada, la necesidad de que salieran militares
que mantuvieran el orden, la música que debía tocarse… todo ello nos indica el
gran seguimiento por parte del pueblo de Madrid. La II República (que
circunscribió las manifestaciones religiosas a los templos) y la Guerra supusieron
un corte importante, y no se retoma la tradición hasta los años 40 (Cofradía de
la Esperanza Macarena y el Cristo del Gran Poder y la procesión del Silencio) a
la vez que otras de gran tradición se disuelven. Los años 90 suponen una
explosión en el número de cofradías surgiendo algunas nueves (como la del
Cristo de los Estudiantes y el Cristo de los Gitanos) y retomando otras de gran
antigüedad, como la del Cristo de los Alabarderos.
Cofradía del Silencio. Iglesia del Santísimo Cristo de la Fe. Madrid 2013 |
Encontramos en Madrid procesiones
cuyas imágenes están unidas a la leyenda, como la del Cristo de los Alabarderos
y el Cristo de Medinaceli; procesiones
con historias de destrucción y lucha, como la de María Santísima de los Siete
Dolores y procesiones que reflejan de manera clara y manifiesta el espíritu de
ayuda y solidaridad de los cofrades, como la del Cristo de los Gitanos. Las de
mayor tradición en Madrid y que nunca dejaron de contar con la devoción del
público a pesar de todas las vicisitudes son el Cristo de Jesús el Pobre (con
cofradía desde el siglo XVIII) y el Cristo de Medinaceli (desde 1710).
En relación a la Virgen de los
Siete Dolores haremos tan sólo un pequeño
apunte para comprender mejor las lágrimas y el dolor que se aprecia en las
imágenes que procesionan estos días por las calles de nuestra ciudad.
Santa Catalina de Siena nos ha
dejado una “clasificación” de la importancia y el valor de las lágrimas. Podemos
distinguir 4 tipos:
- Lágrimas malas que engendran
muerte. Son las que proceden del pecado y la rabia, del odio y la envidia
- Lágrimas de los que, lejos del
pecado, empiezan a querer servir a Dios, pero privados de los consuelos
visibles, lloran por verse con tanta incapacidad y tribulaciones
- Lágrimas de los que aman con
perfección a Dios y al prójimo, doliéndose de las ofensas que se le hacen a
Dios y compadeciéndose del daño del prójimo, en completo olvido de si mismos.
- Lágrimas de dulzura, derramadas
con gran suavidad por la unión íntima del alma con Dios. Son lágrimas de puro
amor que derraman los santos en las más altas cumbres de la perfección
cristiana.
Estas últimas son las que podemos
observar en la cara de la Virgen. Además hay otro elemento que nos remite
directamente al dolor de María y que se halla anclado en los textos del Nuevo
Testamento, me refiero a la significación de los siete puñales que atraviesan
el corazón de la Virgen y que simbolizan los siete dolores que anuncian la
tragedia: La profecía de Simeón; la huida a Egipto; La pérdida del niño en
Jerusalén; El encuentro con Jesús camino del calvario; La muerte en la cruz; El
descendimiento y por último La sepultura de Jesús.
Los siete puñales que podemos
observar en la imagen de la Virgen de la Iglesia de Santa Cruz de Madrid (Calle
Atocha, 6) fue lo único que se salvó de la cofradía después de los bombardeos
de la Guerra Civil y llevan inscritos el nombre de los Alguaciles de la Casa y
Corte, cuyos miembros se ocuparon de la imagen desde 1590.
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