Hay poetas, hombres y mujeres,
que saben conectar con lo más profundo del ser humano, que despiertan nuestra
conciencia y arremeten contra lo establecido. Ellos son capaces de desmontar
los inmensos edificios construidos por nuestra mente, que no son reales, pero
que arrebatan el alma del hombre.
Cuando uno se acerca a Nicanor
con un público “difícil” (como dijo la vigilante de sala de la Biblioteca
Nacional de Madrid al verme entrar con un grupo grande de personas con
parálisis cerebral) se da cuenta del valor inmenso de aquellos que nos
recuerdan quiénes somos (no una imagen, ni una idea política, ni una religión
concreta…), sino hombres y mujeres en busca de paz y respuestas no
superficiales.
A primera vista parecería que
Parra solo nos divierte y entretiene, y podemos verlo también así, como un
irreverente compulsivo que no para de jugar con la mente, el corazón y el
lenguaje del espectador. Pero si observamos con detalle y entramos en su juego,
Parra nos presenta siempre algún elemento que nos hace “romper la razón”
permitiéndonos así conectar con una dimensión más real de nosotros mismos, del
mundo y del otro.
Foto de Beatriz García Traba. Temuco, 1994. A punto de pedirle a Nicanor un autógrafo |
Conocí a Parra hace 19 años, en
Temuco, en un encuentro de escritores mapuches y no mapuches. Entonces era un
joven de apenas 80 años que seguía aguijoneando conciencias. Grato es ver,
tanto tiempo después, que el mismo joven sigue en pie y recibiendo un
reconocimiento constante a su obra (lo último el Cervantes, nada menos) y me le
imagino riendo y recitando desde su casa ante el serio y circunspecto público
propio de estos actos:
Veo que están bostezando:
No importa
Bienaventurados los que tienen sueño
Porque no tardarán en quedarse dormidos
No importa
Bienaventurados los que tienen sueño
Porque no tardarán en quedarse dormidos
Reproduzco a continuación uno de sus poemas más
brillantes y profundos, escrito en relación a un personaje chileno de la
primera mitad del siglo XX, el afamado Cristo de Elqui:
XLII
La presencia del Espíritu Santo
se percibe con toda nitidez
en la mirada de un niño inocente
en un capullo que está por abrir
en un pájaro que se balancea sobre una rama
dificulto que alguien pueda poner en duda
la presencia del Espíritu Santo
en un pan recién sacado del horno
en un vaso de agua cristalina
en una ola que se estrella contra una roca
¡ciego de nacimiento tendría que ser!
hasta un ateo tiembla de emoción
ante una sementera que se inclina
bajo el peso de las espigas maduras
ante un bello caballo de carrera
ante un volkswagen último modelo
lo difícil es saber detectarlo
donde parecería que no está
en los lugares menos prestigiosos
en las actividades inferiores
en los momentos más desesperados
ahí falla el común de los mortales
quién podría decir que lo percibe
en los achaques de la ancianidad
en los afeites de las prostitutas
en las pupilas de los moribundos?
y sin embargo también está ahí
pues lo permea todo como el sodio
¡que lo digan los Padres de la Iglesia!
Arrodillémonos una vez más
en homenaje al Espíritu Santo
sin cuyo visto bueno nada nace ni crece
como tampoco muere en este mundo.
(Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui, 1979)
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