EL PLACER DE LA CULTURA

sábado, 30 de marzo de 2013

La Semana Santa en Madrid


La Semana Santa madrileña tiene un sabor agridulce al encontrarse tan unida a la convulsa historia capitalina.
Hay noticias de procesiones desde principios del siglo XVI aunque su momento de esplendor se centra hacia 1561 cuando Madrid se convierte en la sede definitiva de la Corte. El Concilio de Trento es también un aldabonazo importante ya que se recomendaron vivamente las manifestaciones públicas de la fe, tanto para “lavar” la imagen de España frente al resto de Europa por su pasado musulmán como para enfrentar de una manera viva el desafío protestante.
Imagen de la Esperanza Macarena. Real Colegiata de San Isidro
Madrid 2013

Hay procesiones ligadas a la Corte y otras íntimamente unidas a los gremios. El día grande era el viernes y el alboroto que se organizaba era tal que obligó en 1805 a publicar una ordenanza que regulara el número de las que debían procesionar, así como el orden en el desfile, la ropa adecuada, la necesidad de que salieran militares que mantuvieran el orden, la música que debía tocarse… todo ello nos indica el gran seguimiento por parte del pueblo de Madrid. La II República (que circunscribió las manifestaciones religiosas a los templos) y la Guerra supusieron un corte importante, y no se retoma la tradición hasta los años 40 (Cofradía de la Esperanza Macarena y el Cristo del Gran Poder y la procesión del Silencio) a la vez que otras de gran tradición se disuelven. Los años 90 suponen una explosión en el número de cofradías surgiendo algunas nueves (como la del Cristo de los Estudiantes y el Cristo de los Gitanos) y retomando otras de gran antigüedad, como la del Cristo de los Alabarderos.  
Cofradía del Silencio. Iglesia del Santísimo Cristo de la Fe.
Madrid 2013 
 
Encontramos en Madrid procesiones cuyas imágenes están unidas a la leyenda, como la del Cristo de los Alabarderos y el Cristo de Medinaceli;  procesiones con historias de destrucción y lucha, como la de María Santísima de los Siete Dolores y procesiones que reflejan de manera clara y manifiesta el espíritu de ayuda y solidaridad de los cofrades, como la del Cristo de los Gitanos. Las de mayor tradición en Madrid y que nunca dejaron de contar con la devoción del público a pesar de todas las vicisitudes son el Cristo de Jesús el Pobre (con cofradía desde el siglo XVIII) y el Cristo de Medinaceli (desde 1710).
 
El Divino Cautivo. Parroquia de Santa Cruz.
Madrid 2013
En relación a la Virgen de los Siete Dolores  haremos tan sólo un pequeño apunte para comprender mejor las lágrimas y el dolor que se aprecia en las imágenes que procesionan estos días por las calles de nuestra ciudad.
Santa Catalina de Siena nos ha dejado una “clasificación” de la importancia y el valor de las lágrimas. Podemos distinguir 4 tipos:
- Lágrimas malas que engendran muerte. Son las que proceden del pecado y la rabia, del odio y la envidia
- Lágrimas de los que, lejos del pecado, empiezan a querer servir a Dios, pero privados de los consuelos visibles, lloran por verse con tanta incapacidad y tribulaciones
- Lágrimas de los que aman con perfección a Dios y al prójimo, doliéndose de las ofensas que se le hacen a Dios y compadeciéndose del daño del prójimo, en completo olvido de si mismos.
- Lágrimas de dulzura, derramadas con gran suavidad por la unión íntima del alma con Dios. Son lágrimas de puro amor que derraman los santos en las más altas cumbres de la perfección cristiana.
Estas últimas son las que podemos observar en la cara de la Virgen. Además hay otro elemento que nos remite directamente al dolor de María y que se halla anclado en los textos del Nuevo Testamento, me refiero a la significación de los siete puñales que atraviesan el corazón de la Virgen y que simbolizan los siete dolores que anuncian la tragedia: La profecía de Simeón; la huida a Egipto; La pérdida del niño en Jerusalén; El encuentro con Jesús camino del calvario; La muerte en la cruz; El descendimiento y por último La sepultura de Jesús.
Los siete puñales que podemos observar en la imagen de la Virgen de la Iglesia de Santa Cruz de Madrid (Calle Atocha, 6) fue lo único que se salvó de la cofradía después de los bombardeos de la Guerra Civil y llevan inscritos el nombre de los Alguaciles de la Casa y Corte, cuyos miembros se ocuparon de la imagen desde 1590.

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