Hay historias de amor que merecen ser contadas con el
transcurrir de los siglos, este es el caso del amor surgido entre Lope de Vega
y Marta Nevares.
Tras enviudar 2 veces y tener múltiples amantes, Lope de
Vega conoce en una tertulia literaria a Marta Nevares, una joven de 25 años
casada desde los 16 con un hombre mayor. Lope tiene para entonces 64 años y ya
es sacerdote, lo que no supone un impedimento para que la relación se inicie y
provoque la vergüenza de la hija monja de Lope, Marcela de San Féliz que
profesa en el convento trinitario de la calle Cantarranas y la ira del marido
de Marta, que intenta asesinar al poeta.
La diferencia de edad entre los amantes despertó también la
hilaridad de algunos de sus coetáneos, como es el caso de Góngora, que escribió:
Dicho me ha por una carta
que es tu cómica persona
sobre los manteles mona
y entre las sábanas Marta:
agudeza tiene harta
lo que me advierten después,
que tu nombre del revés,
siendo Lope de la haz,
en haz del mundo y en paz
pelo desta Marta es
Marta intentó anular su matrimonio y finalmente se le
concedió, el marido apeló la decisión pero murió inesperadamente, lo que
provocó el júbilo de Lope y la aparición de una obra titulada La viuda valenciana
Canta Amarilis, y su voz levanta
mi alma desde el orbe de la luna
a las inteligencias, que ninguna
la suya imita con dulzura tanta.
De su número luego me trasplanta
a la unidad, que por sí misma es una,
y cual si fuera de su coro alguna,
alaba su grandeza cuanto canta.
Apártame del mundo tal distancia,
que el pensamiento en su Hacedor termina,
mano, destreza, voz y consonancia.
Y es argumento que su voz divina
algo tiene de angélica sustancia,
pues a contemplación tan alta inclina.
Sin embargo la historia de amor se torció al enfermar
gravemente Marta, primero quedó ciega y luego enloqueció. Lope la cuidó
amorosamente hasta el final de sus días. Nos ha quedado un “testamento”
literario lleno de ternura y fuerza:
¡Ay soledades tristes
de mi querida prenda
donde se escuchan solas
las ondas y las fieras!
………
O, ¿pediré llorando
la noche de su ausencia…
……
Ya es muerta, decid a todos,
ya cubre poca tierra
la divina Amarilis,
honor y gloria vuestra;
aquellas cuyos ojos
verdes, de amor centellas,
músicos celestiales,
Orfeos de almas eran,
cuyas hermosas niñas
tenían, como reinas, doseles de su frente
con armas de sus cejas.
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